Fue un disparate.

A Miguel, mi marido, se le ocurrió, tres años antes, comprar un camper o casa rodante.
Era el tercer año consecutivo que llegábamos al mismo camping, en la costa, para una semana de vacaciones.
Coincidimos, con otras familias y nuestros hijos han hecho amigos y están felices de volver a verlos cada año.
El camping es bastante pequeño, los propietarios son una familia de algo más de los 40 años, con un hijo de 17 años que lo voy a llamar Marcos.
El segundo día pasó el... ¡Despropósito!

Miguel y los nenes se unieron a una excursión a una isla cercana.
Yo, ya la noche anterior no me sentía bien. El viaje, el arreglo de la camper, etc. me habían provocado un cansancio y un dolor de cabeza realmente intenso.
Me quedé sola en la casa rodante.
A media mañana, Marcos llamó a la puerta.
Me levanté de la cama y le abrí la puerta. Dijo que mi marido le había avisado que yo no estaba bien, y encomendado de verificar si, yo, necesitaba algo.
Me sentía mucho mejor pero, casi no me quedaba Paracetamol, por las dudas le pedí que me comprara un blíster de 8 píldoras de 1 gramo.
Cuando regresó con el medicamento, le agradecí y lo invité a acompañarme a tomar un café.
Aceptó.
El sol calentaba el aire y la luz ya no me molestaba. Mientras se hacía el café, hablamos de cosas que tenían que ver con el camping, de la gente que volvía cada año, de los que ya no venían, etc.
Aproveché para acomodar un par de cosas, que estaban sobre la mesa, en un mueble bajo.
Tuve la clara sensación de que me observaba. Estaba vestida con una t-shirt, un short bien corto y bombacha.
No sé exactamente en qué momento se me pasó por cabeza… el caso es que casi inconscientemente comencé a provocarlo, agachándome más de lo necesario.
“Sentí” sus ojos en mi culo. Estaba eufórica
Serví el café, seguimos conversando e intercambiando miradas sugerentes y:
-Si no tenés nada importante que hacer, venite al medio día y comemos un plato de pasta, así no quedo en deuda con vos por el mandado-
Aceptó con gusto.
Cuando volvió, mientras esperábamos a que hirviera el agua, me serví una copa de vino blanco y le pregunté qué quería beber. Estaba a punto de abrir la botella de bebida cola pero me dijo que también quería una copa de vino.
Bromeé un poco, burlándome de su edad. Brindamos y le agradecí nuevamente su ayuda.
Tenía encendida una radio portátil. Comenzó a sonar una hermosa canción y lo invité a bailar. Me miró casi extasiado. Lo puse de pie, lo tomé entre mis brazos y comenzamos a bailar.
Incómodo al principio, pronto se desbloqueó. Me rodeó la cintura y empezó a frotarse contra mí, al principio como casualmente, luego cada vez más explícitamente.
De pronto me hizo dar vuelta, se puso detrás de mí, se agarró de mis caderas y... la apoyó contra mi culo. Sentí su erección. Seguí fingiendo que no pasaba nada y jugando con él.
Empezó una segunda canción y seguimos bailando. La situación se había vuelto surrealista. Sus manos iban de las caderas a las nalgas, tocaba mi vientre brevemente y de vez en cuando bajaba a mi entrepiernas y manoseaba la “cachucha” tela de por medio.
Seguimos bebiendo vino y bailando como adolescentes en una discoteca.
Ya habíamos apagado el fuego debajo de la olla. El baile y el vino nos habían atrapado.
Marcos volvió detrás de mí y me apretó contra sí, prácticamente nos movíamos en el mismo lugar, Era casi un acto de amor. Estaba a punto de separarme, para poner fin a esa locura, pero me abrazó aún más fuerte. Logré darme vuelta y con una sonrisa le dije que tal vez era mejor parar.
Me abrazó y murmuró:
-Por favor, un poco más!-
Me pareció una frase muy tierna... como que me suplicaba.
Sentí su verga contra mi pubis, sus manos se deslizaron sobre mi espalda aterrizaron en mi culo. Lo acarició, lo manoseó. Tenía la cabeza en su hombro y estaba desorientada. Un pibito me tocaba el culo, con sus manos insinuándose, por abajo, dentro del shortcito y me magreaba las nalgas cubiertas sólo por la bombacha.
No me pude sobreponer a un impulso repentino…. levante la cabeza de su hombro y... lo besé suavemente, mis labios sobre los suyos.
Nos besamos como pendejos... él, con una mano me acariciaba una teta (por debajo de la camiseta) mientras que con la otra me apretaba, con fuerza, una nalga.
Recuerdo haberle dicho que eso estaba mal….. ni yo lo creía.
No sé cuánto tiempo estuvimos sobándonos, manoseándonos lascivamente, de pie, en el piso del camper.
Me quité la t-shirt y el corpiño mirándolo a los ojos. Lo agarré de la cabeza y puse su boca sobre mi pecho. Comenzó a lamer una teta... a mordisquearla lentamente... mientras con una mano manoseaba la otra.
Tenía la sensación de haber regresado a mi adolescencia, a mis primeras experiencias con chicos.
De pronto Marcos se soltó, me empujó al borde de la cama, me quitó short y bombacha, me acostó boca arriba y se puso a lamerme "allí". No sabía hacerlo, pero a pesar de su torpeza era muy excitante. Dejó de lamerme y mirándome a los ojos:
-Pedime que siga-
Me turbó:
-Seguí- le dije en voz baja
-Pedilo bien y en voz alta-
-Dale Marcos, por favor....seguí lamiéndome-
-La concha- agregó él.
-La concha- repetí yo.
Me sorprendió que el intercambio de palabras, iba a tener un tan efecto excitante.
Él volvió a lamer... prácticamente en una fracción de minuto tuve un primer orgasmo.
Lo percibió, se detuvo, se ubicó de pie a la altura de mi cara sin decir nada, se aflojó el cinto y bajó el cierre relámpago del pantalón. Obviamente entendí lo que quería.
Decidí también yo jugar con él y le dije mirándolo a los ojos:
-Pedímelo-
-Chupame la verga. Sacala y chúpame la verga-
Estas palabras fueron pura adrenalina. Le bajé los pantalones y el bóxer. Un miembro soberbio saltó ante mis ojos. Lo tomé en mi mano, lo acaricié, me pareció dibujado, por un artista del pincel.
Lo besé y lentamente lo llevé a mi boca. Lo chupé con avidez, lo lamí hasta el fondo, acaricié sus testículos peludos y me embriagué con su olor.
Me propuse satisfacerlo, hacerlo acabar así. Me parecía un despropósito que me cogiera un pibito.
Como la más experimentada de las actrices porno, le dedique a una soberbia mamada. De pronto el empujó fuerte y rápidamente, la pija, casi me provocó vómito y con un grito descargó su semen caliente en mi boca. Tragué mucho, pero el resto chorreó por mi cara, por mi cuerpo y ensució la cama.
Fui al baño a higienizarme.
Cuando regresé Marcos me estaba esperando con su miembro levantado, tan duro como si nunca hubiese acabado.
Me abrazó, me levantó y volvió acostarme en la cama. Pensé que quería volver a lamerme... error, se ubicó entre mis piernas y me la puso de una. No me resistí… yo también lo quería.
Todos los tabúes y perplejidades se habían desvanecido. Quería sentirlo adentro, quería disfrutarlo.
Comenzó a cogerme fuerte y profundo. Lo frené con las manos, temí que no durara.
Se detuvo a mirarme...
-Cogeme… cogeme, otra vez pero tranqui.- le murmuré
Moderó el pistoneo por un rato. Yo disfrutaba de un placer sensual muy vivo. Volvió a acelerar, un orgasmo descomunal se adueñó de mi. Tuve un segundo pico de placer cuando sentí su verga pulsar y su cálido semen inundándome. Lo abracé y lo besé.
Nos quedamos así durante un buen rato en el que me di cuenta del dislate que había cometido.
Acostados lado a lado, le dije que nunca volveríamos a hacerlo de nuevo. Que iba a ser nuestro secreto. Que hubiese sido un gran lío si salía a la luz.
Me aseguró que ese día sería nuestro secreto… pero que esperaba poder volver a verme a solas.
No respondí
Seguí “machacando” sobre lo del secreto hasta que nos despedimos y salió de la casa rodante.

2 comentarios - Fue un disparate.

Pervberto
Lo inesperado se vuelve doblemente excitante.