Tengo cara de puta (04 - Final)

Días más tarde, estando de compras cerca de casa de mi madre, se hizo la hora de comer y pensé acercarme a ver si me invitaba y devolverle la llave. Como la tenía, no me tomé la molestia de llamar a la puerta. Simplemente abrí y entré.

Al llegar al salón la escena que contemplé me dejó de piedra. Sobre la mesita baja estaba mamá patas arriba mostrando licenciosamente su desnudo coño. Pero no porque quisiera. Tenía trabadas las piernas a la altura de los tobillos por un cepo metálico muy largo que se las separaba todo lo que sus caderas podían dar de si. El cepo también apresaba sus muñecas de manera que debía mantener flexionadas las piernas hacia atrás, lo que hacía que el coño y el ano se levantasen ofreciéndose indefensos ante cualquier uso. Sus pezones estaban enganchados por unas cadenas al mismo cepo y deformaban los pechos estirándolos brutalmente.

Pero lo mas pasmoso es que ante ella estaba mi propio hijo, Lucas, golpeando su pubis con una fusta de caballería mientras con la otra mano tiraba de otra cadena enganchada al anillo del clítoris de su abuela.

No advirtieron mi presencia y pude escuchar.

- Más fuerte Lucas, por Diosss, más fuerte. Y mis tetas, dame tambien en mis tetas.

- Calla vieja zorra, primero te voy a dejar los labios inflamados para dos meses. Cuando puedas usar el coño otra vez vas a estar bien caliente por la abstinencia.

- Si hijo si, dale fuerte a esta vieja en su sucio coño. Castiga a esta zorra indecente.

- Si, ramera fósil, te mereces un castigo perpetuo. Incestuosa, emputecedora de virtuosas mujeres.

- No es virtuosa, ella es puta y tiene cara de puta.

- La has hecho una puta y me la voy a follar.

- Si hijo, si, fóllate a tu madre. Préñala. Fóllanos a las dos juntas. Castígame por mis pecados. Mis tetas, mis tetas quieren tus golpes, no las olvides.

La escena y la conversación provocaron que mi coño empezase a manar. Estaba nerviosa y consumida de excitación. Mis piernas temblaban al imaginarme follada por mi propio hijo. Lo rechazaba como una aberración, pero el pensamiento me atraía irremediablemente, como un torbellino. En mi agitación y debilidad de piernas me apoyé en la puerta, que chirrió y llamó la atención de mi hijo.

No crean que se inmutó lo más mínimo.
- Vaya, está aquí la otra puta.

Yo no sabía qué hacer. No podía irme, las piernas no me respondían. Y no sabía qué decir.

El decidió por mi.

- Ven zorra, ven que te voy a dar lo que te gusta.

Di un vacilante paso adelante. Al segundo paso ya estaba decidida. Aliviada por la decisión tomada, ya que por un segundo evalué la posibilidad de irme y me desazonó profundamente. La lujuria se impuso y me entregué con júbilo a ella: Me follaría a mi hijo.

No tuvo que decirme nada para que yo comenzase a desnudarme.

Mi obscena madre:

- Eso es sucia ramera. Entrégate a tu hijo como la puta que eres. Y reconócelo de una vez: Tienes cara de puta porque lo eres y te encanta serlo.

Recibió un trallazo de Lucas en todo el coño que la pilló por sorpresa y la arrancó un ronco gemido.

- Eso es hijo, dame más. Enséñale a tu puta madre como se trata a las sucias zorras como ella y como yo.

Yo ya me había desnudado completamente y Lucas me aprisionó de un pezón firmemente y me acercó hacia él. Comenzó a examinarme como si yo fuese un animal en una feria de ganado. Me palpó por todas partes tal como a una puta profesional, como si no fuera su madre. El impertinente jovencito me hizo inclinar hacia delante para sopesar mis colgantes tetas y después me introdujo un dedo en la vagina para saborear los fluidos que expulsaba hace rato y que ahora eran verdaderamente caudalosos.

- Vieja, la puta de tu hija está verdaderamente caliente. La muy cerda va a mojar el suelo, suelta su sucio moco como un grifo. La pone a cien saber que se la va a cepillar su hijo. Verdaderamente no me extraña que tenga cara de puta, el vicio se la fabrica.

Después me metió dos dedos en el ano y los flexionó para entresacar por el agujero de mi vagina el epitelio que separa el recto de la cavidad vaginal. Después me hizo arrodillar para mamarle la polla con la orden de mirarle todo el rato a los ojos. El muy cabrón se regodeaba humillándome, pero eso me ponía más caliente, así que lo miré con cara de reto y desplegué todo el arte recién adquirido para ofrecerle un magnífico tratamiento a su bien crecido miembro. Su prepucio invadía mi esófago cuando mis labios llegaban a su bolsa escrotal.

Tenía la esperanza de beber el semen de mi niño pero no me dejó. Aún de rodillas me obligó a girarme hacia mi madre y ponerme a cuatro patas para comerle su vulva, enrojecida y ardiendo por los fustazos.

Me cebé en mi madre intentando hacerle daño mordiendo los tumefactos labios o tirando con los dientes del anillo de su clítoris. Cuando sentí la amada polla de mi hijo penetrar en mi vagina me sobrevino un orgasmo. No por la sensación física, sino por la emoción del acto prohibido y perverso del doble incesto simultáneo.

Comprendiendo que esa arrebatadora pasión era fruto de las hábiles maniobras de mamá cambié mi actitud hacia ella aliviando su torturada vulva con mi saliva y besando delicadamente cada punto de su coño. Mi lengua acarició suavemente su clítoris sometido a un estiramiento brutal unos minutos antes.

Tras un rato de trabajar mi vagina, Lucas escupió en mi ano y sin mucha delicadeza alojó su polla en él. Mientras me sodomizaba friccionaba mi clítoris frenéticamente con una mano y amasaba mis tetas con la otra.

Me proporcionó dos hermosos y profundos orgasmos más pero no quiso entregarme su esperma en el recto o el coño. Quiso mi boca y, emocionada se la ofrecí, cuando me iba a entregar su amado líquido me dijo:

- Dale a la vieja la mitad, no seas egoísta, puta.

Con su esperma en la boca me acerqué a mamá, quien, abriendo la suya con gesto ansioso, recibió la mitad paladeándolo golosa antes de tragarlo.

Después me volvió a colocar ante la vulva de mamá y dijo:

- La ramera vieja hace rato que no mea y está a reventar, procura que no se manche el suelo.

Abrí la boca y con los dedos separé los encendidos labios de mamá. Recibí la orina que me bebí para no manchar el suelo. Ahora comprendí el entrenamiento que me impuso mamá sobre beber de un botijo. Ya se cual era el objeto.

Mientras yo bebía el dorado líquido materno, Lucas orinaba sobre la boca de mi madre que, expertamente y pese a la postura, tragó todo sin perder una gota.

Lucas nos abandonó por un rato y retomé las lamidas al coño de mi madre ya que no estaba segura de qué hacer. Al poco regresó Lucas con unas cosas en la mano. Me colocó una mordaza de cuero que tenía una gran polla sobresaliendo hacia fuera. Después me metió en la vagina un juego de bolas chinas de mamá, de las gordas y que tienen dentro otras bolas, como las muñecas rusas. Me vuelven loca esas bolas. Me obligó a meter la polla artificial de mi boca en el ano de mamá y él me perforó el mío. Mientras el me sodomizaba yo hacía lo propio con mamá. Tal y como tenía el coño de dolido no sé como mamá se corrió, pero lo hizo, y me soltó un chorrete de sus jugos en la cara. Mi hijo soltó su esperma en mi culo justo antes de alcanzar mi orgasmo, se salió y me dejó frustrada.

Cuando iba a reclamar mi premio me soltó dos fustazos en el culo y me dijo:

- Eso, por puta. Las putas tienen que aprender que no siempre se corren, lo que deben hacer es procurar que se corra el cliente.

Pero Lucas no era tan cruel. Después de liberar a su abuela del cepo la aconsejó que me comiese el coño si quería seguir teniendo las sesiones SM con él. Conseguí mi merecido orgasmo mientras me enteraba que mi madre tenía veleidades SM y hacía ya un año que recurría a su nieto para satisfacerlas.

- ¿Por qué con tu nieto, si tienes un montón de amigos perversos.

- Porque a la perversidad del masoquismo le uno la del incesto y me provoca mayor goce.

No tuve nada que objetar.

 
 
Días después, durante los cuales yo había disfrutado en la intimidad de mi casa con mi niño en forma más calmada, amorosa y placentera, llegó él al piso con una mujer bastante mayor que él y en avanzado estado de embarazo.

- Mami, te presento a Luci, mi chica.

- ¿Tu novia?. ¿Preñada? ¿Y tan mayor?. ¿Me tomas el pelo?. Qué es esto Lucas.

- Oiga señora, más vieja es usted, yo solo tengo 30 años. Y no se preocupe por mi barriga. El niño es de mi marido.

- ¡Lucas!. Qué es esto. Explícamelo inmediatamente.

- Mamá, yo no he dicho mi novia, he dicho mi chica, con la que follo. Y nada más.

- Pero está preñada ... y casada .. ha dicho.

- Bueno, y ¿qué?.

- No entiendo nada.

- Bueno. Pues anda que no es fácil de entender. Ella está casada, tiene un hijo, otro en camino y le gusta que yo la folle. Más claro imposible.

- Dios, creí que tenías intención de casarte con ella. ¿Por qué la has traído?

- No se cree que yo folle con mi madre y quiero demostrárselo.

- Ah, no, ni hablar. Podéis coger la puerta y volver por donde habéis venido.

- Anda mami, no seas pusilánime. Enseña a mi putita que tu lo eres más.

Consideré el reto y me empezó el calentón. Y como no, me venció la lascivia. Iba a enseñar a aquella quien era realmente la puta de mi hijo. Así que en un pispàs estuve desnuda y dispuesta. Tomé la polla del chico y emprendí orgullosamente la tarea de darle una lección a la embarazada señora de cómo se comen las pollas.

Llevaba un rato trabajando la polla de mi hijo cuando la señora, descaradamente, se puso a manosear y comer mis tetas sin pedir permiso. Pero me agradó su ayuda y la besé apartando mi boca de la de Lucas, circunstancia que aprovechó ella para apoderarse de la verga de mi hijo.

- Traidora asquerosa, -dije. Y bajando su tanga le metí dos dedos por el culo como intento de venganza.

Pero ella no lo tomó como venganza, elevó mejor su culo para rendírmelo abiertamente mientras tiraba del miembro de Lucas hasta hacerle sentar. Podría contaros en decenas de páginas aquella tarde con la chica preñada de Lucas. Acabamos siendo muy buenas amigas, qué digo amigas, amantes. Y fue ella la que sugirió incorporarme a su joven pandilla de swingers. Todos los chicos intercambiaban sus novias o amigas. La mayor era Lola, y la única casada.

Mi relación con la panda de amigos y amigas de mi hijo fue muy satisfactoria y la contaré en detalle en otra ocasión. Estuve alternando las relaciones con su panda y con las amistades de mi madre, no menos satisfactorias. Lucas invitaba a veces a mamá a follar en su pandilla y también a disfrutar en público con ellos de sus sesiones masoquistas a las que cada vez era más aficionada.

Pero quiero dejar ahora constancia de dos hitos más en mi emputecimiento. No pretendo contarlos a fondo, solo anticipar lo que os contaré en otros relatos.

Un día fuimos Lola, la chica de mi hijo, él y yo a una fiesta swinger de su pandilla. Cada chico iba con su chica sabiendo que se la follaría otro. Era en un chalet de las afueras de Barcelona. Ni Lucas, ni Lola ni yo nos dimos cuenta de que nuestro trío estaba fuera del acostumbrado sorteo de parejas que se solía hacer para comenzar la juerga sexual. Coincidió que otra de las chicas faltó.

Al hacer el sorteo de comienzo de orgía era evidente que sobrábamos dos mujeres. Alguien propuso excluir a las dos mayores o a las dos más jóvenes. Éramos Lola y yo con ventaja absoluta las dos mayores, ya que las demás chicas oscilaban entre los 16 y los 22 años.

Los chicos comentaron que eso era indiferente porque al final todos follaríamos con todas de cualquier manera y formaríamos tríos o grupitos más numerosos. Ah!, pero el protocolo es el protocolo y algunas chicas insistieron. Para no andar discutiendo se les dio la razón y excluyeron a las dos mayores, Lola y yo

Entonces un cabrón de los chicos tuvo la idea de incorporar a los perros de la casa al grupo de machos y al sorteo. Pero la chicas erre que erre. Al final se llegó al acuerdo de que Lola y yo tendríamos de pareja inicial a los perros.

Yo dije que ni hablar y me dispuse a abandonar la fiesta. Pero me detuvo Lola cuando dijo estar dispuesta. En mi entrenamiento para puta, mi madre olvidó esa lección. Noté como siempre el flujo de mi coño y me quedé a ver.

Jamás se me olvidará cómo Lola, la chica de mi hija, con su gran barriga de casi ocho meses se dejó aparear con un enorme mastín de pene descomunal. Y está impreso como a fuego en mi cerebro que yo, en un extraño arrebato de competencia con ella por la atención de mi hijo, me presté a ser sodomizada por un pastor alemán delante de todos los chicos.

El otro hito en mi historia es cuando aprobé el examen de puta profesional. Me encontraba de compras en el tiempo libre para comer que tenía en mi trabajo y almorzaba en el restaurante del centro comercial cuando, recordando una de las fabulosas orgías con mi madre y sus amistades se me soltó el caño de la vagina y debí poner tal cara de viciosa que un señor de unos 60 años se me acercó y discretamente me dijo:

- Señora, disculpe si me equivoco y no me monte un escándalo. Tiene usted cara de puta. Si lo es dígame cual es su precio y quizá lleguemos a un acuerdo. En caso contrario le ruego mil perdones y me esfumo.

 
 
Le pedí 100 euros.

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