Madre puta (06)

Los últimos encuentros sexuales de mi madre, que he podido espiar, fueron con Arturo el vecino.
Gracias a que somos vecinos y a que él es casado, casi siempre que se encuentran, lo hacen en mi casa, en los horarios que yo no estoy (no estoy visible, porque cada vez que intuyo que va a pasar algo, les hago creer que no estoy).
El miércoles a la hora del almuerzo, sonó el teléfono, cuando me levantaba a atender, mi madre me dijo que no me moleste, que más que seguro era para ella. Cuando atendió por la forma de hablar me di cuenta que quien le hablaba sería algún macho de ella, terminó de hablar, se volvió a sentar a la mesa y al rato como quien no quiere la cosa, me preguntó si tenía algún plan para esa noche, adivinando la intención de la pregunta, le contesté que después de la facultad saldría a cenar con Florencia, mi novia.
Le pregunté el motivo de su pregunta, ella alegó que se debía a que en esa noche se encontraría con sus amigas y aprovechando que yo no estaría, lo haría en nuestra casa. Algo me decía que quien llamó era Arturo (nuestro vecino) y que en la noche se verían en casa.
Despidiéndome de mi madre, al rededor de las 18:00 hs., salí de casa hacia la facultad, y en el camino no podía dejar de pensar en la garchada que le irían a pegar a mi mamá.
Salí temprano de la facultad y justo cuando estaba subiendo a mi moto, por puta desgracia, me encuentro con mi novia que me había pasado a buscar, la saludé y le inventé el pretexto que no me sentía bien, la llevé a su casa y rápidamente me dirigí a mi departamento. Cuando llegué, guardé la moto en el estacionamiento que está a la vuelta de casa, para que nadie la vea y sepa que llegué.
Cuando caminaba hacia mi departamento, se me ocurrió la idea de llamar a Arturo para saber si estaba en su casa, lo llamé y me atendió su mujer, quien me dijo que no se encontraba. Todo cerraba perfectamente, él debería estar con mi madre, y con suerte los vería garchar en el departamento.
Llegué al edificio, subí por las escaleras hasta mi piso, me quité los zapatos y con mucho sigilo abrí la puerta, entré, y con más sigilo cerré la puerta.
En el stereo sonaba una música suave que no lograba tapar del todo a los gemidos y jadeos, que provenían de la habitación de mi madre. Dejé los libros, mis zapatos y mi campera escondidos en la cocina, subí las escaleras hasta mi habitación sin hacer el menor ruido, la puerta de mi cuarto estaba imperceptiblemente entreabierta como yo la dejé, entré, cerré la puerta, salí al balcón, saqué el acrílico que separa a las dos habitaciones (previamente lo había destornillado antes de irme a la facultad) y me oculté de ellos detrás de una planta de tantas que tiene mi madre, los vecinos de los edificios de alrededor no podrían verme, además el balcón de la parte de ella tiene una enredadera colgando que me tapaba del exterior. Por suerte su persiana estaba levantada (sino todo hubiera sido inútil) y pude ver lo que yo tanto ansiaba.
Estaban los dos sobre la cama, mi madre con un babydoll negro transparente, estaba boca arriba, con las piernas abiertas y él sobre ella, garchandola, ella le acariciaba la espalda, le lamía el cuello y lo besaba.
Con una sonrisa, ella le puso sus manos en el pecho de él, y lo apartó, lo puso de espalda sobre la cama, boca arriba y ella sobre él, se sacó la pija de la concha y se sentó sobre la cara de él para que se la chupase. Ella con su mano izquierda tomó su teta y comenzó a lamerla, a morder su pezón y a apretarlo con sus dedos, mientras él le metía una y otra vez sin parar su lengua en el depilado tajito de mi madre.
Arturo, con sus manos le abría más la concha y le mordía los labios vaginales, ella movía su pelvis para adelante y atrás, como si su lengua fuera una pija.
Mi mamá tenía los pezones bien erectos y rojos, como frutillas, acomodaba su cadera para que la lengua le entrase más profundamente, y también para darle lugar a él a que le lamiera el agujero del orto, cosa que su amante hacía con devoción. Mi madre a todo esto le manoteó la poronga, para pajearlo, gritaba y gemía como pocas veces la había escuchado, se notaba que estaban muy calientes uno con el otro.
Ella le cruzó una de sus piernas sobre el cuello de él. Arturo al mismo tiempo que le chupaba la concha y el orto, con una mano le apretaba la teta derecha y le clavaba sus uñas en el pezón de ésta, enseguida mi mamá gritó, pero el grito no parecía de dolor, parecía más bien de placer.
Se volvieron a acomodar, mi madre de espalda boca arriba, con la pija de él en la boca, y Arturo arrodillado al lado de ella, introduciéndole dos dedos de su mano derecha, dentro de la concha y con su pulgar masajeándole el clítoris, con la mano izquierda apretando el pezón y amasando la teta derecha de ella. Gemían, sus cuerpos se contraían como si estuviesen poseídos. A esta altura yo saqué mi garcha del pantalón y comencé a pajearme, fantaseando con que era mía la pija que mi madre tenía en la boca.
Arturo se acomodó arriba de ella y formaron un 69, por suerte ella tenía la cabeza a los pies de la cama, más cerca del ventanal, por lo cual, podía ver perfectamente como con su mano derecha le tomaba los testículos, y se metía toda la poronga lentamente en su garganta, para luego sacársela y refregarla por toda su cara y cuello, la besaba, le daba pequeños mordisquitos y la lamía de costado a todo lo largo, para luego volvérsela a meter, al mejor estilo garganta profunda. Al mismo tiempo que le chupaba las pelotas, se metió una dentro de la boca, mordía su escroto, lo pajeaba con la mano mientras besaba sus muslos, se refregaba la poronga por sus tetas y luego volvía a tragársela.
Con que ganas me hubiera querido ser Arturo, todo esto era una locura que me ponía la verga a mil.
Al rato mi vecino puso las piernas de mi mamá sobre sus hombros y la poronga guardada dentro de la concha, comenzando el mete y saca.
Lo que me llamaba la atención era que la muy puta de mi madre se estaba comiendo por la concha una pija sin forro, no usaban protección, no se cuidaban del S.I.D.A., con lo puta que es ella y con lo atorrante y putañero que era él, en medio de tanta calentura, me corrió un frío por la espalda.
Ella gritaba cada vez más alto, hasta el punto en que a pesar de que nos separase un vidrio hermético, podía escucharla claramente.
Observé como él estaba con la boca abierta y baboseando a mi madre, se abalanzaba cada vez con más fuerza y velocidad sobre ella, como si quisiese meterse a todo él dentro de ella.
A pesar de estar en invierno y hacer mucho frío, en el balcón yo me estaba muriendo de calentura.
Mi mamá se sentó arriba de la pija de él, dándole la espalda, y lo cabalgaba muy despacio, allí pude darme cuenta lo grande que era su poronga, con razón gritaba tanto, le debería estar rompiendo el útero, como mínimo mediría veintipico de centímetros.
El con una mano jugaba con su teta izquierda, la apretaba como queriéndole sacar leche. Ella mientras lo cabalgaba, con sus dos manos se abría más el agujero de la concha, era increíble como podía entrar semejante aparato dentro de mi madre, quien tenía los pezones más lindos que nunca, parecía que iban a salírseles.
La muy guarra con la mano derecha se restregaba la concha y se la llevaba a la boca para chuparse sus jugos.
Arturo en un momento dado, con sus dos manos en la cintura de mi madre, la hizo girar sobre su pija, sin sacársela, para que lo cabalgue mirándole a la cara, de ésta forma yo podía verle el espléndido culazo de ella.
No aguante más y acabé con un potente chorro, en honor a ellos, manchando el pantalón y todo lo que estaba a mi alrededor.
son indescriptibles las muecas y los gestos de placer que colocaba mi madre. Continuamente acariciándose la concha y estimulándose el clítoris, creo yo que quería saber si aun le quedaba algo de concha o esa poronga ya se la había destrozado.
Mi mamá a Arturo, le pegaba cada chupón en la boca y cada beso de lengua, que era infernal ver a esas dos lenguas enredarse.
Que manera de cabalgar, mamá con las manos sobre el pecho de él, volvió a cabalgarlo, pero más fuerte, enterrándose al mango la pija, debería estar cerca del orgasmo, él acompañaba sus movimientos sosteniéndola por la cintura. Ella movía su pelvis con frenesí, de adelante hacia atrás, y realizando movimientos circulares.
De pronto él le clavó las manos sobre las tetas con tanta fuerza, que desde donde estaba, podía verle las marcas que le estaba dejando, la volteó, y con sus piernas le abrió más las piernas a mi mamá, quien gritaba y lo empujaba para sacárselo de encima, le debería estar provocando demasiado dolor en sus tetas.
Mi mamá no sabía que hacer para sacárselo de encima, pataleaba, lo escupía, hasta le pegaba cabezazos, uno de los cuales provocó que le brotara sangre de la nariz, a su pseudo violador. A esto Arturo le pegó un cachetazo que le doblo la cara y la dejó dura, para luego tomarla de la barbilla, atraerla hacia él, y besarla.
Se levantó y se apartó de ella, poniéndose de pie sobre la cama, camino con una mano sosteniéndose la poronga, hacia donde esta mi madre, con la mano que le quedaba libre la sujetó de los pelos, haciéndola arrodillar y acomodándole la cara hacia atrás, dejándole la boca un poco abierta, por donde él le metió la verga y comenzó a acabarle; se le escurría la leche, a la depravada ramera amateur de mi progenitora, por las comisuras de sus labios y por el cuello. El macho de mi madre le soltó la cabeza y ella se acomodó para recibir mejor la guasca de él y no dejar escapar nada, le besaba el glande, y se restregaba la pija lechosa por toda su cara, chupaba la cabeza de la pija con tanta fuerza y dulzura al mismo momento, que me recordaba a un bebé recién nacido siendo amamantado por primera vez, era un cuadro de amor.
Después él se desplomo sobre ella y se acariciaron y besaron, a pesar de ella tener toda la boca llena de semen.
En ese instante volví a acabar por segunda vez, y manchado todo de guasca como estaba acomodé el vidrio divisor para no dejar rastros, y me escondí en mi habitación para que no me vean.

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