Segunda adolescencia - parte 1 de 3

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No te vas a arrepentir


SEGUNDA ADOLESCENCIA

Parte 1 de 3


Segunda adolescencia - parte 1 de 3



Corrían los años ochenta, yo era una voluptuosa adolescente muy bien dotada, llamativa, ya saben, grandes tetas, gran cola, sobresalía del resto de mis amigas por mi físico privilegiado.

A pesar de eso, desde jovencita me angustiaba mi tendencia al sobrepeso, estaba siempre al límite y ya por ese motivo, iba día por medio a un gimnasio de la zona, sabía que invertía a futuro, para conservarme en el día de mañana, siempre fui muy coqueta y me enamoré de mi figura. Me encantaba el gimnasio, pasaba horas haciendo de todo un poco y en esos días no era tan popular como lo es en estos días, y menos para las chicas, era raro verme levantar pesar rodeada de hombres.



Fue cuando la vida me cruzó con Ezequiel, uno de los tantos chicos que andaban por ahí, yo ya había puesto el ojo en él desde hacía algún tiempo, tenía un buen porte, una sexi estampa varonil, en esos días usaba el cabello largo y unas llamativas patillas, Eze era asiduo estudiante de artes marciales, taekwondo en especial y mientras yo levantaba kilos a un lado, sus posturas orientales al otro extremo del lugar siempre me atraían con disimulo.



El me llevaba varios años, había pasado los veinte, sin embargo, nos entendimos muy bien, él fue muy caballero en nuestra primera cita y me enamoré perdidamente de él.

Un embarazo no buscado nos sorprendió cuando aún no estaba preparada, él tampoco lo estaba, en esos días él estudiaba en forma paralela las carreras de contador y abogado, y ya estaba trabajando en una dependencia del gobierno y ganaba un buen dinero, lo suficiente para afrontar una familia, por mi parte, tuve que posponer mis deseos de estudiar filosofía, carrera que en ese momento parecía marcar mi futuro.



Pero la niña que crecía en mi bajo vientre nos llevó por otros caminos, las responsabilidades cambiaron, los tiempos cambiaron, la vida había cambiado.

Ezequiel no podía con todo, dos carreras, empleo, y hogar, así que dejó los estudios, a punto de ser contador, a punto de ser abogado, terminó sin ser nada, pero él era un hombre hábil, supo rodearse de gente importante, supo tener contactos y supo abrir su camino, en poco tiempo había pasado a dependencias de la aduana nacional con cargo de ejecutivo, tocando las raíces del poder político de turno.

Por mi lado, jamás volví a estudiar, volví a entrenar muy duro después del parto, a Ezequiel le encantaba mostrar a su hermosa esposa, y era tan adulador como celoso, enfermizamente celoso.

A mí no me molestaba, me gustaba que me celara, y sabía que él tenía una esposa demasiado llamativa, pero yo era solo suya.



Las cosas mejoraban día a día, estaba en mi segundo embarazo cuando nos mudamos de nuestro departamento a una hermosa casa, enorme, llegó nuestro coche último modelo, empezaron los viajes de placer, y en nuestro hogar entraba más dinero del que podíamos gastar, Lara nuestra pequeña empezaba sus estudios en uno de los colegios privados más caros del lugar y con la llegada de Ariel, nuestro bebé, decidimos ya no tener más niños.

Poco después, la vida volvería a sorprendernos, estaba embarazada otra vez, en esta oportunidad no lo habíamos buscado, pero Benjamín, ahora sí, sería nuestro tercer y último hijo.



El tiempo fue pasando, ya teníamos una casa de fin de semana, éramos socios del mejor club social de la ciudad, dos coches, empleada cama adentro y todo parecía perfecto.

Ezequiel no me daba motivos de quejas, era muy buen esposo, muy bueno en la cama e hicimos locuras en las que fui cómplice, viajamos a Europa, Centro América, nos divertimos en playas nudistas y por qué no, alguna vez pagó a alguna prostituta de turno para improvisar algún trío con mi aprobación, no fueron muchas oportunidades, pero siempre chicas, porque mi marido no soportaba imaginar que otro me tocara.


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Pero el castillo de cristal en el que vivía se rompió en un abrir y cerrar de ojos...

Buena parte del dinero que ganaba mi esposo era mal habido, cuentas turbias, negocios corruptos y él era solo un engranaje más en la compleja maquinaria putrefacta del gobierno, y yo no pude reprochar nada, honestamente era demasiado dinero y yo jamás pregunté de dónde venía, por más sospechoso que resultara preferí cerrar los ojos y disfrutar de la opulencia.

Ezequiel, en la cadena de poder, no era un pez lo suficientemente grande para poder soportar los embates de los medios y de la justicia, pero tampoco era tan pequeño para pagar los platos rotos.



Fue todo rápido, órdenes de arriba, había que desarmar toda la red de corrupción, buscaron algunos chivos expiatorios y a nosotros, como a tantos otros nos tocó desaparecer de la ciudad y empezar de nuevo, en otro sitio, donde nadie nos conociera.

Nos trasladamos más de ochocientos quilómetros, no tuvimos opción, los arreglos ya estaban hechos, una nueva y hermosa casa que ya había sido adquirida de ante mano, no tuve voz ni voto, solo entender y aceptar que la segunda opción era mucho peor que la que tenía frente a los ojos.



El tiempo había pasado, para nosotros, tuvimos que achicar gastos, ser más escuetos, reservados, con bajo nivel, no llamar la atención, Ezequiel siguió trabajando en una empresa del estado, pero en un puesto de simples papeleos, mis pequeños niños ya eran grandes, casualmente Ariel seguía sus estudios de contador, y el Benja empezaría su carrera de abogacía, Lara la mayor, no nos había acompañado, ella ya tenía su propio amor, su propio hogar, su propia vida y dejamos que siguiera su camino.



Pero las cosas ya no serían iguales, no fue fácil para mi bajar de mi castillo de princesa, con una vida austera, me pasaba horas y horas haciendo ejercicios, mi cuerpo de 'femme fatale' tal vez era lo único que me quedaba, pero ya no tenía a quien seducir, mi esposo parecía aburrirse de mí y a mí me pasaba algo parecido, hacer el amor treinta años con la misma persona era como hacer el amor con papel carbónico, una copia tras otra, todo predecible.

La casa era demasiado grande para mi sola, porque ellos tenían sus obligaciones, pero yo? yo no tenía nada que hacer que llenara mi tiempo.





Axel era uno de los tantos chicos de mi nuevo vecindario, un jovencito de clase media, pobretón, que en mi antigua vida solo le hubiera dado las llaves del coche para que lo acomodara en algún estacionamiento, era alto, cerca de metro noventa, de cabellos entre rubios y castaños y ojos color miel, su cuerpo se veía muy musculoso y con grandes tatuajes muy propios de su edad, fue uno de los primeros en entablar relación con mis hijos puesto que tenía más o menos la misma edad que ellos, él era único hijo y ayudaba a sus padres en la economía diaria haciendo pequeñas reparaciones hogareñas.



Había un tema no menor que para mí no pasaba desapercibido, mi dormitorio matrimonial tenía un amplio ventanal tipo puerta corrediza que daba al patio trasero, un patio enorme de verde césped. Al otro lado del tapial, se levantaba la casa donde Axel vivía con sus padres, era pequeña, edificada en dos plantas y sabía que su dormitorio en segundo piso, daba directamente a nuestro patio.



Desde mi cuarto, podía ver nítidamente lo que sucedía en el suyo, era raro, pero su silueta se dibujaba una y otra vez tras la ventana y asumí que, si yo podía ver, él podía ver y esa situación podía ser peligrosa para una milf que intentaba sin éxito reinventar su vida.

Y tenía un roce a diario con ese chico, ya sea porque estaba con mis hijos, o porque lo cruzara en la calle, o por el motivo que fuera. Realmente ese joven se me hacía muy atractivo a mis ojos y sentía que él también me miraba con deseo, a pesar de nuestra diferencia de edad, a pesar que yo era una mujer seria y respetada, pero solo sentir sus ojos miel me erizaba la piel.

Era un juego de velada seducción entre un bebe que no sabía cómo encararme y una mujer que jamás había sido infiel a su esposo



Por toda la relación de vecinos, amistad con mis hijos, tareas de mantenimiento, a nadie le llamó la atención que cambiáramos en algún momento nuestros números de WhatsApp, mi propio marido lo había sugerido, pero claro, venía en un combo con varios números de algunos otros vecinos más.



Una noche, después de cenar nos habíamos ido a la cama, Ezequiel leía un libro a media luz, por mi lado solo jugaba con mi celular, de reojo miré hacia afuera, aun no habíamos cerrado los cortinados y las ventanas corredizas estaban abiertas dejando entrar el frescor del exterior, en la oscuridad de la noche le tenue luz de la habitación de mi vecino me hacía imaginar que estaría haciendo

Me animé a escribirle, como una adolescente le pregunté por unos electrodomésticos que tenía por reparar, cualquier sonsera para entablar un diálogo, él respondió en seguida, y solo dio pie para chatear por WhatsApp, y una cosa llevó a otra, era loco, estábamos cerca, pero estábamos lejos, en algún punto le pregunté


Axel, como puede ser que un chico tan apuesto como vos no tengas novia?

Es que las chicas de mi edad son todas tontas... a mí no me interesan las chicas tontas

Ah si? y que tipo de mujeres te gustan?

Me resultan interesantes e intrigantes las mujeres mayores, con experiencia, las que han vivido la vida, me explico?

Mayores, mayores... de que edad?

La conversación de repente había girado a un tono de mutua seducción

Digamos, unos cincuenta es una muy buena edad

Si? mirá vos... y tenes alguna a la vista?

Si, hay una mujer que me enloquece, es hermosa, pero ella no lo sabe.

Y por qué no le dices?

Es que ella es casada, y además yo soy amigo de sus hijos...

Estaba toda mojada en ese juego y una risa perversa escapó inconscientemente de mis labios

Mucha risa! - exclamó mi marido alertado por la situación - quien sera?

No seas tonto, - respondí para zafar de la situación - las chicas, sabes como son...

Los mensajes de Axel seguían entrando, pero tuve que desconectar la señal wi-fi para darle un corte, Ezequiel dejó el libro de lado junto con sus lentes para leer de cerca, era hora de dormir, le dije que hacía calor, que dejáramos el amplio ventanal abierto, solo apagó la luz y se despidió de mi con un beso suave en los labios.
Ya no veía nada, solo la luz a la distancia del cuarto de Axel y yo solo no podía con lo que sentía, la excitación, mi imaginación volaba, estaba demasiado caliente, fui por mi marido, directamente bajé y busqué bajo su ropa interior, empecé a masturbarlo y empecé a chupársela, él se mostró sorprendido, no lo vio venir, pero poco a poco se entregó a los juegos de mi lengua sobre su pene, me acariciaba los cabellos y me empujaba a una penetración más y más profunda.

Lo hice acomodar a mi antojo, él ni imaginaba que había detrás de todo esto, pero en mi cabeza funcionaba perfecto, fui a cabalgarlo, mi culo apuntaba directo a la ventana, donde imaginaba que Axel se excitaría mirando, pero era solo mi imaginación puesto que estábamos en la más absoluta oscuridad, solo corrí mi tanga y me la comí toda, hasta el fondo, empecé a brincar como poseída, metiéndole mis grandes tetas en la boca a mi marido, clavándole las uñas en el pecho, apretando mis labios para no gritar, puestos que mis hijos dormían en el cuarto contiguo, y diablos, como describir el placer que pasaba por mi icabeza, porque era eso, no era el sexo de mis treinta años de pareja lo que me motivaba, era la lujuria de soñar a Axel al otro lado, masturbándose con la foto que mi rico culo le regalaba.

Solo me detuve cuando sentí los jugos de Ezequiel llenado mi sexo, hacía tiempo que no tenía tantos orgasmos juntos y él se vio sorprendido por mi inesperada actitud, mientras me acomodaba la tanga en medio de la oscuridad susurró aún enredado en su excitada respiración

Gabriela, que te pasa? estás en una segunda adolescencia?

No respondí, solo me acurruqué a su lado, tal vez, tal vez estuviera en una segunda adolescencia, solo que a él no le hubiera agradado conocer el motivo.


CONTINUARA



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