Las hermanas del pueblo. Capítulo 5

Las hermanas del pueblo. Capítulo 5

Esta es la historia de Naiara, Rocío y Valeria, tres hermanas que viven en un pueblo en el cual sus vidas van cambiando a medida que diferentes personas se involucran con ellas, ayudándolas a descubrir nuevos límites y llevándolas por diferentes caminos de placer. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…

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Capítulo 5: Encuentro romántico (Rochi)
   Habían pasado quince días desde que había visto a mi novio cara a cara y ya no me aguantaba las ganas de tenerlo cerca. Hacía varios años que estábamos separados ya que él estudiaba en la ciudad, pero en esa oportunidad yo me sentía vacía y no estaba para nada contenta. El hecho de que Naiara se mudara a la ciudad y me quitara mi estudio de pintura me generó un vacío bastante grande. Es cierto que mi padre me había cedido parte del estacionamiento y que había hecho un esfuerzo para generar un nuevo espacio para mí. Pero no era lo mismo, el estacionamiento también funcionaba como depósito y tanto mi madre como él entraban constantemente para buscar algo o para sacar el auto. Había perdido mi lugar de esparcimiento y distracción y durante esos primeros quince días me quedé encerrada en mi pieza pensando en Javier y en lo mucho que lo extrañaba.
   El primer fin de semana que viajé a la ciudad Naiara decidió acompañarme. Al parecer ella se estaba viendo con un chico llamado Lucas el cual había conocido hacía un tiempo. Por alguna extraña razón ese viaje en micro fue mucho más agradable de lo que pensaba. Desde que mi hermana había vuelto al pueblo las peleas habían sido constantes y ella y yo no habíamos hecho otra cosa que discutir. Pero esas horas de trayecto arriba del micro fueron totalmente diferentes. En un principio mi hermana aprovechó para contarme algunas cosas más íntimas de su vida, como sus problemas laborales, su relación con Lucas y lo frustrada que se había sentido al volver al pueblo. A pesar de que yo hablé muy poco con ella, me fui abriendo lentamente hacia ella al final del viaje para confesarle mi amor por la pintura y lo mucho que extrañaba a Javier. También le dije que me sentía muy mal por haber perdido mi lugar de esparcimiento y Naiara me propuso compartir habitación para volver a tener ese cuarto disponible. Pero yo sabía que eso iba a ser aún peor e iba a generar más peleas, así le confesé que iba a tratar de concentrarme en el taller y a buscar allí mi lugar.
   Cuando estábamos por llegar me preguntó si no era conveniente que comenzara una nueva actividad, algo para distraerme. “Ni idea” le contesté yo que no tenía muchas ganas de hablar acerca de ello. Acto seguido, mi hermana me propuso que arrancáramos un gimnasio juntas, que podíamos buscar alguna clase divertida y entretenernos. “Para hacer algo también las dos en el pueblo” me dijo y a pesar de que en ese momento rechacé su propuesta, sabía que la idea podía llevarnos a buen puerto. Sin embargo, en ese instante solo pensaba en bajarme del micro e ir a abrazar a Javier, quien me estaba esperando en primera fila en la terminal.
   El abrazo y el beso que le di en ese momento fue increíble, como si no lo hubiera visto por años. Al lado suyo estaba Ludmila, nuestra prima quien también vivía en la ciudad y quien había aprovechado la mañana libre para acompañar a mi novio a recibirnos. Los tres nos fuimos hasta el departamento de Javier y luego de que yo dejara los bolsos, nos fuimos a un bar a almorzar algo en donde nos encontramos con Dante, Ramiro, Ariela y Belén. El tiempo se pasó muy lento para mí, que quería estar a solas con mi novio para besarlo y acariciarlo sin pensar en las horas. Cuando volvimos al departamento, bastante más tarde, le pedí que nos recostáramos en la cama y que aprovecháramos para darnos caricias y besos, algo que él aceptó más que feliz.

   - ¿La pasaste bien?- Me preguntó Naiara cuando nos volvimos a ver el domingo por la tarde en la terminal.
   Sin darle muchas explicaciones le dije que sí. Me di vuelta, besé a Javier y abracé a Ludmila y me subí al micro para despedirme de mi novio hasta dentro de quince días. Mi hermana no tardó en contarme un poco de su fin de semana, en cómo se reencontró con Lucas y sus ex compañeras de la facultad y volvió a preguntarme sobre mi fin de semana. Pero yo apenas pude contestarle, pues estaba pensando en mi novio y en mi prima. Me había llamado mucho la atención verla a ella cuando habíamos llegado y en el hecho de que fuera con nosotros a su departamento sin darnos tiempo a solas. La forma en la que había entrado al baño de la casa de Javier, como había agarrado un vaso de la mesada y se había servido agua y como se sentó en el sillón sintiéndose con total confianza. Era cierto que ellos dos habían pegado muy buena onda en el último tiempo visto que estudiaban cosas similares. Mi novio estaba cursando tercer año de veterinaria y Ludmila atravesaba algunas materias de segundo y otras de tercero de medicina, por lo que solían hablar de cosas que solo a ellos les interesaba. Pero esa relación tan apegada y tan buena que tenían me dio celoso. No quería que fuera mi prima la que se sentía con total confianza adentro de la casa de mi novio, o la que hiciera chistes internos con él en frente de todos los demás. Quería ser yo.
   Para distraerme en los próximos quince días decidí aceptar la oferta de Naiara y empecé el gimnasio tal cual me lo había propuesto. El problema era que los horarios de mi hermana variaban constantemente, por lo que terminé quedándome sola tan solo una semana después. Le propuse a Valeria que me acompañara así hacíamos algo juntas, pero se ve que se lo dije luego de que se peleara con Mateo y me mandó a la mierda sin siquiera analizar la idea. Pero duré poco tiempo allí sola, ya que a las clases asistía una chica que yo conocía de vista del pueblo. Se llamaba Carolina y era un año más grande que yo. Caro se había ido a estudiar unos años a la ciudad, pero se volvió al pueblo hacía unos meses y estaba trabajando en el estudio de su padre, por lo que trataba de rearmar un poco su vida allí.
   Pegamos buena onda enseguida, pues éramos las únicas dos chicas de 20 y 21 años que asistíamos a la clase llena de mujeres mayores. Decidimos que además de esa clase, íbamos a aprovechar algunas otras y rápidamente acomodamos nuestra agenda para encontrarnos en el gimnasio y en tan solo quince días, nos hicimos casi íntimas amigas. Le conté de Javier y de cómo lo extrañaba y ella me confesó que había dejado a alguien en la ciudad, pero que la cosa se había cortado con el tiempo. Al parecer su chico no estaba dispuesto a las relaciones a distancia y ella prefirió terminar todo antes que estirar algo imposible.
   Quince días después de mí visita a la ciudad, me encontraba en la parada de micro esperando a que Javier llegara al pueblo. Me sorprendió ver que mi prima se bajaba primero y que mi novio la seguía riéndose de un comentario que ella acababa de decirle, pero fui corriendo a él tan rápido que no tuve tiempo para pensar en ello. Después de eso saludé a Ludmila y nos subimos al auto para ir hasta la casa de Javier. Sus padres nos esperaban con algo para almorzar y luego de comer nos fuimos a su habitación y nos recostamos en la cama para ponernos mimosos y darnos besos. Él comenzó a contarme algunas anécdotas de algo que había pasado en la semana, pero yo no tenía ganas de escuchar más comentarios de Ludmila, por lo que me acosté encima suyo y le tapé la boca con un beso bien apasionado.
   - ¡Mi amor! ¿Me extrañaste mucho?- Me preguntó con una sonrisa provocadora sabiendo que me moría de ganas de que estuviéramos desnudos.
   Rápidamente los besos se hicieron más calientes y nuestras manos empezaron a liberarse. La ropa comenzaba a molestar y él me sacó la remera para luego desprenderse de la suya y enseñarme ese cuerpo divino que tanto me gustaba. “Te extrañé muchísimo” le contesté al cabo de unos pocos minutos y luego volví a besarlos sujetándolo de la cara. Quería que ese momento durara para siempre, que ese beso se hiciera eterno y que no tuviéramos que despegarnos por un segundo. Poco a poco fui bajando por su cuerpo hasta colocarme entre sus piernas y le saqué el pantalón lentamente mientras lo miraba a los ojos. Javier ya estaba totalmente duro, se lo veía por encima del bóxer que parecía a punto de explotar.
   Comencé a chupársela lentamente, agarrándole la pija con una mano y moviendo mi boca por encima de su cabecita. No era algo que me gustaba realmente, pero lo hacía para darle placer a él y porque sabía que disfrutaba de ello. La pasaba la lengua por la punta mientras que con mis dedos lo pajeaba despacio, moviendo mis dedos hacia arriba y hacia abajo. “¡Ufff mi amor!” dijo él y levanté la vista para ver que tenía los ojos cerrados y se mordía los labios. Abrí bien grande la boca y me la metí hasta donde pude, para chuparla con ganas. Lo hice como me salía, pero lo hice con mucho amor, con ganas de complacer a mi novio y de verlo disfrutar en frente mío.
   Lentamente fui subiendo con mi boca por su cuerpo, besando cada centímetro de su piel y tocándolo con ganas. Amaba el calor que su cuerpo emanaba y como él recorría mi espalda delicadamente con sus dedos. Llegué a su cuello y lo besé poco a poco, dejando la marca de mis labios a medida que lo iba recorriendo. Nuestros labios se unieron nuevamente y un beso bien mojado se hizo presente mientras su lengua entraba en mi boca. Aproveché para ir desnudándome y sacándome lo que me quedaba de ropa hasta terminar como él, frotando mi piel contra la suya y sintiendo la calidez de esta. Javier me abrazó con fuerza mientras me comía la boca y yo no pude evitar una sonrisa de felicidad que cortó el beso por unos segundos.
   Me senté encima de él y su pija fue entrando suavemente en mi cuerpo. Estaba tan mojada y llena de baba que resbaló despacio hacia mi interior hasta que desapareció por completo. Lentamente me empecé a mover hacia adelante y hacia atrás, sintiendo el placer de tener el cuerpo de mi novio adentro del mío. Javier fue directo hacia mis pequeñas tetas, para agarrarlas con sus manos y acariciarlas a medida que yo me balanceaba encima suyo. Poco a poco nos fuimos haciendo uno y comenzamos a gozar ese momento tan hermoso que se iba andando. “¡Ufff Rochi!” dijo él entre suspiros y noté como su cara de placer se intensificaba en pleno apogeo de mis movimientos.
   Empecé a saltar sobre su cuerpo de manera muy sutil, pegando pequeños golpes fuertes cada vez que caía sobre su cintura. Me mordía los labios para desahogar el placer que sentía mientras que él intensificaba sus gemidos con cada golpe que daba. Sus dedos se concentraban en mis pezones, los cuales estaban completamente duros, mientras que mis manos recorrían sus brazos y su pecho. Su carita hermosa me podía completamente y como se relamía los labios cada vez que su pija se hundía en mi conchita era algo muy satisfactorio para la vista. No me pude aguantar las ganas, no me pude contener y me incliné hacia adelante para darle nuevamente un beso bien apasionado.
   Nos dimos vuelta luego de varios placenteros minutos y él se colocó encima de mí, con su cintura entre mis muslos. Yo lo abracé con mis brazos y piernas y él me penetró de una forma tan delicada que una sonrisa divina se dibujó en mi rostro. Su cuerpo pegado al mío se movía suavemente hacia arriba y hacia abajo, haciendo que su pija entrara en mi conchita de una forma deliciosa. Nuestros labios se encontraban todo el tiempo, en besos que iban desde más románticos a más feroces. Llevé una de mis manos hasta su pelo y la enredé en el mismo mientras que trasladé la otra hasta su cintura y noté como esta aceleraba el ritmo.
   Poco a poco Javier fue moviéndose más rápido y eso lo llevó a acelerar también su respiración. Mi mirada se compenetraba con la suya y mientras me mordía la boca para no gritar, observaba como él dejaba escapar leves gemidos de placer frente a mis ojos. “¡Te amo Rochi!” me dijo de golpe y noté como mi cuerpo se prendía fuego. Sus movimientos se aceleraron, nuestros labios se encontraron de nuevo y su cuerpo golpeaba el mío a toda velocidad. Mi piel se erizaba y sentía mi cuerpo derretirse frente a ese comentario en el momento más perfecto de la historia. Nada importaba en ese entonces, éramos él y yo. Nadie más.
   Acabé de una forma increíble y ahogué un grito tirando la cabeza hacia atrás y abriendo la boca bien grande. Javier bajó sus labios hasta mi cuello y lo mordisqueó cariñosamente mientras seguía moviendo su cintura para terminar segundos más tarde. Desplomó su cuerpo encima del mío y nuestras bocas se unieron una vez más y los dos nos hicimos uno de golpe. Nos quedamos recostados en ese abrazo hermoso por varios minutos hasta que decidimos ir al baño para limpiarnos un poco y darnos una ducha juntos. Cuando él se levantó, yo le dediqué una mirada a su cuerpo y mis ojos se detuvieron durante un segundo en su cola preciosa y me animé a tirarle un beso ruidoso que hizo que Javier se diera vuelta y me devolviera una sonrisa que me derritió aún más.
   Salí de la ducha antes que él y me acosté en la cama con el cuerpo mucho más fresco y muy relajada. La sesión de besos bajo el agua había sido mucho más romántica pero había dado pie para una posible segunda vuelta que seguramente llegara cuando Javier saliera del baño. Pero mientras pensaba en el hermoso cuerpo húmedo de mi novio algo me distrajo. Su celular vibró dos veces y lo tomé para ver que era. Me sorprendí al ver que el nombre de mi prima iluminaba la pantalla y que se trataba de un mensaje de ella que acababa de llegarle. Me animé a abrirlo. “Y? qué tal ese reencuentro” decía el primero. “Yo ya extraño nuestras juntadas para estudiar” sentenciaba el segundo.


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