Las hermanas del pueblo. Capítulo 4

Las hermanas del pueblo. Capítulo 4

Esta es la historia de Naiara, Rocío y Valeria, tres hermanas que viven en un pueblo en el cual sus vidas van cambiando a medida que diferentes personas se involucran con ellas, ayudándolas a descubrir nuevos límites y llevándolas por diferentes caminos de placer. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…

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Capítulo 4: Vida de pueblo / Sexo de ciudad (Naiara)
   - No creas que por esto te voy a regalar tragos todas las noches.- Me dijo Fernando mientras yo me acomodaba la remera y él se terminaba de poner el pantalón.
   Habían pasado algunas semanas desde la primera vez que habíamos estado juntos y las cosas no habían cambiado mucho. Mi vida se había vuelto bastante rutinaria y aburrida. Por las mañanas me levantaba y tras desayunar me iba al hospital donde hacía las pasantías. A la tarde me gusta caminar un poco por el pueblo, encontrarme con algunos viejos amigos y a la noche volvía a mi casa y así todos los días. Los fines de semana eran un poco más entretenidos, con juntadas en el bar de Fernando con nuestros ex compañeros, de los cuales muchos había vuelto al pueblo tras recibirse. Luciano y Tobías, con quienes yo había tenido una muy buena relación en su momento, habían estudiado agronegocios y se dedicaban a la actividad agropecuaria. Lorena, quien fue mi mejor amiga durante muchos años, se había puesto un salón de belleza y estaba recaudando muchísimo gracias a las viejas del pueblo que amaban verse lindas y presentables. Jimena, otra de mis amigas de la secundaria, había estudiado abogacía y se había mudado al pueblo con su nuevo novio, Pablo. Andrés, mi ex novio y que actualmente estaba esperando un hijo con Karina, había optado por quedarse en el pueblo y a pesar de que vivía contando diferentes anécdotas, su vida sonaba muy aburrida.
   En la casa, las cosas no avanzaban mucho mejor. Tras la partida de Javier, Rochi se puso como loca y se empezó a comportar de una forma muy chiquilina, haciendo berrinches de nene chiquita todo el tiempo. “Está llorando de nuevo” me decía Vale cada vez que llegaba la hora de la cena y yo le preguntaba si sabía dónde estaba nuestra hermana. Nuestros padres no sabían muy bien cómo manejar la situación y para colmo la enfermedad de papá seguía presente. No avanzaba, pero tampoco disminuía y parecía ser la única que se preocupaba por ello. Solía fijarme su historial en el hospital y hablar con Edgardo sobre su situación, pero como si quisiera compadecerse de mí, el amigo de mi padre no me contaba mucho de lo que pasaba.
   En el hospital era un mundo bastante diferente. A pesar de ser un pueblo, era el hospital más grande y capacitado de la región, por lo que había algunos días que eran bastante movidos. Con Cristian, el hijo de Edgardo, pegamos muy buena onda. Él era dos años más grande que yo y solíamos conversar bastante y ser un poco el apoyo del otro en situaciones complejas. Cristian estaba muy al tanto de todo lo que sucedía que mi papá, por lo que siempre que tenía novedades o se enteraba de algo importante, me lo contaba y a pesar de que no fueran buenas noticias, yo le agradecía. Los días de guardia en el hospital pasaron a ser uno de mis momentos favoritos del día, en los que me olvidaba de todos mi problemas familiares y me concentraba en lo que me gustaba. Cristian, poco a poco se empezó a convertir en el compañero perfecto, alguien divertido y serio, responsable y descontracturado, alguien con quien me divertía y la pasaba bien.
   Con Fernando nos vimos una sola después de nuestro primer encuentro. Ninguno de los dos tenía intenciones de plantear algo serio entre nosotros y de hecho, Fernando no era para nada mi tipo. A mí me interesaba alguien más serio, más maduro, con proyecciones y él era un pibe de 26 con una mentalidad de adolecente que solo quería pasarla bien y divertirse con sus amigos. No lo juzgo, me parece excelente que sepa lo que quiere, simplemente no es lo que busco en una pareja o. A pesar de eso, me encantaba ir al bar y encontrarme con mis viejos amigos y conversar y charlar por horas. Luego de unas semanas de estar con él en esa noche de pasión, me propuso nuevamente ir a su casa a tomar algo y volvimos a encontrarnos desnudos en su cama y gozando con el otro.
   A pesar de que algunas cosas de la vida de pueblo empezaban a gustarme y me sentía cómoda con ellas, extrañaba por completo la ciudad. Sus ruidos, sus problemas, la vida agitada y la noche que tenía no se podía comparar con lo que era ese pueblo. Pero por sobre todas las cosas, extrañaba a Lucas, el chico con el que estaba saliendo antes de mudarme al pueblo. Nuestra relación había comenzado similar a la de Fernando, encuentros sexuales casuales que no llevaban a nada más. Pero poco tiempo antes de mudarme y luego de haber aceptado la propuesta de trabajar en el hospital, Lucas me confesó que sentía algo más por mí y que le gustaría probar otras cosas. Lamentablemente tuve que decirle que me volví a mi pueblo y eso hizo que él volviera a cerrarse conmigo.
   Durante mi primer semana acá, hablamos todos los días, yo le contaba cómo me estaba yendo, que estaba haciendo y hasta llegué a decirle que me crucé a mi ex y que este estaba esperando un hijo. Pero después de acostarme con Fernando, pasé un día entero sin escribirle y eso pareció ser el primer clavo del ataúd de nuestra relación. Lucas dejaba de mandarme mensajes, me respondía horas más tarde o a veces me clavaba el visto, demostrándome que no le interesaba hablar conmigo. La cosa cambió cuando le dije que tenía pensado ir a la ciudad a verlo a él y a mis amigos que allí habían quedado. Él pareció emocionarse, sentirse contento de que íbamos a reencontrarnos, pero una guardia inesperada me agarró de golpe y tuve que cancelar el viaje a la ciudad.
   Para colmo en la guardia tuvimos que atender a Karina, la nueva pareja de Andrés, mi ex novio. El sábado a la tarde tuvo una pérdida de su embarazo, el cual ya venía con dificultades, y llegó al hospital desesperada. Por suerte no fue nada grave y solo tuvimos que internarla por un día, pero Andrés se comportó de una manera tan desagradable que me dio asco. Se acercó a mí luego de estar en la habitación con su pareja y tras agradecerme me confesó que se sentía muy contento de volver a verme. “Sé que debe ser raro para vos volver al pueblo y verme así, feliz, a punto de ser padre” empezó diciéndome y enseguida comenzó a hablar de su aburrida vida como si fuera algo envidiable.
   - Pero a mí me encantó volver a verte.- Me dijo entonces dando un paso hacia adelante y parándose bien cerca de mí.- Estás más linda que nunca Nai.- Me dijo susurrando y su comentario me pareció totalmente fuera de lugar.
   Por suerte, Cristian estaba cerca de ahí y justo me habló para preguntarme algo, lo que me permitió librarme de esa situación. Pero Andrés no se quedó conforme con eso y me mandó un mensaje horas más tarde que decía: “Espero que nuestra conversación pueda seguir en algún momento. Me encantaría saber más de vos, hermosa”. Obviamente no le respondí, no estaba con ganas de meterme en problemas con mi ex novio que ahora estaba en pareja con otra mujer y que esta estaba embarazada. Lo peor de todo fue que por eso tuve que quedarme en el pueblo y no pude viajar a la ciudad a estar con mis amigas y ver a Lucas.
   “Te prometo que este fin de semana voy sí o sí” le escribí dos jueves después, tras haber acordado con Edgardo que ese fin de semana no tenía que quedarme a las guardias. Haciéndose un poco el ofendido, Lucas me respondió de manera cortante, pero al cabo de unas horas ya habíamos acordado que me iba a quedar a dormir en su departamento. Ese viernes a la tarde armé un bolso, fui a la estación con mi padre y Rochi y las dos nos subimos a un colectivo. Mi hermana viajaba a visitar a Javier, por lo que aprovechamos el tiempo para hablar un rato y limar un poco las asperezas que habían surgido desde que yo me había mudado al pueblo. Ella seguía ofendida por haberle quitado su estudio de pintura, pero no pudo evitar una sonrisa cuando le dije que me encantaba el mural que había dibujado en la pared. “Algún día tener que hacerme un cuadro así me lo llevo cuando termine las guardias y vuelva a la ciudad” le dije y enseguida se ablandó un poco. Eramos muy distintas y a veces se comportaba como una nena caprichosa, pero Rochi no dejaba de ser mi hermana y la quería muchísimo.

   Ese viernes a la noche tuvimos nuestro reencuentro con Lucas. Él había preparado una rica cena y me esperaba con una botella de vino para tomarla entre los dos, pero todo eso tuvo que esperar ya que fuimos directo a la cama. “¡Ay sí! ¡Voy a acabar! ¡No pares!” le grité mientras estaba en cuatro y él me cogía bien duro desde atrás. Su pija, bien dura y gruesa entraba en mi conchita una y otra vez, dándome muchísimo placer y calentándome de una manera única. Acabé con un grito de satisfacción pura y él lo hizo segundos más tarde, llenándome la conchita de su leche bien espesa. Después de eso, hubo tiempo para la cena, el vino y una agradable charla.
   Era obvio que a los dos nos interesaba la idea de tener algo juntos, de darle una oportunidad a esa relación que parecía tener frutos. Pero los dos sabíamos muy bien que iba a ser imposible mientras yo viviera en el pueblo. No tenía intenciones de tener una relación como la de mi hermana, en la que solo se veían cada 15 días. Es por eso que acordamos que íbamos a seguir como estábamos, disfrutando de las veces que yo pudiera viajar a la ciudad y sin reprocharnos nada. Luego de esa cena, hubo un segundo encuentro que terminó en más gritos de placer y en una doble dosis de orgasmos deliciosos.
   El sábado fue el día en que sin dudas mejor la pasamos. Al medio día yo me junté con unas amigas de la facultad y nos pusimos al día por varias horas. A la tarde aproveché para pasear un poco por la costa y caminar junto al río y a la tarde fuimos los dos a visitar a unos amigos suyos que yo conocía y que teníamos buena relación. A la noche me invitó a cenar a un bar, un plan algo cursi pero que yo acepté contenta, al fin y al cabo estaba ahí para disfrutar el fin de semana junto a él. Luego de la comida, nos pedimos un trago y Lucas me propuso seguir la cosa en su departamento.
   Ni bien llegamos nos fuimos directo a la habitación para comernos la boca como salvajes arriba de la cama. “¡Te tengo muchas ganas!” le dije yo que no daba más de la calentura luego de darnos unos besos bien babosos. Rápidamente nos empezamos a sacar la ropa y nos fuimos desnudando para volver a sentir la piel del otro. Necesitaba seguir disfrutando de su cuerpo y extrañaba muchísimo el sexo con él a pesar de que la noche anterior lo habíamos hecho dos veces. Luego de desnudarlo por completo, bajé por su cuerpo con mis labios hasta llegar a su cintura. Tomé su pija con mis manos y lo empecé a pajear rápidamente, haciendo que esta se pusiera enorme entre mis dedos.
   “¡Mmm que delicia!” le dije luego de pasarle la lengua por la pija y lamérsela casi por completo. Lucas era bien calladito a la hora de la acción, por lo que no dijo nada. Pero le costaba muchísimo disimular las caras y me di cuenta con la segunda lamida que él también extrañaba sentir mi cuerpo sobre el suyo. Comencé a chuparle la pija como loca, baboseándosela toda, comiéndomela por completo y llenándome la boca con su dureza. De vez en cuando levantaba los ojos y podía ver como él hacía muecas de placer, como sus labios se abrían para dejar salir leves suspiros y como sus ojos se entrecerraban. Me fascinaba la forma en la que su rostro se transformaba y me encantaba como su pija latía entre mis labios.
   Pero si había algo que Lucas sabía hacer muy bien, era darme placer oral. Me recosté sobre la cama, abrí las piernas y dejé que él hiciera magia con su boca y su lengua. La forma en la que pasaba sus labios mojados por encima de los míos y como me tocaba con la punta de su lengua, era algo que me volvía loca de placer. Mi cuerpo temblaba por completo cada vez que llegaba a mi clítoris y lo agitaba rápidamente hacia un lado y hacia el otro o hacía presión sobre el mismo. Sus dedos también eran parte del juego, ya sea acariciando mi conchita mojada o entrando en ella a una velocidad lenta, pero sumamente placentera.
   - ¡Ay! ¡Cogeme por favor!- Le dije sin poder aguantarme las ganas.
   Ni bien se acomodó encima de mí y su pija entró en mi cuerpo, yo empecé a gemir como loca. No tardó en tomar velocidad y en subir y bajar su cintura para hacer que su verga entrara y saliera de mi conchita empapada una y otra vez. Me encantaba como me daba bien duro, como me azotaba con sus caderas y como se mordía los labios mientras lo hacía. Yo lo abracé con fuerza y le clavé mis uñas en la espalda, sintiendo como él hacía lo mismo con su pija adentro mío. No tardé en comenzar a gritar como loca, disfrutando de cada momento y gozando de ese sexo excelente que tanto extrañaba tener con él.
   Luego de varios minutos cambiamos de posición y yo me puse en cuatro para que él se colocara detrás de mí. Esa pose me fascinaba cuando estaba con él, pues si había algo que a Lucas le encantaba, era tenerme a su merced. Ni bien su pija entró en mi cuerpo, me tomó de la cintura con ambas manos y se empezó a mover a toda velocidad hacia adelante y hacia atrás. Yo me agarré con fuerza de las sábanas y abrí bien grande la boca para dejar escapar gritos de placer puro que esa situación me provocaba. ¡Eso era sexo de verdad! Bien fuerte, violento y salvaje como a mí me gustaba. Su pija entraba y salía de mi conchita, mojándola cada vez más y más y provocándome oleadas de placer que invadían todo mi cuerpo.
   - ¡Ay sí! ¡Me encanta Lucas! ¡Cogeme!- Le pedía yo como loca y él no paraba de moverse a máxima velocidad.
   Un chirlo no tardó en llegar y cuando lo hizo sentí mi cola arder en el lugar en el que sus dedos acababan de caer. “¡Ay sí! ¡Más!” le grité como una puta en celo y él volvió a pegarme, en esa oportunidad del otro lado. Varios chirlos más llegaron durante los minutos siguientes. Lucas no dejó de darme bien duro en ningún momento y yo sentía como mi cuerpo se empapaba a cada segundo que pasaba. Sus manos bien abiertas, caían repetidamente sobre mi cola, haciendo que esta me ardiera cada vez más, pero con cada golpe, lograba sacarme un grito de placer bien profundo. Su pija me estaba volviendo loca. Él me estaba volviendo loca.
   Acabé con un gemido intenso que se escuchó en toda la habitación y con un golpe seco de su parte que me hizo temblar por completo. Lucas se dio cuenta de lo que había logrado, siempre se daba cuenta. Poco a poco nos fuimos recostando, él detrás de mí y con su pija aún adentro de mi cuerpo. Yo fui levantando sutilmente la pierna mía que había qeudado arriba y él la tomó con su mano a la altura de mi muslo. Volvió a tomar ritmo lentamente y yo sentía su respiración agitada en mi oído y eso me volvía aún más loca. Llevé una de mis manos a mis pechos y comencé a jugar con mis pezones mientras que con la otra me frotaba el clítoris. “¡Ay sí! ¡Ay sí! Volví a gemir loca mientras que sentía su pija bien dura entrando y saliendo de mi conchita.
   Con un nuevo golpe seco y directo, Lucas clavó toda su verga en mi cuerpo y acabó adentro mío, llenándome de su lechita espesa y caliente. Bajó mi pierna con delicadeza y entre suspiros y respiración agitada, nos quedamos acostados uno al lado del otro, con su cuerpo aún adentro del mío. Giré la cabeza y comprobé su sonrisa de placer puro y le di un beso bien fogoso que indicaba que lo nuestro aún no había terminado. Envueltos en una ola de calor y disfrutando aún de nuestros orgasmos, nos levantamos y nos fuimos a la ducha, tal cual lo habíamos hecho la noche anterior, para tener nuestra segunda vuelta.


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4 comentarios - Las hermanas del pueblo. Capítulo 4

garcheskikpo
Se puso interesante la vida de las hermanitas