Primera experiencia........ 3

Ambos suspiramos y sonreímos. Después de que me recompuse, salí y me fui a casa. Sentía todavía el sabor de su semen en el paladar y estaba feliz. El lunes llegué bien temprano a la ferretería, Me abrió y se puso a hablar por teléfono con un proveedor apoyado en el mostrador. Sin pensarlo, casi maquinalmente, me puse a acariciarle la verga, que rápidamente se endureció. La bajé el cierre de la bragueta, se la saqué, me arrodillé y empecé a chupársela, ensalivándosela toda. Con mi mano izquierda masajeaba sus huevos y con la derecha lo pajeaba. En un momento dejé de chuparla y comencé a restregármela por la cara. La situación me excitaba terriblemente. Él, hablando con su proveedor, que ignoraba lo que estaba pasando, y sin poder dar rienda suelta a sus gemidos ni demostrar excitación, y yo “con las manos y la boca en la masa” Estuve así un rato hasta que, de pronto, cortó la comunicación y me levantó por los brazos, diciendo: “Me ponés al palo, sos muy guachito. Aprendés muy rápido. Quiero estrenar ese culito virgen que tenés”. “No sé”, contesté asustado, pero deseando en lo más íntimo que ocuriera, “tengo mucho miedo de que me duela”. “Si no lo intentamos no sabremos nunca si podés hacerlo o no”, me contestó. Abrimos el negocio, trabajamos como si nada, y al medio día, antes de irme, cuidando que ninguno de los dos empleados escuchara, me dijo: “El jueves, a las tres de la tarde tengo que ir a retirar un pedido, quiero que vengas conmigo”. “Bueno”, respondí, sabiendo que ese día iba a ser desvirgado”. Siguió: “Para no despertar sospechas, esperame en la plaza XXX, en la esquina de XXX y XXX que te paso a buscar con el auto”. Llegó el jueves y a la hora convenida lo estaba esperando. Subí al auto y partimos hacia un terreno que él tenía pasando Funes, a media hora de la ciudad. Sólo había allí una pileta de natación, un quincho con una mesa larga y algunas sillas y un baño. En el trayecto yo casi no hablaba, estaba excitado, nervioso, inquieto. Él puso música, acarició mi mejilla, puso mi mano en su verga, que ya estaba dura y me dijo: “Vas a ser mío. Voy a ser el primero”. Yo sólo moví la cabeza diciendo que sí. Y agregó: “No te preocupes por nada; vamos a ir muy despacio; te voy a lubricar bien y si no te gusta, paramos. Confíá en mí.” Llegamos. Bajamos del auto y fuimos directamente al quincho. Me atrajo hacia él y empezó a acariciarme el pecho, me desabrochó la camisa, llevó mis manos a su pecho esperando que yo hiciera lo mismo con su camisa. Apoyó su boca en mis tetillas y empezó a besármelas y a morderlas suavemente. Sentía su lengua recorrer mi abdomen, mientras comenzó a desabrocharse el cinturón. Le pedí bajarle yo el pantalón, porque me excitaba mucho sacarle la ropa. Me arrodillé y le acaricié la verga que se le marcaba en el bóxer negro. Lo fui bajando para dejarla al descubierto, lo empecé a pajear, le bajé el prepucio dejando su glande al descubierto descubierta y me lo metí en la boca. Lo chupaba suavemente, aumentando de a poco el ritmo y metiéndomela cada vez más. El apoyó sus manos en mi cabeza y empezó a moverse metiéndola y sacándola de mi boca. Me paré, me bajó los pantalones y el calzoncillo y me dijo: “¿Lo hacemos?” Terminamos de quitarnos todo, camisas y pantalones y calzoncillos que aún teníamos a nuestros pies, quedando ambos totalmente desnudos. Me hizo poner de espaldas, con los codos apoyados sobre la mesa, y empezó a besar mi cuello, mi espalda, mis glúteos. De repente se fue agachando y sentí su lengua alrededor de mi esfínter. Yo estallaba de placer. En un momento me pareció que su lengua abría un poquito mi esfínter y se metía dentro, apenas unos milímetros. No podía más y le dije que acababa. Él siguió con lo que hacía, pero introduciéndola mucho más profundamente y empezó a pajearme. “¡Aaaaaaahhhhh!” grité y me vacié al momento. “Parece que estás listo”, me dijo 

Fue a buscar unas mantas y unos manteles y los puso sobre la mesa. Me hizo acostar de espaldas sobre esa cama improvisada, alzó mis piernas sobre sus hombros, empezó a besarlas y llegó hasta mi pija para mamarla. Mientras, acariciaba con movimientos circulares mi cerrado agujero, con un dedo, sin llegar a introducirlo aún. Me pidió que le lamiera el dedo índice y empezó a meterlo lentamente. Yo noté como se introducía en mi interior y di un pequeño suspiro nervioso. Paró y luego lo siguió introduciendo sin mucha dificultad. Lo sacó y agarrando un pote que debería tener gel o vaselina, se lubricó dos dedos y extendió el lubricante por mi agujero empezando a meterlo con ambos dedos. La dilatación fue rápida. Yo estaba muy excitado y sentía como mi culo se iba abriendo con el movimiento de sus dedos. Cuando metió el tercer dedo me dolió un poco. Me puso más lubricante y siguió mamándome la verga. Al rato volvió a meterme los dedos con un movimiento acompasado. Ya no sentía ninguna molestia. Mi culo empezó a responder. En ese momento yo deseaba sentir la pija de mi desvirgador adentro mío. Él me besó y me dijo: “Qué hermoso culito tenés” Seguimos así un momento más y después, lubricó su verga y la empezó a frotar contra mi culo sin penetrarme, haciendo un movimiento de vaivén con su cadera. Yo gemía al sentir su verga rozarse entre mis nalgas. Él se inclinó sobre mí y me susurró: “Ahora relájate”. Rodeé su cuerpo con mis pies y piernas y empezó a empujar su verga lentamente adentro de mí a la vez que me besaba metiéndome la lengua en la boca. Presionó un poco y entró la cabeza. Se movía lento, muy lento para que yo pudiera acostumbrarme a su verga clavada en mi carne. La fue metiendo gradualmente, invadiendo mi interior. Mi agujero iba cediendo hasta que, al tener más o menos la mitad adentro, sentí un fuerte tirón e instintivamente paré su avance con mis manos. Él, dejando caer su peso sobre mí, me lamió una oreja y, sin retroceder un centímetro, me dijo: “Lo estás haciendo muy bien. Dejá que tu cuerpo se acostumbre a tenerme adentro”. Sus palabras me excitaron terriblemente y arqueé la espalda hacia arriba al sentir cómo me empezaba a llenar, mientras él me arañaba suavemente el pecho. Él siguió con un corto vaivén y puso un poco del lubricante sobre el trozo de verga que quedaba fuera y los bordes de mi agujero. Continuó hasta que noté sus huevos rozando mi culo. Lo sentía dilatado y en mi interior una barra caliente, dura y palpitante que rellenaba todo el hueco. Así, despacio, me estaba poseyendo, haciéndome suyo como tanto habíamos deseado. Yo sentía una especia de descargas eléctricas en todo el cuerpo que me hacían temblar. Otra vez se acercó a mi oído y dijo: “Ya está toda. Qué culo increíble tenés”. Yo sonreí y la respondí. “Es tuyo”. Puso sus brazos debajo de mi cuello y empezó a moverse con calma sin apartar su mirada de mí, esta vez su vaivén era más largo y continuo y con él. Experimenté un placer indescriptible cuando mi interior se abría que me hacía gemir. Sentía calor, por lo que empecé a transpirar. Sentía su respiración en mi cuello. En un momento entrelazamos nuestros dedos y su ritmo fue aumentando. Nuestros cuerpos se movían acompasadamente y yo lo empujaba hacia mi rodeándolo con mis piernas cada vez que me la metía. Cada vez gemíamos más. Su cuerpo también empezó a humedecerse por el sudor hasta que en un momento me dijo: “Agarrate bien de mí”. Inmediatamente me levantó de la mesa, llevándome en sus brazos hasta apoyar mi espalda contra una pared, sin dejarme tocar el suelo con los pies. Me preguntó: “¿Te gusta esto?”. “Me encanta, no pares, cogeme así, por favor”, le respondí. Me hacía cabalgar sobre su verga y me la clavaba hasta lo más hondo debido a mi propio peso, demostrándome su fuerza y haciéndome completamente vulnerable. Mi pija rozaba su abdomen. Era como si me pajeara con el roce de su cuerpo. Me iba a acabar pronto y, casi sin darme tiempo a decirlo, lo hice abundantemente sobre su abdomen y el mío, mientras mordía su cuello extasiado de gusto y mi culo se estremecía. Su cuerpo brillaba por el sudor y sus piernas empezaron a temblar en ese mismo momento, justo antes de acabar él también dando un fuerte gemido y aplastándome contra la pared. Noté como su verga se hinchaba y varios chorros de leche me inundaban. Me soltó para que apoyara los pies en el suelo. Mi culo, ardiendo y completamente abierto, empezaba a expulsar lentamente su semen y su verga iba perdiendo rigidez, pero goteaba aún. “Espectacular”, dijo casi en un susurro por el cansancio. “¿Te gustó?”, pregunté. “Muchísimo”, respondió y agregó: "Mi chiquito, soy desde ahora tu hombre". Nos quedamos desnudos, abrazados y besándonos un buen rato hasta que nos recompusimos y salimos. Mantuvimos la relación por casi cuatro años, sin que nadie sospechara nada.

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dermanet
Uffff como me gustaria tener un putito como vos