Gabriel y yo. 2

Gabriel y yoHacía casi un mes que Gabriel no pasaba a buscar a Selene. Desde que sinceramos nuestros deseos y acabé haciéndole una fellatio en casa, aprovechando la ausencia de Selene y el resto de mi familia. Me gustan las mujeres, por eso estoy casado con Helena. Me gusta su cuerpo y su personalidad, mujer esbelta de carne firme, buena cola y tetas y con temperamento. También el cuerpo de hombres bien formados, sin ser culturistas, que no les sobre nada. Gabriel lucía un cuerpo así, mantenido en la rutina del gimnasio que administraba, donde se habían conocido con mi hija. Siempre había tenido fantasías homosexuales pero nunca las había concretado, hasta hace casi un mes. Desde entonces me daba vueltas la culpa y el deseo, la intriga por saber la razón por la que no volvió a pasar por casa  a buscar a Selene. Me sentía incómodo por lo sucedido y también por querer repetirlo  y no saber si el querría. Seguramente el estaría pasando por lo mismo. No quise preguntarle a Selene acerca de eso , sabía que la relación seguía bien entre ellos y ella no mostraba signos de que le molestara que no pasara por casa. 
Se dio el encuentro de la manera menos pensada, Selene tuvo que mantener reposo por un problema de salud temporario y le pidió que viniera a traerle algún material para leer. Sería el sábado, cuando Helena y mi otra hija saldrían después de allmorzar para ir de shopping. Era obvio que el volvernos a ver con Gabriel nos sacudiría de alguna manera y por fin sabría si él sentía lo mismo que yo. Llegó a casa a eso de las cuatro de la tarde y cuando llamó para que le abriera la puerta sentí una especie de conmoción al escuchar su voz en el intercomunicador del portero. Tardó menos de un minuto en subir y cuando nos saludamos desvió la vista. Nos dimos un beso en las mejillas y pasó directamente a la habitación de Selene. Para tranquilizarme me serví un whisky y me senté en el mismo sillón de nuestra primera vez para ver algo en TV.  AL rato escuché los pasos de Gabriel que dejaba la habitación y en un instante lo tuve enfrente. Me levanté preguntándole si ya se iba y negó con la cabeza, y me dijo que Selene se había dormido. Le ofrecí un trago y aceptó enseguida. No se sentó al lado mío y después de beber un sorbo y paladearlo me preguntó como había estado, ahora sí, mirándome a los ojos. 
-Inquieto, algo ansioso por saber que pasaba que no venías por Selene- le contesté.
-No pude volver rápido, tuve que procesar lo que pasó y pensar en lo que puede pasar- me dijo. La duda me comía por dentro, aún no sabía a que conclusión había llegado.
-Ya sabés que soy abierto en el tema sexual, pero en ésta circunstancia se complica, por más que Selene tenga apertura en lo sexual.
-Sí, también lo pienso así, pero igual siento cosas que me pueden- y diciendo éso lo invité con un gesto a sentarse al lado mío. No dudó en hacerlo y se puso cerca, muy cerca. Dejé el vaso sobre la mesa y Gabriel hizo lo mismo. Al volver a ubicarnos le apoyé la mano en la nuca y atraje su cabeza para besarlo. No opuso mayor resistencia y nuestras lenguas se encontraron. Nos besamos con pasión y nuestras manos buscaron sentir la piel del otro. Levantamos nuestras remeras y nos acariciamos. Me besó el cuello y temblé. Lamí sus tetillas y sentí su emoción.  Buscamos nuestros penes apresuradamente y los acariciamos, senti su erección, más rápida y firme que la primera vez. Me levanté y lo guié hasta la habitación matrimonial, donde comenzamos a desvestirnos. Volví a arrodillarme como la primera vez y gozar de ese pene juvenil y duro, de su hermoso glande y sus huevos firmes.
Parecía a punto de acabar y lo retiró de mi boca. Lo miré tratando de saber que pasaba y me hizo levantar, me dio un beso en la boca y haciéndome sentar en la cama se tragó mi verga. Yo entré en una especie de borrachera que no había sentido nunca. Su lengua, su mano, el ir y venir por mi pija me llevaron a un estado desconocido y gozoso. En un instante mi  semen y todo mi ser los entregué a Gabriel que a su vez irguiéndose, me regó el vientre con su leche tibia. 
Rápidamente nos lavamos en el baño adjunto a la habitación y volvimos a la sala de estar. En adelante, ni él ni yo podríamos cortar la relación, se había sellado en aquel momento.

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