Exhibida, entregada y usada por un cuckold

Soy Mariana, 29 años. Estos hechos acontecieron en el 2011. Tenía 20 años. Tuve y tengo una
vida sexual intensa, muy intensa. En ese entonces estaba saliendo con Mariano, 42 años,
gerente de una empresa importante productora de autopartes. Separado, nuestra vida en
común (sin ningún compromiso) consistía en que me pasaba a buscar por mi trabajo todos los
viernes a la tarde y, juntos íbamos a su quinta en Parque Leloir todo el fin de semana para
coger sábado y domingo frenética y repetidamente.
La locura de Mariano consistía en su gusto por exhibirme como si fuera un artículo de lujo, que
se complementaba con todo lo que me gusta a mi exhibirme con una completa y total falta de
pudor. La quinta en la que vivíamos nuestros fines de semana estaba en la calle José
Hernández a media cuadra de una iglesia. Le excitaba tremendamente (y de hecho me
ordenaba) que tomara sol en topless (o desnuda) y ver como muchos de los feligreses de la
misa dominical se esforzaban mirando mis 98 de tetas entre los huecos del ligustro que nos
separaba de la calle.
En ocasión de mi cumpleaños número 21, el viernes en que me pasó a buscar y una vez que
hubiéramos llegado a la quinta, me entregó dos regalos. Un reloj de los buenos (de esos que
lamentablemente hoy, por seguridad, no se pueden usar) y una bikini blanca. Sin dudas, era
una comprada por Internet, no era de una marca conocida. Solo recuerdo que tenía una
etiqueta con dos “W”, y que era un hilo dental que era insuficiente por todos lados, no llegaba
a cubrirme nada, es más, tuve que depilarme profundamente para no dejar mis pilosidades
expuestas y obvio que mis 98 de tetas eran absolutamente excesivos para tan insuficiente traje
de baño. Después de agradecerle efusivamente sus regalos, me dice:
“Mañana va a venir Esteban ese gran amigo del que te conté tantas cosas”
Al ver mi cara de disgusto, me preguntó que me pasaba.
“Que tengo ganas de usar el traje de baño que me regalaste”
“Y por qué no lo podrías usar?”
“Enfrente de tu amigo?”, le pregunté
“Y qué problema hay?”
Entendí todo. Su locura por exhibirme a tope. Y como yo, como quedó dicho, no tengo el
pudor entre mis virtudes, no le contesté nada y observé de reojo un gesto de satisfacción en su
cara. Iba a ser expuesta ante el amigo de mi macho. Expuesta solamente?, esa era mi gran
duda.
Esa noche de viernes, Mariano ni me tocó, a pesar de que, por sus generosos regalos me
sentía muy caliente. Estuvo hablando por teléfono en la planta baja, hasta altas horas de la
noche y yo lo estuve esperando en la cama hasta que el sueño me venció.
Al otro día, un sábado de sol glorioso, a eso de las 11.00, me despertó Mariano, diciéndome
que Esteban estaba a punto de llegar. Uffff, me visto con un short muy corto de jean, una
remera negra y zapatillas rojas, sin corpiño. Cuando bajé ya estaba el coche de Esteban
esperando que Mariano le abra el portón del garaje. Cuando lo ví bajar….ufffff. Todas las ganas
de coger que me habían quedado de la noche anterior me volvieron multiplicadas galopando
furiosamente por todo mi cuerpo. Esteban 34 años, casado, era gerente de ventas de una
empresa que distribuía afamadas cámaras fotográficas profesionales y sus accesorios de origen
japonés. Cabello claro, físico atlético y sonrisa devastadora. Trataba de no mirarlo demasiado…
pero no lo lograba.
Tomamos los tres una cerveza, hablando de vaguedades, haciendo tiempo. Fuimos a la pileta.
Subí a nuestra habitación a ponerme la malla. Me lo crucé a Mariano y le pregunté
nuevamente si quería que me ponga la malla que me había regalado. “Seguro que sí!!!”, me
respondió, enfático.
Bajé. Enfundada en el traje de baño nuevo, que tenía mucha menos tela que un pequeño
pañuelo. Reitero: 98 de tetas. A cada paso descubría mis areolas o mis pezones directamente.
Extendía, una y otra vez, el corpiño de mi malla para cubrir todo, infructuosamente.
Llegué al lado de ellos, ya estaban tomando sol, al lado de la pileta, en malla. No podía dejar de
mirar a Esteban y no podía dejar de sentir esa sed galopando por todo mi cuerpo. Impulsada
por esa sed, fui a buscar un toallón en el que echarme a tomar sol, sabiendo que mi hilo dental
descubría mi culo para los ojos que seguramente no me perdían pisada. Cuando volví ya no me
preocupé más ni por mis areolas ni mis pezones ni nada. Pasé a disfrutar la situación de estar
siendo contemplada por cuatro ojos, aun sabiendo que mis pezones estaban erectos,
totalmente visibilizados por mi minúsculo traje y mis areolas visibles.
No soporto mucho tomar sol. No más de 10 minutos y me tiré a la pileta. Vi que, detrás de mí,
Esteban hizo lo mismo. Intenté llamarlo a Mariano y Esteban me dijo que estaba
profundamente dormido. Que le contó que había estado hasta muy tarde trabajando y que
estaba rendido. Empezamos a jugar con Esteban con una pelota, yo se la tiro a él y él a mí. Yo,
que estaba muy consciente de todo lo que descubrían mis tetas el traje de baño desde la
primera vez que lancé la pelota, no hacía nada para privar a Esteban de una vista que era muy
obvio que disfrutaba. “Querés ser mi secretaria”???, me pregunta sin anestesia, ofreciéndome
tres veces más de lo que gano en mi trabajo como vendedora en un negocio de Villa del Parque.
Tiré la pelota afuera de la pileta y me acerqué a él para hablar mas seriamente.
“Es una propuesta seria???”, le pregunté. Me respondió: ”Claro que sí, pero tapate las tetas”,
en un volumen bajo para que Mariano no despierte. Miró de inmediato a Mariano, que seguía
profundamente dormido, momento que aproveché yo para ponerme de espaldas a él,
pegando mi culo a su considerable bulto, agarrando sus manos y llevándolas a mis tetas para
que haga lo que quería hacer. “Tapalas vos…”.
Me dice: “Sos muy puta…” y le respondo “Acaso no querías una secretaria puta??? Te tomo la
palabra”. Salimos de la pileta entre risas y despertamos a Mariano antes de quesufra
quemaduras por su exposición al sol. Me puse de espaldas en mi toallón, para tomar sol un par
de minutos hasta que pasa el recién despertado Mariano y desanuda el corpiño de mi malla.
Entendiendo lo que quería y conociendo sus locuras, me deshago del corpiño y empiezo a
tomar sol boca arriba, solo cubierta con la mas que minúscula tanguita “WW”, exponiendo mis
tetas a Mariano y a Esteban. Siento que los dos se acuestan a ambos lados de mi, se quitan el
traje de baño, y comienzan a acariciar mis tetas y que bajan por mi vientre hasta desatar los
nudos laterales de mi tanga para acariciar mi concha. Me doy vuelta, me pongo boca abajo,
abro las piernas y me pongo en cuatro asi pueden seguir inspeccionando furiosamente todos los puntos de su interés: tetas, culo y concha, en un vendaval de manos sobre mi cuerpo desnudo que lo único que quería era ser penetrado de todas las formas posibles. Se ponen delante de mi y me
ofrecen sus pijas delante de mi boca que no tarda en reaccionar y siento que mi boca se llena
de las dos, ahora la de Mariano, ahora la de Esteban. Uno y otro, uno y otro, mientras sus
manos hacen maravillas sobre todo mi cuerpo expuesto, sediento y vicioso.
Fuimos al dormitorio para ahí desatarnos en una tormenta. Mariano nos dejó actuar primero,
no perdiendo ni un detalle cuando le chupaba la pija a Esteban, después cuando Esteban
nalgueándome hasta dejar mi culo rojo, me puso en cuatro y me perforó por atrás, y luego
cuando poniéndome boca arriba me hizo abrir la boca y acabarme generosamente dentro de
ella. Ahí fue cuando Mariano absolutamente loco reaccionó, y se sumó a coger mi boca
mientras Esteban recobraba energías y se puso a cogerme por el culo para terminar los dos en
una lluvia blanca sobre mi cara, mis tetas y mi concha, para después seguir en un fin de
semana frenético en el que no hicimos otra cosa que coger salvajemente de todas las formas habidas y por haber, acordándonos apenas de comer.
El resultado final de toda esta aventura fue que terminé siendo la amante y empleada de
Esteban, viendo a Mariano una vez por mes para pasar un fin de semana en su quinta de
Parque Leloir y seguir escandalizando, entre polvo y polvo a los feligreses volviendo de la
misa.
FIN
Por favor, pasen y comenten. Es la mejor manera de reconocer el esfuerzo que una hizo para hacerles pasar un buen momento. Gracias