Cortes de Luz

Estaba sentado en la oficina, como de costumbre. Mi oficina propia que me había ganado hacía poco menos de un año. Estaba decorada de una forma minimalista, pocas cosas que dejaban mucho espacio en las paredes y en el suelo, haciendo que se vea más grande. Tenía un sillón para  dos personas. Casi todos los que tenían oficinas propias tenían uno para tres, como para dar un poco de espacio. Pero a mí me gusta la relación cercana, cuando rozas a la persona que tenes al lado. Lo hace más intimo, más palpable. 
De todas maneras, ahí estaba. Sin mis zapatos, ya que algo que me gusta es estar relajado mientras trabajo, principalmente cuando hago muchas horas extras, como en aquellos días. A veces me olvido de que estoy sin calzado y voy a la cocina de la empresa o a buscar algún papel y algunos me miran extrañados, como si me tomara demasiada confianza. La verdad es que es un placer que me permito dar entre todo ese estrés. 
Recuerdo esa tarde noche de verano, tratando de llegar con todo para fin de mes, con los aires acondicionados apagados por cortes de luz en toda la cuadra. Usábamos un generador para el equipo justo y necesario. Estaba Pamela, de unos treinta y algo de edad, quien había comenzado en contaduría hacía poco y a quien habían puesto bajo mi tutela. Estaba Rubén, un empleado de muchos años que simplemente  habían dejado olvidado en algún rincón hasta que se jubilara, y Estela, una monja santurrona de 50 años que jamás había visto sonreír. Y no exagero, ni una vez la había visto sonreír. No tenía el más mínimo sentido del humor ni de lujuria por lo que se comentaba. 
Estaba entonces con mi puerta abierta para que corriera el aire, como así también un poco las ventanas. Una suave brisa lograba colarse y hacer menos doloroso aquel trabajo, aunque el calor se hacía sentir en el aire y sentía la transpiración en la frente. Desde mi oficina podía ver a Pamela a quien desde su incorporación apenas había prestado atención. Pero ese día algo de ella me llamaba la atención.  Tomé una carpeta que necesitaba ser revisada para el lunes con la esperanza de no tener que repetir todo el trabajo y me levanté a llevársela. Al acercarme, Pamela estaba muy absorta en sus pensamientos con una planilla de Excel delante. “Un momento Esteban, ya estoy con usted” me dijo. Entonces fui bajando con la mirada desde su cara, sus anteojos en realidad, pasando por su nuca, y note algo particular. Una gota de sudor se encontraba allí, comenzando a deslizarse. Su escote estaba brillante por el calor. Y una gota comenzaba a rodar majestuosamente hasta el valle formado entre sus pechos, los cuales, no había notado, tenían una forma circular perfecta: no grandes, pero tampoco chicos.  Me quedé inmóvil viendo como esa gota rodaba lentamente abriéndose paso entre los diminutos vellos capilares de su epidermis. Es increíble como algunas cosas tan simples pasan a tener una poesía en sí mismas. 
La gota siguió rodando y terminó de perderse en el interior del escote. “Un hermoso viaje por aquella zona” pensé. “¿Qué sabor tendrá? ¿Será muy salada? ¿Dulce por algún perfume?”, mi cabeza seguía pensando. Levanté entonces la vista y Pamela me estaba mirando. Con mucho disimulo cerró levemente el escote y  tomó la carpeta que llevé.
“Perdón, pensé que tenías una mancha”, le dije con la excusa más estúpida que se me ocurrió en ese momento. “Necesito que revises esto para no tener que trabajar de más. Para hoy ¿podrás?”. Pamela abrió la carpeta, la ojeo y asintió con la cabeza. “Pero va a ser para hoy tarde a última hora” me dijo con un tono que no podría definir como enojo pero si como decepción. “Perfecto”, le dije, y me retiré a mi oficina. En el camino pensé en por qué había pedido perdón. No había hecho nada malo, simplemente estaba mirando lo que estaba delante mío. Si ella no quisiera que miren su escote, lo mantendría cerrado. "La próxima vez no pienso disculparme", pensé.
Me senté enfrente de mi computadora y continué mi trabajo como venía haciéndolo. Al cabo de un rato, Rubén pasó por mi oficina a entregarme unos documentos. “Ya lo he terminado, creo que con eso estoy por hoy ¿Está bien si me retiro?” me preguntó. Agarre sus papeles y sin mirarlo le hice seña con la mano. “Está bien por hoy, gracias Rubén”, le dije sin siquiera pensar en las palabras. El sonrió y salió de la oficina contento por haber cumplido con su trabajo. No hacía falta que mire esos documentos. Un niño de cuatro años con retraso mental podría hacerlo sin problemas. Incluso estando tuerto, no necesitaría la tercera dimensión para completar una tarea tan sencilla.
Mientras lo veía retirarse, pensaba cómo podría uno seguir viviendo sabiendo que es un estorbo para cualquier persona que tenga delante. Hasta me daba pena pensar en la pobre mujer que se haya casado con ese infeliz. Aunque más que pobre, debería estar al mismo nivel. Claro que para que haya gente que triunfe o sobresalga en el mundo debe haber también gente a la que le vaya mal o que no sea tan lúcida. Pero siempre hay gente que se va muy por debajo de esos márgenes y que sin embargo, de alguna manera, logra arreglárselas para subsistir.
Cuando estaba dispuesto a volver a mi trabajo alguna falla en el generador causó baja tensión, haciendo que los equipos se reiniciaran. Tiré en el escritorio la carpeta que tenía en las manos y fui al baño mientras esperaba que el equipo volviera a ser usable. 
En mi camino pasé por al lado de Estela, quien miraba sin una chispa de vida en sus ojos dos carpetas en simultáneo, comparándolas, con esos anteojos de marco de bruja del siglo pasado. Mire sus piernas que estaban rozando un paraguas azul colgado en el otro extremo de su escritorio. Creo que con un poco de maquillaje y alguna sonrisa le daría una oportunidad. Siempre estuve seguro de que este tipo de personas, con buenas caricias, deberían explotar su lado sexual ante la primera persona que les diera un poco de atención. Intenté mirar dentro de su pollera pero por la poca luz no pude ver mucho así que continué al baño. 
Al volver a mi oficina, pasé mis ojos por el escritorio de Pamela, quien tenía nuevamente su escote abierto."Solo puede significar una cosa", pensé. Fui hacia mi escritorio, tomé la carpeta de Rubén y volví hacia Pamela. “Te pido por favor si revisas esto también, no debería llevarte más de cinco minutos” le dije, y la apoyé en el borde del escritorio, hacia mi lado. Ella se levantó levemente para tomar la carpeta. Y pude ver mejor su escote. Sus ojos pasaron apenas sobre mí y, al sentarse, noté el rastro de una mueca de sonrisa en su rostro. "Podría no serlo, pero estoy seguro de que sí", pensé. Miré levemente hacia abajo y vi que estaba duro. Sin haberlo notado, mi pito se había puesto como una roca y  se marcaba en el pantalón. Nunca me sentí un dotado por mi tamaño pero su forma curva hacia que fuera particularmente fácil de notar sobre los pantalones. Incluso Jeans. “Así que por eso la sonrisa", pensé. Y eso me hizo excitar más. Ella ojeó la carpeta. “¿Para mañana está bien?” me dijo, mirándome de una forma que encontré provocativa. "Ella sabe que me gustan las cosas hechas cuando las pido, así que seguro quiere provocarme" pensé.
“Está bien, para mañana entonces, igual si necesitás ayuda, me avisás” le dije. Era claro lo que le estaba diciendo. Cualquier persona entendería tal insinuación. “Gracias, si necesito ayuda se lo haré saber” me dijo. Y esta vez no cerró el escote. Y otra gota recorría ese valle de lujuria. Me dirigí hacia una impresora que estaba detrás de ella y tomé unas hojas en blanco. Al pasar cerca le acaricié el hombro, muy suavemente. “Perfecto, hacémelo saber” le dije. 
Volví hacia mi escritorio, me logueé nuevamente en la computadora y continué trabajando, aunque con mucho esfuerzo. Solo podía pensar en ese sudor entre sus tetas, en ese juego de palabras, y en mi pito duro. Mientras trabajaba, lentamente me tocaba el pantalón, acariciándome. Se sentía muy bien. Y con el calor de verano y humedad del lugar, todo se volvía sensible. Mi mente corría haciendo millones de cálculos sexuales por segundo. Era mucho más rápido que la vieja computadora que tenía delante. Podría procesar todos los datos de esta empresa en un segundo con mi cerebro en este momento. 
Noté entonces una sombra en la puerta. “Hasta mañana”, dijo Estela, sin siquiera detenerse a esperar mi respuesta. “Gracias por todo” le respondí de la forma más amable posible mientras sostenía mi pito duro en el pantalón. No creí ella haya notado nada, ni siquiera le interesaría tener mucho contacto visual con nadie. 
Volví a mirar mi trabajo en la pantalla. No me quedaba mucho pero no podía focalizarme en él. Miré hacia donde estaba Pamela y ella bajó la mirada. “Estaba mirándome”, pensé. "Estoy seguro de haber visto que bajaba la cabeza. ¿Sabrá lo que estoy haciendo con mi otra mano?".  Si lo sabía era porque estaba interesada en mirarme y solo se detuvo porque yo levante mi mirada. 
“Estamos solos”, pensé de repente. No hay nadie más que nosotros en este piso, en esta oficina. Una carga erótica enorme se me vino encima. La luz de un relámpago iluminó mi oficina como una señal del exterior que me  guiaba con la luz. Me levanté y comencé a caminar hacia ella. Mi boca se secó de repente, y tuve que humedecerla con mi lengua. Hice el mismo movimiento: irme detrás de ella a la impresora. La mira desde allí. “Me ponen tensos estos días en la oficina”, le dije mirándola. Ella, sin darse vuelta, asintió con la cabeza. “A mí también pero quiero hacer todo lo posible” me dijo. “Hacer todo” pensé. Todo. Comencé a escuchar como empezaba a llover, como golpeaban las gotas contra los inútiles aires acondicionados que estaban allí en este momento, sin usarse.
Me acerqué a ella lentamente. “Entiendo, no me gustaría que te estreses”, le dije, y puse mis manos en sus hombros. No dijo nada. Comencé suavemente a masajear sus hombros, con mucha calma. Podía sentir la transpiración de su cuerpo a través de la tela de su camisa. Tenía la sensación de que podía oler su sudor en ese momento. Me acerqué un poco y apoyé mi pito duro, marcado por el pantalón, en su brazo. Movía levemente mi pelvis. Se sentía muy bien. Ella había dejado de tipear y estaba quieta, sin decir ninguna palabra. Imaginaba lo mojada que debía estar por la situación. Froté más mi pene contra ella.  Suavemente, comencé a deslizar mis manos, haciendo movimientos con las yemas de los dedos, masajeandola hasta su escote. Sentí apenas un leve sacudón en su cuerpo. “Esa excitación contenida que debe tener está a punto de explotar” pensé. Entonces levemente fui introduciendo mis dedos en su corpiño, hasta sentir la rugosidad de su pezón, firme, duro. Era una hermosa sensación sentir su forma puntiaguda. La lluvia sonaba más fuerte, cuando sentí unas gotas en mi mano. Mire hacia arriba, buscando una gotera o algo que lo explicara, cuando escucho el sonido de una carpeta detrás mío golpear contra el suelo. Al girar mi cabeza, vi a Estela con el paraguas en su mano, mirandonos. Pamela se levantó rápidamente, sollozando, respirando de forma entrecortada. Agarró sus cosas y salió corriendo, pasando por el costado de Estela, quien me miraba fijamente, mientras yo aun tenía mi mano en el aire, como si estuviera sosteniendo un pezón o una fruta redonda en ella. 
Entonces Estela sonrió. No podía creer lo que veía. Jamás había observado tal gesto en aquella mujer. Me miraba fijamente y sonreía, con su paraguas azul en su mano. Suavemente giró hacia la puerta y se retiró sin decir absolutamente nada. Todavía procesando en mi cabeza lo que  había sucedido, volví hacia mi escritorio. Podía sentir entonces una fresca brisa por la lluvia entrando por la ventana. Se sentía muy bien. Me senté en mi silla. Olí mis dedos. Tenían el suave rastro de un perfume junto con un aire salado. Mire mi pantalón que aún estaba marcado por la dureza de mi entrepierna. Entonces abrí una pestaña privada en mi computadora, y entré en una página pornográfica. Introduje mi usuario y contraseña, y busqué entre mis favoritos un video de sometimiento. Lo fui mirando mientras me acariciaba sobre mi pantalón, hasta que acabe completamente en ellos. Una eyaculación fuerte, de esas que se sienten a los largo de todo el pene y que viene con mucha carga desde los huevos. Me detuve, estaba muy sensible ahora. Cerré la página. Mire por la ventana como llovía, como limpiaba todo, y en lo refrescante que se debería estar ahí afuera.

2 comentarios - Cortes de Luz

mdzterracota
Interesante relato ¿Cómo sigue? que siga
ARodie
Tiene que haber más, por favor.