Dulce Egoista

Poringuer@s: estoy perplejo. 
Encontré este relato en la compu de mi novia. Me pregunto si ella lo habrá escrito o de donde salió.
En fin, lo comparto. Diganme que opinan.



Esto que les voy a contar me pasó cuando todavía era pendeja. Fue en esa época en que recién comenzás a vivir… conocer… saber realmente las cosas. Fue un gran aprendizaje. Lo definiría como algo que me marco para toda la vida. Puedo decir que terminé (o empecé) a conocerme a partir de éste suceso.

 Yo era una chica común, de barrio. Ya había terminado la secundaria y, mientras esperaba encontrar mi vocación, alternaba en algunos trabajos temporales.
Ya no era virgen por supuesto, tenía mi experiencia, o al menos eso creía. Con mis amigas siempre charlábamos y nos contábamos todo, siempre pasándonos información, sorprendiendonos a nosotras mismas de lo que éramos capaces de hacer. Bueno, no sé si hace falta aclarar que en esos días la libertad no se vivía tan “libremente” como hoy. Pasar de la fantasía a lo concreto era un salto que costaba un gran trabajo, sobre todo cuando haces la secundaria en un colegio de monjas y tu familia te cuidaba de cerca para que no te equivocaras en la vida. Hoy me río de esos conceptos y hasta me dan cierta emoción de ver lo errados que estaban.

Todo pasó un verano, una noche de verano. Hacía un insoportable calor desde hacía varios días y la promesa de una tormenta inminente se notaba en el cielo, pero también en el aire y hasta en la piel. Una de esas fuertes tormentas eléctricas de verano que vienen a calmar tanto sopor y dan un poco de alivio al cuerpo y al alma. Era un miércoles y el plan era visitar a mi novio de aquel entonces aprovechando que sus padres no estarían y que tendríamos la casa para nosotros toda la noche. Era lo que podríamos llamar un plan perfecto. A esa edad, cortos de dinero, disponer de un lugar donde poder estar juntos, desnudarnos, besarnos, descubrirnos, era una oportunidad que no podíamos desaprovechar. O al menos eso creía.

Porque nada ocurrió de la manera en que estaba planeado…

 Déjenme ponerlos en situación: el plan de encontrarme con mi novio y poder estar juntos estaba hecho desde hacía varios días atrás, imagínense ustedes cómo me sentía yo, la carga acumulada. Estaba ansiosa al punto de la desesperación. Hacia como dos semanas de nuestro último encuentro, él se había ido de vacaciones con los padres y había adelantado un día su vuelta con la excusa de estudiar para un parcial que tenía que rendir. La realidad era que volvía para estar conmigo,para poder tener una noche de pasión y entrega total, ja ja ja que boluda! Estando sola ni si quiera me había tocado en esas dos semanas esperándolo, no por falta de ganas sino como una especie de fidelidad. Hoy me río de esas ideas también.Esas cosas me describen con ternura.
 Al margen, cerrando los ojos aun hoy puedo evocar, recordar y revivir las sensaciones que mi cuerpo atravesaba esa noche, esa noche de insoportable calor y de deseo y anhelo contenido durante tanto tiempo.  Esa noche en la que hoy, iluminada por el tiempo, logro verme inocente… desnuda… y cubierta de una dulce ignorancia. Porque si bien dije que tenía ya experiencia en las cosas del sexo, en lo que respecta a SENTIR, eso estaba todo por aprender…

Y esa noche, fue MI primera noche.

Y no fue con mi novio. Y no fue de la manera en que lo hubiera pensado, planeado, ni siquiera imaginado.

La cosa fue así:
 El encuentro sería a la medianoche, así mi novio tendría tiempo de llegar a su casa, darse una ducha y preparar una “cena romántica” que no era más que una excusa para poder cogerme. Ojo! yo no me quejo, yo me dejaba coger. Yo quería coger. Pero lo que descubrí esa noche es que el placer no pasa solamente por coger y que coger no garantiza el placer.
Volviendo al plan, como los padres volverían recién al otro día a la tarde, tendríamos varias horas para pasar juntos.
Ya desde la estación de micros mi novio me llamo a mi casa antes de partir. No existían en esos días los teléfonos celulares como hoy, así que él lo hizo desde un teléfono público. Me dijo todo lo que me había extrañado, como había estado pensando en mí todos esos días y me dijo que me amaba y no veía la hora de estar juntos.

Más allá de toda ingenuidad que hoy puedo percatar, todas esas cosas que él me decía…

En ese momento de mi vida…

Con la fuerte ansiedad que tenia de poder oler su piel y sentir su cuerpo, su calor, su sabor…
A mí me ponían a mil. El corazón inflado, el pulso acelerado. La sonrisa indeleble en la boca y esa sensación que surgía desde el centro de la panza y se extendía como en ondas hacia mi pecho endureciendo mis pezones pero también hacia mi concha. Sentía como se me endurecía el clítoris, y no necesitaba palparme para saber que la humedad que tenía no era solo producto del sofocante calor.

Solo faltaban unas horas, unas pocas horas. Unas horas eternas, insufribles. Tenía que ocuparme en algo o me iba a volver loca.

Decidí prepararme y salir. Me di una ducha de agua fría, la tercera ese día,  para aplacar la calentura y para cambiarme la bombacha que me había quedado empapada.
Me vestí sencilla, ropa interior con una falda corta y suelta, unas sandalias y arriba solamente una musculosa.Quería estar lo más cerca posible de la desnudez para el momento del encuentro y además, por qué negarlo, hacía mucho calor para usar corpiño. Me armé  una pequeña cartera con los puchos, un encendedor, unos chicles, preservativos, la bombacha de repuesto, una toallita femenina y algo de plata suelta y salí.
En la esquina de casa estaban las chicas, siempre nos juntábamos ahí porque hay una placita y porque enfrente había un kiosco y se podía comprar cerveza fresca para poder sobrellevar la espera y el clima agobiante.
Así hice tiempo, charlando,tomando, cagándome de la risa con mis amigas que me cargaban por la forma en que se me marcaban los pezones a través de la ropa. Y sí, que quieren yo esa noche estaba totalmente entregada a disfrutar. Ésa era mi noche, lo sentía. No me importaba nada. Lo sentía en mi cuerpo, lo sentía en mi mente, era algo queme traspasaba…Y Casi nada faltaba ya para que mi expectativa se cumpliera,aunque no cómo lo esperaba.

Les conté que estaba por llover,era inminente. El aire estaba muy pesado, el calor no podía aguantarse más. Se veían en la oscura noche los rayos intermitentes que amenazaban o auspiciaban con una lluvia que apagaría tanto calor.
Cuando faltaba poco más de media hora me empecé despedir de las chicas que me deseaban suerte entre risas con frases como “usa forro, no seas boluda”, “no te vayas a atragantar con tanta leche contenida” o las más experimentadas “no te le tires con todo de entrada porque si no la noche te va a durar 2 minutos ja, ja, ja” Qué guachas, cómo si yo pudiera contenerme, pensaba.

Así arranque a caminar, serían unas 10 cuadras que me separan del destino pensado, pero casi la mitad las queme separaron del destino que a mí me esperaba. Y tengo que decirlo: por suerte…
La medianoche se acercaba, el calor golpeaba fuerte. La lluvia amenazaba con caer en cualquier instante. Y en el trayecto, en el que yo avanzaba con rapidez motivada por la alegría, el deseo (y también por el temor de estar andando en medio de la noche por calles aparentemente vacías), sucedió lo inesperado.

De pronto, la luz se cortó.
Fue un apagón repentino y se extendía hacia todos lados donde pudiera mirar. Mi corazón agitado porque venía caminando rápido pero también por el deseo y la ansiedad que tenía por ésta noche de placer, empezó a latir fuerte también por el miedo.

Estaba sola, en medio de la calle desierta y no veía nada. No podía moverme, estaba paralizada. Por suerte un fuerte rayo que me erizó la piel iluminó unos segundos un portal hacia donde pude acomodarme para cubrirme de la lluvia que empezó a caer suavemente en ese momento.
Era muy extraña la sensación,tenía miedo pero todavía hacía calor y mi cuerpo me quemaba. Exudaba un ardor de adentro hacia afuera que me dejaba una sensación de estar a flor de piel. Un cosquilleo que me recorría todo el cuerpo: sentía la tela de la ropa apretándome como si unas manos apretaran mis pechos y me acariciaran los pezones, suavemente.

Entonces, en la oscuridad, lo sentí.
Sentí el calor que emanaba. Un calor que no era el mío, pero se fundía con el mío.
Sentí su mano rozándome la espalda. Y en ese tacto sentí que él también sentía miedo.
Entonces percibí su aliento cerca de mi cuello, y oí como me dijo con una voz que era a la vez grave y dulce. Una voz tímida, temerosa pero también fuerte y poderosa:
- si en algún momento algo te disgusta, decímelo y me voy.

Y eso que me dijo me desarmó, mis tensiones se aflojaron. Y el deseo que había estado retenido surgió como la lluvia que, en ese momento, empezaba a caer con fuerza.
A la excitación que mi cuerpo había acumulado a lo largo de los últimos días y sobre todo de las últimas horas se sumaba ahora algo nuevo, algo inesperado: estaba sola, indefensa en manos de un desconocido a quien no podía ver por la oscuridad.
Entonces él me tomo con fuerza los brazos, tiró mis cosas al piso y me inmovilizó contra su cuerpo de forma que yo no podía moverme. Me tenía atrapada, pero sus movimientos eran suaves.Yo podía sentirle la pija muy dura apoyada sobre mi cola y eso aumentaba mi excitación. Esto es difícil de explicar porque yo no me opuse a nada, estaba entregada. Él me sostenía con fuerza, yo no podía hacer nada. Pero tenía su promesa de soltarme si algo no me gustaba y por alguna razón confiaba en eso. Me gustaba jugar ese juego, que no sé si era tal.
Mientras con un brazo me agarraba fuerte, casi al borde del dolor, con la otra mano empezó a acariciarme suavemente. Apoyando las yemas de los dedos, me acaricio lentamente. Primero la frente, después la mejilla. Siguió por los labios, el cuello, la parte superior del pecho  y llegó a mis tetas. Quisiera poder describirles lo que esto me provocaba, casi diría que ahora lo vuelvo asentir. Mis pechos estaban plenamente sensibles. Él después de rozarlos fuerte con la mano me levanto la ropa y los dejo al descubierto. En ese momento la temperatura, que por dentro me generaba un hervor que nunca había sentido,  en la calle había empezado a bajar por la lluvia. Y esa sensación del cambio de la temperatura se podía sentir y palpar casi como un tacto, como si no solo esas manos me estuvieran tocando sino como si infinitos dedos me acariciaran. Él sostuvo mis pechos y lentamente los apretaba en un movimiento hacia adelante casi como exprimiéndome, y yo podía sentir la lluvia lamiéndome los pezones.
 No sé en qué momento él me había soltado, pero ahora podía sentir cómo sus dos grandes manos se adueñaban de mi cuerpo, subían hasta acariciarme el pelo y bajaban hasta rozarme la concha y las piernas. Uf!No daba más.
En un momento mis manos buscaron su pija. Entonces metiendo mis manos pude sentir cómo, esa dureza carnosa y húmeda, se erectaba y crecía un poco más.

Entonces, en ese momento, él me sorprendió más de lo que me había sorprendido hasta el momento. Me dijo (y fue casi lo último que dijo):
-Hoy yo no importo. Concentráte en vos.

Y si bien estaba perpleja, en ese momento mi cuerpo entendió todo lo que eso quería significar. Y así como estaba entregada, me deje fluir, en ese vendaval de sensaciones. Me esforcé por tratarse sentir, por dejarme atravesar por el momento, por afinar mi percepción hacia todo lo que pudiera sentir, desde mi cuerpo desde mis manos desde mis oídos y mi boca.
La lluvia ya nos empapaba y sus manos resbalaban apretándose sobre mi cuerpo, casi como punzándome. Para cuando su mano se metió dentro de mi bombacha, ya tenía la concha tan mojada por adentro que no hacía falta lubricarla. Aun así él primero se lamió los dedos después de mojarse con mis jugos y después de tocarme nuevamente acerco su mano a mi boca para que yo también los probara. Ah! Lo cuento ahora y la saliva me llena la boca tanto como esa noche.
No sé cuánto tiempo duró todo.Quizás solo fueron segundos, pero para mí guardan un tiempo indefinido: una eternidad.

Mi cuerpo me exigía tocarme y de pronto todo: sus manos, mis manos, su aliento, la lluvia, el viento, giraban entorno mío para mi propia lujuria.
Junto con el mayor trueno de la noche llegó mi explosión de placer. El mismo que, al recordarlo ahora, me hace latir la concha otra vez.

Cuando todavía me abatían los espasmos, él me apoyo los labios sobre mi boca y me besó rozándome apenas con la lengua. Dijo:- Gracias. Y se fue.

Nunca supe quién fue, nunca supe cómo era. Él fue solo el motor, el músculo, el generador del mayor orgasmo de mi vida.

Tardé no sé cuánto tiempo en poder reaccionar. De pronto la lluvia paró y la luz volvió. Entonces empecé a caminar. Por inercia fui directo a mi casa. Llegué toda mojada. Entré a mi habitación y me saque la ropa. Agarré el teléfono, lo llame a mi novio y le dije que no iba a poder ir: - mañana te explico.
Corté y me quedé dormida.

Hay veces en que me pregunto sino fue todo un sueño. Pero fantasía o realidad, esa noche descubrí que en el sexo hay que ser un poco egoísta. Y que ese egoísmo también puede generar algo fuerte en el otro. Desde esa noche, en lo que a disfrutar respecta, no volví a preocuparme más que de mí. Porque haciéndome cargo de mi propio placer, siempre logre que mi compañía disfrutara a pleno.



Semanas después, ordenando,encontré la carterita que había usado aquella noche, tirada en un rincón bajo mi cama. Entre las cosas que contenía y que la lluvia había mojado, encontré una tarjeta que  contenía una borrosa dirección de mail y nada más. Me pregunté si esa tarjeta sería de él. Y me pregunte, también, si yo quería averiguarlo…
 
 



.

Continúa acá:

http://www.poringa.net/posts/relatos/3562478/Mi-mujer-me-dejo-violarla.html

1 comentario - Dulce Egoista