Amores y desamores en el Buenos Aires colonial. Cap. 2

Continuamos con esta saga, si te perdiste el capitulo uno buscalo acá:
http://www.poringa.net/posts/relatos/3529400/Amores-y-desamores-en-el-Buenos-Aires-colonial-Cap-1.html


El carruaje se detuvo en la puerta de la Catedral. Dos esclavos corrieron a su encuentro extendiendo unos tapetes para que la novia no pise el barro. Lo peor de la aldea eran sus calles, todas de tierra obvio, arruinadas por los carros, las lluvias, los caballos.... intransitables ya desde esos viejos tiempos.
Detras bajó su padre y la tomó del brazo. Bajo la mantilla que cubría su rostro la joven tenía una mirada triste, la misma que llevaba desde la partida de su amado teniente. Su vida sin Rafael no tenía sentido y si bien, por su fe no pensó en suicidarse, podríamos afirmar que poco le importaba su casamiento arreglado.
Un organo llenó de acordes el templo cuando los dos entraron. Todas las mas fuertes familias (los demas contrabandistas!) estaban presentes. Junto al altar la esperaba el novio y el ovispo para celebrar el matrimonio.
Maria estaba en modo automático, siguió la ceremonia en ese estado y también estuvo así en el almuerzo organizado por su reciente esposo en su mansión.
Almuerzo, musica, algunos bailes y buenos vinos traidos de Francia, que estaban prohibidos en la colonia pero bueno, ya les conté como era la cosa...
Ya a la tarde, promediando la fiesta, Maria comenzó a darse cuenta en lo que había cambiado su vida. Ahora era una mujer casada que debía complacer a su marido y darle una descendencia. Era inmensamente rica para la época y no tendría mas preocupaciones que esas. No era lo que quería para su vida, pero esa vida que había soñado se había ido para siempre de la mano de su amado Rafael.
Los invitados se fueron yendo y fue llegando el momento en que la pareja iba a quedar intimamente sola.
Maria se retiró a su cuarto con su esclava cuando su marido le dijo:
- Mañana devuelves esa esclava a tu padre. En esta casa hay suficientes esclavos como para atenderte y no necesitamos esclavos prestados.
De nada sirvieron las explicaciones que le dió Maria sobre que esa negra cuidaba de ella desde niña y que el padre se la había cedido de buenas ganas, el orgullo de Arnulfo era muy grande y Maria no podía hacer otra cosa que obedecer.
La negra ayudó a Maria a cambiarse y preparo su desnudo cuerpo con un exquisito perfume y un camisón de muy fina tela. Luego dejó sola a María y se acomodó en un pequeño lugar destinado a la esclava de la señora.
Arnulfo llegó y pidió a María que le ayude a quitar las botas.
- Ven aqui mi bella esposa...
La besó babosamente y comenzó a manosearla. Besó sus pechos, pequeños y firmes, luego se quitó los pantalones e hizo arrodillar a María. Su verga no era muy larga pero si era muy gruesa y venosa y se la hizo tragar a su esposa que no le alcanzaba su pequeña boca para abarcarla.
- Chupa esposa mia, que esto nos gusta a los maridos.
Maria intentaba obedecer entre toses.
- No importa...ya aprenderas.
La hizo parar y terminando de desnudarla la arrojó a la cama y se le fue encima.
Besó y chupó sus pechos y despues bajó hasta su concha diciendo:
- A ver a que sabe el coño virgen de mi esposa.... antes que deje de serlo.
Y metió toscamente su cabeza comenzando a lenguetear su concha, que como sabemos no era virgen, pero la joven tenía una estrategia enseñada por su esclava para que el marido no sospeche.
María no fue indiferente a la estimulación de esa lengua, pero ni punto de comparación con lo que habia sentido con Rafael.
Trató de disimular con unas caricias a la tosca cabeza de Arnulfo y algún suspiro de placer.
Este se retiró satisfecho por lo logrado y le dijo:
- ¿ Te gustó? Ahora vas a saber lo que es tener a un verdadero hombre adentro.
Y colocandole la cabeza de su pija sobre la entrada de la concha se dejó caer enterrandole toda la verga de golpe.
Maria, que tenía planeado mostrar dolor como parte del plan para ocultar que ya no era virgen, gritó de dolor de verdad por la brutalidad con que fue penetrada por el marido.
Este comenzó a bombearla y María casi olvida su segundo truco por el desagrado que le daba ser cogida de esa manera.
Pero en un momento lo recordó y pinchó su dedo con un alfiler de pelo oculto bajo la almohada.
Pronto la sangre brotó y pudo ensuciar un poco con ella su concha antes de que su marido acabara.
Este se levantó de la joven y miró su concha. De ella fluía su leche espesa y un poquito de sangre. Feliz y satisfecho le dijo a su mujer:
- Gracias por el regalo de tu virginidad. Y te voy a seguir cogiendo para que nunca olvides esta noche.
Pronto el bruto hombre estuvo listo y siguió cogiendo a Maria. Esta, desplomada en la cama, recibia los embates de su marido con mucho dolor.
Dos o tres polvos más tuvo que soportar María.
Tirada en la cama, dolorida por los envates, nada de placer....
¿Donde quedó el placer y la calentura que sintiera con Rafael?
¿Donde estaba esas ganas de seguir cogiendo por el placer recibido?
En nada se parecía ese sexo al que estaba teniendo ahora. Encima, su brutal marido bufaba mientras no paraba de bombearla y no acababa nunca porque ya lo habia hecho varias veces.
Por fin el suplicio terminó y entre algunos estentores dejo sus ultimas gotas de esperma en la concha de la joven.
La besó en la frente y se retiró a sus aposentos.
Despues de salir del shock, María, con el cuerpo dolorido, con mucho ardor en la concha, chorreando toda la leche que recibiera y sabiendo bien la vida que le esperaba, lloró amargamente en la soledad de su cuarto.
Pronto entró su esclava a ayudarla, la bañó con agua tibia, la acarició y la calmó. Una hora despues, Maria descansaba en su cama.

Al otro día, con todo el dolor del alma, Maria despidió a su esclava que retornaba a la casa de sus padres.
En verdad creo, que aunque la historia que me llegó hable de afecto hacia su esclava, dificilmente fuera una relación de amistad. En la sociedad del 1700, si bien mucha gente trataba bien a sus esclavos, no había sentimientos de igualdad. Si los amos eran buenos, los trataban bien, pero el esclavo era esclavo. Era algo de su propiedad y estos debían servir al amo. Si o si. Esto no estaba mal visto. Era asi y punto.
Quizas lo que le ocurrió a Maria era la necesidad de aferrarse a alguien conocido ante esta adversidad.
Satisfecho por haberse desprendido de la esclava ajena, Arnulfo buscó una esclava para su mujer y le trajo a Teresa.
María la vió y la aceptó. Esta muchacha mas o menos de su edad le dió confianza.
Teresa estaba triste porque le habían llevado a Juancito, su hijo, al campo. Pero esa tristeza no le impidió darse cuenta de la suerte con la que corría. Ser la esclava personal de la señora le daría varios privilegios, mejores que los que tuvo el corto tiempo en que fué la favorita del capataz.
Se dió cuenta tambien que su joven ama tenía también un dejo de tristeza y le dió algo de compasión.
Ninguna de las dos supuso que lo que ocurriria esa noche las uniría para siempre.

Arnulfo ingresó, como la noche anterior, en los aposentos de su esposa. Mientras la desvestía le dijo:
- Eres mi esposa, me perteneces. Pagué a tu padre una muy buena dote, mucho mas de lo que cualquier padre de la aldea desearía por sus hijas.
Mientras decia eso comenzó a chupar nuevamente sus tetas y luego bajando fue a su concha a comersela como la noche anterior.
Esta vez fueron mas profundas sus lamidas, tanto que la joven comenzó a disfrutarlas de veras. Maria comenzó a pensar que quizas las cosas comenzaban a cambiar, pero el marido continuó diciendo:
- Que bueno oirte disfrutar porque como te decía, pagué una muy buena dote por ti y por lo tanto me perteneces ..... cada agujero tuyo me pertenece.... y todavia me falta tomar uno.
Dicho esto la tomó por la cadera y la dió vuelta, comenzó a lamer su culo y a la joven le gustó. Pero luego se incorporó y le apoyó la punta de la verga en ese culo muy cerrado. Este si virgen.
Apretó y metió la cabeza. Maria gritó muy fuerte y le suplicó que la saque pero Arnulfo, riendo comenzó a meterle esa gruesa pija más y más.
Maria lloraba y gritaba de dolor.
Arnulfo reía.
Teresa estuvo dos o tres veces por entrar a defender a su ama pero sabia que eso era en vano y que solo encontraría la muerte por intentarlo.
Arnulfo cogió fuertemente a María que seguia llorando y suplicando a los gritos. Este le lanzó dos o tres bofetazos para que se calle sin resultado.
Despues de unos minutos acabó dentro de la joven, que seguía en un mar de lágrimas.
Un poco arrepentido de la situación pero satisfecho por lo logrado, se retiró a su habitación.
Teresa entró al cuarto para atender a María. La encontró tirada en la cama en estado de shock. Su culo sangraba, la bestia de su marido lo había desgarrado.
Teresa traía unas hierbas, estaba segura de lo que encontraría cuando oyo gritar asi a su ama.
Masticó las hierbas e hizo una pasta con ellas. Aplicó ese ungüento y a María le ardió.
- Tranquila amita, yo la voy a curar amita -le repetía-
Poco a poco fue calmando y limpiando a Maria. La acarició y logro calmarla. El empasto hizo su efecto desinflamando y calmando.
La negra le dijo a Maria:
-Amita yo la voy a cuidar siempre, usted no se preocupe amita, siempre voy a estar, yo la voy a cuidar con mi vida.
La acarició hasta que se durmió. Se quedó toda la noche velando por su ama.
Quizas el verla tan desprotegida ante el bruto de su esposo, quizas le hizo recordar a ella misma en su desventura con el capataz... no se.
Lo que se es que la negra se juró ayudarla y no abandonarla en su triste destino.
Ese juramento cambiaría la vida de todos para siempre.
Continuará

6 comentarios - Amores y desamores en el Buenos Aires colonial. Cap. 2

Lady_GodivaII +1
sigue muy buena la historia
masitasexxx +1
Gracias! Cada vez mas interesante!
bostera75 +1
El truco del dedo pinchado para simular que era virgen, no lo tenía. Muy buena la historia así.
masitasexxx
Jaja.... cuantas estaran tomando nota del truquito!!! ¿ Vos?
Si-Nombre +1
Excelente muy bueno gracias por compartir
masitasexxx +1
Gracias!!!
masaviey +1
otro excelente relato,me gusta como lo ambientas eso le da un escenario,si cabe,mas especial,van 10
masitasexxx
Gracias!!!