De vuelta a casa...Natasha

Aún recuerdan a Natasha: la hermana mayor de Aliena, madre de dos hijas de diferentes hombres, y propietaria de nada más que tangas en su cajón de ropa interior? Después de mudarme de su casa, perdí toda esperanza de cogérmela alguna vez.  Su descripción hace pensar a cualquiera de lo zorra que debe ser en la cama. Y la verdad es que no se equivocan.
Aún en la universidad, seguía en contacto con Aliena, viéndola de vez en cuando por poco más de unos minutos; sin que esos encuentros terminaran en una buena cogida, lamentablemente. Fue ella quien me dijo que Natasha necesitaba ayuda con unos proyectos de arquitectura para su trabajo. Por aquel tiempo, iba iniciando el semestre y para cumplir con los requisitos administrativos, teníamos que rendir un servicio profesional relacionado a la carrera.
Gael, otro amigo y yo fuimos a un café famoso en la ciudad para discutir las tareas de cada quien. Se me asignó la remodelación de una casa. Para no aburrirlos, no les contaré de qué iba. En fin. Le entregué mi propuesta y ella lo presentó al cliente. Al cabo de una semana, recibo un mensaje de ella, diciendo que había que modificar algunas cosas, y que por eso, quería que fuera a su casa para pulir el proyecto lo más rápido posible, ya que ella iba a salir del país y solo ella sabía a ciencia cierta las peticiones del cliente.
Les juro que sin la más mínima intención de pensar que era mi oportunidad para cogérmela, le dije que sí, que iba a su casa sin problemas. Agendamos la cita y fui a su casa. Al entrar no pude evitar rememorar todo lo que viví ahí. Allá me había cogido a Aliena, allá también. Una vez en el baño. Una vez en la mesa de la cocina, algunas en mi cuarto. Bajamos a su estudio, expusimos algunas ideas, y nos pusimos manos a la obra a trabajar.
Pasó el tiempo. Platicábamos naturalmente sobre el trabajo. La verdad es que a pesar de vivir juntos, nunca platicábamos más allá de un hola, como estas y hasta luego o adiós. No había confianza, vamos; talvez eso hizo que no pensara en cogérmela esa tarde. Sin darnos cuenta, nos dieron las 8 de la noche, y es que en el horario de verano, el sol comienza a meterse hasta esa hora.
“…si quieres te puedes quedar, ahí todavía sigue la cama de Gael” Me proponía a la vez que nos dábamos cuenta que ya era noche. La zona donde ella vive no es muy conflictiva, pero el recorrido a pie sí. Largos callejones tenia pequeños lugares donde los maleantes se podían esconder con facilidad, y eso eran noticias recurrentes. Por eso, ella me invitó a quedarme en el mismo cuarto donde una vez renté. JURO y JURO que a estas alturas aun no pensaba en que terminaría.
Terminé por aceptar. No había forma de irme en taxi. La zona no recibía mucha afluencia de tráfico, motivo por el cual no pasaban ni taxis ni camiones urbanos. Dejamos las cosas del trabajo y subimos a la cocina. Ella se preparó un café y yo solo un té de manzanilla. No me gusta el café. Por primera vez comenzamos a platicar con el fin de conocernos un poco. Hablamos de la universidad, del tiempo, de arquitectura, y de otras cosas que no sé porque me llevaron a preguntar algo siempre me daba duda.
“Entonces conociste al papá de tus niñas en la universidad?” Pregunté con dejo disimulado, en definitiva siempre pensé que era un tema sensible. “Papas de hecho.” Fue ahí donde me enteré que eran dos hijas de diferentes hombres. Los siguientes minutos pasó contándome como conoció a uno en una salida clásica de jueves. Al otro, lo conoció en un viaje de diversión a Tulum. Claro que evitó los detalles de cómo se la cogieron, pero en mi mente comenzaron a aparecer escenas de como se la estaban cogiendo para hacerle dos hijas.
“Yo también te hacía dos hijas, Natasha” Pensé para mí mismo, mientras mi verga se ponía dura por debajo de la mesa. “aaaay pero uno aprende de sus errores claro. Pero ellas son todo lo que mueve mi mundo.” dijo sacándome de mi trance imaginativo. “Pero te haces responsable, eso es bueno.” JURO y JURO que aún no pensaba en pretenderla esa noche.
Entre más chacharería de plática y plática ella propuso regresar al trabajo, a la vez que regresaba las tazas al fregadero. “aaaay, ni modo. Al trabajo.” Reafirmó. “Pues sí, ni hablar.” Le contesté. “Puro trabajo, de veras que ya me hace falta un buen desestres.” JURO y JURO que fue hasta este momento que pensé en lanzarme a seducirla, y es que, en un ambiente de puros hombres en mi casa, uno se acostumbra a hablar en doble sentido todo el tiempo, y la palabra desestres era usada para decir una buena cogida.
“Siii, estaría bien. Si quieres yo te ayudo.” Ofrecí a la vez que me levantaba de la mesa. “A que me ayudas?” Contestó ella mirándome incrédula. “jajajaja un desestres, decías no?” expresé entre risillas. “Hablas de…estas seguro?” alegó Natasha. “Pues si, no? Ya trabajamos mucho, no estaría mal un pequeño descanso.” Ella lo pensó por algunos segundos mientras yo me hacía el occiso disque enrollando mi servilleta sucia y tirándola en la basura de la cocina. “Bueno. Dame cinco minutos. Ahorita te hablo.” Terminó a la par que subía las escaleras.
Me senté sobre el sillón. Pensando en ir corriendo a la tienda a comprar condones. Pronto deseche la idea creyendo que ella tendría condones guardados. Y espero por algunos minutos desesperados por subir. “&$%#$”$,ven.” Llamó. Casi como si alguien me pudiera ver, subí las escaleras lentamente, como disimulando que no tenía urgencia por llegar y que no pensaran lo contrario. Me dirigí a su cuarto. Un lugar que ya conocía perfectamente.
Ahí estaba ella. Recostada de lado sobre el borde de una cama donde ya me había echado antes a masturbarme con sus tangas en mano. Vestía un conjunto de encaje negro. Muy bonito. Dejaba transparentar la mayoría de sus carnes, tapando únicamente los puntos más importantes.
“Si me vas a ayudar a desestresar, me vas a ayudar bien” Masculló a la vez que se sentaba y abría las piernas invitándome a entrar. Me acerque a ella, de frente a su labios. Comencé a besarla lentamente mientras yo aún estaba parado. Rápidamente puse una mano sobre sus pequeños senos, palpando el pezón que ya se marcaba sobre el brasier.
Haciendo un movimiento ligero, ella me apartó, llevándome aún más al borde de la cama. Con un gesto minúsculo insinuó que me pusiera de rodillas frente a ella. Lo hice sin rechistar. Sus manos ya estaban sobre si tanga, a la altura de vagina, manoseándose rítmicamente. Yo entendí lo que quería.
La verdad nunca había mamado una vagina. Pero iba a esforzarme. Hice a un lado su tanga, y comencé por lamer su clítoris. Inmediatamente ella empezó a suspirar. Succione su clítoris un poco y lo estimulé con mis labios.  Baje un poco más, a la entrada de peluda pero bien recortada vagina. Lamí sus bellos labios. Lamí la entrada de su vagina, y luego metí mi lengua.
Nunca había participado de un oral vaginal, pero me gustaba. El sabor semi amargo de sus jugos era placentero. Oír sus jadeos por solo chupar su vagina era aún más estimulante. Me levante y la empuje hacia atrás, ella entendió la idea recorriéndose hacia dentro de la cama. Se acostó sobre su espalda. Levanto las piernas y yo quite su tanga. La sostuve un poco en mis manos, mientras la olí un poco recordando los días.
Me acosté sobre mi panza, pegando mi cara a su vagina. Y continué con mi labor. En esa posición era más sencillo chupar e introducir mi lengua en mi vagina. Alternaba entre cogerla con mi lengua y succionar su clítoris con mis labios. Ella no podía evitar arquear su espalda cada que la estimulaba. Jadeaba y jadeaba a la par que a mi incentivaba más a seguir.
Al cabo de un rato, introduje un dedo en vagina. Comencé a moverlo hacia atrás y delante. Algo que pareció gustarle. Hasta al cabo de un momento en que sin querer, arquee mi dedo dentro, y ella pegó un grito de éxtasis. Entendí que se trataba del punto G. Continué presionando ese lugar con mi dedo mientras ella gritaba más y más. “ooooh, si, si, si, siiii!” Le encantaba, y a mí también. Con mi dedo aun dentro, comencé a succionar su clítoris. Ella explotó. Cada succión y movimiento de mi dedo parecía estremecerla al punto que se retorcía, jalaba las sabanas de la cama, meneaba la cabeza frenética.
Me detuve. Me gustaba lo que veía, pero mi pene ya quería conocer su interior. Mientras ella jadeaba, me puse sobre ella, en misionero, dirigí mi pena a ella y…”No. Que no te acuerdas lo que te conté… no quiero otra hija.” Me regaño mientras me empujaba con la mano hacia atrás. “Por suerte para ti…hay otra entrada.” Me invitó a recostarme sobre la cama. Bajo todo mi pantalón si quitarme y se montó sobre mí.
“Natasha?” Cuestione mientras ella me miraba pícaramente. Con una mano sujetó mi pene y lo orientó a la entrada de su culo. Sentí como mi verga presionaba sin éxito, mientras ella hacia movimientos ligeros hacia arriba y abajo. Poco a poco mi verga penetraba su deliciosa ano, y yo tenía el panorama perfecto de como mi miembro se perdía en su cavidad. A momentos era incomodo, el prepucio se jalaba hacia abajo por la falta de lubricación, pero ella lo sacaba y lo volvía a mater.  Su cara expresaba el obvio dolor que sentía al abrir un agujero que no estaba diseñado para eso, pero ella insistía por alcanzar el placer de un buen anal.
Al cabo de un rato, mi verga se perdió en su ano. Estaba dentro de ella. Comenzó a cabalgarme. Primero despacio, luego apretó el paso. Cuando hubo agarrado ritmo que su culo se dilató lo suficiente, yo comencé a empujar hacia arriba cada que ella bajaba. La sensación de su culo era diferente a su vagina. Más apretado, más caliente. La falta de humedad no hacía más que ayudar a jalar mi pellejo hacia abajo, lo que estimulaba el resto de mi pene.
Así cabalgó por un rato, a la vez que gemía con dejo de dolor y placer. Se le veía en la cara. Se detuvo. Pero yo quería seguir, la hice a un lado y la guie para ponerla en cuatro. La jale de forma que sus rodillas quedaran al borde de su cama. Me agache logrando ver su agujero negro abierto y construyéndose. Lamí su culo. Introduje un poco mi lengua y rodee su cavidad anal hasta que me harte.
Pronto volví a meterle la verga. Esa posición permitió una penetración más sencilla. Más ágil. Y arremetí. “uuuuf, así, así, así!!” “Más duro!” “Rómpeme más el culo” gritaba cada vez que empujaba. Yo disfrutaba de oír esas palabras. De lo puta que era y de lo mucho de lo gozaba. “aaaah cógeme asiii” “cógeme!!!” “mmmm” Arremetí tan rápido mientras tus gritos y gemidos iban en aumento.
Termine adentro de su culo. Las sacudidas que mi cuerpo recibió eran tantas que me quede paralizado dentro de ella sin poder moverme. Hasta que terminaron y logré sacárselo. Aún un poco duro, ella se dio la vuelta y comenzó a chuparme la verga limpiando el resto del semen con su lengua. Cuando terminó, se echó sobre la cama, aun jadeando, con las piernas abiertas y el culo bien abierto. Un poco de mi leche comenzó a salir y escurrir sobre sus nalgas.
Me acosté a su lado. Satisfecho. Sin energía alguna. Sentí desfallecer. Siendo llevado al mundo de los sueños. Pero me vi interrumpido. “Parate, hay que lavarnos.” A regañadientes, la seguí de la mano al baño. Prendió la regadera, yo solo observé como aseaba su culo sacando mi leche. Su ano se abría y se cerraba por el esfuerzo que sus esfínteres hacían al intentar drenar mi semen. De no ser porque recién había terminado, me la hubiese cogido ahí de nuevo ante tan lasciva escena.
Después, lavó mi pene con jabón. Como era de esperarse, ya no logró ponerse erecto. Acabamos. Nos secamos y nos vestimos. Y cayendo antes los brazos de Morfeo. Dormimos de cucharita toda la noche.
A la mañana siguiente todo continuó con naturalidad. Le expresé lo mucho que lo disfrute y ella también. Expresó que ya le hacía falta un buen desestres. Y me dio las gracias con un beso de lengua que logro volver a pararme la verga. Sin embargo, tenía que correrme, su mamá con sus hijas iban a llegar por la mañana.
Esta ocasión no me quede con ganas de nada. Le comí la vagina y el culo. Le rompí el ano que alguna vez soñé con romper. Debo admitir, que creo que es las ocasiones que más he durado cogiéndome a una mujer, incluso, talvez una de las mejores experiencias que he tenido.
Nunca me la volví a coger. Claro está. Pero de veras, que con ganas, no me quede. Vaya que delicioso anal me di esa vez.

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