El Amor de mi vida, mi prima Ana - 2

Siempre me he considerado un caballero por lo que no podía decirla que no. Y me moría por hacérselo. Deseaba fundir mi cuerpo con el suyo y quedarnos así por siempre. Seguíamos besándonos mientras retrocedía hasta la cama donde me tumbe de espaldas. Ana tardó poco en tumbarse sobre mí y mientras me seguía besando, jugando ya con nuestras lenguas, bajó una mano para agarrarme la polla y guiarla a la entrada de su empapada gruta. En cuanto sitió el glande metido en su rajita quitó la mano y dejó que me fuera introduciendo en su interior por medio de los movimientos de cadera que ella hacía. La dejé hacer a ella consciente del gran tamaño que tengo para que controlara cómo y cuánto de carne se metía. Lo único que me atreví a hacer fue despojarla de la poca ropa que portaba para dejarla tan desnuda como estaba yo y acariciarla la espalda, costados, pechos, pezones y toda la cantidad de piel al alcance de mis manos.
La sensación de su coñito envolviendo mi miembro… en una palabra: magnífica. Notaba que entraba muy bien dentro de ella pero a costa de lentos movimientos y apretándomela de una forma deliciosa. Ella emitía pequeños jadeos mezcla de placer y de lo que la costaba meterse mi tiburón dentro. Pero Ana no cejó ni paró hasta que sus labios se pegaron a mi pubis señal inequívoca de haber conseguido empalarse completamente en mí. Eso sí, yo notaba una sensación en la punta de presión por lo que sospecho que la punta debía estar tocando, o estar muy cerca, el cuello del útero.
Lo que sí que me sorprendió fue que Ana, cuando notó como la toqué el fondo de su vagina se corrió. Exhaló un grito ahogado sonando sólo el aire que salía de los pulmones y su coñito apretaba mi polla por las contracciones del orgasmo. La forma tensa pero relajada de su placer me encantó. Se veía preciosa, más aún de lo que ya es. Se veía salvaje, apasionada, entregada. Para alargarla ese orgasmo me empecé a mover un poco lo que aumentó sus sensaciones. Me arañó el pecho al engarfiarse sus manos sobre mi pecho mientras cerraba los ojos que, hasta ese momento, había mantenido abiertos y mirándome los míos.
Cuando su cuerpo quedó laxo me paré. Dejé que se recuperara lo que la llevó unos minutos. En ese tiempo no paramos de besarnos. Eran besos lentos pero intensos. No había prisa porque desde ese día nada ni nadie nos iba a separar.
– Estoy lista, mi amor. Ahora necesito que me des caña.
*****
No puedo explicar cómo me sentía con la enorme porra de Adri en mi interior justo después de correrme, simplemente por haber sentido cómo me llenaba. Tenía alguna pequeña molestia, sin duda por el enorme esfuerzo que tuvo que hacer mi cuquita para tragarse todo ese tremendo falo y llegarme donde nunca nada antes había llegado. Definitivamente la polla de Adri era más gorda y más larga que el calabacín de mis juegos. Me llenó le vagina entera. Noté perfectamente cómo golpeaba al final de la misma. Pero era genial.
Me sentía genial. Íbamos a hacer el amor. Lo había sentido cuando me miró y cuando me limpió las lágrimas que había derramado por la ansiedad de no tenerle, por no soportar que pasara ni un día sin ser suya y él mío.
Eso fue lo que me hizo salir de mi alcoba tras ponerme lo primero que pillé. Tenía que hablar con él, decirle lo mucho que lo quería y saber si era correspondida definitivamente y, sobre todo, si sería capaz de superar todas las trabas con las que, sin duda, nos encontraríamos si le conseguía. Antes de entrar me asaltó un pequeño ataque de ansiedad. ¿Y si me rechazaba a pesar de todo? ¿Y si el tabú del incesto le echaba para atrás? Eso me aterraba pero decidí que ya estaba frente a su puerta y rememorando la frase de Julio César, "Alea jacta est", a pesar de todo llamé a su puerta.
Cuando abrí estaba sentado sobre la cama con la sábana cubriendo su cuerpo, o más bien, su entrepierna. No sé por qué pero me dio vergüenza en ese momento y bajé la cabeza mientras preguntaba los motivos de mi presencia. Las emociones me desbordaron porque empecé a llorar como una niña. Seguía con miedo, con mucho miedo. Y me quedé bloqueada.
Adrián se dio cuenta que lloraba cuando levanté la cabeza y se levantó preocupado. Me insistió pero no me salía una respuesta lógica. Sólo salió de mi boca mi declaración.
– Adri… ya no puedo más. –dije gimoteando– Es una locura pero no lo resisto más. Necesito que me abraces, que me acaricies, que me tomes… Te quiero.
¡Está dicho! Y el miedo encoge mi alma aún más fuerte. Veo que me mira, al principio sorprendido de lo que he dicho. Pero se me derrite el corazón cuando acaricia mi cara con sus manos para secarme las lágrimas. Me mira con amor, con dulzura. Y no me equivoco porque se acerca a mí para besarme, respondiendo yo tan pronto noto sus labios contra los míos. Me siento ligera. Miles de mariposas revolotean en mi interior y me transportan a un mundo feliz.
No tardo en profundizar el ósculo y le abrazo por el cuello con ambos brazos para lo cual me tengo que poner de puntillas y, como en las más cursis estampas de besos de amor, levanto la pierna derecha poniéndola casi en 90 grados. Adrián me coge de la cintura y consigue que nuestros cuerpos se peguen, como evitando que nos separemos. ¡Dios, me derrito de gusto con sus besos!
Lo que sucede al estar en esa pose es que la camiseta que me puse se ha subido y ha dejado expuesta mi chochito. Y justo ahí es a donde ha llamado la polla de Adri cuando se le ha puesto dura. Siento un latigazo de deseo y no puedo evitar pedir lo que quiero.
– Hazme el amor.
En un suspiro Adri nos ha llevado a la cama, ha hecho que me ponga sobre él y, tan pronto la tuve a mano, me he llevado su masculino miembro al interior de mi coño. He notado el esfuerzo que ha tenido que hacer mi vagina para poder admitir semejante intruso. Adrián me ha dejado a mí el control del proceso y lo he hecho despacio, acostumbrándome poco a poco pero sin dejar de moverme. Y cuando he notado su pubis chocar con el mío y un ligero pinchazo en lo más profundo de mí cuando, sin poderlo evitar ni darme apenas cuenta, un fuerte orgasmo me ha golpeado y me ha dejado cuasi catatónica perdida. Mi chochete ha sufrido espasmos de gozo que no han conseguido más que apretar la dura verga de mi amado primo, verga que me ha dado la impresión de ponerse aún más dura.
Me he vencido sobre él. Me deja recuperarme de las sensaciones y cuando estoy lista, sólo puedo pedir una cosa.
– Estoy lista, mi amor. Ahora necesito que me des caña.
*****
No estaba preparada para lo que he visto al abrir la puerta, a pesar de las sospechas. Ana está tumbada sobre Adrián y ambos están follando. Ana está quieta mientras que Adrián se está moviendo debajo de su cuerpo. Va rápido pero no demasiado tampoco. Parece que se está reservando. De lo que sí que me doy cuenta es de la longitud de sus movimientos. Ciertamente tiene que estar muy bien equipado para que no se le salga de la vulva de Ana que sólo jadea mientras recibe las duras embestidas de su primo.
Pero me doy cuenta de algo. No estoy viendo a una pareja follando, no. Están haciendo el amor. Eso lo veo en que si no se están besando se están mirando con los ojos abiertos y lo que veo en ellos es entrega, cariño,… mucho amor. Paradójicamente esto despeja todas mis dudas. ¿Cómo oponerse a lo que están haciendo? Se les ve entregados el uno al otro, disfrutándose y compartiéndose.
Estoy un rato mirando por el hueco abierto de la puerta. Empiezan a gemir y a moverse más rápido. Se tensan, exhalan, gruñen ambos. Están teniendo un orgasmo estupendo por lo que veo. Tanto que consigue ponerme a mí cachonda perdida. Me subo el pequeño camisón que uso para dormir, salvo el obstáculo de mis braguitas y estimulo mi clítoris mientras ellos terminan de sufrir sus orgasmos y llegan a "la petite mort", ese tiempo después de correrte en el que no tienes fuerza para nada.
Adrián se quita de encima de Ana y se tiende a su lado. Dejo de ver a mi hija pero lo que veo ahora es la leche. Aún en estado de semi flacidez el pene de Adrián es inmenso. Me estremezco al pensar que mi hija ha sido capaz de alojarlo dentro de ella todo entero. Lo veo brillante de jugos, poderoso y perdiendo progresivamente tamaño. Me meto y saco los dedos de mi propia vagina procurando excitar mi botoncito a la vez. Estaba ya calentita antes, ver a los chicos me motivó más y mis dedos me están volviendo loca. Veo que Ana se pone de lado junto a Adri y se acerca para besarse con él. No hablan. Se nota que no les hace falta. Se entienden y se complementan.
Ana lleva la mano a la entrepierna masculina y la acaricia. La mano de mi hija se ve ridícula en comparación al pedazo de carne que sujeta. Creo que aún con las dos manos la sobraría polla que masturbar. Adri gime y veo que vuelve a excitarse a tenor del aumento de tamaño de su mástil. Bendita juventud.
Ana deja la boca de su primo, que protesta. Baja besando el cuerpo de su primo durante el descenso. Se acerca a la gran verga y… el glande desaparece dentro de su boca mientras Adrián suspira. Ana intenta profundizar pero es que veo que no puede. No  está acostumbrada y se la nota. Alberto me decía que yo era una mamadora de campeonato. Me ponía cachonda y me encantaba chupársela e ir controlando los tiempos para que no se corriera. Alguna vez me tiré media hora de mamada sin dejarle terminar a lo que él respondía echándome un polvo salvaje por estar enloquecido que me proporcionaba un orgasmo intensísimo.
Pero a Ana se la notaba la inexperiencia aunque se ve que la suplía con ganas. Adri empezó a suspirar por la felación lo que se ve que animó a Ana que empezó a masturbarle a la vez que metía y sacaba lo que podía del trozo de polla alternándolo con lamidas desde la punta hacia los testículos del muchacho que se deshacía con el trato.
Adri la pidió parar o se correría sin remedio. Ana se puso a cuatro patas y le dijo "Sigue tú" a lo que él se puso a su grupa y, con cuidado pero con determinación, se la volvió a encajar hasta los huevos. Pasó el coito rápido de un ritmo lento a otro desbocado. Ambos trataban de reprimir lo máximo posible el ruido para evitar que los oyera pero yo estaba pelándome el coño con fuerza y velocidad. Estaba cardiaca perdida. A pesar de la poca luz, veía a Adrián con esa enorme polla brillando por los jugos sexuales destrozando a mi niña, veía su bonito culo poniéndose duro en cada contracción al moverse y con la cara perdida por el placer. Veía la bonita figura de mi Ana, con ese culo temblando en cada choque, con los pechos colgando pero duritos y desafiantes que recordaban a los míos en mi juventud (aunque aún se mantienen muy bien, tengo que decirlo) y con la cara desencajada por la tremenda follada a la que la tenía sometida su primo…
Todo esto hizo que mi subida al monte Orgasmo terminara. Mis piernas me fallaron cuando el máximo placer del sexo me golpeó y me tuve que apoyar en el quicio de la puerta, que se abrió un poco más. De la flojera caí al suelo lentamente mientras mi cuerpo sufría pequeños espasmos de placer y reprimía cualquier ruido que me delatara, algo inútil puesto que ellos empezaron a correrse ambos. No quise arriesgarme a que me vieran. Me levanté como pude y con flojera me encaminé a mi habitación.
*****
Me tumbé junto a Ana que se había dejado caer boca abajo. Estábamos recuperando un poco las fuerzas tras los dos combates amorosos que tuvimos. Me hacía gracia la forma en que Ana se movía debido a las cosquillas que la estaba haciendo al acariciarla la espalda, los riñones, el costado, el culo, el… toda su anatomía disponible.
Era feliz. Un par de polvetes alegran a cualquiera pero mi felicidad se debía a la certeza de poder considerarnos a Ana y a mí pareja. La quiero más que a mi propia vida. ¿Cómo no quererla? Es una persona especial; es inteligente, es guapísima, dulce, cariñosa… Tan perfecta que rompieron el molde cuando nació. Estaba mirando su cuerpo brillando por el sudor cuando giró la cabeza y me dedicó una sonrisa tan tierna y cariñosa que me sentí inflado como un pavo real. Definitivamente no podía renunciar a ella.
– Anita, te quiero… –acaricié su rostro y ella suspiró– Pero sabes lo que nos va a costar estar juntos, ¿verdad? Porque de ninguna manera me voy a separar de ti.
– Sí, también he pensado en eso pero decidí que no me importaba enfrentarme a lo que fuera. Me he dado cuenta del hombre que quiero y ése eres tú. Que digan lo que quieran, que comenten, que critiquen, pero necesito amarte y que me ames para seguir viviendo. Me vuelvo loca si te imagino que te fueras con cualquier guarra. –a Ana le cambió hasta la cara sólo por los celos de imaginarse tan improbable caso por mi parte.
Para que se pasase el mosqueo me acerqué a sus labios y me los comí lentamente. Rápidamente Ana me lo devolvió y así estuvimos un rato, a base de besos tranquilos pero con un gran mensaje de fondo. Puse el cuerpo de Ana sobre el mío para poder acariciarla a placer. Me estaba recuperando y sólo con los besos se me estaba poniendo como la pata de una mesa de dura porque a diferencia de Ana yo sólo me había corrido una vez. En esas estaba cuando:
– Adrián, la puerta está abierta. –dijo Ana incorporándose un poco.
Miré hacia ella y, efectivamente estaba abierto como un tercio. Noté que Ana se ponía nerviosa y que intentaba mirar a través de la misma pero por allí estaba más oscuro que la habitación, iluminada por la luz de la luna y de unos pocos faroles de la finca. Con cuidado nos levantamos y miramos por la puerta. Nada. Salimos al salón, a la cocina,… y todo estaba vacío. Nos miramos y no hizo falta que dijéramos nada. Nos volvimos a la habitación para ponernos algo de ropa (Ana la camiseta y yo un pantalón corto) y subimos hacia la habitación de mi tía con muchísimo cuidado para no hacer ruido.
******
Si no me había dado un infarto en este momento no me dará nunca. La subida al cuarto de mi madre se me hizo eterna. El temor de que nos hubiera podido ver en la cama me tenía en ascuas. Lo que me daba los mínimos arrestos de estar tranquila es que, de haber sido así,  el haberse ido indicaba que por lo menos no estaba furiosa. Y Adrián tenía que estar pensando algo parecido porque también le notaba tenso como cuerda de arco.
La puerta de mamá está casi cerrada a falta del resbalón. Ambos nos acercamos y oímos sin temor a equivocarnos que está llorando. Miro a Adri angustiada. Mi madre siempre ha sido una persona alegre y sólo la he visto llorar cuando pasó el accidente y siempre me ha afectado mucho. Es superior a mí y mi impulso me hace abrir la puerta y acercarme a mi madre para intentar consolarla. Se me encoge el alma cuando veo su cara surcada de numerosas lágrimas lo que me hace llorar a mí a la vez.
– Mami, por favor, no llores. Por favor, no… –digo mientras rompo a llorar a su lado.
Mamá me abraza y ambas lloramos a mares. Me rompe por dentro verla así. No puedo ser la causante de esto, me destrozaría… tanto como renunciar a Adrián al que amo con toda mi alma. Ella es la única por la que me separaría de él. Al menos lo podré tener como amigo y primo pero no puedo perder a mi madre. No, a ella también no. Y eso me hace llorar aún más.
– Nos has visto, ¿verdad mamá?
– Sí. Os he visto… haciendo el amor. Os he… visto besándoos,.. Abrazándoos,… –consigue decir entre gimoteos.
– No llores más, mamá. No pasa nada. No volverá a suceder más. No volveremos a estar juntos. –se me parte el corazón en dos mientras lo digo pero es un sacrificio que estoy dispuesta a sufrir por ella.
– ¿Eh? ¿Por qué? –Veo sorpresa en el rostro de mi madre– ¿Por qué dices eso?
– Mamá, amo a Adri pero si eso te hace sufrir… –tengo que parar a coger fuerzas para poder terminar la frase– No puedo perderte, mamá… –vuelvo a llorar– no a ti también.
– No, mi vida. No quiero que os separéis. –hace una pausa como para coger fuerza y sigue. Pero noto que no está tan entera como quiere aparentar– Os he visto amaros y sé que lo que sentís el uno por el otro es sincero y muy bello. Habrá gente que no lo vea bien, pero yo no seré una de ellas y el motivo es porque deseo vuestra felicidad ante todo. Y no creo que la tengáis separados.
– Entonces, ¿ves bien que estemos juntos? –preguntó Adri anticipándose a mi propia pregunta.
– Sí Adrián. Además me alegro mucho que os tengáis mutuamente en todo y para todo.
– Entonces mamá, ¿por qué llorabas de esa forma? –no me puedo reprimir en preguntar porque no me encajan sus respuestas con cómo la veo.
– No es por nada, cariño. Tonterías de madre.
– Mamáaaaa…. Eso no te lo crees ni tú. Dímelo, por favor.
– Que no es nada, Ana, de verdad. Tú no te preocupes.
– ¿Cómo no me voy a preocupar? Creía que llorabas por nosotros pero dices que no ves mal lo nuestro. Entonces, ¿qué era lo que te hacía llorar? –mi madre baja la cabeza y no me gusta nada.
******
Estoy aguantando el tipo como puedo, pero por dentro me estoy derrumbando. ¿Qué la digo a mi hija, que estoy así porque los he visto y me he excitado? ¿O que me han puesto tan cachonda que me he masturbado mientras ellos hacían el amor y me he corrido como una loca? ¿O que me he sentido tan vacía y tan sola que no lo he soportado y que querría haber sido ella para recibir el amor de Adri? ¿Que parece que yo tengo el amor vedado? No puedo. No puedo sacar estos sentimientos de mi interior. Sé lo mucho que Ana me quiere. Y Adrián también. No puedo poner esa losa sobre ellos si no quiero fastidiar su felicidad.
– Que te digo que no es por nada, Ana. Sólo son sensiblerías.
– Mamá, que… –la corto bruscamente.
– Ana, ¡déjalo ya! Te digo que me dejes en paz.
– Pero mamá, ¿qué te pasa? Sé que algo te hace daño y nunca me has ocultado antes nada así.
– ¡¡Que me dejes Ana!! –la he gritado. No he podido aguantar más la tensión y me ha salido un grito.
– No te entiendo mamá. ¿Por qué te quieres quedar con ello sola?
Sola. Sola. Sola… Esa palabra se me clava como un puñal en el corazón. Y me aterra. Siento que una garra helada me atenaza las entrañas y me las retuerce. Sola. Sola. Mis ojos se aguan y ya no puedo más. Empiezo de nuevo a llorar gimoteando. Sola. Sola. Sola. Esa maldita palabra me rebota en las paredes del cráneo y no deja mi mente. Así es como me quedaré. Sola. Sola sin nadie a mi lado. Sola sin nadie que me necesite. Sola sin nadie que me dé lo mismo que deseo dar yo.
Sola… Sola… Sola…
– Mamá. Tranquila, por favor. –Ana me abraza y se une a mi llanto– Mamá, no llores y comparte con nosotros tu dolor. Deja que te ayudemos.
– No… No puedo… No quiero… ese dolor… a vosotros… ¡No! –garra helada, dolor, pena. Todos esos sentimientos me destrozan.
– Mami, por favor, ¿qué te pasa? –levanto la mirada. Ana llora tan desgarradamente como yo y veo infinita preocupación en sus ojos.
– No… Ana… No… Esto debo llevarlo sola…
Sola. Sola. Sola… maldita sea con la palabrita de mierda. Me da un ataque de ansiedad. Noto que no puedo respirar bien, siento presión en el pecho y me mareo. Creo que estoy hasta pálida. Lloro, jadeo, me llevo la mano al pecho. Adri reacciona. Ana no lo sabe pero unas veces, al poco de la muerte de Alberto y Marcos, sufrí algunos de estos fuertes ataques de ansiedad repentinos y él me tuvo que asistir. Se lanza al cajón de la mesilla, saca y comprimido y me lo pone bajo la lengua. Ana mira con sorpresa pues no entiende de qué va todo eso pero no me suelta de su abrazo.
Noto que la pastilla se deshace y que, poco a poco, me va haciendo efecto. Aun así no puedo dejar de llorar quedamente. Ambos chicos me dejan que me recupere en silencio, sin agobiarme, pero sin parar de acariciarme la espalda y el pelo. Hundo la cara en el cuello de mi niña. Ella ha encontrado el amor… y la envidio por ello. Ella estará con Adrián y yo estaré sola. Vuelvo a gimotear y lloro con más intensidad. No soy consciente pero he sido traicionada por mis propios sentimientos. He murmurado algo y los chicos me han oído…
******
Miro a mi madre y creo ver lo que piensa. Nos ha visto a Adri y a mí y quizás también nos ha oído. Y mamá no es tonta. Sabe que estamos decididos a estar juntos contra viento y marea y piensa que la vamos a abandonar dejándola sola porque, mientras lloraba, se ha escapado esa palabra de sus labios varias veces, mostrando que es precisamente eso lo que la agobia.
Debe estar asumiendo que nos iremos a vivir a otro lado para hacer nuestra vida. Y si lo pienso, no me importa que sigamos los tres aunque Adrián y yo seamos pareja. Si la hubiera molestado que estuviéramos juntos lo más seguro es que el sentimiento que tendría sería de enfado, no de tristeza tan extrema.
Pero mientras pienso en esto me doy cuenta de otra cosa. Desde el accidente se ha volcado en nosotros, se ha abandonado en cierta forma a las relaciones con las personas, en especial con otros hombres. Ella no tendría un compañero con el que quedarse cuando nosotros siguiéramos con nuestras vidas. Es cierto que siempre dijo que mi padre fue su primer hombre, su amor de toda la vida y que no quería buscar a nadie porque, inconscientemente, siempre lo compararía con mi padre o él estaría presente en cierta forma y que no sería justo ni para ella ni para el hombre con quien estuviese.
Pero, sin embargo, sí hay un hombre al que quiere con locura. Si hay alguien a quien ella también le gusta. Adri. Miro a mi madre. Siempre ha sido madre y amiga mía. Siempre ha estado ahí para mí. Y ahora se me cruza una loca idea por la cabeza. Pero es genial y soluciona todo.
– Adri, por favor, ¿puedes abrazarla tú?
Lo digo mientras me suelto de mi madre y dejo que Adrián me sustituya. Cuando ella está ya entre los brazos de mi hombre es cuando decido jugármela. ¡Dios! Espero que salga bien.
– Mamá. Si no me equivoco, piensas que nos vamos a ir, ¿verdad? Lo que temes es que te abandonemos, ¿no?
– Sí… –susurra– Sé que tenéis que iros, que es ley de vida… pero no puedo evitar ser egoísta y querer que no pase. Sois mi mundo… y no sé qué… –interrumpo a mi madre porque no puedo seguir viendo cómo se traba por el cúmulo de emociones que tiene.
– Adrián, te voy a hacer una pregunta muy importante y necesito tu sinceridad más absoluta.
– Pregunta… –me contesta muy serio.
– Dijiste que querías encontrar una mujer como yo o como mamá. Imagino que lo dijiste en serio, ¿verdad? –Adrián asiente con la cabeza y sigo hablando– Entonces te quiero preguntar una cosa. Sé que tienes un gran corazón y por lo tanto NECESITO saber ahora mismo si cabrían dos personas y no sólo una.
– ¿Estás preguntándome lo que creo que dices? –me mira muy serio.
– Sí Adri. Aparte de amarme a mí, ¿podrías amar a Beatriz?
Usé el nombre de mamá para ayudar a que la viera como mujer, aunque si le conozco sé que a estas alturas, eso carecería de importancia. Adrián me sostuvo la mirada un par de segundos hasta que mi madre rompió un poco el momento.
– Pero… Ana, ¿qué significa esto? ¿Qué dices?
Mi madre nos miraba a ambos alternativamente y con una expresión de perplejidad que en otras circunstancias podría haber resultado hasta gracioso. Me bastó mirar a Adrián a los ojos, después a mamá y un leve gesto con la cabeza para que Adrián hiciera una ligera afirmación con la cabeza haciéndose cómplice mío.
******
Ana. Mi amada Ana. Siempre generosa, siempre atenta y siempre amorosa. Había detectado el miedo de su madre y había encontrado su solución… que no iba a ser otra que convertirme a mí en el hombre de dos mujeres, de las más importantes de mi vida. Cogí con amor el rostro de Bea haciendo que su cara me enfrentase y deposité un suave beso en los labios mientras aún intentaba hablar, intentando en vano entender de qué hablábamos. Pero ese beso tuvo la virtud de parar su diatriba.
Según ese beso seguía, mi querida tía, mi Bea, se iba entregando. Tardó algo pero pasó desde el parón por la sorpresa, a besarme tímidamente como con miedo, hasta que se entregó totalmente y me lo empezó a devolver cada vez con más ganas. Ana ayudó a que se relajara dando a su madre caricias y besos en el cuello que fueron debilitando las defensas de Bea, ayudando a su entrega.
Cuando ya nos besábamos con ímpetu fue cuando me di cuenta que tan apasionado ósculo había provocado una gran erección y que Beatriz se restregaba contra ella cadenciosamente. Además Ana había avanzado en sus caricias y besos. Acariciaba sin menor reparo el hermoso culo de mi tía, sus costados, sus brazos y toda la parte de la cabeza y cuello a las que llegaba. Además consiguió meter también una mano entre su madre y yo para tocar sus pechos y su ombligo. Entre eso y mis propias caricias y besos estábamos poniendo a Beatriz a punto. Sólo faltó que Ana consiguiera apoderarse del clítoris de su madre y frotarlo enérgicamente para que la llegara el orgasmo con fuerza y violencia. Luego nos confesó que era porque había estado tocándose y aún conservaba parte del calentón. El caso es que tuvimos que sujetarla entre Ana y yo porque se nos caía al suelo.
Beatriz reposaba con la mirada vidriosa en la cama mientras se recuperaba. Ana decidió no quedarse quieta y firmar nuestro romance conjunto. Me hizo tumbar junto a Bea tras dejarme vestido con el traje de Adán y tras despojarse de sus propias ropas trepó desde los pies de la cama hasta sentarse sobre mi endurecida polla que reclamaba por fin atenciones. Entró como se suele decir hasta la empuñadura iniciando un movimiento cadencioso. Notaba como los músculos de su vagina me apretaban y soltaban como si buscase que me licuara en su interior. Pero cuando parecía que llegaba a la cima del placer se relajaba haciendo que pasase la excitación.
Estuvo jugando así conmigo hasta que su madre se recuperó. Beatriz se puso de rodillas frente a su hija y ambas se empezaron a besar lenta pero sensualmente. Verlas así me gustaba pero el chochito de mi tía estaba apenas a unos centímetros de mí y su delicioso olor me embriagaba. Poco a poco me moví sin dejar de ser follado por Ana hasta que conseguí guiar mi cuerpo y las piernas de Beatriz y dejar su rajita al alcance de mi sedienta boca. Comencé una comida de antología. Con mis manos guiaba el culo de Beatriz para que ampliara el arco de movimientos permitiendo que mi lengua pudiera explorar desde su pepitilla hasta el arrugado esfínter anal. Beatriz estaba deliciosa y mi completa aplicación sobre su intimidad la puso rápidamente en un estado de excitación extremo.
Desgraciadamente para mi tía, Ana llegó al orgasmo y sus jadeos y gritos de placer distrajeron a Beatriz lo justo para cortar un poco su excitación.  Ana no pudo aguantarse sobre mí y se echó hacia delante cayendo un poco sobre su madre que la tuvo que sujetar primero para dejarse caer con cuidado las dos a mi lado.
Esto hizo que me liberara del peso que me sujetaba y pude ponerme de rodillas. Ana estaba tumbada boca arriba boqueando como un pez y su madre estaba de rodillas colocándola más o menos cómoda. El sensual y hermoso culo de Beatriz se me ofrecía en pompa y, como ya era consciente de lo que debía hacer, me coloqué en posición para meterme suavemente pero con decisión dentro del chochito de mi tía hasta que mis bolas chocaron contra su sexo.
Bea me sorprendió porque había supuesto un ligero rechazo. En vez de eso pegó un gran gemido de placer y buscó incrementar aún más la profundidad de la penetración. Mi lado más visceral se hizo cargo y me dispuse a follarme a mi querida tía. Deslizaba casi la totalidad de la longitud de mi polla dentro de la gruta de mi tía ya que sacaba casi todo dejando sólo la punta dentro de ella y empujaba hasta que mis bolas golpeaban contra sus cachetes. El delirio de mi tiita subía proporcional al aumento de la velocidad de la follada mientras jadeaba y sólo podía nombrar a Dios cada dos por tres.
Aun así Beatriz me sorprendió. Se movió para colocarse sobre la vulva de su hija y se la empezó a comer con desesperación. Ana, que acaba de recuperarse, pegó de nuevo un subidón por la nueva caricia y el morbo de ser su madre la que se lo daba. A mi vez me volví también loco de excitación lo que hizo que galopara desbocadamente sobre mi tía. En la habitación sólo se escuchaban jadeos, respiraciones aceleradas y gemidos de placer que subían de intensidad sin control alguno.
La primera en culminar fue Beatriz que se tensó presa del placer. Al hacerlo hizo presa sobre el clítoris de Ana que sumó el dolorcillo al placer que sentía y llegó a un fortísimo orgasmo. Ver a las dos correrse de esa manera me terminó de enloquecer y actué sin pensar. Como el culito de Bea me excitaba tanto me puse saliva en los dedos y la metí dos dedos por su culo de golpe y sin avisar en mitad de su orgasmo. Lejos de incomodarla, noté la presión de su esfínter sobre mis dedos que tocaban mi polla a través de los tejidos del cuerpo de mi tía mientras se alargaba su placer, lo que hizo que empezara a dejar en su chochito lo que quedaba de mi blanca esencia clavando mis dedos en sus caderas con fuerza.
Quedamos los tres derrengados del esfuerzo. Boqueábamos para intentar meter oxígeno en nuestro cuerpo que nos hiciera recuperarnos del increíble momento vivido.
– Joder mamá. No sé cómo lo has hecho pero vaya forma de correrme. No era la primera vez que lo hacías, ¿verdad?
– Ufff. No hija. Hace muucho tiempo ya de aquello y la verdad no sabía lo que lo echaba de menos hasta hoy.
– ¿Y cuándo fue…? –Ana se quedó callada sin saber si debía o quería seguir preguntando.
– Tranquila cariño. No engañé nunca a tu padre. Fue con Luisa, mi compañera de la residencia de la universidad. Estuvimos enrolladas durante un tiempo hasta que conocí a tu padre. Digamos que la dejé por él.
– ¿Aquella Luisa con la que dejaste de quedar cuando éramos pequeños?
– Sí. Ella se enamoró de mí pero mantuvo un tiempo su amistad. Al cabo de los años quiso meterse entre tu padre y yo. Tuve que cortarla y ella dejó de venir. Supongo que no aceptó el rechazo o que la dolió demasiado y se marchó a EEUU. Se pensaba que la correspondía y no aceptó que para mí fue sexo. Magnífico y especial, pero solamente sexo aunque la quería mucho.
– Joder tía, eres una caja de sorpresas.
– Y lo que no sabes sobrino. –Sonrió socarrona a su hija– Ana, ¿recuerdas aquellas excursiones que hacíamos todos los años sin vosotros?
– Sí, cuando os ibais al pueblo a ayudar en la recogida.
– Jajajaja. No cariño. Esos fines de semana largos nos íbamos a la finca de unos conocidos que eran swingers. –Beatriz rio ante la cara que pusimos– Sí chicos, practicábamos el intercambio de parejas e hicimos sesiones de sexo grupales. De hecho, en los cinco años que lo hicimos, éramos una de las parejas más buscadas del grupo.
– No me lo puedo creer… –nos salió del alma a Ana y a mí.
Es increíble cómo ha cambiado la situación en menos de dos horas. De estar solo en la cama a estar desnudo junto a las dos mujeres más importantes y amadas de mi vida. La tensión de Ana cuando entró a mi cuarto, las lágrimas de dolor de Beatriz, los miedos, los anhelos,… Todo se ha olvidado mientras mi tía nos cuenta las peripecias sexuales que hizo con su marido al que imaginábamos serio (y un tanto sosillo). ¡¡Joder, pues menos mal…!! Bea nos cuenta encuentros con otros hombres y mujeres… y no siempre de uno en uno. Me doy cuenta de la tremenda empalmada que vuelvo a tener cuando Bea nos dice qué sintió la primera vez que tuvo tres pollones a la vez dentro de su cuerpo. Ana me ve y me la agarra con mimo empezando a masturbarme. Veo que la mano de Bea, a su vez, se posa en el coñito de Ana cuando nos vio. A mí sólo me queda una opción; llevar mi mano hacia el cuerpo de mi tía, a su sexo. Tras meternos un tremendo calentón Bea tomó las riendas.
– Adri, cariño, túmbate boca arriba para que Ana se siente sobre ti. Ahora la toca a ella.
Ana está a punto. Veo en su mirada su excitación y su deseo. Se coloca la punta de mi miembro en la entrada de su chorreante gruta y se deja caer de golpe, empalándose violentamente mientras pone los ojos en blanco. Me pongo a acariciar los pechos de Ana y ella agradece la caricia gimiendo todavía más. Veo que mi tía se dedica a su hija. Roza el contorno de su cuerpo de forma sensual, lenta, llena de cariño. No se olvida de otras partes sensibles como el cuello, la espalda, los muslos y las nalgas. Veo que Ana se intenta mover rotando las caderas a la vez de meter y sacar mi falo de su interior pero las sensaciones de su cuerpo la traicionan y no puede dar continuidad. Según sube su gozo se mueve de forma más anárquica. Recuerdo porqué me he enamorado de ella. A pesar del rictus de placer tiene una expresión dulce y maravillosa… que se trunca cuando la lengua de su madre empieza a jugar con su ano. Noto la boca de mi tía de vez en cuando al meterse una de mis bolas en la boca. Ambos gemimos de nuevo. El placer se dispara y nos acerca mucho al orgasmo. A Ana éste la llega cuando los dedos de su madre traspasan el esfínter anal. Noto sus dedos tocándome por dentro lo que genera ya un morbo total que hace que vuelva a correr en el querido chochito de Ana por segunda vez en la noche, aunque ahora apenas salen un par de gotitas de esperma que me quedan.
Ana cae desmadejada y agotada junto a mí. Pero como lo hace en el lado exterior de la cama me deja el camino libre para terminar de ocuparme de mi amada tía Beatriz. Ella falta por completar el ciclo ya que ha ayudado a dar placer pero no lo ha recibido, algo que voy a compensar con creces. La tumbo con amor pero con decisión junto a su hija y me coloco a sus pies permitiendo que mi boca quede lista para jugar con ella. Me mira con ojos de deseo. No hace falta calentamiento. Hay que aplacar el incendio de su cuerpo. Me agacho y me como su coño con ganas, con fruición, con velocidad. Me ayudo con cuatro dedos para darle placer metiendo el índice y el anular en su chorreante vagina y el corazón y el meñique en su culo. Los meto y los saco con fuerza y velocidad mientras mi lengua degusta el duro apéndice que es su botón de placer. Beatriz no aguanta mucho y llega al orgasmo pero yo no estoy satisfecho. Por lo que ha contado es capaz de más así que continuo con mis manejos sin dejarla descansar aunque Bea me pide que pare.
No soy capaz de calcular el tiempo que ha pasado pero no es mucho cuando Beatriz tiene un violento espasmo y vuelve a correrse. La cantidad de jugos que es capaz de segregar es increíble pero quiero destrozarla. Quiero que recupere, en parte, todo lo que ha perdido desde la muerte de mi tío. He recuperado la erección. No está al 100% pero es suficiente para poder metérsela a mi tía. Bendita juventud.
Me coloco entre sus piernas y busco el hueco para meterla. Parece que ha sido en el culo puesto que lo noto apretado pero como no se queja me pongo a follarla con fuerza. Aprovecho para seguir excitando el clítoris con los dedos mientras la sodomizo con velocidad. Mis músculos se están acordando de mí, de mis antepasados habidos y por haber pero no me detengo y la doy con todo lo que me queda.
Por fin llega. Un orgasmo tan brutal que hace que Beatriz grite a pleno pulmón su placer. Hasta Ana que estaba dormida mira asombrada el orgasmo que sacude el cuerpo de su madre. Casi ni respira, convulsiona con los ojos en blanco, la baba cayendo de sus labios y su orina saliendo disparada al no ser capaz de controlarla. Beatriz cae en un estado de semi inconsciencia y por fin la dejo en paz saliendo de su interior. Yo no me he corrido pero no me importa. Además, tampoco creo que hubiese podido echar ya nada.
Lleno la bañera con agua caliente y abundante jabón para hacer espuma y meto dentro a mi tía para que se relaje y consigo que me mire agradecida. Levanto a Ana de la cama lo justo para dar la vuelta al colchón, quitar las sábanas de la cama que están llenas de flujos sexuales y orina, poner ropa limpia. Aprovecho que Beatriz está en la bañera para tumbarme junto a Ana.
– ¿Cómo te encuentras? –la pregunto. Quiero saber qué piensa de lo ocurrido.
– Muy bien cariño. Muchas gracias por haberme entendido y aceptar estar con mamá.
– ¿Y qué vamos a hacer a partir de ahora? –lo cierto es que dudo en qué hacer en el futuro con esta situación.
– No lo sé con seguridad… Sólo quiero que ninguno suframos. ¿Tú que piensas?
– Mira Ana. Sé que estoy enamorado de ti y que mi futuro está contigo. –se la ilumina la cara con una bella sonrisa de las suyas– Pero también es cierto que no hemos follado con tu madre. La hemos hecho el amor… los dos. Sé que no soportarías que estuviese con otra mujer. Pero, mi pregunta es, ¿podrás soportar compartirme con otra mujer si es tu madre? ¿Nos hará daño? Yo tampoco quiero que Beatriz sufra. También la amo aunque sé que menos que a ti pero las relaciones suelen ser cosa de dos y aquí somos tres.
Ana se está mordiendo el labio, síntoma que está pensando profundamente en lo que la he dicho. En unos minutos parece tener la respuesta.
– Tienes razón. Me conoces tan bien como yo misma. No soportaría verte con otra mujer. Pero creo que a mamá no la veo como otra mujer porque sé que nunca sería una rival que compitiera conmigo para quitarte de mi lado. Todo lo contrario. Lo ideal sería que ella buscase una pareja pero parece que eso no lo quiere. Pero necesita a alguien en quien apoyarse y esos somos nosotros. A mí no me importa compartirte con ella y sé que eso la hará muy feliz porque nos quiere a los dos y quiere que tengamos esa misma felicidad. Además, me sorprende la ausencia total de escrúpulos que tengo para tener también sexo con ella.
– Entonces está claro que somos una pareja de tres personas.
– Sí, lo somos. –sonríe Ana y me besa dulcemente, como pocas personas podría hacer.
– Entonces, mi amor. Voy a buscar a nuestro otro amor a la bañera o va a salir más arrugada que una pasa. –la contesto divertido.
A los pocos minutos traigo a Beatriz de la mano, desnuda pero seca. La ayudo a tumbarse en la cama y la pongo en el centro. Nos mira seria sin saber nada de lo que hemos hablado. Me acerco junto a Ana y la beso con todo el amor que puedo plasmar. Cuando nos separamos los dos miramos a Beatriz. Una solitaria lágrima recorre su cara que refleja tristeza. Pero rápidamente eso desaparece. Nos ponemos cada uno junto a ella y, como si lo hubiéramos ensayado, la decimos Ana y yo "Tranquila mi amor" como preámbulo a los besos que la damos compitiendo por su boca.
– Os quiero hijos míos. –nos dice mientras ahora corren muchas lágrimas, pero de felicidad.
Al poco los tres dormíamos abrazados.
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EPÍLOGO
Ha pasado casi un año y estamos a punto de volver a irnos de vacaciones. Directamente hemos alquilado a la amiga de Beatriz la finca en la que empezamos nuestro particular matrimonio a tres. Ana y yo somos pareja formal. Aunque al principio les chocó un poco a nuestros amigos y conocidos, todos lo acabaron aceptando. Creo que nuestra especial historia influyó para que pensaran que había surgido por el sufrimiento compartido y el apoyo mutuo. Ana y yo siempre vamos juntos, nos prodigamos tantas muestras de amor y cariño que nuestros amigos bromean diciendo que damos arcadas de lo empalagosos que somos. Pero somos felices y se nos nota.
Y cuando llegamos a casa y nos juntamos los tres vivimos exactamente la misma situación. Beatriz es tan mujer mía como Ana aunque las dos saben que ésta última tiene una ligera ventaja en mi corazón. Ambas lo aceptan y lo ven lógico e incluso deseable, sobre todo mi tía que dice que así es como debe ser. El caso es que nos amamos y lo compartimos todo. Y si alguien se lo pregunta, efectivamente Beatriz había tenido experiencia con mujeres pero Ana se puso rápidamente al día. Durante los tres primeros meses se folló a su madre hasta la extenuación. Aprovechaba cuando yo ya no daba para más (porque me machacan entre las dos) para destrozarse junto a su madre. Surgió como un aliciente para mí. Pensó que un espectáculo lésbico entre ellas me motivaría, cosa que sucedía.
Pero la naturaleza humana también tiene límites y cuando yo ya no aguantaba, ella descubrió un mundo nuevo que exploró. Eso hizo que nuestras relaciones fueran más variadas e imaginativas. Por ejemplo descubrieron los strap–ons. Sí, esos complementos que se ponen ellas para poder enganchar un vibrador o un dildo para poder follarse entre ellas como si fueran un hombre. Pues lo usaron mientras estaban conmigo. Mientras yo me follaba o sodomizaba a una, la otra se lo ponía y se dedicaba al agujero que quedaba libre. De esta manera ya no era sólo Beatriz la que llegaba a perder el conocimiento de placer. Ana era capaz de superarla. El caso es que a ambas las merecía la pena acabar muertas para poder sentir lo que dicen que gozan con la experiencia. Incluso me convencieron para que me dejara penetrar analmente por una de ellas mientras la otra me follaba o me la mamaba. Descubrí que, si me preparaban como yo lo hacía con ellas, no me era para nada desagradable. Por contra me llegaban unos orgasmos que me vaciaban por completo las pelotas.
Pero llevamos tres meses que hemos bajado un poco la intensidad. Seguimos follando como conejos, pero ahora tenemos que tener cuidado con Beatriz. ¿El motivo? Su estado de buena esperanza. Se había confiado mucho porque hace años la diagnosticaron ovarios poli quísticos y la habían extirpado un ovario y la mitad del otro. La dijeron que volver a concebir la resultaría prácticamente imposible. Y como antes mi tío se había hecho la vasectomía pues se había confiado. El caso es que se había quedado embarazada, algo que nos hizo a todos mucha ilusión, sobre todo a ella.
Decidimos entre los tres que ese bebé que venía en camino sería hijo de los tres y todos lo cuidaríamos. Ana miraba a veces con envidia a su madre porque es muy niñera. Pero entre todos habíamos acordado (con buen criterio) que nosotros dos teníamos mucha vida por delante y los hijos no eran algo aún prioritario puesto que nos tendríamos que labrar un futuro sólido para ellos. Por eso, que Beatriz fuera madre nos daba la alegría del bebé, parte de sus responsabilidades pero permitiendo que nos pudiéramos también centrar en nuestros objetivos para que nuestra familia prosperara. Además, ese niño (o niña) también aliviaría esa pequeña sensación de soledad que la quedaba a Beatriz.
Y para evitar habladurías aprovechamos que mi tía empezó a salir más a partir de estar los tres juntos para echar la culpa de su embarazo a una noche loca. Tampoco es que nadie la fuera a pedir explicaciones pero mejor prevenir que curar. Lo que está claro es que, a toda la descendencia que venga, a su debido tiempo, se les contará la especial historia de nuestra familia y del porqué son tres personas las que las criaron con todo el amor que estamos dispuestos a darles. Porque lo que no tendrá cabida nunca más en nuestra casa va a ser la tristeza, la soledad o el dolor.

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