Mi timidez y mis tías 29

Benito como ya era su costumbre comía todos los días en el restaurante de Julia, cuando terminaba su consulta en el pueblo venía a comer, tenía su mesa reservada, Ricardo lo atendía como mejor sabía y Julia lo consideraba un cliente VIP, no digo nada de mi madre que esperaba a que terminara de comer para servirle el café en la barra y así estar un rato de cuchicheos.
Era un hombre de costumbres regulares, ya lo conocíamos todos, sabíamos que los miércoles tenía reunión en casa de la Sra. Francisca “la “marquesa” con las personas más importantes del pueblo, el maestro, el alcalde, el cura, la veterinaria, el farmacéutico, aprovechaban para jugar a las cartas y de paso para enterarse de todo lo que sucedía en el pueblo, la anfitriona gustosamente les preparaba unas meriendas suculentas y así mantenía su status de persona influyente.
Cuando el jueves me llamó aparte y me preguntó si tenía la tarde libre supuse que había alguna novedad surgida en la reunión vespertina.
Me extrañó que me preguntara insistentemente sobre mi discreción, yo creía que había dado pruebas suficientes para que no dudara tanto, pero cuanto ya le había jurado casi sobre la biblia me comentó el caso.
-       Manu, perdona mi pesadez pero aunque estoy seguro de ti te he insistido más para que te des cuenta de que lo que te voy a comentar es muy importante.
-       Ya me imagino, pero creo que te he demostrado que he seguido tus consejos al dedillo.
-       Claro, claro Manu, solo que este caso es especial, entre las personas que nos reunimos hay algunas más delicadas que otras.
-       Tranquilo, cuenta conmigo.
-       Ya lo sé Manu. Esta tarde va a venir una persona, bueno en realidad vendrán dos, una ya la conoces, pero vendrá solo en calidad de acompañante, la otra persona es la más importante y no podemos fallar.
-       Cuando quieras ven a por mí y me das más detalles.
Este día estuvo haciendo tiempo en el bar charlando con mi madre, Clara mientras ordenaba los estantes de botellas y rellenaba los botelleros para enfriar las bebidas le daba conversación y los dos se lo pasaban muy bien.
Sobre las cinco de la tarde Benito me preguntó si me había decidido a acompañarle, por supuesto le dije que sí, yo en previsión ya me había duchado y arreglado vistiendo de la forma más “correcta” posible, mi madre me preguntó donde iba tan mudado pero una mirada de Benito le calmó la curiosidad.
Cuando nos dirigíamos a casa del médico, estaba intrigado por tanto secretismo, por otra parte realmente con quien estaba deseando pasar la tarde era con Alba aunque era una tortura sicológica no poder follármela como era mi ilusión.
Benito conducía callado, no parecía enfadado ni enigmático, solo que no decía ni mú, por fin casi llegando me hizo una pregunta…
-       Oye Manu, te acuerdas de la señora que atendimos que es el ama de llaves del cura?
-       Claro, como no, venía muy preocupara por una erupción cutánea que se extendía por casi toda la piel, espero que le hayamos aliviado su sufrimiento, cuando se marchó parecía que se iba contenta.
Benito hizo una mueca con los labios, no era de enfado, sino de aprobación.
-       Bien, perfecto, pues te felicito por la parte que te toca, el caso es que la señora quedó tan impresionada por la cura que no hace más que alabarnos allá por donde va y además de publicidad nos cataloga poco más o menos como milagrosos.
-       Quien lo diría, al principio parecía bastante remisa a dejarse tratar.
-       Precisamente por eso esta tan contenta, el cura me lo recordó ayer en la reunión delante de todos, es más me dijo que tenía que pedirme un favor especial, y hasta que no estuvimos solos no me lo contó.
-       No me digas que él también tiene el salpullido ese en la piel!
-       Jajajaja no Manu, no por suerte, me dijo que tenía un familiar que debía pasar una revisión y que al oír a su cuidadora hablar tan bien de nosotros se lo ha dicho y entre los dos la han convencido para que venga a la consulta.
-       No me atrevo Benito, yo no sé nada de nada, lo sabes bien, y cuando se trata de personas importantes imagina el compromiso para mí y para ti, claro.
-       No te preocupes por eso, ya te lo he dicho muchas veces, siempre harás lo que yo vea que puedes hacer, el problema en este caso es que la persona en cuestión es la hermana del párroco y es… monja.
-       Monja? Has dicho monja? Y como se trata a una monja?, no se me había ocurrido que también tuvieran que ir a médicos.
-       Pues es normal, son personas como todo el mundo y se enferman y se curan como todos, el caso es que vendrá acompañada por el ama del cura para presentarla y hacerle compañía, pues es muy vergonzosa, no quiero que se inmiscuya en la consulta a la monja, comprendes?
-       Ya entiendo, quieres que yo atienda a la señora mientras le haces la revisión a la monja.
-       No no, nada de eso, a la señora le diré que de ninguna forma podemos atenderla hoy y si quiere que se espere en la sala de espera y si no que vuelva a por ella luego.
-       Eso está bien, esta mujer parece que quiere estar en todos los sitios a la vez.
-       Pues de eso se trata, a la monja hay que tratarla con el máximo de exquisitez, por su condición, por ser hermana de quién es y por los comentarios que le puede hacer al ama del cura, comprendes?
-       Claro, no te preocupes, pero te pido que estés muy pendiente de mí por si meto la pata.
-       Tranquilo y sobre todo aire de profesionalidad, ponte la bata limpia y llámame de usted.
Cuando llegamos a la casa lo primero que hicimos fue arreglar la sala de consulta para dar una buena impresión, al rato se nos unió Alba que nos oyó trastear mientras estaba arreglando sus plantas por el jardín, le puse al corriente más o menos sobre la visita que venía y a ella también le picó la curiosidad por lo inusual, enseguida imaginé que no se perdería detalle desde su punto de observación privilegiado.
A la hora acordada se oyó un taxi del que bajaron las dos mujeres, obviamente se distinguía la religiosa por su hábito negro, pero la otra mujer también podía pasar por monja de otra orden por su indumentaria gris y sobria.
Benito con toda su amabilidad acompaño adentro a las mujeres, yo esperaba en la sala de espera, la primera en pasar fue la señora, había tomado el papel de organizadora y le presentó a Sor Inés, la hermana del párroco, le explicó que tenía interés de que le hiciera un reconocimiento…
Benito pronto le cortó el rollo, y le rogó a Sor Inés que se explicara ella, la mujer bastante cohibida miraba a la señora y a mí, el médico la cogió respetuosamente del brazo y se la llevó a la otra esquina de la consulta, apenas estuvo dos minutos hablando con ella pero cuando volvieron se le notaba mucho más tranquila.
De paso acompañó al ama del cura a la sala de espera y le dijo que hoy era imposible visitarla, pero que había recibido un gel especial para ella y que se lo reservaba para cuando quisiera venir, ella muy contenta se tuvo que resignar a otra visita.
Cuando volvió a la consulta Benito nos encontró donde nos había dejado, ya con el control en sus manos lo primero que hizo fue presentarme debidamente, no escatimó en halagos y parece que coincidieron con los comentarios que le había hecho la otra señora, me sentí muy importante dentro de mi bata blanca.
En primer lugar le hizo sentarse en la mesa del despacho y contarle con toda confianza el motivo de su visita, yo me alejé discretamente para que la monja pudiera responder a las preguntas del doctor, cuando hubo terminado me indicó que preparara la camilla para una exploración completa, que cambiara la sabana, aunque ya lo habíamos hecho un momento antes y que pusiera el biombo de forma para resguardar la máxima privacidad, yo le proporcioné un bata hospitalaria abrochada por detrás para que se cambiara.
Estuvimos preparando todo los necesario, yo la mayoría de instrumental no sabía para que era pero no quería interrumpir, la monja iba colgando cuidadosamente sus prendas del hábito sobre el biombo, nos preguntó si podía conservar el tocado de la cabeza, Benito le dijo que por supuesto, ella se alegró bastante.
Cuando salió de detrás de la mampara de tela se había transformado, excepto por el tocado blanco del pelo, nos fijamos los dos a la vez, tenía una edad indeterminada, el médico no se había atrevido a preguntar, pero la cara no era de mujer muy mayor, además si el cura tendría apenas 60 años y esta hermana era de las más jóvenes no debía ser muy veterana.
La monja estuvo de pie esperando ordenes y ya se iba a tumbar en la camilla cuando el médico le dijo que no hacía falta, ella respiró aliviada, se temía una exploración en profundidad.
Benito le dijo que se sentara en la camilla y me explicó a mí que debía aprender y colaborar.
Le estuvo buscando cualquier contracción en los brazos y hombros, el reconocimiento según me explicaba era rutinario para mantener la salud general en el convento, por lo que tuvo que examinarle desde los brazos a las axilas, me dijo que le sujetara los brazos horizontalmente mientras él le buscaba entre los omóplatos y la espalda, luego me dijo que le ayudara a tener las manos sobre la cabeza, cuando las manos del médico pasaban por debajo de los brazos hacia adelante la monja se encogió, Benito se acercó al oído de sor Inés y le dijo que era preciso una exploración por los posibles tumores, la monja se relajó, y el médico pasó por debajo del estómago hacia arriba siempre sobre la bata, cuando llegó a la base de las tetas, los ojos del médico se abrieron como platos, me miró y se mordió el labio inferior.
Estuvo palpando por los lados de las tetas, poco a poco se acercaba a las puntas la monja a duras penas se resignaba sin atreverse a mirarme a la cara, cuando llegó a los pezones Benito me miró y me señaló las tetas, tensó la tela de la bata y me mostro la dureza de los pezones hinchados, a la vez que rodeaba con los dedos las durezas, hacía cara de preocupación, la monja se puso en guardia y le preguntó…
-       Que pasa doctor?, tengo algo malo?
-       No se preocupe, pero es que me falta una segunda opinión, mantenga los brazos en alto por favor.
Me pidió por favor si le podía confirmar que no había nada por lo que preocuparse, yo dejé libres las manos de la monja sobre su cabeza y ocupé el puesto del médico detrás de la monja, cuando salió dejándome el mejor sitio le despasó las cintas que cerraban la bata por detrás.
Una espalda limpia, lisa, blanca y esbelta apareció entre los lados de la bata.
Me dijo que le orientara mejor y que para mejor tacto lo hiciera por debajo de la bata.
Sentí como la monja aguantaba la respiración esperando mi mano, cuando la notó sentí como se le erizaba el vello de la piel, tenía un tacto de seda, estuve presionando desde abajo hacia arriba y luego rodeándola toda con la mano abierta, me cabía a duras penas en la palma de la mano, cuando llegué al pezón estaba áspero y rugoso, de no ser monja habría jurado que había amamantado a varios bebes, los rodee con mis dedos y la monja suspiró, Benito me preguntó que me parecía, le tuve que contestar que no creía que fuera nada, pero que había que comparar con la otra parte, el mismo ahuecó la tela para que pasara la mano, me fui directamente al pezón, estaba tan duro como el gemelo.
No quise se acaparador y le dije a Benito que comprobara donde yo tenía los dedos, pues tenía una duda, el metió las manos junto a las mías y le estuvimos masajeando las tetas a cuatro manos, la bata se le había caído de los hombros hacia delante y tenía las tetas al aire, nosotros las veíamos por el espejo que había delante, la cara de la monja era un poema, con los ojos cerrados y mordiéndose un labio intentaba no gemir.
Cuando los pezones estaban a reventar de duros los dejamos descansar, y dándole una palmadita en el hombro le dijimos casi al unísono…
-       Enhorabuena, sor Inés, estamos de acuerdo que no tiene nada por lo que preocuparse respecto a tumores mamarios, siempre es bueno una segunda opinión, podemos seguir?
-       Si por supuesto, por favor, sigan, me alegro de no tener nada, y que estén de acuerdo en todo.
Con mucho lacto Benito me dijo que le cubriera el pecho, pues la mujer estaba tan contenta que se había quedado con las dos maravillas de tetas brillantes de duras y elevadas al cielo.
Cuando le hice los nudos a su espalda el médico le dijo que podía pasara a la camilla de exploración ginecológica, la mujer no debía tener mucha experiencia en subir pues Benito le tuvo que explicar cómo ponerse, yo desde luego no tenía ni idea pero le sujetaba para que no se cayera al suelo.
Cuando estuvo cómoda le puso una pierna a cada soporte con los talones cubiertos para mayor comodidad, le puso un paño separador entre su cuerpo y sus piernas colgado en un soporte al efecto así aislaba de miradas a las mujeres preocupadas.
Él se sentó en un taburete entre las piernas de la mujer, la bata le molestaba bastante y le pidió que se ladeara un poco para permitirme que le soltara las cintas traseras, con una mirada tuve bastante, le solté toda la bata de arriba abajo por detrás, frente Benito las piernas de la mujer, pero con unas medias negras hasta medio muslo y unas bragas blancas hasta la cintura.
Benito se levantó pacientemente y se acercó al oído de la mujer, yo apenas oí lo que le decía pero cuando volvió a sentarse entre sus piernas ella levantó el culo para que le bajara las bragas, con delicadeza le sacó una pierna y luego la otra.
Benito y yo nos miramos sorprendidos, entre las dos columnas blanquísimas de piel de las piernas se concentraba una mata de pelo negro rizado que no dejaba ver nada, era como si hubiera llevado un bikini puesto.
El médico no dijo nada, se volvió a levantar a cuchichear a la monja, en vez de sentarse fue a la vitrina y me dio una maquinilla de afeitar de las que usan en las urgencias de los hospitales y un bote de polvos de talco, me lo alargó y me dijo…
-       Procede Manu.
Yo no había usado una maquinilla como esta nunca, parecía simple, no había posibilidad de cortarle porque llevaba como un peine pequeño, pero si apenas me sabía afeitar yo la cara…!
Me senté en el taburete del médico, y me dispuse a depilar a la mujer, por la tersura de la piel de los muslos podía deducir que era más joven de lo que aparentaba con la cofia en el pelo, la cara sin ser una gran belleza denotaba una simpatía y un buen carácter.
Me arme de valor, Benito se había puesto al otro lado del telón, para hablar con ella y a la vez que le iba haciendo preguntas la distraía, yo aunque no los veía notaba como iba tranquilizándose en sus respuestas además de que la tensión inicial en los muslos se iba disipando.
Cuando noté que dejaba las piernas relajadas cogí el bote de talco, embadurné toda la zona, prácticamente desde el ombligo bajaba un reguero de vello negro hacia el pubis, pero una selva en forma de arco le esperaba y no terminaba hasta abarcar las ingles incluso invadir un poco de los muslos hasta rodear cumplidamente la zona del ano y las nalgas, por supuesto las axilas también estaban muy pobladas pero al estar atento a sus tetas no me había dado cuenta.
No escatimé con el talco, confiaba con la ventaja respecto al jabón y a la comodidad y no lo dudé, la maraña de pelo negro quedó blanco como la nieve, le separe las piernas y las nalgas y la mujer me dejó hacer obedientemente.
Tuve el capricho de probar la efectividad de la maquinilla y empecé desde el ombligo hasta donde pudiera, el resultado fue espectacular, una franja limpia, nítida y perfecta quedó despoblada de toda vegetación capilar, la piel, blanca aunque un poco más morena que los muslos, casi llegué a los labios, pero los siguientes paseos de la maquinilla dejaban limpio el rastro por donde pasaban, cuando tuve el pubis pelado le di un besito como al culito de un niño, tenía los labios hinchados, gruesos y morenos, ella no se percató del beso porque estaba pendiente de las exploraciones de Benito, le había quitado de encima la bata y solo le separaba de mi el paño que llegaba hasta el ombligo, con los brazos sobre su cabeza, volvía a repasarle las tetas desde los lados hasta los hombros, de vez en cuando el vientre o las costillas, pero al final sus manos iban a sus pezones.
La mujer entregada totalmente a la “ciencia” nos dejaba hacer, me entretuve en los pliegues de los labios de la vagina, tuve especial cuidado de no cortarle en el clítoris, se había endurecido bastante y no me fiaba de mi, pero le cogía los labios y se los separaba y miraba la profundidad de su vagina, con el culo ya no tuve tanto miramiento, ella al notarme me facilitó mucho las cosas, se dejó hacer, le repasé varias veces con la cuchilla al derecho y al revés, se quedó como una mejilla de recién nacido.
Con una crema de base de agua le refresque toda la zona, aunque no le había irritado agradeció el tacto de mi mano por toda su piel.
Cuando me levanté del taburete tenía una erección imponente, me saqué la polla y se la puse frente a la entrada del coño, estaba seguro que Alba desde su observatorio me estaría mirando y quería enseñarle como se lo iba a hacer a ella, pero cuando apenas estaba a milímetros de metérsela me guardé la polla en el pantalón, la bata no me cubría la erección.
Me asome a ver a Benito cuando estaba poniendo la oreja sobre el pecho de la chica, el estetoscopio lo tenía al lado, seguramente necesitaba asegurarse de forma manual de los ruidos torácicos, casualmente sus labios estaban pegados a un pezón de la chica.
Le dejé terminar su exploración, me indicó que comprobara que no tenía ningún soplo, lo hice con mucho interés, el pecho subía y bajaba agitado levantando las cabezas de los dos con los labios mojándole las areolas de los pezones, cuando se levantó también le vi el bulto que escondía su bata y él el mío.
Se interesó sobre mi trabajo y me alabó mucho la delicadeza del acabado, le preguntó a la señora si le había hecho daño y ella con voz entrecortada le dijo que todo lo contrario.
Me dijo que ahora si necesitaría de mi ayuda inestimable.
Se sentó en su taburete y cogió un instrumento que parecía un tubo por su forma pero que se abría como unas tenazas, luego me enteré que se llamaba especulo, además era de un modelo especial, o sea virginal que era más fino, la monja nos había dicho que había hecho los votos de castidad y por consiguiente era virgen y debía seguir siéndolo pues era un tema muy importante, Benito no se inmutó, le explicó que con aquel artilugio no sufriría su virginidad y le permitiría hacerle la prueba de la citología, me dijo que me fijara mucho, pues era muy difícil que yo viera otra vez una mujer virgen.
Le introdujo con cuidado el tubo hasta que llegó al himen, con una luz me lo enseño y me lo explicó mientras iba abriendo con una rosca hasta dejar abierta la vagina hasta donde podía, era un sacrificio no romperlo de un vergazo, pero aguantó, me alumbró para ver el cuello de la matriz, tomó muestras de flujo y me lo enseñó, me gustó ver todo esto, era una ocasión única y yo muy curioso.
La monja respiraba hondo las manipulaciones de Benito, de vez en cuando le rozaba el clítoris y ella saltaba intentando cerrar las piernas, lo cual era imposible, cuando eran varios los roces ya no las cerraba, el clítoris estaba duro e hinchado, y agradecía cualquier caricia.
Cuando sacó el aparato la chica descansó tranquila, según Benito lo más desagradable ya estaba y ella ya suspiró aliviada.
El médico le pidió que levantara el culo un poco, le puso una toalla y un plástico bajo el culo, le dijo que le iba a hacer una prueba para descartar cualquier problema intestinal, la chica no vio ningún inconveniente.
Benito trajo un recipiente con una manguera y una cánula, el agua estaba tibia a la temperatura corporal y lo colgó sobre el soporte.
Benito le estuvo explicando brevemente lo que le iba a hacer, mientras le presionaba por el vientre y por encima del pubis, la monja ya se había acostumbrado a estar sin bata cubriéndola y no le insinuó que se la pusiera, estaba tranquila con los brazos sobre la camilla a sus lados, las dos tetas erguidas miraban al techo brillando.
El médico trajo un gel nuevo, me dijo que lo repartiera por toda la zona que había depilado, olía muy bien a fresa, incluso la monja lo notó y le gustó el olor.
Al momento de haberlo aplicado nos dijo que notaba como le daba calor, Benito le dijo que era normal el efecto de este gel.
Mientras me dijo que con las manos fuera repartiendo el gel y masajeando la zona sobre todo alrededor del ano, de una vitrina trajo una caja, dentro habían unas piezas de plástico oscuro con una forma parecida al alfil del ajedrez, habían varios tamaños desde unos apenas de medio centímetro de grueso hasta los más grandes tanto como una polla gruesa.
Cuando la monja notó el dedo índice mío sobre su agujero rugoso lo encogió y se quejó.
Con la cánula lubricada con crema la introdujo en el orificio, comprobó la temperatura del agua y asintió, fue abriendo la espita y el agua fue introduciéndose en el recto de la paciente suavemente sin apenas notarlo se vació la bolsa del liquido.
Cuando retiró la cánula procuró que no se saliera el agua presionándole las nalgas.
Mantuvo unos minutos dándole conversación hasta que dejó que saliera el agua, por el plástico cayó a un recipiente completamente limpia.
Benito solícito le atendió y le explico que debía dilatar la zona para hacerle una inspección ocular, pero ya que le molestaba un poco empezaría por el más fino.
A partir de ahí cogió el más delgado, lo untó de gel y lo fue paseando lentamente hasta que notó que no lo rechazaba y lo fue introduciendo dos o tres centímetros. El ano de la mujer se contraía poco a poco por lo que Benito volvió a atenderla por delante avisándome cuando yo debía actuar.
Ahora ya repartía el gel también por las tetas de la chica, las amasaba mientras se ponían rojas del calor que le daban, por el cuello y el pecho de la monja se extendía un rubor que le llegaba a las mejillas, cuando ya notaba colaboración me hacía una señal y le iba metiendo más el plug en el culo, si ya no se quejaba pasaba al tamaño siguiente, en pocos minutos ya tenía uno de dos dedos de grueso, el tope que llevaba impedía que se introdujera dentro del recto ya que aspiraba queriendo que entrara más hondo.
Yo le enseñaba a Benito cada dilatador que le cambiaba para que supiera por dónde íbamos, él iba acentuando o retardando los masajes sobre el pecho de sor Inés, puesto a su lado recorría sus manos hasta bajar sobre su pubis, se guardaba mucho en acercarse a sus labios, pero cuando sus dedos los iban a tocar los separaba y los paseaba por su ingle, el clítoris hinchado sobresalía entre los labios carnosos.
Benito sufría una erección importante que hacía que muchas veces rozara con su bragueta la mano abandonada de sor Inés sobre la camilla.
Cuando cambiaba de pieza en el culo de la monja aprovechaba para meter dos dedos llenos de gel, el calor ya no era solo por fuera, ahora le salía desde dentro y los esfínteres reclamaban atención especial.
La monja a la pregunta de Benito si sentía molestias en el ano ya siempre contestaba negativamente, no notaba apenas el cambio de grosor, por lo que cuando le enseñé el último tamaño Benito me dijo que debía hacer.
Amparado por el paño que separaba mí parte de la de Benito me bajé los pantalones y los dejé sobre una silla, la bata me cubría apenas la polla pero la erección era notable, entre los botones salía el capullo rojo de excitación, el médico pudo apreciar el estado en que me encontraba, este a su vez pasó detrás de la camilla y se quitó el pantalón también, solo con la bata abrochada disimulaba mejor que yo su erección, la forma tan original de su polla la hacía pegarse a su vientre en una curva cerrada, la paciente con los ojos cerrados y la expresión tranquila no extrañaba ninguna exploración que le hiciéramos, las manos del médico se deslizaban por el cuerpo de la mujer sin pudor, desde los hombros hasta el pubis ayudado por el gel perfumado, cuando llegaban juntas hasta el comienzo de los labios del coño se separaban y rodeaban los labios rozando el clítoris, para presionarlo entre las dos manos, las puntas de sus dedos apenas se introducían en la vagina provocando que levantara involuntariamente las caderas al notarlo.
Cuando hube metido el dilatador más grueso que tenía la monja le preguntó si ya habíamos acabado, ya que por su parte podía seguir todavía más, el médico le explicó que tenía la intención de seguir un poco más por lo bien que se había portado, pero la colección de dilatadores llegaba hasta ese tamaño aunque le vendría bien tener más visibilidad, pero que tendría que usar otros medios quizá más personales.
A Sor Inés no le importó, todo lo contrario dijo que estaba muy cómoda y podía seguir mucho más.
Benito le dijo que yo le aplicaría el siguiente tamaño, no era tan proporcional, pero con la ayuda de gel apenas lo notaría, ella solo tenía que relajarse y si le molestaba él le ayudaría.
Cuando yo me acerqué a las nalgas de Inés ya llevaba despasada la bata, la polla horizontal coincidía perfectamente con su agujero tapado por el último plug, Benito estaba pasando sus manos calientes por el pecho de la chica, las tetas estaban tan resbaladizas que se amoldaban a las manos del médico, el en su ir y venir sobre el tórax de la chica rozaba todo a lo largo la dureza de su polla contra el brazo.
Cuando las manos de Benito se juntaron a lo largo del coño de Inés, separaron los labios y apresaron el clítoris, la chica suspiró hondamente y yo quité suavemente el dilatador y apoye mi glande en su sitio, estaba tan engrasado de gel que me ardía, el ano se veía abierto, completamente dilatado por lo que la punta del capullo entro hasta la mitad sin problemas pero cuando seguí empujando la mujer se quejó, el médico dejó de acariciarle el clítoris y le preguntó donde había sentido la molestia, ella le aclaró que no había sido en el coño sino en el culo, que había notado un calor que el quemaba por dentro y mucho más ancho.
Benito le quiso explicar el proceso.
-       Perdone sor Inés, pero debí habérselo explicado antes, el siguiente paso es que dilate un poco más y para más naturalidad he preferido que fuera la naturaleza mejor que la ciencia por lo que he previsto usar nuestras habilidades.
-       Perdone pero no le entiendo.
-       No ha notado los cambios que se obraban en su cuerpo?
-       Bueno, un poco sí, he notado como me erizaba la piel cuando me presionaba mis pechos y mis pezones se ponían duros, nunca me había pasado esto.
-       Pues le tengo que informar que a nosotros nos pasa igual, no se si se habrá dado cuenta de que sin querer le he rozado el brazo al reconocerla, pues del roce se produce el calor y esto es el resultado.
El médico le cogió la mano a la mujer y la llevó suavemente sobre su bata, ella apreció la dureza de su polla pero solo la tocó y la apretó notando su gran tamaño.
-       Pues a Manu le pasa igual y debe seguir dilatándole, de todas formas si prefiere que lo haga yo…
-       Déjelo de momento, si acaso ya le avisaré.
-       Entonces, podemos proseguir.
-       Si claro, procuraré colaborar.
Yo no me había movido, seguía con medio capullo dentro del culo de Inés, pero aún así dejé caer un salivazo sobre él, apenas lo saqué y lo vi mojado lo introduje hasta que el escalón desapareció dentro del ano.
No llego a ser un quejido, solo un mmm, lo que salió de sus labios, Benito se acercó a mí y vio que el glande ya estaba dentro y me dijo que esperara un poco y siguiera así, cuando empecé a empujar lentamente le puse más gel al tronco de mi polla, ya resbalaba suavemente sobre el agujero.
Benito desde la cabeza de Inés le bajaba las manos sobre su pecho, le rodeaba las tetas y se las juntaba apretándolas hasta exprimir los pezones, la mujer puso los brazos sobre su cabeza, se dejaba hacer, estaba concentrada en sus sentidos, cuando en el momento de que el médico se inclinaba sobre ella para llegar hasta el pubis, las manos de la monja notaron bajo la bata de Benito la dureza de su miembro, con habilidad soltaron dos botones y metió las dos manos, pegada a su vientre encontraron la polla dura y gruesa del médico, ya no la soltaron, la acompañaban en sus movimientos oscilantes sobre ella solo tenían que sujetarla para que mantuviera la posición horizontal, el resto lo hacía el vaivén de Benito, cuando la polla estuvo fuera del todo pasaba rozando sobre la frente de Inés, sus manos abarcaron al nuevo descubrimiento, un par de huevos que pegados salían al exterior por primera vez.
Yo ya había cogido el ritmo, me sujetaba a las firmes piernas de la monja, le había recogido las medias enrollándolas sobre las piernas y dejándolas en los tobillos, ciertamente tenía unas piernas firmes y bonitas aunque de una blancura extrema, se le notaban las venas azules. Le cogí de las caderas y ella las elevó lo suficiente para que mi polla entrara perfectamente sin ningún roce, se la metí hasta dentro, aparecía y desaparecía mojada y brillante con las venas hinchadas con el pulgar de vez en cuando rozaba el clítoris, la vagina balbuceaba pidiendo un trozo de carne dura, pero sin la autorización de Benito ni me lo cuestionaba.
La polla de Benito pasaba horizontal sobre la cara de Inés, y l huevos golpeaban la frente, la curiosidad, el calor y la dureza del miembro propicio la curiosidad de Inés que sacó un poco la lengua cuando pasaba el capullo de Benito, el tacto del frenillo hizo que saltara involuntariamente, ella lo sujetó con fuerza para que no se le escapara y repitió la lamida, esta vez no se le escapó ni tampoco las siguientes.
Benito se puso a su lado, con la polla apuntándole a la cara, ella solo la sujetaba y el médico empujaba hasta llegar casi a sus labios, fue Inés quien tomó la iniciativa acercando la cara con la boca abierta, el glande le entró directamente, tosió un poco pero cuando volvió a entrar cerró los labios y ya lo acompañó en su vaivén.
Yo miraba a Benito pidiéndole permiso, el miraba la vagina y me comprendía pero no me autorizaba, solo le preguntó…
-       Sor Inés, si me permite le diré que tiene un himen perfecto, rosado y muy bien conservado.
-       Me lo dice de verdad?, gracias, estaba muy preocupada por él, es muy importante para nosotras.
-       Pues del suyo no tiene por qué preocuparse, pero dígame, siempre he tenido una duda, que ocurriría si accidentalmente se le rompiera?
-       No lo quiera Dios, sería un problema para mí, todos los años renovamos los votos y debemos demostrar que seguimos siendo vírgenes.
-       Y si por casualidad se les ha roto?
-       Pues tenemos que pasar un reconocimiento con la superiora presente y un médico y presentar el informe de otro médico contando como se ha roto la telilla.
-       Pues es una lástima porque yo podría hacerle el informe diciendo que al hacerle la citología se le había roto.
-       Le mentiría si le dijera que no lo había pensado ya, pero no quiero arriesgarme, seguiré sufriendo las tentaciones de la carne.
-       Y no se imagina a Manu cambiando apenas unos centímetros la trayectoria de su miembro y llenándola de la misma carne dura que le mete en el ano?
-       Claro que me lo imagino y seguramente me quedaría corta, pero ese trozo de carne que me llena el culo es muy valioso para mí igual que el que me llena la boca, siento como sus miembros me colman, para mí ya es mucho, y sigo siendo virgen.
-       Que pena pues ahora que lo dice yo también disfrutaría mucho de meterle mi polla y llenarla de leche,
-       Gracias, y le diré que el deseo es mutuo y valoro la polla como usted le llama, me gustaría mucho sentirme llena del semen de los dos, pero les voy a pedir un favor, para mí sería un sueño poder saborear el semen de los dos, en conciencia no estaría cometiendo fornicación pero sus pollas son demasiado valiosas para no disfrutarlas.
-       No se preocupe, tanto Manu como yo le ofrecemos nuestro semen para su deleite, para nosotros será un gozo ver como se traga nuestra leche. Aunque ya le aseguro que la hubiéramos echado dentro de su coño mejor.
-       Valoro su sacrificio y le prometo que de alguna forma se lo compensaré, me han tratado mucho mejor de lo que me habían contado.
-       No le va a contar nada a su hermano, verdad?
-       Pues si claro, y todo bueno, su ama de llaves ya me había contado algo pero mi hermano no sabe nada.
-       Gracias, sabe? La clientela que tengo se merece lo mejor y el boca a boca es la mejor recomendación.
Hablaba con dificultad pues no se sacaba la polla del todo de la boca, mientras yo seguía con una cadencia lenta entrando y saliendo entre las nalgas blancas de la mujer, me quedé con las ganas de preguntarle la edad, pero por la frescura de la piel en los muslos y el vientre no pensé que tendría más de 45 años.
De momento cambió su expresión , dejó de hablar y la polla de Benito se le salió de la boca, los ojos se le quedaron en blanco, parecía en trance cuando se tensaron todos sus músculos, nos miramos atentos, expectantes, nunca habíamos visto nada igual, soltó de golpe la polla de Benito y se cogió los pezones con las manos estirándolos, una especie de gruñido salía de su garganta y su cabeza oscilaba a los lados, el tocado de la cabeza se le cayó con los movimientos, tenía un pelo precioso, negro y rizado, pero corto, levantó las caderas, yo apenas podía mantener la polla dentro, se la sacaba con sus movimientos, Benito vino en mi ayuda, le acariciaba el clítoris con fuerza, rodeándolo con dos dedos, hubo un silencio total hasta que exhaló un grito y bajo una serie de espasmos estuvo temblando como un flan, sus tetas duras pero flexibles se movían coronadas por los pezones enrojecidos por los estirones, las piernas vibraban impedidas de juntarse y de su vagina manaba gran cantidad de liquido espeso y blanquecino, cuando se tranquilizó extendió los brazos fuera de la camilla y nos dijo que nos acercáramos, nuestras pollas habían bajado de erección pero ella las cogió y las agitó hasta ponerlas duras otra vez, la de Benito fue la que primero sucumbió, se inclinó sobre ella y se la metió casi toda, yo veía como sus huevos bombeaban en la garganta de Inés, ella tras un momento de sorpresa ante la cantidad se semen que le llenaba la boca tragó más deprisa sin dejar de agitarme la polla a mí, cuando Benito se vació Inés giró la cabeza a mi lado y se la metió dentro de la boca, la sujetó con los labios y movió el tronco hasta notar cómo le llegaba el torrente de semen, lo esperó y lo tragó todo sin dejar nada fuera, luego se quedó extasiada.
Le soltamos los tobillos de la camilla y pudo bajar las piernas, cuando estuvo de pie casi no se tenía derecha, se vistió detrás del biombo, cuando salió el hábito le llegaba a los tobillos y el tocado enmarcaba su bonita cara, se tumbó boca abajo en la otra camilla y separándose las nalgas dijo.
-       Por favor póngame el último dilatador, quiero llevármelo de recuerdo.
-       Benito le separó las nalgas, el ano aún estaba dilatado y se veía el recto rosado, Benito viendo las nalgas apenas cubiertas por las bragas de hilo, le preguntó.
-       Sor Inés, le puedo pedir una licencia?
-       Claro doctor lo que quiera.
-       No sabe lo que me apetece llenarle el culo ahora mismo, pero no quisiera ofenderla.
-       No me ofende en absoluto, para mí será un buen recuerdo.
Benito no le preguntó más cogió el plug más grande y se aproximó a ella, la polla aún sin estar en su plena forma se mantenía horizontal, se apoyó levemente y se la metió de un tirón, la mujer se cogió al canto de la camilla con las dos manos, y pegó la cara sobre la sabana mientras duró las clavadas del médico, cuando se corrió dentro de ella la mujer sollozaba de felicidad, Benito no esperó a que se le bajara la erección, la sacó chorreando leche y tapó el agujero con el plug, luego le subió las bragas hasta la cintura, cuando la monja se incorporó lentamente el hábito la bajó hasta los pies como el telón de un teatro.
El médico abrió la puerta de la consulta y llamó a la señora de compañía, esta estaba medio dormida después de haberse leído todas las revistas anticuadas, se despabiló en seguida y muy solicita le preguntó cómo había sido la exploración, la monja se cogió de su brazo y le dijo que mejor de lo que esperaba, estaba muy bien de todo, el médico las acompañó a la calle mientras, yo les pedía un taxi, pude ver a Sor Inés andando con dificultad por el dilatador que llevaba en el culo, supuse que se acostumbraría pronto a llevarlo.
Nada más salieron de la consulta oí cerrarse la puerta de la habitación contigua, Alba se reunió conmigo, me preguntó cómo había ido todo.
-       Hola Alba pues creo que ha salido todo bien, se ha ido muy contenta, aunque creo que lo habrás visto tu misma.
-       Pues si, desde el principio, aunque reconozco que no tenía ninguna esperanza que terminara así, estoy admirada de los cambios de opinión que tienen las personas, yo misma que nunca me ha interesado nada del sexo ahora me gusta ver como tratáis a las pacientes hasta que se involucran en cualquier cosa que les hagáis, debe ser muy poderoso el deseo del sexo, tendré que pensar en ello.
-       Yo también he pensado en el sexo, sobre todo contigo, me encantaría que te gustara al menos un poco, te prometo que te demostraré que es una cosa esencial para la vida.
-       Y cuando me harás lo que le haces a las chicas?
-       Contigo será un caso diferente, me gustaría hacerlo ahora pero quiero que te convenzas tu sola.
-       Gracias, pero de momento me gustaría seguir bebiendo tu semen, sabes que me encanta.
-       Y a mí que te lo bebas, aunque ya has visto que la monja se ha llevado su ración.
-       Pero estoy segura de que aún te quedará algo para mí.
Diciendo esto buscó bajo la bata, mi polla colgaba entre mis piernas pero ella supo cómo ponerla dura, me hizo sentar en la camilla y poniendo una sabana en el suelo se arrodilló y pulsó la palanca hasta ponerla a la altura de su boca, me cogió la polla y se la tragó literalmente, disfrutó notando como crecía en su paladar hasta que tuvo que sacar algo de carne para no ahogarse, cuando le advertí que me iba a correr hizo caso omiso y siguió lamiendo hasta que se le llenó la boca de leche, me miró a los ojos y sonrió dejando salir un poco de semen por los labios, luego tragó y me enseño la dentadura y la lengua perfectamente limpia.
Al momento vino su padre después de despedir a las dos damas con el taxi.
Continuará

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