Con mi prima (2)

Ver la primera parte: http://www.poringa.net/posts/relatos/3190289/Con-mi-prima-1.html



A la mañana siguiente salí de mi cuarto y me fui al patio, ella estaba en la alberca. Me senté en la orilla, con mis lentes de sol, y encendí un tabaco.


-¿Hoy no vas a entrar, primito?


-No, ya me refresqué bastante ayer. -Le contesté con una sonrisa cachonda.


-¡Ay! Si con este calor que siento me dan ganas de refrescarme a cada rato. -Me responde con la mirada coqueta, nadando hacia mi.


Hasta ese momento me di cuenta que sus enormes tetas luchaban por mantenerse en su ajustado bikini cuando nadaba, no pude apartar la mirada de su hermoso par.


-Oye, primito, -Me dice, acariciando mis piernas bajo el agua- te quiero pedir algo, pero quiero mantenerla entre nosotros y que no le digas nada a los abuelos ni a tus papás.


-Claro, prima, puedes pedirme lo que quieras.


Mi verga se alzaba bajo el agua, apuntando hacia su cara, mientras ella hacía como que no veía y apretaba sus senos con sus antebrazos.
Maldita.


-Es algo que me da mucha pena… -Alargaba sus palabras mientras yo no separaba mis ojos de sus senos, que ella apretaba más y más.


Sí, sí te cojo, primita; sí te puedo masajear las tetas, te las puedo sostenes mientras te doy de perrito, te puedo hacer mía y lamer todo tu delicioso cuerpo sin que nadie se entere, primita.


-¿Será que me puedes compartir un poco de marihuana? -Me dijo mientras se sonrojaba.


-Claro que sí, primita. -Le respondí, pensé que quería algo más… pero sabía lo que lo que me pidió significaba, mi verga se puso más dura.


-¡Gracias, primito! -Me dijo abrazándome, rozando sus pechos con mi verga parada- Ya se me antojaba de verte todo el día así.


Maldita, las drogas me han frito el cerebro y no sé cuándo intenta darme una indirecta o cuándo me habla en serio.


-Si quieres lo hacemos ahorita, -Le digo, entrando al juego del doble sentido- no están mis papás y los abuelos ya no se dan cuenta.


-No, mejor en la noche, -la maldita me sigue acariciando la noche- ahorita pueden llegar tus papás e interrumpirnos.


Al decir esto dió un brinco en el agua, yo sólo vi cómo saltaron sus tetas, claro, y se fue nadando al otro extremo de la alberca. Yo me levanté, con mi verga durísima, me fui directo a mi cuarto y me reventé una chaqueta.



Al caer la noche ella se metió en mi cama, yo estaba en mi compu, y me dijo si ya era hora.
Yo reí y fui a mi mesita a buscar la caja en donde guardaba mi hierba y salimos al patio.


Marta llevaba una playera holgada, mía, con la que se le transparentaba las tetas, y un shortsito como pijama, se veía tan sensual. Se sentó en una silla y yo acerqué otra para quedar frente a ella; tenía una vista increible, sus piernas lucían y dejaban ver la cantidad de carne suficiente como para dejar a la imaginación.


Coloqué un poco de hierba en la pipa y ella cruzó las piernas, mordiendo su uña mientras esperaba. Le di el primer toque y se lo pasé a ella, hizo lo mismo y, mientras sacaba el humo, se estiró, mostrándome su maravilloso cuerpo, tan sensual, como sólo una mujer con humo sabe hacerlo.


Dios mío, me daban ganas de abalanzarme hacia ella, agarrarla de las tetas y quitarle ese maldito short azul para cogerla en ese momento.


Cada vez nos acercábamos más, con cada toque sentía sus labios pasar la pipa por los míos. Tenía una erección en mi pijama de franela y no pude resistir poner mi mano sobre mi pierna mientras esperaba el toque, acariciándolo y subiendo a cada minuto que pasaba.
Mi mano llegó a su entrepierna, jugaba sobre la tela mientras ella se bañaba en humo, le apretaba su sexo y respondía con gemidos, dejando escapar placer que lo retenía con mi boca. Cuando me pasó la pipa la agarré de la mano y la paré frente a mí, contemplé su cuerpo, sus tetas que saltaban de la playera y su hermosa cara que, perdida, me buscaba en el placer. La senté sobre mis piernas y la comencé a besar mientras la apretaba a mi duro miembro, mientras sentía su cuerpo y sus nalgas entre mis manos, mientras sentía sus tetas y su placer rozando sobre mi cuerpo.


El beso fue largo, lento; demostró su gozo en mis labios y yo mi deseo en su piel. Mi apetito iba para más. Con un movimiento le quité la playera, sus tetas saltaron sobre mi cara y no pude hacer otra cosa que lamerlas y morderlas en cuanto las vi. Ella sólo rió.


Pero de un saltó se liberó de mí y, abriendo la ventana de mi cuarto, corrió al baño. Yo, apenado y frustrado, volví a mi cama; como ella no regresaba cerré los ojos, intentando, estúpidamente, conciliar el sueño. En mi cabeza giraban tantas cosas, el arrepentimiento de aprovecharme de mi prima, la culpa de su tristeza y la promesa de nunca volver a intentar algo con ella, si es que ella se quedaba, porque podía delatarme ante mis padres e irse, y nunca más volver a verla...
En estos pensamientos recorría cuando sentí el movimiento de la cama.
Fue difícil resistirse a ella, sus caderas se movían con su cuerpo, gateando, desnuda, ante mí, hacia mí.


La culminación de mi placer en la cama de su padre.
Me besó, me besó con gran fuerza en la boca, mientras mis manos deambulaban su cuerpo, exploraba su desnudez; las curvas que me habían comido la cabeza en las últimas semanas. Sus tetas rozaban mi pecho mientras ella se subía sobre mí, mi corazón trabajaba, casi explotaba la sangre. Tras casi un año sin acción real, mi pene se endureció hasta pegar con su pancita, se deslizó hasta jugar con la perforación en su ombligo. Ella rió.
-Qué dura se te ha puesto, primito.


Y comenzó a bajar, yo no le pude contestar, sólo seguir sus besos en mi piel, sus labios recorriendo mi lívido cuerpo, recompensa de la tristeza y melancolía.


Ella llegó a mi verga, la sostuvo entre sus manos mientras movía su colita, me lanzó una mirada con una sonrisa y lamió la cabeza; me miraba fijamente mientras agrandaba su sonrisa: me retaba o me humillaba, no lo sé, pero me excitaba lo que hacía.


Dejó caer una gota de saliva que corrió por su lengua hacia mi erecto miembro, que apuntaba directo a ella mientras su mano lo acariciaba. La gota recorría mi verga y ella me seguía mirando, su sonrisa dejaba escapar una risa coqueta. Dios, no podía aguantar mi calentura, puse mis manos sobre su cabello, desesperada acción, ella lo supo y aumentó la intensidad de su sonrisa, no sé cómo podía ser posible eso.

Se mojó sus labios y empezó a chupar mi sexo, su boca llegaba hasta mis bolas y volvía a subir mientras me seguía acariciando. Mis dedos se enredaban en su ondulado cabello y la apresaban, haciéndola mía, guiando sus movimientos hacia mi verga. Sin darme cuenta empecé a moverla con fuerza, mi timidez se estaba hundiendo ante el placer y me ocultaba sus gemidos y mi súbita eyaculación. Me retorcí ante ella, apreté mis puños hacia mí sin darme cuenta que mis chorros la estaban ahogando. Al volver del orgasmo liberé a mi prima de mi verga y ella tosió mientras se reía.


-Perdón, no me di cuenta -dije apenado.


-¿Por qué te disculpas, primito? -me respondió acercándose a mi cara.


-Por terminar antes de haberte dado placer -dije mientras me quedaba sin aliento.
-No importa, primito.


Me besó, su boca tenía sabor a semén, tenía sabor a mi. Sus carnosos labios me comían, sus piernas me volvieron a atrapar y volvió a subirse a mi, sus tetas estaban ahora más cerca de mi cara, mis manos rodearon sus jugosas nalgas y mi pene se levantó bajo su sexo. Ella volvió a reir y me hizo bajar la mirada con su barbilla, colocó mi cara sobre sus pechos. Dios, qué buenos pechos, me asfixiaba entre ese enorme par placer. Quería morderlos a ambos, chuparlos, lamerlos, cogerlos, apretarlos; quería sumergirme y encerrarme entre sus brasieres.
Con un sólo movimiento se acomodó a mi lado, con las piernas cruzadas y apretando intencionalmente sus enormes tetas con sus antebrazos, haciendo que lucieran mucho más grandes de lo que ya eran. Seguía con esa sonrisa, no paraba de morder sus labios, no sabía distinguir cuál era coqueteo y cuál era parte de su tic.


Yo adquirí la misma posición que ella, acercándome para seguir besándola, la hice caer ante mí mientras la seguía besando, la encerré entre mis brazos y con mis piernas abrí las suyas.
Mi verga estaba tan parada y apunto de reventar, brillante por la saliva, semen y unas gotas de líquido preseminal salían de la boca. La acerqué a ella y con su mano derecha la colocó ante la entrada: húmeda. Sus piernas estaban totalmente separadas y yo la besaba con pasión.
Mi verga entró en ella, yo no se la metí, penetró sin impedimento. Sus gemidos suspendieron mis besos, le tapé la boca con mi mano izquierda para evitar que gritara muy fuerte, podía despertar a los abuelos; eso pareció excitarla más, porque se retorció, elevando su cuerpo y ofreciéndome sus senos. Yo accedí.


Se las comía, las mordía, pasaba mi cara alrededor de ellas y la lengua por todas partes. Le chupaba sus grandes areolas cafés y los jalaba para mi, los besaba y le daba pequeñas mordidas a sus erectos pezones, mientras mi pene entraba y salía de ella.


Lo sacaba completamente para después meterlo rápido, él ya sabía por dónde entrar.
Al final no hubo ninguna luz, solamente un orgasmo apagado con mi mano. Ella gritaba mientras se retorcía de placer, no tuve más remedio que tapar su boca con mi mano, le comencé a chupar el cuello mientras yo continuaba. Su cuerpo se relajó un poco, acomodándose más abierta y ofreciéndome su cuello. Sus senos, Dios, sus senos. No puedo dejar de pensar en ellos, frotándose contra mi cuerpo, moviéndose y brincando con el ritmo de mi pasión. En ellos pensaba cuando me vine. Al final no hubo ninguna luz, solamente un orgasmo en silencio mientras me estiraba.


-¿Te veniste adentro, primito? -me dijo sonriendo tras un rato de silencio.


Levanté mi cara de sus tetas para verla a los ojos. Mi pene ya estaba flácido y ya había salido casi por completo de su vagina. Ella seguía sonriendo, pero ya no era la sonrisa coqueta de antes. Me alentó a robarle un pequeño beso.


-Sí, perdón. Ni pasó por mi cabeza ponerme un condón -le respondí, con un cinismo inconsciente.


-Está bien, temprano iré a la farmacia por la pastilla -me dijo seguido de un tierno beso de piquito-. Ya me voy a dormir, primito -rió.


-Te puedes quedar en mi cama -maldita forma de rogarle que se quede conmigo- primita.


Ella rió y se volvió a morder los labios, yo me quité de encima para dejarla salir.
Se dio la vuelta y se puso en cuatro para gatear al fin de la cama. Me mostraba ver su hermoso trasero en primer plano, me dieron unas ganas de comerlo, de chuparlo, de agarrarla y abrirla y penetrarla mientras le aprieto sus grandes tetas.


-Me voy a bañar, primito, que me dejaste toda sucia.


Se dirigió al baño, su cola se movía excitándome más, me provocaba aunque no lo quisiera. Mi pene se volvió a levantar, el agua de la regadera comenzó a caer, y su cuerpo desnudo pasaba en mi mente, veía como las gotas recorrían su cuerpo, se revelaban en las curvas y caían al piso. Mi pene se levantaba cada vez más.


No pude resistir y fui hacia la puerta del baño, completamente desnudo y con la verga bien parada, hice girar la perilla de la puerta, pero estaba cerrada.


Mierda, pensé, me sentí repentinamente mal, otra vez.


Regresé a mi cama, empalmado y encuerado, me puse mi pijama y me la jalé antes de que saliera mi prima para que se me bajara la calentura. Pensé que la conciencia no me iba a dejar dormir, pero tras terminar la chaqueta y antes de que mi prima saliera caí entre las almohadas, dormí como hace tanto tiempo no lo hacía.

2 comentarios - Con mi prima (2)

Adri-an96
Muy buen relato, amigo!!!