Mi timidez y las mujeres de mi familia 34

Mi timidez y las mujeres de mi familia 34




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Mi  timidez y las mujeres de mi familia 33


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Mi timidez y mi responsabilidad guiaron mi juventud, hasta que mis tías, mi madre y mi prima y otras chicas me hicieron despertar, pero las circunstancias me abrieron los horizontes.


Volví al restaurante justo a la hora de comer, nos sentamos a la mesa, yo pregunté por Raquel, me Volví al restaurante justo a la hora de comer, nos dijeron que este día libraba por la tarde, no les demostré más interés.


Después de comer mi prima Lisa me preguntó si tenía algún plan por la tarde, lógicamente no sabía dónde ir pues el trabajo empezaba por la noche en las cenas, y me fui a acompañarla, me dijo que iba a hacer un recado, pero al pasar dos manzanas me dijo que había quedado con unas amigas y que me querían conocer, a Elena ya la conocía, pero habían dos más que también salían siempre juntas.


Fuimos a una cafetería de moda, había una luz tenue y bastante gente joven para la hora que era, en la mesa del fondo vi a tres chicas, una era morena, le reconocí en seguida era Elena, las otras dos me hicieron un efecto en la vista que tuve que concentrarme en distinguirlas, eran gemelas, pero una con el pelo moreno casi negro y rizado y la otra una melena rubia que le llegaba a los hombros, pensé que sería para distinguirse, pues de cara y tipo parecían iguales por lo menos sentadas.


Lisa me presentó y las chicas me saludaron efusivamente sobre todo Elena, estuvimos hablando de temas intrascendentes hasta que Elena se centró y contó que yo no conocía apenas nada de la comarca y que ella nos había invitado a una excursión a su casa de campo, donde pasamos la tarde, las gemelas casi al unísono, tomaron la idea como suya y dijeron que nos invitaban a su chalet que estaba en una urbanización de lujo a las afueras del pueblo, Lisa también coreó la idea y a mí no me tocó más que consentir.


Lo organizamos para el domingo siguiente que ya no había tanto trabajo en el restaurante, las chicas aunque bastante jóvenes, les calculé los 18 años bastante justos, ya tenían carnet y coche, luego me enteré que su padre tenía un concesionario de coches a la entrada del pueblo.


Cuando pasaron a recogernos Elena había venido andando a por nosotros, estaba con Lisa en su habitación eligiendo indumentaria, las oí cuchichear pero no me atreví a entrar, al bajar me encantaron las dos, iban casi iguales, con unos pantalones cortos y una camisa anudada a la cintura, nos sentamos en una mesa a esperar a Mónica y Andrea, las gemelas, mi madre me miraba y me decía con los ojos que tuviera cuidado, mientras Ricardo me animaba con el dedo pulgar hacia arriba.


Cuando aparcaron el coche las gemelas, Lisa y Elena saltaron como un muelle, me cogieron de la mano y apenas pude despedirme, el coche era bastante grande aunque de dos puertas, Mónica que era la que conducía abrió su puerta y nos dejó subir detrás, Elena se coló primero, mientras que Lisa me dejaba en el medio y luego entraba ella, 
Andrea al lado de su hermana.



Salimos del pueblo bastante calmados, pero ya fuera cuando enfilamos la carretera Lisa y Elena se desataron las camisas y se sacaron los sujetadores y los echaron en el salpicadero del coche, las cuatro chicas chillaban enardecidas, las gemelas eran las que más gritaban, Andrea se volvió a nosotros y encogiendo los hombros dijo que ella no podía quitarse el sujetador, se levantó la camiseta y nos demostró que no lo llevaba de casa, a su vez le metió la mano bajo el top que llevaba su hermana conduciendo y le apretó la teta para que viéramos que ella tampoco llevaba, siguieron chillando alocadas, yo en el medio tenía a las dos cogidas de los hombros y con las manos caídas les apretaba una teta, sobre todo cuando alguna de las hermanas se volvía hacia atrás.


Andrea me informó que la urbanización estaba pegada a una colina y tenía mucha arboleda, con una fuente cerca y con varios chalets  ajardinados como vecinos, también me dijo que sus padres estarían allí ya, yo me quedé un poco frío, me había imaginado otra cosa, pero mi prima me animó…


-        No te preocupes, son una familia fenomenal.


Cuando salimos a un camino callejeamos entre varias cercas que escondían jardines y casa de gran lujo, Mónica pulsó un mando distancia y a lo lejos se abrió lentamente una puerta metálica, entró sin detenerse y se metió dentro de una cochera, era grande aunque solo había otro coche pequeño.


-        Ah! Pues el coche de mi padre no está, habrá ido al concesionario.


Salimos del coche, entonces vi a las gemelas por primera vez de pié, eran altas y delgadas y aunque sin demasiado pecho tenían una cintura estrecha y bastante caderas, la cuatro me rodearon antes de entrar en la casa, se pusieron como un desfile y movieron sus cuerpos para que sus tetas se agitaran bajo de la ropa, parecía que había una riña de gatos en cada una, se burlaron de mí ante la cara de tonto que puse, cuando vi la casa por dentro me quedé sorprendido, estaba amueblada con un  gusto exquisito, los mueble, los cuadros, alfombras, todo parecía una casa de gente muy acomodada, no creí que un concesionario en un pueblo diera para tanto, pero luego me lo explicaron.


Al momento Mónica llamó a su madre y una señora aparentemente muy joven salió de la cocina, me presentaron, la señora se mostró muy amable conmigo y colgándose a mi brazo quiso enseñarme la casa, mientras las chicas se fueron corriendo a cambiarse.


La cocina era muy espaciosa, con electrodomésticos de última generación y el resto de la casa estaba en la misma línea, salimos al jardín era inmenso, una cortina de cipreses aislaba del exterior tanto las miradas como los ruidos.


Me acercó a la piscina con forma de oreja que estaba en un ángulo del jardín, el agua llegaba al mismo borde de la pileta y el césped terminaba a pocos centímetros también, el agua era cristalina.


Mientras Elisa me enseñaba las dependencias de dentro me fijé más en ella, debía haber tenido las gemelas siendo muy joven, pues ella apenas les doblaría la edad y le gustaba vestir muy elegante, llevaba una blusa estampada con un gran escote, y una falda larga muy fina hasta los pies, bajo se adivinaba un conjunto de lencería muy escueto, el sujetador negro de encaje guardaba unas tetas seguramente fabulosas y el tanga que apenas se notaba le ensalzaba las nalgas bajo el ligero tejido de la falda.


Al momento bajaron como una tromba las chicas ya con los bikinis puestos, me rodearon y me preguntaron por qué estaba aún así, lo cierto es que no habíamos hablado nada de piscina y no iba preparado, Elisa salió rápidamente en mi defensa y me sacó del atolladero.


-        Tranquilas chicas, Manu no lo había previsto, seguro que no le habíais informado, ahora buscamos solución mientras, vosotras iros a tomar el sol.


Me cogió de la mano, las cuatro alborotadoras corrían hacia la piscina.


-        Como mi marido no está, bueno casi nunca está, siempre metido en el negocio hasta los domingos, te voy a dejar un bañador de los suyos, ni él sabe los que tiene, yo se los compro y ni los estrena.


Entramos en la habitación de matrimonio, era muy espaciosa, un gran ventanal que daba a la piscina, era suntuoso, pero lo que más me llamó la atención es que había dos camas, muy anchas, pero las dos separadas, sobre un mueble la foto de su marido y la de ella con sus hijas.


-        Ah! Mira éste en Juan, mi marido, ya lo conocerás, espero, pues siempre está fuera, es un poco mayor que yo.


Miré con más atención a la foto, no era un poco mayor que Elisa, sino mucho más mayor.


Entramos en un vestidor al lado y del armario correspondiente a su marido descorrió las puertas, en un orden perfecto estaba alineados un montón de trajes y en los cajones toda clase de prendas, de uno de ellos sacó varios bañadores, los había de todos los tipos, desde ceñidos hasta con camal largo tipo bermudas, sacó varios y me los fue poniendo delante de mí para ver el efecto, al final se decidió por uno, volviéndose un poco me dijo.


-        Anda, pruébatelo, no sea que te siente mal.


Me lo dijo de forma que no daba lugar a replica, me daba vergüenza quitarme los pantalones aunque estaba vuelta de espalda, pero lo hice, cuando me los quité los sostuve con una mano hasta que me bajé el bóxer, no sabía donde dejarlos pues no había ni una silla y los dejé en el suelo, la hebilla del cinturón sonó al caer y Elisa se volvió.


-        Oh! Perdona creí que ya te lo había puesto, bueno me vuelvo otra vez.


En efecto lo hizo, pero ya me había visto y bien vista la polla que me colgaba semidura entre las piernas, por el espejo vi como me seguía espiando, me puse el bañador de pié con dificultad. Cuando ya solo me faltaba subirlo por el culo hasta la cintura se volvió otra vez, todavía tenía la polla y los huevos fuera, presionados por la cintura del bañador que los empujaba hacia arriba, ella se abalanzo para ayudarme, en un principio me cogió la cintura del bañador, pero después me agarró la polla con una mano y los huevos con la otra y los sostuvo un momento mirándolos como hipnotizada, luego lentamente me los fue dejando dentro del bañador.


No contenta con eso, pasó la mano por el camal y volviéndome a coger la polla por la punta intentó arreglármela dentro del la redecilla interior, a esas alturas lo que se encontró era mi polla ya dura, desistió en el intento al ver que ya no se amoldaba dentro y optó por sacarla por bajo del camal, le descubrió el glande y mirándome a los ojos le dio dos lamidas, cerré los ojos, cuando los abrí ya tenía el capullo dentro de la boca y casi la mitad del tronco detrás.


Seguramente no le pareció bastante pues se la sacó de la boca y tirando de los camales del bañador me los bajó hasta los tobillos, la polla me saltó casi pegada a mi vientre, ella se elevó hasta alcanzarla y se la metió otra vez, mientras la tragaba y la chupaba se soltó la blusa y siguió chupando, me seguía mirando a los ojos, y yo por debajo de ellos descubrí el minúsculo sujetador sin tirantes que llevaba, el cuerpo bronceado por muchas horas de sol, mi mano bajó por su hombro hasta alcanzar la teta, siguió su contorno hasta pasar bajo el sujetador y forzándolo levemente se deslizó prestándome a mi mano una maravilla coronada por un pezón rosado, todo era del mismo tono de color, el moreno abarcaba toda la piel, no había marca del bikini, ella se inclinó para facilitar que con la otra mano le sacara la otra teta, así lo hice y fui tirando de ellas para que se levantara, cuando estaba de pié a mi altura se soltó la falda, cayó al suelo sin ruido, cuando rodee sus caderas apenas noté el hilo del tanga, ya me disponía a bajárselo cuando desde la piscina su hija Andrea la llamaba,


-        Mamá, ya viene Manu?, ven tú también, porfa!


Me miró con cara de fastidio, me rodeo el cuello con los brazos y pegando su pubis contra mí polla me dio un beso hasta que nos faltó el aire.





continuara.......

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