La depravada - Parte 12

La depravada - Parte 12



relatos


La depravada


Parte 12


Adaptado al español latino por TuttoErotici
 
¡Ultraje al pudor público!
En el fondo era eso, y de pronto tuve miedo.
¿Y si me detenían?
Incorporándome bruscamente, divisé las gorras de dos agentes que corrían hacia nuestro grupo. Pero por suerte los espectadores, engolosinados por mi exhibición, me defendían oponiendo la fuerza de la inercia al avance de los representantes de la autoridad.
Era lo único que necesitaba para poder huir. No tuve que reflexionar demasiado.
En mi avance, me sentí arrastrada por brazos vigorosos, mientras me murmuraban:
—¡No tenga miedo, señorita, la guiaremos, vamos a sacarla de acá sin peligro!
Y me encontré afuera, en la calle, sana y salva.
Estaba entre dos jóvenes que me llevaban a toda velocidad.
Los miré dudando:¿policías o gigolós? Adivinaron mi sospecha y, deteniéndose, me pusieron ante los ojos sus carnets de estudiantes.
Di gracias al cielo por haber caído en buenas manos y los miré más atentamente.
Uno moreno, otro rubio, nada mal, lo aseguro, jovencitos, de unos veinte años…, muy bien formados…,muy amables también, me preguntan, exhibiendo una seguridad que no pretendía sino ocultar su timidez:
—¿Dónde te llevamos, hermosura?
—¡Me quedo con ustedes! —respondí, felicísima por la milagrosa oferta.
—¡Ah! —replicaron sin vergüenza—, no tenemos dinero… Perderías tu noche con nosotros… Así que decinos dónde querés que te llevemos.
Di saltos dealegría.
—Me importa poco el dinero, chicos… Me importa poco mi noche… Si quieren, me quedo con ustedes…,¡no se van a arrepentir!
Los atraigo hacia mí, muy cerca.
A través de la ropa, siento como responden al contacto de mis muslos.
Acá están los dos machos que busco desde hace tiempo. ¡Pero no los quiero por separado!
¿Cómo me las arreglaría para que sepan que los quiero juntos?… ¡En la cama de la adorable Maryse!
Ésta, me dijo al irse:
—¡Una cama de dos metros de ancho, preciosa! Tus dos hombres podrán cogerte a tus anchas…
Y me entregó la llave de su habitación, en la calle Blanche.
Muy bien, ya encontré a mis dos pollos. Pero ¿qué pasa?… ¿Dudan?…
—Qué, chicos, ¿no les gusto?… —pregunto.
—¡Oh, sí!… ¡Y cómo! —protestan fogosamente.
—Además, soy muy viciosa… ¡Me encanta masturbarla y chuparla, y me gusta que me la metan tanto por adelante como por atrás! Y por lo que siento acá, en sus pantalones, creo que podrán satisfacerme de todas las maneras, ¡y más de una vez!
—¡De eso se trata! Oh, Pierre, deciseló…
—No, Paul—responde el otro—, vos se lo tenías que decir…
¡Ah! ¡Ah! ¿Qué secreto hay entre los amables Pierre y Paul?
Insisto en saberlo y, para animarlos, masajeo sus hermosas pijas a través de la tela de los pantalones.
Por fin, el que se llama Paul se decide…, no sin irse un poco por las ramas.
—Es que… No vaya a enojarse… Es que quisiéramos…, quisiéramos…
—¿Quisieran qué?
—Bueno…
—¡Dale, Paul, hablá!
—Lo entenderá…
—¡No pido otra cosa!
—Fuimos juntos al internado… En el dormitorio, nuestras camas se tocaban… Cada noche, antes de dormirnos, hablábamos de mujeres…, todavía éramos vírgenes por entonces…
—Hasta ahora, no hay nada difícil de entender —digo sonriendo.
—Espere…Hablábamos de meter la nariz entre los muslos de las chicas, de besarlas ahí…,de lamer su concha…, de hacerlas llegar…, y de recogerlo todo con la lengua…Nos calentabamos pensando en manosear sus nalgas, lamerlas también ahí…
—¡Mirá, los muy cerditos!
—Hablando de todo eso, nos excitábamos como locos…
—¡No lo dudo!…Pero seguí…
—De vez en cuando, también nos masturbábamos recíprocamente…, nos chupábamos la…
—¡Bueno!… ¡Qué viciosos!… —digo, riendo muy fuerte esta vez.
—¡Oh! ¡Era porque no teníamos otra cosa!… ¡No es en el internado donde uno puede pagar por una hermosa mujer como usted!
—¡Y es una lástima! —agrega Pierre.
—¡Pensábamos en mujeres muy lindas y muy obscenas que nos dejaran hacerles todo eso!… Entonces nos prometimos, nos juramos el uno al otro que intentaríamos hacerlo…, un día…,juntos los dos…, con una chica hermosa… que quisiera… con los dos… ¡Juntos!¡Eso es!
—¿Está enojada?—se inquieta Pierre.
—¿Yo enojada?…¡Ah! ¡Claro que no! ¡Al contrario, chicos, estoy orgullosa!
Y digo para mis adentros que fui una tonta dándole tantas vueltas para saber cómo decirles que también yo los quería juntos…, ¡los dos al mismo tiempo!
—¡Ah, no! ¡No estoy enojada! ¡Y por supuesto que quiero! Además, mi cama es  bastante grande para los tres, ya verán…, será delicioso.
Saltando de alegría  noto que la cosa brota ya entre mis piernas.
—Diganmé, cerditos, ¿es cierto que los excitaba tanto pensar en meter sus hocicos entre los muslos de una mujer?
—¡Claro que sí! Y mientras estaba usted tumbada hace un momento en la banqueta, ¡las ganas que teníamos! ¿No es cierto, Pierre?
Pierre asiente con la cabeza.
—Entonces, queriditos, tengan…, empiecen…, ¡uno adelante y otro atrás! ¡Prefiero regalárselos antes que sentir que corre por mis medias!
En el rincón de una tienda, me levanto el vestido y ambos meten la cabeza.
No sé cómo se reparten la tarea, si Pierre adelante y Paul atrás… ¡o al revés!
Poco importa, además; lo que interesa son sus lenguas, que pasan de abajo arriba, una entre mis nalgas, otra por mi concha, y que recogen, glotonas, mi secreción.
Pongo un pie en un saliente de la puerta, para separar mejor los muslos y facilitarles la tarea.
De esa manera, me da la impresión de ser una perra en celo a la que lamen ávidamente dos perros callejeros jóvenes, sin preocuparse de los peatones.
¡Ah!…, ¡si no me contuviera, llegaría sólo con ese pensamiento!
Pero, después de todo, ¿por qué detenerme?… Es la primera vez que estoy así, en esta pose tan extraordinariamente excitante…, de pie en la calle, ¡haciéndome chupar por adelante y por atrás al mismo tiempo!
A pesar de lo incómodo de mi posición, o sin duda precisamente por su causa, saboreo con agudeza creciente las delicias de la incomparable sensación.
La saboreo hasta tal punto que me dejaría caer al suelo si mis dos amantes no me sujetaran con sus brazos, que rodean mis muslos.
Entonces, me arrebato saboreando el doble y silencioso placer que destilan para mí esos encantadores muchachos.
¡Ahí, en mi parte delantera, dos labios voraces se ocupan de mi concha, que chorrea al máximo, desbordando de ella una abundante humedad!
Por momentos chupan mi clítoris inflamado, y después succionan el jugo que secretan las paredes de mi sexo.
¡Por el otro lado, entre mis nalgas separadas, otra boca se pega contra el precioso agujero de mi culo! Una lengua tensa lame ansiosamente los bordes estriados de mi ano entreabierto.
Dos manos fuerzan mis nalgas a abrirse más, y esa lengua cochina presenta su punta de terciopelo rojo a la entrada de mi hueco rosado.
¡De golpe, siento que me penetra, esa lengüita, y ya no puedo detenerme! ¡Abro las esclusas!Prevengo a mis dos chupadores:
—Voy a llegar…¡Voy a llegar, chicos!… Siento como llega… Voy a chorrear…, chorrear mucho… Tomen…,ahí voy, ahí voy… ¡Llego, llego!…
Y les suelto una buena ración, que ellos comparten…, con chasquidos de lengua que duplican la fuerza de mi goce.
Los llamo. Ahí están de pie contra mí, mis jóvenes machos en celo.
¡Oh!… Quiero saber en qué boca acabé de esparcir la primera oleada de mi jugo. ¡Ah! ¡En la de Paul! Encuentro en ella el olor de mi conchita…, ¡un olor agresivo al que se mezcla el aroma de mi orina reciente, en el baño del Tabarin!
¡El muy cerdo!¡Por su excitación comprendo que eso le gusta más que nada!
¡Y Pierre, con su beso, me entrega  de sus labios el aroma enloquecedor de mi culo!
¡Ah, vicioso!… Memete la lengua en la boca, esa lengua que dos minutos antes introducía en mi ano, en toda su longitud.
Me excito de nuevo saboreando delicadamente en ella el exquisito y penetrante sabor de mi carne más secreta, más dulce…, ¡más sabrosa!
—¡Oh, mis pequeños amigos! —murmuro—. ¡Qué agradables cerdos son!
—¡Nunca es suficiente con una mujer tan hermosa y tan sensual como usted, señora! —replica Pierre.
—¡Es cierto!—aprueba Paul.
—¡Qué feliz soy por haberlos encontrado a los dos!
—¡Y nosotros! Una suerte así es casi increíble, es… ¡sensacional! —dice Pierre.
¡Ah, rápido!¡Rápido! Que me la metan ahora estos deliciosos muchachos, que se entreguen al mismo tiempo, sobre mí, a todos los caprichos de sus imaginaciones desenfrenadas…
Los arrastro.¡Vamos!


CONTINUARÁ...

0 comentarios - La depravada - Parte 12