Tanta piel

Nunca había estado con una mina tan bonita. No sé cómo podía combinar sus rasgos, ya que tenía una pera demasiado prominente y ojitos chiquitos, pero el resultado final era tremendo: carita de ángel, casi “modelito”, como decimos los hombres a las mujeres que tienen una cara perfecta. Ella de dieciocho, yo de veinte. 
Pelo castaño oscuro y ondulado, por la mitad de la espalda, manos chicas, un busto que superaba el agarre de mis amplias manos, caderona y con una linda cola que solía dibujar muy creativamente con diferentes tangas y lencerías. Era lo que se dice una “gordibuena” o una “chubby” en inglés. Yo le solía decir que era mi Gianna Michaels, y Nacho Vidal opina que en su experiencia, “las gorditas son más atrevidas”. Según la mía, también. 
Con el tiempo llego a ser mi novia; ahora por distintas circunstancias que no vienen al caso, no lo es más. La conocí por intermedio de un amigo, que me dijo que le parecí “lindo pibe”. La agregue al Facebook y comenzamos a pegar onda. Estuve unos tres meses llevándola a pasear a distintos lugares (como me interesaba para algo más que una simple minita decidí posponer el sexo, llegar a conocernos bien y no saltearnos etapas) hasta que decidimos hacerlo. Elegí uno de los hoteles más lindos de mi zona: El Ruca de Quilmes. 
Llegamos y elegí una habitación con dos pisos: tenía un hogar, una cama de agua y un jacuzzi en la planta baja, y en el primer piso una cama normal con frigo bar y un baño, donde decidió pegarse una ducha mientras yo esperaba ansioso. Si bien decidí postergar el sexo para conocerla mejor, no quiere decir que me fuera fácil: no estuve con nadie en ese tiempo porque lo consideraba una falta de respeto, y la chica me calentaba muchísimo. Besaba muy bien, era muy oral, usaba mucha lengua, me mordía los labios, era muy intensa. Con un simple beso ya me paraba la pija, y se daba cuenta. Se notaba que era muy calentona y muy puta. Ya me lo había anticipado en charlas anteriores.
Tuve un sobresalto cuando la puerta del baño se abrió y salió ella envuelta en una toalla. Yo, todavía vestido, me le acerco y la beso mientras le rodeo la cintura. Cada vez más cerca, al fin se me daba: iba a descargar la leche acumulada en meses y con una mina que me interesaba de verdad, que estaba preciosa y que anticipaba ser una perra. La recosté sobre la cama y le empecé a quitar la toalla. Baje besándola detrás de su oreja, por su cuello, su pecho y finalmente las tetas. Tenía unos pezones enormes que devore con alevosía mientras los masajeaba suave al principio, y apretaba fuertemente, casi lastimándola hacia el final. 
Seguí bajando por su abdomen mientras seguía apretando sus tetas y escuchaba sus primeros suspiros. Para ese momento ya deje de pasarle los labios para usar la lengua entera. Usaba mucha saliva, me gusta saber que la mujer se queda con mi marca, dejarle todos mis jugos para que sepa que es mía. 
Al llegar a la parte del bajo vientre empieza a separar las piernas con naturalidad, y de repente vi algo que me paralizo el corazón durante un segundo, para luego hacerlo bombear sangre con ligereza al resto de mi cuerpo, sobre todo a mi verga: tenía un tatuaje en la concha. Arriba del clítoris, en la zona que tapa la tanga se dibujaba un tribal con una mariposa naranja. 
_ ¡Uff hija de puta! – fue lo primero que atine a decir, y rápidamente le comí el clítoris. La actitud de puta, de ser tan zarpada como para ponerse un tatoo en la concha me mato. Tenía planeado ser más delicado, ir aumentando la frecuencia de a poco, pero eso fue más fuerte. Me costó recobrar el juicio: tenía todo planeado, sabía de antemano, antes de llegar al lugar que es lo que le iba a hacer y que le iba a decir que haga. Me gusta la dominación completa, me gusta tener el poder sobre la mujer. Pero ese tatuaje me descontrolo. Le lengüetee la concha a full, se la escupí, agarre su clítoris entre mis labios y los chuponeaba, fui más abajo para tomar todo su flujo. Mientras tanto, sus suspiros se convirtieron en los primeros gemidos. La hija de puta sabía que me había puesto al palo. 
No la deje acabar. Cuando sentí que estaba a punto decidí quitarme lo poco que me quedaba de ropa y me arrodille sobre la cama para que viera mi verga: la erección había hecho que se pelara por si sola, y de la cabeza brotaba gran cantidad de jugos transparentes, el famoso presemen. Me sorprendí al ver que escupía varias gotas a la vez.
_ Dale nena, a lo que viniste – le dije mientras me recostaba al lado de ella. Entendió el mensaje y empezó a devorarla con voracidad. Sin asco se tragó todo mi presemen y trató de hacer una garganta profunda que casi logra, salvo por un centímetro y medio de verga que le quedo afuera. Sus arcadas me excitaban mucho, y empecé a mover la pelvis mientras le sujetaba la cabeza; no quería que escape, y para verle los ojos llenos de lágrimas le dije que me mire. Increíble gauchita, aguanto hasta que tuvo arcadas con mi verga dentro de la boca y pudo zafarse para toser. Así la tuve como por diez minutos. 
_ Pajeame y comete los huevos, dale – le decía cuando la notaba agitada. 
Cuando ya estaba listo le agarre la cara y le di un beso con mucha lengua, para luego preguntarle:
_ ¿Querés hacerlo sin protección? – sabía que estaba tomando pastillas, y si bien nos conocíamos hace tres meses siempre es de caballero preguntar. Uno puede ser muy macho y querer dominar, pero el único macho de verdad es el que es también un caballero y mantiene el respeto con la mujer que tiene al lado. 
Me dijo que sí. La recosté sobre la cama y me puse encima de ella, el clásico misionero. Se la ensarte de una, hasta el fondo, ya no daba más y sentí que era la mejor manera de que sintiera un leve dolor, ese dolor que les gusta a las mujeres, ese dolor placentero. Rápidamente le tape los ojos con mis manos para hacerla sentir más dominada, para que vea que yo iba ganando el control total poco a poco. Es algo que me encanta hacer, y lo convino/é apretando su nariz con mi pulgar y mi dedo índice. Esa sensación de asfixia, de ahogo que sienten me genera un gran éxtasis, y por lo general a ellas también les gusta. Hay que demostrarles que no están con alguien sumiso, con alguien que duda, con alguien que tiembla. La mujer quiere a un hombre al lado, y las embestidas que le propiciaba, y que hacían sonar como un aplauso apagado al choque de nuestros cuerpos sudados le indicaba que yo lo era. 
Para aumentar más la sensación de asfixia me decidí a darle un gran beso de lengua mientras le tapaba la nariz y los ojos. Ella luchaba por zafarse, y ahí es cuando aplicaba mayor fuerza. 
En un momento hizo un movimiento muy brusco con la cabeza y pudo quitar mi mano de su cara, que giró rápidamente hacia un costado para empezar a respirar agitadamente, como boqueando, mientras abría los ojos muy grandes y miraba hacia la nada.
_ ¿Qué haces putita? – la agarre por las mejillas y la obligue a mirarme - ¿Qué pasa? ¿Estas cansadita? Saca la lengua – a pesar de que seguía muy agitada por la asfixia y por las embestidas que le seguía metiendo, muy obediente la yegua saco la lengua y decidí escupir una porción prominente de mi saliva.
_ Mmm – gimió la puta mientras aguantaba mi saliva dentro de su boca. No esperaba mi atrevimiento. 
_ No la tragues, aguantala ahí, ¿sí?
_ Mmje – me dijo en señal de afirmación, y mirándonos fijamente apure el ritmo de la cogida. En un determinado momento trago mi saliva y empezó a gemir con más fuerza, así que aumente el ritmo
_ ¡Ahh si putita! Te gusta la pija ¿no? 
_ ¡Si me encanta! ¡Dame toda, dame toda la lechita!
_ ¿Querés la lechita bien adentro?
_ ¡Si dale! Acaba, acabame toda
No necesite más. Fue ver como arqueaba el cuello hacia atrás y ahogaba un grito para saber que estaba acabando y no pude contenerme; la primer gota gruesa la sentí cómo iba pasando por el tronco de mi verga y caía por la punta de mi glande, pasando por mi frenillo y cayendo dentro de mi actual recipiente de leche; la segunda descarga fue más violenta, y el gatillazo lo sentí dispararse hasta lo más profundo de sus entrañas. Le siguió otro, y luego otro, y otro más, para que luego las últimas gotas se decantaran como la primera. 
_ ¡¡Ahh hija de puta!! ¡Que hija de puta!
_ ¡Ahhh...! – mis gritos e insultos al acabar la excitaban más. 
Me quede encima de ella, respirándole en el cuello, muy cansado y con toda la zona de mi pelvis y panza casi anestesiadas, me costaba sentirlas.
La mire y empecé a besarla dulcemente, besos sin lengua, recorriendo sus labios con los míos, sintiendo cada imperfección, la esponjosidad y humedad de ellos. 
Nunca había tenido una acabada tan larga: sentí que los bombeos de mi chota y mis gritos duraron como treinta segundos, y luego de unos minutos seguían lanzando algunos gemidos más. Me saco hasta el alma esta zorra. 
Entre beso y beso le decía que la quería. Era verdad; luego de tres meses compartiendo momentos gratos uno llega a querer a la persona, y sin darme cuenta empecé a menearme de nuevo dentro de ella. La pija en ningún momento quedo a media asta siquiera, sino que mantuvo su dureza inicial. Me sorprendí de hasta dónde podía llegar mi cuerpo, era la primera vez que me sentía así. Cuando quisimos acordar ya estábamos a buen ritmo de nuevo, besándonos apasionadamente. Sentí como mi verga se deslizaba más fácilmente: la dilatación que sufrió al acabar ella sumado a los mililitros de leche extra que le acababa de depositar hacían que mi miembro se pelara con mayor facilidad en su concha. 
_ ¿Vas a querés más lechita?
_ Si, dame más, quiero más
_ Ponete en cuatro
Más rápido que un bombero se acomodó, dejándome ver ese espectáculo para mí solo: una buena cadera que le daba forma a un culo enorme, bien parado apuntando hacia mi chota. La metí de una sola embestida, y sujetándola por las caderas volví a propiciarle varias ensartadas. Apretaba su cola, la masajeaba, le daba nalgadas, las separaba para llegar a conocer su cuerpo en su totalidad, la agarraba por los muslos, y ella sólo aumentaba sus gemidos.
_ ¡Ah sí, así, así, dale, dale rómpeme toda, dale!
_ ¡Toma putita, toma pija, toma pija! 
_ ¡Ay sí! ¡Así! 
En ese momento sacudió su cabeza dejando todo su pelo cubriéndole la espalda. No sé si fue una señal, pero solo atine a agarrárselo con fuerza, de manera violenta, para que las embestidas sean aún más fuertes.
_ ¡Uff si, seguí así, dale, rómpeme toda! – sus gemidos eran similares a un llanto. Trate de contenerme pero no pude mas
_ ¡Ahh hija de puta, ahí viene la segunda, ahí viene!
Esta vez la primera gota fue un chorro, y no decanto, sino que fue expulsada bien al fondo de la concha de esta Venus. Es impresionante sentir como se expulsa la leche, sentir que el chorro es tan grueso que molesta en el interior de la chota mientras pelea por escapar. 
Poco a poco fui aflojando la fuerza que ejercía sobre sus cabellos y me quede un rato con mi verga dentro de su sexo, hasta que poco a poco sentí como la sangre que llenaba mi tronco volvía hacia el interior de mi cuerpo, haciendo que quede pseudo gomosa. 
La empuje por la espalda suavemente, dándole a entender que quería que se acostara, y comencé a darle un buen masaje por el cuello, los hombros, la espalda completa, los brazos, nalgas y muslos. Me encanta dar masajes, y con lo bien que se había portado conmigo creo que fue la mejor manera que tuve de agradecerle. Estuve así como diez minutos hasta que advertí que se había quedado dormida. Pobre, ella también sufrió el cansancio y mi castigo. 
Me recosté al lado de ella, la observe dormir y le acaricie su cuerpo. 
Antes de retirarnos nos duchamos. Salimos del hotel caminando de la mano, directo a algún café para merendar algo. 
Nunca había tenido tanta piel con una persona, y me sorprendió que fuera en la primera vez. 
Ella me confesaría meses más tarde que había sentido lo mismo. 

1 comentario - Tanta piel

AfterShave +1
Muy buen relato!
stanimetal666 +1
Muchas gracias!! Volvi despues de 2 años jaja Abrazo!