Sórdida

Juegos. Me encantan los juegos. Pero que se vuelvan reales y sustanciosos.
A veces no puedo recordar que tipo de juegos son los que más me enloquecen.
Aunque siempre, siempre he tenido en mi mente la idea de que no sirvo para el amor,
Ni siquiera le he dado un momento para dejarlo entrar ¿Por qué? Por qué escogí esta profesión y decidí
Por cuenta propia que el amor no era para un ángel sexual como yo.
El primer juego fue a una edad temprana, con chicos que no tenían experiencia, y que solo pedían por curiosidad que se las lamiera, y yo lo veía tan tierno. Que ni modo, se las besé a todos, se las comí a todos, pero no sabía cómo se hacía, así que solo me dedicaba a darles besos y a mantenerla en mi boca. Saboree de todos los tamaños ni siquiera eran penes promedio que me ofrecía el mercado del descubrimiento sexual.
Para luego dar paso, ha algo más grande. Un hombre. Un verdadero hombre 30 años mayor que yo, que me volvería una viciosa. Yo tenia 18 años y este fue mi segundo juego y el más duradero. Se podría decir que fue una seudo relación. Yo era su chiquita de ojos tristes. Siempre me decía: Mi chiquita solo sientes felicidad cuando te lo estoy metiendo, es la única vez que veo que brillan tus ojitos mi nenita, eres una viciosa.
Desde muy pequeña supe que esto me gustaría, sobre todo cuando estuve con ese HOMBRE, que me enseñó a gozar.
Me dijo:
-Mientras metía un dedo en mi sexo y yo turbaba los ojos, lo que estas experimentando chiquita mía, no debes avergonzarte de ser una adicta a esto, mientras volvía a señalar ESTO, me introducía un dedo más. Estas completamente mojada para mí. Dulce nena. Abre un poco las piernas.
Me abrí, mientras aún seguían sus dedos jugando en mi vagina. Bajo hasta ella y empezó a comérmela, saboreo mis labios, introducía su lengua afilada y lujuriosa, escuchaba como me estaba comiendo lentamente, como mordía mi clítoris delicadamente, sentía la presión de su lengua en esta. Mis piernas tiritaron, mi boca se abrió, suspire, suspire tiernamente. Mi hombre había logrado hacer que me corriera en su boquita de cielo. Siguió lamiendo, yo me desesperaba y tendía a cerrar las piernas, apretraba su cabeza que no escapaba de mis muslos, el seguía lamiendo y tomando mi brebaje hipnotizante. Se frenó, me miro, se me acercó y me brindo un abrazo.
-Estoy orgulloso de ti, chiquita. Saciaste un poco mi sed, tu cosita sabe bien. Ahora chiquita recuéstate en esa cama.
Asentí. Y como una niña obediente me recosté. El lentamente me quito el vestido, me quito el sostén. Comenzó a acariciarme los senos con una ternura que me enloquecía, y a la misma vez me excitaba. Pero cuando quería volverme loca, me indicaba con la cabeza que no. Debía controlarme.
-No, chiquita, hagamos esto lindo, por lo menos la primera vez que sea una experiencia linda para ti, no quiero dañarte.
Me beso. Sentía como su lengua buscaba juguetear con la mía, y seguí su ritmo. Comenzó a besarme la frente, las mejillas, el cuello, a introducir su lengua en mi oído, a gemir en él. Y bajo nuevamente a mis senos, esta vez jugueteo lindamente con mis pezones, su mano bajo otra vez a mi sexo, sentí un extraño calor en mis mejillas por el contacto de sus manos heladas en mi calentura. Escupió en su mano y me la paso por ahí.
-Te quiero bien mojada para lo que voy a hacerte ahora, chiquita. Necesito que estés tranquila, va a doler un poco, pero te encantara después mi pequeña viciosa. Pero antes de eso, te enseñare algo más…
Se desabrochó el pantalón, saco un miembro mucho más grande y maduro de lo que había visto antes.
-Toca, pequeña…toca ¿Has visto algo así antes?
-Sí, la de mis amigos, pero no era así de grande como la tuya.
-Aprendes bien, las mujeres siempre deben decirle a los hombres que son grandes, que son las más grandes que han visto nunca ¿Te gusta mi pene chiquita?
-¡Me gusta!
-Entonces ahora harás algo por mi ¿Bien?
-Haré lo que quieras.
-No, no debes hacer lo que quieran, debes hacer siempre lo que tú quieras, yo ahora solo te enseñare. Pero entiende algo chiquita, tú debes hacer lo que se te apetezca, debes disfrutar. Yo solo te enseño ahora. Bien, quiero que tu boquita lo bese.
Me acerque a su miembro erecto, comencé a darle muchos besos por todos lados tímidamente, mientras sonreía, me parecía raro este juego.
-Ahora mi pequeña, quiero que intentes meterlo en tu boca, no lo muerdas e intenta que tus dientes no me rocen, intenta que entre bien al fondo, hasta lo que más puedas o que al menos choque en tu paladar. Abre bien tu boquita.
Yo abrí bien la boca, y empezó a introducirlo, tomando nota de todo lo que me indico. Y me quede con el adentro, y lo mire.
El me tomo de las mejillas, me quito el dulce.
-Ahora mi pequeña, debes chupar, lo metes en tu linda boquita, juegas al adentro, adentro cada vez más con tu boquita ¿Entiendes?
Yo lo mire con cara de no comprendo lo que dices.
-Bien, chiquita, mételo de nuevo en tu boquita. Yo te enseño.
Nuevamente lo metí en mi boca, y él puso una de sus manos en mi cabeza. Comenzó a presionar para que entrara más y delicadamente cogía mi pelo para tirarme para atrás.
-¿Entendiste?
Me fui de nuevo a su pene, comencé a chupar, chupar y chupar, lamí sus testículos, jugué con su glande, experimente con mi lengua en los contornos de su prepucio, llene mi boca de baba. Y me separo del dulce.
-¡Oh, chiquita, casi haces que me corra en tu boquita! Tranquila. Ahora bien recuéstate nuevamente, ahora esto si va a doler un poco como te decía antes. Abre un poco tus piernas.
Las abrí, emocionada. Ciertamente quería más. Introdujo un dedo en mi sexo, escupió en su mano, y me embadurno de saliva. Se recostó encima de mí, apoyo su cabeza junto a la mía, y lentamente sentía que presionaba mi abertura con su pene, poco a poco iba entrando, y comenzó a danzar. Yo cerré mis ojitos, apreté los dientes, enterré mis uñas en sus hombros.
-Me duele un poco.
-Dolerá chiquita, te estoy abriendo a un mundo de sensaciones ¡Este es el precio que hay que pagar para disfrutar mucho, mucho después, pequeña!
Metió un poco más, mis mejillas se volvieron carmesí, y sentí como me desgarraba, como me penetraba, sentía un calor, me mojaba cada vez más, salían chorros de mi abertura, y lo metió aún más. Pero ahora empezó a bailar de una manera más fuerte.
-Chiquita ¿Estas bien?
Yo no respondía, solo empecé a gemir, a sentir un calor aturdidor, mi cabeza daba vueltas y gemí. Me sentía extraña, experimentar todo esto, escucharme, no poder contenerme y estar a punto de gritar de placer. Y escuche su voz nuevamente, pero no entendía que me decía, y se frenó.
-No, no, no te detengas, quiero que sigas. Agarre sus nalgas y empuje para que siguiera metiendo. Y el cedió, siguió.
-Chiquita, me voy a correr. Ahora va a doler, te lo meteré completo.
Me lo metió salvajemente, mientras chorros se internaban en mi sexo, sentía un líquido caliente que me llenaba. Experimente un poco de dolor, mezclado con deseo, y tal como él se vino, yo me vine junte a él.
No podía parar de suspirar. Mientras él se levantaba, se abrochaba el pantalón y me daba la espalda, yo tirada ahí lo mire sin entender nada, quería que me abrazara, quería que me dijera chiquita linda, te quiero. Pero no.
-¡Oye! ¿Me mentiste?
-¿En qué iba a mentir?
-No eras virgen, una virgen no goza de esa forma, he estado con bastantes niñas de tu edad, y eres la única que no ha llorado, no ha sangrado, y se ha puesto a gemir como una guarra. Yo solo me meto con chicas vírgenes, y tú eres una sucia putita mentirosa ¿Cuántos te han follado antes de mí?
-Nadie, no lo he hecho con nadie. Tú eres el primero.
-Uno de tus amigos pendejos te lo metió, estoy seguro.
-No, te lo prometo, eres el primero.
-Para ser tu primera vez has gozado como una gran perra. Espera y no hables.
Se lanzó nuevamente en mí, comenzó a apretar mis pezones fuertemente, me tiro del pelo. Me dio vuelta, y me levanto la cola.
-Ahora veremos si al menos tu culo es virgen.
Metió toda su lengua en mi trasero, lamió, escupió unas cuantas veces, y entro sin ser delicado como antes. Yo comencé a chillar, le pedí que no siguiera, el agarro mis nalgas para entrar más. Sus dedos se posaron en mi clítoris, y empezaron a estimularlo. Eso logro hacerme gozar.
-Acá, acá si eres virgen, pero que apretada estas. Vas a hacer que me corra nuevamente.
Y gemí, sentía que todo estaba distorsionado, era un dolor horrendo, pero que se suavizaba cuando golpeaba fuertemente mi trasero hasta dejarlo al rojo vivo, y nuevamente las convulsiones en sus movimientos, entendí que se correría, ahora se estaba viniendo en mi trasero, al pensarlo, me excite y nuevamente sentí ese calor, ese dolor, ese deseo, esa excitación y una profunda necesidad de gritar de placer. Se quedó un momento adentro, luego se tumbó a mi lado y me miro con desprecio.
-Pequeña, nunca había tenido a una pendeja tan guarra. Iré a lavarme, quédate ahí, quiero ver como mi líquido se sale por tu trasero y tu vagina. Sobre todo por tu vaginita, porque te lo meteré de nuevo hasta lograr saciarme, pequeña putita.
Me quede acostada, un poco desolada y a la vez emocionada. Otra vez me lo haría, pero ya no era su chiquita. Era una más del montón, ya no me miraba con dulzura, desde ese día mi mirada se hizo más triste. Como una niña obediente me quede recostada, sintiendo como salía de mis orificios ese líquido aturdidor. Sentí pasos, mire, su mirada era fría, estaba totalmente enfadado.
-Escúchame con atención, putita, esta vez no voy a tener la delicadeza de antes. Esa solo la tengo con las chicas que son vírgenes.
Comencé a llorar, no entendía porque me decía algo así, él había sido mi primer hombre, pensé que me podía enamorar. No quise refutarle, no quise discutir, solo me recosté, mire hacía un cuadro de una pequeña niña con vestido de vuelos y encajes que dejaba entrever sus bragas. Él se recostó sobre mí, y sin mojarme, sin nada más, entro todo de una vez, y me lo hizo salvajemente, hasta un punto que llego a irritarme. Pero no me pude contener, estaba en mi esencia, yo era esto, pude gozar en mi primera vez como una no virgen. Mientras el con enfado me lo metía, metía, y volvía a sentir el ardor en mis mejillas, las ganas de que nunca más se saliera de mí. Me golpeo en las nalgas, me dio unas pequeñas palmadas en la cara, mientras su rostro se volvió obsceno, su boca se volvió vulgar.
-Mi pequeña perra, quiero que te vengas muchas veces, quiero que grites como la maldita perra mentirosa que eres. Que goces como una zorrita.
Al escuchar esto comprendí que me gustaba así, que me gustaba que me tratara como una puta, que aspiraba a serlo algún día o mañana mismo. Y así fue como descubrí que una de las profesiones más antiguas del mundo, sería mi elección, que tenía vocación, que tenía pasta de PUTA. Y que este hombre enfadado ahora me había hecho descubrir el amor por el sexo, pero no el amor por un hombre. Solo por el deseo, las caricias, los golpes, las palabras sucias, el ORGASMO, y que mejor…ME PAGABAN POR ESTO. este era mi último y eterno juego, EL FAVORITO.

1 comentario - Sórdida