Exámenes Calificatorios - Capítulo Final

El gran día finalmente llegó, y yo inicié mi camino a la clínica. La Dra. Nikky me recibió en su escritorio.
- Hola - me dijo sonriendo - Te extrañé.
Tenía puesto un ambo verde de cirugía y el cabello cubierto por una cofia de cirugía semi transparente. Podía notar las puntas de sus pezones contra la fina tela del ambo. Rodeó mi brazo con el suyo y me llevó a la sala de operaciones.
La sala de operaciones es fría, oscura y estéril. En medio de la sala poco iluminada está la mesa de operaciones cubierta por una sábana blanca. Arriba de la mesa cuelgan ésas luces grandes redondas y de alta intensidad. A cada extremo de la mesa de operaciones hay espejos, cada uno angulado hacia la mesa. Las luces están encendidas, haciendo que la mesa de operaciones cobre protagonismo sobre la oscuridad del resto de la sala... como si fuera una animación 3D.
Antes de entrar, en la sala de preparación la Dra. Nikky me explica.
- Te vas a desnudar por completo y después te voy a llevar a la sala de operaciones.
Me quité los pantalones y después mi ropa interior y me acosté a esperarla con una erección. A los pocos minutos volvió con una silla de ruedas.
- Ah, ya estás listo - me dijo. Me subí a la silla de ruedas y ella me llevó hasta la sala de operaciones.
- Acostate en la mesa de operaciones con la cola bien al borde.
Me subí a la gran camilla y me acosté sobre la sábana. Escuché a la Dra. Nikky acercándose, trayendo los electrodos para el electrocardiograma y me los pegó al pecho. Buscó algo a los pies de la camilla y por los espejos pude ver que sacaba dos estribos ginecológicos de metal y los ubicaba en su lugar.
Ví a la Dra. Nikky sacar de un estante lo que parecían ser dos medias gigantes, del mismo color verde que usan para la sábanas de cirugía.
- Levantá la pierna derecha - me indicó. Pasó el extremo abierto de la media por mi pié y la deslizó a lo largo de mi pierna hasta que el extremo se topó con mi pié. El otro extremo de la media me llegaba casi hasta el pubis.
- Ahora la pierna izquierda - dijo, soltando mi pierna derecha. Puso la media en mi pierna izquierda del mismo modo que lo había hecho con la derecha.
- Para qué es éso?
- Nos ayuda a mantenerte limpio - sonrió - Cuando el semen salpica no queremos tener que limpiarte. Es más fácil mandar los cobertores a la tintorería.
Me agarró la pierna derecha cubierta por la media gigante.
- Levantá la pierna y doblá la rodilla - me ordenó.
En cuanto terminé de doblar la rodilla, la puso sobre el estribo, y la aseguró con una cinta de cuero. Mi pié quedo apuntando hacia arriba y alejado de la mesa de operaciones. "Esto es raro", pensé.
- Ahora la pierna izquierda - me ordenó y repitió el proceso. La Dra. Nikky se movía rodeando la mesa de operaciones y asegurando cada una de mis muñecas a los costados de mi cuerpo con cintas de cuero. Quedé abierto y atado a la vista de todo el mundo. Ella cubrió mi cuerpo desnudo con una manta.
- Vuelvo en un rato - me dijo - Tengo que terminar de cambiarme. Cuando vuelva termino de prepararte y te operamos.
Sus pasos se alejaron mientras abandonaba el lugar.
Muy pronto la Dra. Nikky volvió a la sala de operaciones, sus ojos brillaban sobre el barbijo que llevaba puesto. También se había puesto una bata de cirugía verde que le llegaba a las rodillas, atada prolijamente al cuello y la cintura. Traía un pequeño carro con una bandeja de acero inoxidable con instrumental médico y lo dejó al lado de la mesa de operaciones. De la bandeja la Dra. Nikky levantó un sobre largo y angosto, parecido al que contenía los guantes de cirugía de la Dra. Marisa en el consultorio unos días atrás. Pude leer escrito en el sobre "Guantes Estériles para Cirugía - Talle 5 1/2". La Dra. Nikky separó las alas del sobre, un paquete de papel cayó sobre la bandeja. Hábilmente abrió el paquete estéril sin tocar el contenido, dejando a la vista un par de impecables guantes blancos de cirugía que brillaban bajo la intensa luz de la lámpara sobre la mesa de operaciones.
La Dra. Nikky hundió sus manos dentro de las mangas de su bata de cirugía, y usó la manga izquierda para levantar el guante de la mano derecha sin contaminarlo. La blancura del delgado y traslúcido látex brillaba con la fuerte luz. Puso su manga derecha contra la abertura del guante, despacio deslizó el guante sobre la manga de la bata y extendió sus dedos fuera de la manga y dentro del guante y los sostuvo por sobre su cintura. El guante se expandió mientras ella acomodaba su pequeña mano a cada dedo del guante. Usando la mano derecha cubierta por el guante para levantar el guante estéril de la mano izquierda, deslizó la manga dentro del guante deslizando el guante a lo largo de su brazo. La Dra. Nikky pronto acomodó cada uno de sus dedos al guante, y luego entrecruzó los dedos de ambas manos para que se terminaran de ajustaran a sus delicados dedos.
Ví que a diferencia de los guantes de examinación que la Dra. Nikky había usado antes, los guantes de cirugía tenían mangas más largas que llegaban a mitad de los finos brazos de la doctora, y eran mucho más finos. Realmente podía ver las huellas digitales de la Dra. Nikky marcadas en el talco y el ajustado látex.
La Dra. Nikky caminó a los pies de la mesa de operaciones y agarró uno de los extremos de la manta que me cubría las piernas. Dobló la manta a la mitad de modo que ahora sólo me cubría por encima de mi ombligo. Abrió un paquete estéril sobre la bandeja y sacó una especie de larga sábana con un orifico redondo en el medio. Puso la sábana sobre mi pubis, busco a través de orificio, me agarró el pene y lo pasó por el agujero. La Dra. Nikky usó largas tiras de cinta adhesiva para cirugía para adherir los bordes del orificio a mi piel de modo que sólo mi pene y escroto quedaran visibles. Mi pene inmedíatamente se puso muy duro y respondió con un salto cuando la Dra. Nikky lo acarició tiernamente con sus suaves manos enguantadas...
Levantando un par de tijeras de brillante acero quirúrgico, la Dra. Nikky hurgó en mi trasero y a través del espejo la pude ver cortando la tela sobrante alrededor de mi ano. Volvió a dejar las tijeras en la bandeja y se oyó un metálico "tink" y enseguida tomó otra larga tira de cinta adhesiva quirúrgica y adhirió los bordes de la tela a mis muslos de modo de dejar a mi ano completamente expuesto.
La Dra. Nikky fue hasta la cabecera de la mesa de operaciones y me quitó la manta. Después pegó los electrodos de la máquina de monitoreo cardíaco a mi pecho, y la encendió. Ella abrió otro paquete estéril, sacó otra sábana quirúrgica y me cubrió el cuerpo, justo desde mi ombligo y hasta el cuello.
- Esto te va a mantener limpio durante la operación - dijo la Dra. Nikky.
Como si hubiera estado ensayado, la Dra. Marisa entró justo en ése momento a la sala de operaciones. Llevaba un ambo verde de cirugía y el cabello cubierto por una cofia semi transparente. Un barbijo cubría su bello rostro.
La Dra. Marisa cruzó la sala de operaciones con los codos doblados y las manos apuntando al techo. La Dra. Nikky fue a su encuentro y le dio una toalla estéril para secarse las manos. La Dra. Nikky después le mantuvo abierta una bata de cirugía verde, larga hasta las rodillas y la Dra. Marisa pasó sus manos por las mangas. La Dra. Nikky rodeó a la Dra. Marisa y le ató la bata al cuello y la cintura.
- Qué guantes va a usar doctora? - le preguntó la Dra. Nikky a la Dra. Marisa.
- Sergio - me preguntó la Dra. Marisa - te abstuviste de mantener sexo o masturbarte en estos tres últimos días como te ordené?
- Sí doctora - contesté.
- Muy bien - respondió la Dra. Marisa - Quiero los guantes ginecológicos. Con esta abstinencia el especimen va a eyacular con fuerza y seguramente va a salpicar bastante! - los ojos de la Dra. Marisa brillaban maliciosamente. La Dra. Nikky sacó un sobre de uno de los gabinetes. Giré la cabeza para leer el paquete en manos de la Dra. Nikky: "Guantes Ginecológicos de Goma Natural - Estériles - Talle 7". La Dra. Nikky abrió el sobre y el paquete estéril en su interior. Sacó el guante de la mano derecha y estiró la manga tanto como pudo. La Dra. Marisa introdujo su mano derecha dentro del guante y la manga se estiró casi hasta el codo de la doctora. La Dra. Nikky liberó la manga y la tensa goma se cerró ruidosamente ajustando la manga de la bata de cirugía de la Dra. Marisa. La Dra. Nikky luego ayudó a la Dra. Marisa con el guante de la mano izquierda, y escuché otro agradable "snap" cuando la fina goma atrapó el brazo de la Dra. Marisa. La doctora flexionó los dedos de ambas manos para asegurar el perfecto ajuste de sus guantes de cirugía.
- El especimen ya eyaculó? - le preguntó la Dra. Marisa a la Dra. Nikky.
- Todavía no - respondió la Dra. Nikky.
- Procedé a generarle la secreción y después procedemos con la cirugía.
Las doctoras se ubicaron una a cada lado. La Dra. Marisa atrapó la base de mi engordado pene con los dedos de su enguantada mano izquierda y presionó ajustadamente alrededor del tronco. La impresión inicial del frío látex rodeando mi pene fue reemplazada rápidamente por la tibieza que emanaba de la mano de la Dra. Marisa a través del fino látex que rodeaba sus dedos. En el espejo podía ver las venas en mi pene dilatándose y poniéndose duro. El "bip" de la máquina de monitoreo cardíaco creció rápido mientras mi pulso se aceleraba con mi ansiedad. La Dra. Marisa empezó a acariciar a lo largo de mi pene, la pálida piel de mi miembro rodeada por sus manos teñidas ahora de un color naranja por el marrón de la delgada goma de los guantes. La Dra. Nikky hurgó y empezó a acariciar mis genitales con sus dedos enguantados, enviando oleadas de sensaciones a través de mi cuerpo. El monitoreo indicaba que mi ritmo cardíaco había aumentado a cerca de 150. Cuando me pene empezó a palpitar, la Dra. Marisa lo liberó.
- Doctora, hágase cargo - ordenó la Dra. Marisa.
La Dra. Nikky agarró la base de mi palpitante miembro con su mano derecha, rodeando mi erección con sus dedos índice y pulgar que enguantados tomaban un color blanco cremoso, y atrapó mi escroto con el resto de su mano cubierta por el guante. Usó su mano izquierda para rodear el tronco de mi pene, recorriendo con sus suaves dedos hacia arriba y hacia abajo todo el largo de mi palpitante miembro que bailaba al tiempo que le marcaban las caricias de mi doctora.
La Dra, Marisa fue a los pies de la mesa de operaciones y se sentó en un banco, dejando su pecho a la altura de mi trasero. Agarró un pomo de lubricante quirúrgico y aplicó una buena cantidad al enguantado dedo índice de su mano derecha. Se sentó en el banco manteniendo el brazo derecho hacia arriba, con la mano apuntando al techo... esperando.
La Dra, Nikky continuaba con sus largas, lentas y metódicas caricias a mi pene. Cuando los dedos de su mano derecha empezaron a sentir pulsaciones en mi escroto, ella apretó su agarré del tronco de mi pene y acarició con más fuerza.
- Oooohhh... por favorrrrr - grité mientras mi pene explotaba en éxtasis. Doblé mi espalda, en el único movimiento que me permitían mis brazos y piernas atadas a la mesa de operaciones. El monitor cardíaco marcaba 165. La primera oleada de placer atravesó mi cuerpo, acompañada de un gran chorro de eyaculación de mi pene que casi me llegó hasta el pecho. Mi pene siguió bombeando semen rítmica y ferozmente sobre las manos enguantadas de la Dra. Nikky, gotas de mi líquido seminal brillaban sobre el blanco látex de los guantes de mi doctora bajo la brillante luz. La Dra. Nikky hábilmente disminuyó la velocidad de sus caricias a medida que la fuerza de mis contracciones bajaba. Restos de esperma goteaban entre los dedos enguantados de la Dra. Nikky, cubriendo mi pene de una pegajosa humedad.
La Dra. Marisa, con la palma de su mano derecha apuntando hacia arriba, insertó su dedo lubricado en mi ano, empujando rápidamente a través del esfinter externo y profundo dentro mío hasta que sentí su dedo contra mi próstata. La intrusión de su rápida penetración llegó como una pequeña incomodidad que me llenaba el recto.
- Muy bien - dijo la Dra. Marisa - la próstata está suave y es chica, tal como me lo esperaba.
La Dra. Marisa lentamente retiró su dedo de mi interior y mi esfinter recobró su forma normal a medida que retiraba su dedo. La Dra. Marisa se limpió el guante con una toalla estéril que luego tiró a un cesto.
La Dra. Nikky levantó otra toalla estéril de la bandeja de instrumentos, limpió toda la zona de mi pubis y se secó el semen de sus guantes de látex. Mi pene púrpura y agotado, petulantemente rechazaba responder a su tacto. Miré a mi achacado pene, preocupado.
- No te preocupes Sergio, igual te queremos bien relajadito para la próxima etapa de la operación - me dijo la Dra. Nikky.
La Dra. Marisa pidió más lubricante, que la Dra. Nikky derramó sobre los brillantes guantes marrones, la Dra. Marisa frotó sus manos enguantados, cubriendo cuidadosamente sus guantes con la brillante jalea. La Dra. Marisa me agarró el interior de mi muslo derecho con su mano izquierda, y con la palma de su guante derecho hacia arriba, me insertó sus muy lubricados dedos índice y mayor por mi recto. Todavía relajado después de mi orgasmo inicial, los dedos de la Dra. Marisa se deslizaron fácilmente a través de mi esfinter externo. Empujó sus dedos más profundo dentro mío, llegando rápidamente hasta mi próstata y después al esfinter interno. Examinando este músculo interno con forma de anillo con sus dedos cubiertos de látex, la Dra. Marisa giró su muñeca, haciendo rotar sus dedos dentro mío, cubriendo todos mis tejidos con el lubricante de sus guantes.
La Dra. Marisa de pronto retiró sus dedos mientras la Dra. Nikky traía una bandeja con un instrumento grande y de forma fálica. De hecho era un modelo anatómico del tronco y glande de un pene erecto de unos 15 centímetros de largo y bastante más ancho que mi pene completamente erecto.
- Me... me van a... meter éso...? - pregunté medio asustado pero muy excitado.
- Sí mi amor - contestó la Dra. Nikky mientras levantaba un sobre con un condón de la bandeja de instrumentos. Abrió el sobre, y desenrolló el lubricado condón por el tronco del consolador. La Dra. Nikky aplicó una gran cantidad de lubricante quirúrgico al condón, y pasó la jalea por todo el condón usando su mano derecha cubierta por el guante de látex, que ahora brillaba con la humedad del lubricante. Me excité mirando a la Dra. Nikky masajeando el pene de silicona, pensando que eran sus suaves manos masajeando mi órgano.
La Dra. Marisa pasó más lubricante por sus manos, ahora sus guantes goteaban la jalea quirúrgica. Apoyó sus la punta enguantada de sus dedos patinosos en mi anillo rectal. Sus guantes marrones brillaban bajo la luz. Las puntas de los dedos de la Dra. Marisa hurgaron dentro de mi esfinter anal, y suave pero firmemente separaron mis tejidos, obligando que mi ano se abriera para recibir la penetración del consolador. La Dra. Nikky puso entre los brazos de la Dra. Marisa la punta del lubricado consolador justo frente a mi dilatado orificio. A medida que la Dra. Nikky insertaba lentamente la punta del consolador dentro de mi recto, la Dra. Marisa liberaba mi ano, mi esfinter se cerraba alrededor inmenso y anti natural intruso. La Dra. Nikky segía penetrando mientras la Dra. Marisa me acariciaba el recto y el consolador con sus manos lubricadas, desparramando todavía mas gel quirúrgico transparente mientras entraba más y más profundo dentro mío.
- Despacio doctora - indicó la Dra. Marisa.
Yo dejé escapar un suspiro cuando la punta del consolador pasó mi esfinter externo y siguió penetrándome. Empecé a respirar más rápido, jadeando incómodo. El monitor empezó a sonar más rápido y mi corazón se aceleraba con el dolor.
- Sergio - me dijo la Dra. Marisa suavemente - Quiero que te relajes chiquito.
- Sergioooo... - me dijo la Dra. Nikky mientras me seguía penetrando con el consolador - Relajate... Te vamos a someter... aceptalo...
Las palabras de la Dra. Nikky me ayudaron a relajarme, y el monitoreo bajó mientras sentía como empujaban la punta del consolador rápidamente a través de mi encogida glándula prostática y penetrando por mi esfinter interno.
- Ohhh... aayyyy... dueleee!! - grité con lágrimas en los ojos.
- Doctora penétrelo un poco más! - ordenó la Dra. Marisa - Perfecto Doctora! A partir de ahora yo me hago cargo, fíjese a ver si puede ayudar al paciente a relajarse.
La Dra. Nikky vino a mi lado, me agarró el pene con sus manos enguantadas y patinosas, y me empezó a acariciar mi órgano lentamente de arriba a abajo y todo a lo largo.
- Sergio, cómo te sentís chiquito? - preguntó la Dra. Marisa.
- B... bien... doctora... - contesté. El ardor que sentía por el consolador en lo profundo de mi ser ahora le estaba dando paso a una sensación agradable. El monitor indicaba que mi pulso seguía bajando.
- Muy bien - dijo la Dra. Marisa, empujando el consolador tan profundo como quiso - Ya lo penetramos lo suficiente. Doctora, prepare el pene del especimen para la operación.
La Dra. Nikky levantó de la bandeja de instrumentos una banda de goma como las que se usan para hacer los torniquetes antes de hacer una extracción de sangre. La Dra. Nikky pasó la banda de goma por debajo de mi escroto y le dio una vuelta alrededor de la base de mi pene que se endurecía rápidamente, apretando la goma, ajustándola alrededor de la base de mi pene.
La Dra. Marisa sostenía el consolador con el condón con ambas manos enguantadas y húmedas, procedió a retirar el instrumento hasta que sintió que la punta era despedida de mi esfinter interno. Después lentamente re insertó el consolador dentro de mi ano tanto como pudo, y luego volvió a retirarlo y después lo re insertó. Este bombeo creaba las más agradables sensaciones contra las terminales nerviosas en mi ano, mi pene crecía en repuesta a cada una de las lentas y profundas penetraciones de la Dra. Marisa.
- Buena respuesta peneana a la estimulación prostática - estableció la Dra. Marisa - Creo que estamos listas.
- El especimen tiene una buena erección y el torniquete ajustado y en posición - informó la Dra. Nikky.
- Procedamos - respondió la Dra. Marisa. Encendió el consolador que envió ondas rítmicas y ondulantes por todo el largo del instrumento. Podía sentir las ondas en mi interior presionando suavemente contra mi próstata y estimulando mis terminales nerviosas anales. Estaba cada vez más y más excitado y mi pene empezó a palpitar ritmicamente a tiempo con los pulsos del consolador.
- El especimen está a punto de eyacular Doctora - informó la Dra. Nikky.
- Oprima las vesículas seminales del especimen - fueron las instrucciones de la Dra. Marisa que otra vez me retiraba ligeramente el consolador, para volver a deslizarlo profundamente dentro mío.
La Dra. Nikky agarró los extremos de la banda de goma con sus manos enguantadas y las apretó firmemente, una sorprendente cantidad de fuerza fue aplicada por sus delicadas manos. Sentí que mi pene y escroto se sofocaban, deteniendo la imperiosa expulsión del semen mientras una gota de fluido pre eyaculatorio apareció en la punta de mi glande. Mis testículos dolían un poco, pero mi pene crecía todavía más, si es que éso era posible, la sangre atrapada tras el torniquete causaba que las venas azules de mi pene empiecen a desvanecerse.
La Dra. Marisa incrementó la frecuencia de los pulsos del consolador, aumentando mi excitación. El monitoreo cardíaco sonaba cada vez más rápido mientras you gritaba.
- Bastaaaa.... bastaaaa!! Por favor!! No puedo más!!!
- Doctora, libérelo - ordenó la Dra. Marisa con calma. Y la Dra. Nikky liberó el torniquete.
Yo grité en éxtasis mientras un chorro de semen emanó desde la punta de mi pene, llegando hasta mi pecho - o lo hubiera hecho si no fuera que mi pene flameaba sin control, despidiendo semen para todos lados. La Dra. Nikky reaccionó retirándose mientras una buena cantidad de mi semen se estampaba contra su bata de cirugía dejando una clara mancha. Otra buena cantidad de semen quedó en sus guantes de látex. Finalmente mi producción disminuyó a una débil emisión de líquido, y la Dra. Nikky me agarró el pene que todavía palpitaba para acariciarlo suavemente, y extraer lo que podía quedar de mi lechosa semilla por mi orificio uretral.
- Aaahhh por favor... por favoooor! - jadeaba exhausto - Qué me... hicieron?
- Te sometemos a un pequeño procedimiento quirúrgico Sergio, nada extraordinario - me contestó la Dra. Marisa deteniendo los movimientos de penetras y sacar el consolador - Tuviste un buen orgasmo, no?
- Buen orgasmo?! - pregunté incrédulo - Fue un orgasmo extraordinario! Debo haber eyaculado toneladas de semen!
- Bueno, no tanto - comentó la Dra, Nikky - Pero fue uno de los orgasmos más potentes que tuvimos en este quirófano. Excelente eyaculación!
La Dra. Nikky limpió toda mi área púbica.
- Sergio, ahora voy a retirar el consolador - me dijo la Dra. Marisa - lo voy a sacar despacio, y a lo mejor sentís ganas de ir al baño, pero te aseguro que estás completamente vacío, así que no va a pasar nada.
La Dra. Marisa lenta pero firmemente retiró el consolador de mi ano y sentí cómo se relajaban mis adoloridos y ardientes esfínteres, retomando su circunferencia normal mientras el cálido pene de silicona pasaba a través de ellos.
La Dra. Marisa retiró el condón del consolador y tiró el mugriento látex al cesto. Con cuidado puso el instrumento a un costado de la bandeja y giró para quedar de frente a mi trasero. Buscó en una caja de guantes de examinación y sacó uno de los guantes de látex traslúcido. El guante de examinación quedó colgando flácido desde el firme agarre de su mano izquierda, y ella deslizó su mano derecha ya enguantada dentro del guante de examinación hasta que la manga llegó más allá de su muñeca. El guante de examinación se deslizó facilmente por fuera del marrón guante ginecológico todavía cubierto de lubricante quirúrgico. Ella no hizo ningún esfuerzo por estirar la manga del guante de examinación ni para ajustarlo en sus dedos. El guante de examinación blanco tomaba un color bronce a medida que se acomodaba en su lugar por sobre el látex marrón de los guantes ginecológicos que ya cubrían las manos de mi doctora. La Dra. Marisa se frotó las manos para aplicar algo de lubricante de su mano izquierda al guante de examinación. Una vez más ella me agarró el muslo derecho con su mani izquierda mientras deslizaba su dedo índice derecho doblemente enguantado lenta pero firmemente dentro de mi ano, tan profundo como pudo. La sentí mover su dedo todo alrededor dentro de mi ano, bastante más allá de mi esfinter interno. Después, ella lentamente retiró el dedo y lo observó con cuidado.
- No hay sangrado - dijo la Dra. Marisa - Excelente. Sergio, vamos a seguir con la intervención, te vamos a provocar otro orgasmo.
- Está bien doctora - contesté confiado - Opéreme.
Cuando me escuché a mi mismo me pregunté si realmente iba a soportar el procedimiento.
- Muy bien - dijo la Dra. Marisa, sonriendo detrás de su barbijo. Se quitó el guante de examinación de su mano derecha y lo descartó en el cesto. Entrecruzó los dedos de sus manos, todavía cubiertos en los finos guantes ginecológicos marrones para cirugía, ajustando de nuevo el látex a sus dedos. Limpió ambos guantes con un trozo de algodón con alcohol y seguidamente se secó con una toalla quirúrgica verde.
La Dra. Nikky terminaba de limpiar mi pubis. Cuidadosamente se estaba limpiando sus guantes cuando la Dra. Marisa se paró al lado de la mesa de operaciones justo frente a la Dra. Nikky.
- Doctora - empezó la Dra. Marisa - Proceda a aplicar otro torniquete en el pene y escroto del especimen.
La Dra. Nikky agarró una nueva banda de goma de la bandeja de instrumental y otra vez pasó por debajo de mi agotado escroto púrpura y cruzó ambos extremos de la banda de goma alrededor de mi pene flácido.
- Ajuste el torniquete Doctora - ordenó la Dra. Marisa, mientras suavemente me examinaba el glade con el dedo índice de su mano derecha cubierto por el guante de cirugía. Mi órgano empezó a llenarse de sangre en débil respuesta al suave y ligero tacto del látex de la Dra. Marisa.
- Pinzas. Algodón - pidió la Dra. Marisa.
La Dra. Nikky buscó en la bandeja de instrumental, agarró una pinza de acero inoxidable con su pequeña mano cubierta por el guante y uso el instrumento para levantar un trozo de algodón estéril. El instrumento brillaba bajo la intensa luz de la lámpara quirúrgica mientras pasaba por sobre mi pubis hacia la expectante mano abierta de la Dra. Marisa. La Dra. Nikky apoyó con fuerza el mango de la pinza contra la palma recubierta del guante de látex de la Dra. Marisa. La Dra. Marisa deslizó sus dedos enguantados pulgar y mayor a través de los orificios en el mango de las pinzas, y empezó a pasar el algodón lenta y suavemente por mi pene desd el escroto y hasta el glande. Mi pene empezó a pulsar en respuesta al frotado de la Dra. Marisa.
- Doctora, libere el torniquete y asístame - solocitó la Dra. Marisa.
La Dra. Nikky soltó el torniquete de goma y lo quitó de alrededor de mis testículos. Con su mano cubierta en el blanco látex de sus guantes de cirugía pasó sus dedos alrededor de la base de mi pene que otra vez pulsaba. El tronco de mi pene se puso duro con ése contacto y sentí como mi pene empezaba a palpitar llevando el chorro de semen desde lo más profundo de mis vesículas seminales otra vez.
La Dra. Marisa usó su mano libre para rodear el glande de mi miembro lleno de sangre con el índice y el pulgar de su enguantada mano izquierda. Seguía frotando lentamente el orificio de mi pene con el algodón que sostenía con las pinzas en su mano derecha, mientras la Dra. Nikky mantenía bien agarrada la base de mi pene. Las manos enguantadas de estas dos mujeres que me agarraban alrededor del pene era mucho más fuerte que cualquier vagina que me hubiera abrazado. La Dra. Marisa me frotaba el glande hasta ponerlo virtualmente púrpura. Yo luché contra las cintas que me sujetaban.
- Ooooohhhhh - me quejé - No... puedo... más!!!
- Ya casi terminamos chiquito - me dijo la Dra. Marisa.
- Resistí... nosotras te vamos a someter - agregó la Dra. Nikky y yo miré al espejo sobre la mesa de operaciones, prestando especial atención a las manos cubiertas por los guantes de cirugía y los bellos rostros cubiertos por los barbijos en las doctoras que me operaban. De repente mi espalda se dobló y otro chorro de tibio semen eyaculó por el orificio de mi pene. El chorro no fue ni parecido a la intensidad del anterior, es inmedíatamente empezó a gotear entre los dedos de la Dra. Marisa cubiertos por sus guantes marrones, el semen hacía que sus dedos se deslizaran fácilmente por mi pene.
La Dra. Nikky liberó la base de mi pene y agarró una toalla estéril de la bandeja al lado de la mesa de operaciones. La Dra. Marisa me liberó el pene y la Dra. Nikky le dio una toalla para que la Dra. Marisa pueda limpiar mi tibio semen de sus guantes y de mi pubis. La últimas gotas de mi fluido seminal salían de mi orificio mientras la Dra. Nikky suavemente frotaba mi marchito pene con la suave toalla.
La Dra. Marisa se quitó uno de los largos guantes ginecológicos, haciendo que el látex haga ése delicioso sonido mientras lo desenrollaba de su brazo. Después agarró la manga del otro guante y la deslizó por su brazo para terminar sacando la mano. La Dra. Marisa caminó hasta la máquina de monitoreo cardíaco y revisó la tira de papel que se había juntado en el piso de la sala de operaciones. Revisó rápidamente varios centímetros de la tira de papel hasta confirmar los resultados.
- Bueno Sergio - me dijo la Dra. Marisa sonriendo bajo su barbijo - parece que terminamos...
No podía reaccionar, estaba extenuado.
- Doctora - dijo la Dra. Marisa quitándose el barbijo y la cofia - Puede ayudar al especimen a recuperarse. Quiero que esta tarde descanse, pero debe estar listo para ser examinado de nuevo esta noche.
La Dra. Marisa giró para abandonar la sala de operaciones, deteniéndose lo suficiente para quitarse la bata de cirugía y tirarla al cesto. El atractivo trasero de la doctora dejando la sala de operaciones es la última imagen que recuerdo de la Dra. Marisa.
La Dra. Nikky se quitó ambos guantes, los guantes se deslizaron fácilmente por sus manos transpiradas. Tiró los guantes al cesto y se secó las manos con una toalla limpia. Después se quitó la bata de cirugía y la arrojó al cesto. Una huella de transpiración se marcaba evidente en sus delicados pechos en el ambo. El barbijo y la cofia fue lo que se quitó después, descartándolos en el cesto. Sacudió un poco su cabeza para acomodar su cabello y luego se pasó las manos por el cabello para peinarlo. Ella me liberó las muñecas de las cintas de sujección y liberó mis piernas de los estribos. La Dra. Nikky gentilmente me ayudó a bajar mis piernas de la mesa de operaciones.
- Sergio, quiero que te relajes mientras termino de limpiarte.
El alivio que experimenté al abandonar mis piernas la posición de abertura total fue indescriptible. Cada pierna parecía ser de plomo.
La Dra. Nikky quitó los electrodos del monitoreo cardíaco y me limpió el pecho con una toalla.
- Bueno - dijo la Dra. Nikky - si querés podés ir a vestirte mientras yo termino de limpiar el quirófano. Ya escuchaste a la Dra. Marisa, descansá esta tarde y esta noche voy a pasar a revisarte. Tengo que hacerte un examen post quirúrgico. Te parece bien a éso de las 21 hs?
- Un momento - protesté - nadie me dijo nada de un examen post quirúrgico...
- Silencio! El especimen se calla la boca y obedece! - me interrumpió la Dra. Nikky. Yo me callé la boca.
Y espero ansioso a que lleguen las 21 hs.

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