Por el Momento - Capítulo 1 (continuación)

Andrea había estado en su elemento. Había observado el cuerpo del chico y se había deleitado por el modo en que había aceptado su castigo. "Tan maleable", pensó mientras lo miraba temblando y llorando por los golpes. Se paró de la silla y sin hacer ruido caminó del corredor al hall. Estaba impaciente por compartir sus apuntes con su madre y con la tía Susy. Qué hermoso chico, no podía esperar tenerlo bajo su poder. Poder acariciar su piel y sentir su pene creciendo y sus testículos a su merced.
Sólo quince minutos después Andrea entró a la oficina arrastrando una bandeja de acero inoxidable con ruedas. Estaba encantada de ver que Pedro estaba parado exactamente como lo habían dejado. Él trató de mirar cuando la escuchó entrar. Ella lo escuchó jadeando sorprendido cuando él de pronto se dio cuenta que la voz que estaba escuchando era la de ella.
- Pobre Pedrito... dolió mucho?
- Oh por favor... oh no, por favor... no quiero que me vea... así. Por favooooor noooooo.... - Pedro inmediatamente sacó las manos de su cabeza y se cubrió los genitales. Se inclinó, su cabeza tocaba la biblioteca mientras trataba de cubrirse de modo que su parte delantera no pudiera ser vista. Andrea se sonrió parada detrás de él.
- No tengas vergüenza. Ya sé que sos tímido, pero mamá dijo que tenés que obedecerme. Ella está en el corredor, así que puede volver en cualquier momento. Dice que tenés que quedarte con las manos en la cabeza hasta que te inclines sobre mi regazo. Traje una loción para ponerte en la cola, está muy inflamada y mamá no quiere que se infecte. Yo muchas veces asisto a mamá y a la tía Susy en la clínica... digamos que soy una especie de enfermera. Vamos Pedrito, portate como un buen paciente! Yo voy a hacer exactamente lo que me indicaron o si no, mamá te va a volver a dar una paliza. Yo sé que te dolió. Vamos Pedrito, poné las manos en la cabeza y parate derechito.
Pedro estaba confundido... no sabía qué hacer. Pensó que Andrea lo vea desnudo lo iba a traumatizar profundamente, pero para ella verlo de esta manera... llorando con su trasero al aire inflamado por la sonora paliza, lo hacía sentir al borde del desmallo. Para su mayor vergüenza ella le agarró las muñecas, apoyando su joven cuerpo sólo cubierto por la blanca chaquetilla médica contra la espalda del chico mientras lo obligaba a quitar las manos de sus genitales.
- Vamos Pedrito, tengo que hacerlo.
Llorando de vergüenza, Pedro relajó sus brazos permitiendo que Andrea los lleve hasta su cabeza.
- Por favor señorita - lloraba mientras Andrea le acariciaba la espalda - Por favor, yo no quiero que me vea así... ay señorita enfermera... me dá mucha vergüenza.
Andrea estaba sorprendida que él le dijera "señorita enfermera" en lugar de "Andrea". Ella sabía que el cambio en su relación nunca había estado lejos. Su aceptación cuando ella le hizo poner las manos a los lados para besarlo en el auto le había probado que iba a poder dominarlo facilmente. Se alejó un poco.
- Se hace tarde Pedro, hacé lo que te digo y vas a ver que no es para tanto. Ahora date vuelta, de frente a mí. Las manos en la cabeza... Vamos!
Pedro temblaba de pies a cabeza mientras se daba vuelta. Cuando la vio se puso muy colorado. La actitud de Andrea mirándolo con las manos en los bolsillos de la impecable chaquetilla médica blanca lo hicieron sonrojar todavía más exhibiéndose desnudo frente a ella. Andrea tuvo cuidado de no mirarle los genitales. Lo miraba a los ojos y le sonreía dulcemente.
- Pobre bebé, te estás muriendo de la vergüenza. Pero te tengo que curar, así que con las manitos en la cabeza te parás frente a ésa silla.
Ella podía ver al chico temblando de pies a cabeza mientras agarraba la bandeja. Tenía una variedad de cremas y ungüentos, algodones y gasas y una caja de guantes de látex. Ella se había ocupada de que una toalla cubriera el contenido de la bandeja. Giró y vio a Pedro parado obedientemente en frente de la silla donde había recibido su paliza. Acercó la bandeja a un lado de la silla, dejando suficiente espacio para que el chico pueda pararse en medio. Ella podía ver que todo el torso del chico estaba completamente sonrojado. Evitó mirarlo mientras se sentaba en la silla. Miraba la bandeja como si estuviera pensando, saboreando el momento en que decidiera mirarlo. Lentamente elevó la cabeza y lo miró directo a sus genitales. Sabía que él estaba furiosamente colorado de pié avergonzado frente a ella. El cuerpo de Pedro temblaba violentamente mientras ella observaba cuidadosamente su pene y testículos. Estaba encantada con lo que veía. Lentamente levantó su cabeza y lo miró a la cara. Él también había levantado la cabeza y estaba mirando hacia adelante, su cara era una pintura de angustia y humillación.
- Mirame Pedro - su voz era gentil pero insistente mientras retiraba la toalla de la bandeja revelando su contenido. Ella sacó un par de guantes de látex y se los puso provocando el típico "snap" "snap" al ajustárselos mientras el chico abría grande los ojos. Andrea apoyó su suave mano enguantada en la cadera izquierda de Pedro. Él tembló al sentir su tacto y miró para abajo poniéndose colorado instantáneamente cuando ella lo miró. Ella sabía que él no iba a poder soportar verla con la impecable chaquetilla médica blanca. Ella seguía mirándolo y notó como él trataba de no mirar más que su rostro. Suavemente deslizó sus dedos cubiertos por el látex de sus guantes por las caderas del muchacho y sus ojos se dirigieron a sus piernas pero en seguida volvieron a su rostro. Ella puso su otra mano en su cadera derecha. Podía sentir el escalofrío corriendo por el cuerpo del chico mientras lo tocaba intimamente y tocaba su desnuda vulnerabilidad. Pedro se sentía absolutamente indefenso y expuesto de pié frente a la hermosa enfermera. Desesperadamente quería bajar sus manos y cubrir sus genitales. El desamparo de estar parado frente a ella con sus manos sobre la cabeza lo hacía tomar conciencia de cada centímetro de su desnudez. Andrea le sostenía las caderas, deleitándose con su vergüenza y aceptación. Otra vez dirigió la mirada a la palpitante zona genital, disfrutando de la vergüenza del chico mientras observaba como el prepucio lentamente se retraía mientras su pene empezaba a crecer. Pedro estaba claramente al tanto de lo que le pasaba a su pene cuando lo sintió palpitar excitado. Se sacudió de vergüenza cuando un segundo impulso emocional hizo palpitar su pene otra vez. Se sintió despojado de cualquier auto estima. Sus emociones estaban tan extremas que lloraba al hablar.
- Por favor... señorita enfermera... por favor... basta.... me da mucha vergüenza.
Andrea sintió un escalofrío recorrer su cuerpo cuando notó que lo tenía totalmente a su merced.
- Pobre bebé... te duele mucho? Vení... vení con la enfermera - le empujó suavemente las caderas hasta que se acomodó a la derecha de la silla, frente a la bandeja - Vamos mi amor, sobre mi regazo así la enfermera te puede curar esa colita.
Para su horror Andrea despreocupadamente lo agarró de su pene y testículos con su mano izquierda. Él se sacudió de vergüenza mientras ella lo sostenía firmemente.
- Aaahhh por favooooor nooooo señorita enfermera.... ooohhhh aaaahhhh...
Rápidamente ella le pasó su brazo derecho alrededor de la cintura y lo obligó a inclinarse hacia adelante. Lo vió estirar sus brazos al perder balance y caer sobre su regazo. En un delicioso momento posicionó el pene y testículos entre sus piernas y los soltó juntando las piernas para obligar a mantenerlos allí.
- Listo Pedrito, ahora te quedás bien quietito mientras te reviso la colita. Está claro Pedrito?... Está claro?!
Pedro no podía contestar. No podía creer que lo habían obligado a inclinarse desnudo sobre el regazo de la chica más hermosa que había visto. La misma chica que hubiera deseado impresionar con su madurez. Andrea... la única chica con la que había soñado, noche tras noche! Nunca se había sentido tan avergonzado y humillado. No podía evitar el llanto con vergüenza y desesperación.
Andrea estaba en el paraíso contemplando el trasero desnudo del joven. Apretó sus nalgas esperando la inevitable respuesta del pene palpitando. Lentamente elevó sus piernas empujando con la punta de sus pies contra la alfombra y acariciando sus nalgas una contra la otra. Lo escuchó jadeando mientras la suave piel de sus nalgas acariciaban sensualmente el pene. Andrea notó qué fácil que era lograr sus objetivos. Lo tenía ahí... con el trasero desnudo sobre su regazo. La mente y el carácter del chico se habían sometido a su deseo. Se tomó su tiempo para revisarle el trasero. Contenta vio las marcas que había dejado la paleta todavía resaltaban sobre la piel pálida. Inclinó su cabeza hacia adelante encantada y posó la palma de su mano cubierta por el guante de látex sobre el trasero.
- Ahora bien quietito Pedro, no te quiero lastimar la cola. Oy... la tenés muy inflamada.
Pedro se sacudió sintiéndose desamparado mientras sentía las suaves manos tocándole el trasero. Se sintió sin esperanzas, incómodo, muy subestimado y como un tonto mientras ella le hablaba como si fuera un chico.
- Pobrecito el bebé... ahora te voy a revisar el culito, muy despacio... así, así... relajate.... éso es.... qué bien que se está portando mi paciente... - escuchó a Pedro sollozando mientras ponía sus dedos enguantados delicada pero profundamente uno en cada uno de sus glúteos.
- Muy bien... relajate! - le ordenó mientras separaba los glúteos.
Pedro temblaba mientras ella deslizaba su dedo profundo a lo largo de la hendidura, acariciando alrededor del esfinter. Ella lo podía sentir tensando sus músculos ansioso mientras le examinaba el prolijo orificio anal
- Muy bien Pedrito, acá esta todo muy bien. Ahora quedate muy quietito mientras preparo la cremita, sí? - Él se volvió a sacudir cuando ella volvió a cerrar sus piernas.
Más allá de la tremenda vergüenza, ella podía sentir su pene poniéndose cada vez más erecto entre sus piernas. Deliberadamente ella dejó que sus piernas se rocen entre sí mientras buscaba un recipiente plástico en la bandeja.
- Ahora no te muevas Pedrito, esto a lo mejor te arde un poquito.
- Por favor noooo señorita enfermera... ya estoy bien... ay por favor señorita enfermera no....
Ella vio cómo sus glúteos se contraían mientras derramaba el frío líquido dentro de la hendidura de su trasero. Hábilmente ella deslizó su mano enguantada a lo largo de la hendidura, presionando suavemente con sus dedos en el esfínter mientras lubricaba sus guantes con la crema.
- No seas tonto Pedrito, la enfermera te tiene que curar el culito - delicadamente empezó a aplicar el líquido en los glúteos. Sus manos cubiertas por los guantes de látex eran lentas y sensuales, mientras una y otra vez, entraban por la hendidura del trasero, penetrándolo cada vez más firmemente mientra él se sacudía sobre su regazo.
- Pobre bebé... así... qué bien que se porta mi paciente.
Varias veces ella cambio por cremas diferentes mientras él se sacudía y temblaba sobre su regazo. Ella ignoró sus protestas, notando que él estaba muy consciente de su tremenda erección.
- Así, así... pobre bebé... así está mejor? Duele menos la colita?
Ella continuó tocándolo deliciosamente, sus manos excitando hábilmente al muchacho. Ella ignoró sus obvios intentos de evadir sus tocamientos, el cuerpo del chico se sacudía y temblaba mientras las manos de Andrea se movían expertamente por su trasero. Ella deslizó su mano derecha entre sus piernas, haciendo que sus dedos acaricien el perineo de Pedro. Hábilmente dejó que sus dedos enguantados acaricien la base del pene. Se inclinó hacia adelante y pudo ver que el chico reaccionaba a cada sutil y hábil movimiento de sus dedos. Cada intruso e íntimo toque de sus manos era acompañado por la caricia de sus piernas. El profesionalismo y competencia de Andrea sometieron exquisitamente el cuerpo del chico con cada sensación sexual. Ingeniosamente hurgó y examinó en las áreas más íntimas del chico exponiendo en forma dura y tortuosa sus sentimientos más íntimos. Él se sacudió y jadeó mientras ella lo excitaba hasta la fiebre. Con un placer que no había experimentado nunca antes, ella tocó y masajeó su piel. Él se sacudía y jadeaba por el tormento sexual y la angustia del muchacho era música para los oídos de la enfermera que jugaba con él a su antojo. De pronto ella percibió un cambio en él, dándose cuenta que estaba a punto de eyacular cuando su pene empezó a pulsar y latir violentamente contra la piel de sus piernas. Ella rápidamente dejó de tocarlo cuando notó lo que estaba pasando. Levantó su mano derecha y de dió una fuerte palamada en el trasero. La aguda palmada ahogó cualquier liberación sexual.
- Basta chiquito - dijo ella - ya está... te voy a dejar que te pares. Pero me tenés que prometer que me vas a obedecer y que vas a poner tus manos en la cabeza apenas te pares.
Pedro estaba muy avergonzado. Sabía que su pene estaba erecto y palpitando violentamente. No sabía qué hacer.
- Ay, por favor, señorita enfermera... me puedo tapar señorita enfermera... por favor...
- Por supuesto que no tontito! - le contestó, como si fuera el pedido más ridículo del mundo - Ya sabés cuales fueron las instrucciones de mamá. Seguro que no querés otra paliza. Ya tenés la cola bastante inflamada. Lo único que falta es que te tenga que dar otra paliza... Vamos... Parate y portate bien. Prometeme que vas a poner las manos en la cabeza. Vamos... me lo prometés?
Pedro lloraba humillado, pero no respondió. Perversamente, Andrea levantó su mano derecha y le pegó en ambos glúteos. La reacción de Pedro fue inmediata.
- Oooggghh.... aaagghhh.... - se retorció y sacudió su trasero y empezó a temblar mientras ella volvía a levantar la mano y le pegó otra vez.
- Ooohh... por favor noooo.... er.... señorita enfermera... se lo prometo - dijo temblando y moviéndose mientras lágrimas de vergüenza empezaban a caer por su rostro - Ay... por favor señorita enfermera... tengo mucha... vergüenza.
- Está bien bebé - le dijo ella suavemente - Hacé lo que te digo y parate con las manos en la cabeza. Obedecé. Es por tu propio bien.
Andrea puso sus manos alrededor de la cintura del chico y lo ayudó a ponerse de pié. Ella podía ver la tremenda humillación y vergüenza en los ojos del muchacho mientras se paraba al lado de la silla y nerviosamente ponía sus manos sobre la cabeza, dejando el resto de su cuerpo desnudo a la vista de la enfermera. Ella se quedó sentada tocándole las piernas, haciendo que sus manos enguantadas se deslicen hasta su trasero. Deliberadamente miró su pene erecto, sintiendo el cuerpo del chico temblar de vergüenza mientra ella le acariciaba los glúteos. Estaba encantada de ver el pene duro separado del cuerpo en un ángulo de cuarenta y cinco grados. El prepucio se había retirado tanto que la suave corona del glande estaba totalmente expuesta. También estaba encantada con cuánto había crecido el pene. Miraba fascinada al miembro hinchado latiendo y palpitando, moviéndose hacia arriba y abajo como si tuviera voluntad propia. Lo miró poniéndose colorado. Con la cara mirando al techo. Andrea sabía que él estaba tan humillado que querría tomar distancia de la vergonzosa situación que atravesaba de cualquier manera. Ella se paró frente a su cara, sus firmes pechos presionando contra la ajustada chaquetilla médica mientras lo miraba a los ojos. Ella dió un paso al frente para que él sintiera la punta de su pene rozando contra la tela de la chaquetilla.
- Quedate quieto y mirame Pedro - lo dijo de un modo que él no podía evitar obedecer. Ella tomó su cabeza con sus manos todavía enguantadas y lo besó en los labios. Otra vez forzó su lengua dentro de la boca del chico para besarlo profundamente. Cuando se alejó ella estaba deleitada de ver la mirada del amor en los supllicantes ojos de Pedro.
- Mi amor... Ahora te voy a dejar que te vistas y vayas a tu casa. Te portaste muy bien, tu enfermera está orgullosa de vos. Y voy a estar muy orgullosa de volver a salir con vos - lo besó suavemente en una mejilla y se fue sacándose los guantes de látex. Ella sabía que él le miraba las piernas mientras abandonaba la habitación.
Andrea tuvo tiempo de quitarse el maquillaje y cepillar su hermoso cabello rubio esperando que él terminara de cambiarse. Cuando él entró al hall, ella estuvo encantada de verlo ponerse colorado y bajar la mirada. Rápidamente abrió la puerta del frente y lo esperó. Le dió un beso en la mejilla y lo despidió cerrando la puerta detrás de él.

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