Tocando la Gloria en Sydney… (IV)




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Creo que fue algo instintivo, dentro de los moradores de la tienda mirar a Gloria. Claramente, ella no pertenecía a aquel lugar, pero al mismo tiempo, sí…

Como les digo, ese día iba vestida con una falda blanca delgada de algodón, una blusa blanca sin cuello y una chaqueta color magenta, que le hacían ver elegante y fuera de lugar. Cabello negro, rizado, largo; ojos celestes y labios deliciosos. En pocas palabras, “servida en bandeja”.

Además, todavía mantenía un aire de “histérica oficinista”, con una postura encorvada y protegida y por su recato para observar las cosas de la tienda o apartarse de mi lado, lo que mayor curiosidad daba a los que se encontraban ahí sobre quién era esa dama.

Sin embargo (y fue algo que me percaté a los pocos minutos), las miradas de los otros hombres no le desagradaban del todo. De a poco, fue tomando mayor confianza y estirándose, viéndose de forma más segura de sí misma.

En cambio yo, sabía a lo que iba y no tardé en dar con el pasillo que buscaba, donde solo me quedaba decidir cuál de todos iba a comprar.

*¿Qué es esto? ¿Qué piensas comprar?- preguntó,todavía temerosa, como si los otros compradores fueran tiburones.

Había un chico de unos 30 años, flaco, sin afeitar y rapado al cero, que daba pinta de motoquero o de tipo malo; unos tipos de unos 50 años, canosos y con pinta de personas importantes, pero vestidos de forma casual, bromeando entre sí al ver a Gloria; una mujer de unos 26 o 28, gordita, punkie de lleno, con falda corta y una blusa escotada y chaqueta de cuero, con las mejillas rosadas y un moño, que sujetaban un cabello descuidado y teñido en rubio, con algunos cabellos negros y apuntando hacia el techo y nuestro vendedor era un tipo alto, de unos 30 años, de lentes con mirada desanimada y vestido con una camisa celeste de mezclilla, para nada llamativa y ahora que lo pienso, bastante fuera de lugar.

-Un huevo vaginal….- respondí, buscando entre los diferentes modelos.

La respuesta le hizo enrojecer…

*¿Y qué es eso?

-Bueno… es un aparato vibrador, que ubicas en el interior de la vagina…- Le expliqué, a medida que iba revisando los diferentes modelos.- Cuenta con un motor, que cuando lo accionas, comienza a vibrar y estimula tu clítoris.

*¡No puedo creer que le vayas a comprar algo así a tu esposa!- replicó ella, moralista e indignada.

Sin embargo, yo no podía evitar sentir un poco de nostalgia con el producto por el que me estaba decidiendo…

-En realidad, este fue el primer regalo de aniversario que le di…- sonreí, recordando.- Y de hecho, ella reaccionó muy parecido cuando se lo entregué… pero al final, nos ayudó a solventar más nuestra relación.

Me miró extrañada, pero yo me sentía manso cuando se lo contaba…

Le expliqué que en esos tiempos, Marisol y yo teníamos relaciones en contadas ocasiones, dado que yo disponía de poco dinero (mi sueldo se iba en pagarle a mi padre porlos costos de la universidad) y porque tanto en casa de mis suegros, como en la mía, no disponíamos de mucha intimidad.

Además, en vista que eran mis primeras experiencias y Marisol le faltaban algunos meses para la mayoría de edad, me preocupaba que no la satisficiera como corresponde y ese aparato podía hacerlo en mi lugar, cuando ella lo desease…

-Dime, Gloria. ¿Alguna vez has sentido un orgasmo?

La pregunta la tomó con vergüenza, al punto que enrojeció un poco, sudó y a la vez, se enfadó.

*¡Claro que he sentido! ¡Muchos!

-¿Y alguna vez, Oscar te ha masturbado?

Cerró los ojos, en gesto de aversión…

-Esa es la diferencia que hay entre tú y Marisol…- le reproché.

Volvió a mirarme con sus ojos celestes ofendidos, pero a la vez, intrigados.

-Marisol me ha entregado sus orgasmos… y este aparato, que tú tanto prejuzgas y tratas como ofensivo, le ayudó a tener confianza mayor en mí.

Cuando Marisol accedió a usarlo para las fiestas con su prima Pamela y cederme el control, tenía sus dudas, puesto que yo, en cualquier momento que a mí se me ocurriera, podía brindarle un placer increíble entre sus piernas.

Sin embargo, me encargaba de activarlo solamente cuando me sentía aburrido y la extrañaba, lo que la hacía volver a mi lado colorada y extremadamente cariñosa.

-Y honestamente, es una lástima para ti, Gloria, que no tengas la suficiente confianza con Oscar para que te brinde un placer enorme cuando menos lo esperes y de la forma más agradable… incluso, podrías usarlo en la oficina, si como dices, tienes problemas de intimidad con Oscar y nadie se daría cuenta…

Nuevamente, me miraba intrigada, pero a la vez, cachonda…

-¡Así lo hace mi esposa en su trabajo y ya ves que no tiene problemas de estrés!- comenté, en un tono más alegre.

Fue ahí que comenzó a “aclimatarse con el entorno”.

Digamos que fue como si floreciera: Se paró en una posición más recta y confiada y contemplaba sus entornos sin tanto reproche. De hecho, el calvo se movió de su sección, para solo inspeccionar la cola de Gloria y mientras yo esperaba que la caja me cancelara, podía darme cuenta que estaba disfrutando cómo los vejetes comentaban a sus expensas, puesto que estaba flexionando un poco más sus glúteos, pero mantenían sus distancias, al verme tan atento por ella.

Y pude darme cuenta que Gloria estaba famélica por un buen pene cuando llegó a la sección de consoladores. Se quedó pegada, mirando uno que debía tener unos 28cm. de largo.

*¡No puedo creer que haya uno tan grande!-exclamó, con sus ojitos celestes brillando.

-Pues, sí… los hay de varios tamaños… ¿Por qué no te compras uno?

Me miró fingiendo desagrado… pero esta vez, no del todo…

*¡Jefe, yo no podría!

-Me sorprende que una mujer tan fuerte y segura de sí misma como tú, Gloria, no se atreva a comprarse un consolador para brindarse placer…- ataqué, aprovechando su vulnerabilidad feminista.-Esta es la solución perfecta para una mujer que se siente autosuficiente: Lo tomas cuando quieres, lo usas cuando quieres y lo dejas cuando quieres…

Achinó sus ojos con picardía, notando mi sarcasmo…

-La única desventaja es que no acaba en ti como uno real.

Eso la demolió una vez más. Estaba completamente rosada, pero a la vez, curiosa…

-¿Por qué no lo tocas? No pierdes nada…- sugirió la serpiente, a la inocente Eva…

*¡Vamos, jefe!... yo no podría…- respondió, aunque mi mano la guiaba hacia el objeto de su curiosidad.

-¡Gloria, no puedes pensar que eso es una infidelidad! Es solo un pene de caucho… no uno real.

Sin embargo, alcanzó a tocar con la punta de su índice el enorme falo y rápidamente, se retractó.

Vi mi oportunidad de oro y nuevamente, tomé su mano, pero esta vez, la dirigí hacia miembro un par de centímetros más pequeño… pero muy parecido al que mi esposa está acostumbrada a manejar…

-¡Mira, Gloria! ¡Siente la textura! ¿No te parece real?

Sin querer, me encontré recordando esas horas de almuerzo con Sonia, donde visitábamos ese tipo de antros (Su relación con el enorme Armando iba en picada, mientras que la mía con Marisol iba en ascenso) y fui aplicando las enseñanzas que mi mentora (Y actual jefa y madre de mi otro hijo) me enseñó.

Abracé a Gloria por la espalda, sintiendo un delicioso y suave perfume, cuya esencia no podría precisar. Era suave, con una textura que picaba levemente en la nariz, pero no tan fuerte para ser irritante.

Sus intentos por zafar su mano de la mía disminuían por cada segundo que pasaba. La cercanía de nuestros cuerpos y mi involuntario abrazo le impedían retractarse…

*¡Es… pegajoso…!- dijo ella, aun con los ojos cerrados, dejándose guiar por mi mano, que la hacía palpar desde la base hasta la punta.- ¡Y grande!...

Sonreí…

-¿Y qué opinas del grosor? ¿Es de tu agrado?

Su respiración se empezó a agitar…

*¡No lo sé!... nunca he sentido una así…

Si me hubiese ganado un millón de dólares, no me habría sentido más contento…

-¡Deberías palpar los testículos! ¡Se ven bastante reales!

*¡No, Jefe! ¡Ya no puedo!...-trató de resistirse, pero su mano ya no tenía voluntad.- uhh…

-¿Pasa algo?- pregunté y les mentiría si no tenía una sonrisa socarrona en mi rostro.

Esta vez, su mano se soltó y empezó a palparlas a diestra y a siniestra.

*Es que nunca había visto unas así…- Y abrió los ojos, sin poder creerlo.- ¡Qué grandes!

-¿Qué tal son? ¿Son suaves?- le pregunté, dándole un agarrón al falo de caucho.- No… las reales son más blandas y tibias…

Me miró intimidada, pero la tenía en mis garras. ¿Cómo podía saber yo eso? ¿Sería acaso que yo…?

Y me miró el paquete.

Posteriormente, trató de disimularlo, pero la idea ya estaba asentada en su cabeza: Sabía que ella me gustaba, que encontraba su cuerpo atractivo y tal como le había anunciado el día anterior, le había picado la curiosidad.

Pasamos a comer a un restaurant de comida rápida, donde me dio miradas escurridizas y algunas palabras. No quería incomodarla más y aproveché de mirar al resto de la gente.

Durante nuestro viaje de regreso al Aparthotel, Gloria llamó a Oscar para disculparse por no haberle llamado la noche anterior. Le comentó que en nuestra reunión nos había ido bien y que incluso, había aprovechado de conocer la ciudad…

Luego, hubo un leve silencio. Me miró brevemente, se puso roja y miró al suelo, respondiéndole que ya le llevaba un regalo especial.

Cuando se preparaba para despedirse, se puso más nerviosa. Le dijo que lo amaba, que lo extrañaba y que se moría por volver a su lado…

Sin embargo, podía darme cuenta que más palabras le quedaban por decirle. Me miraba ocasionalmente, pero como que no podía llegar a la despedida oficial. Como si ese efímero contacto la resguardase de sus malos pensamientos.

Pero llegamos a destino y tuvo que colgar. Nuevamente, la noté más tensa en el ascensor. Ni siquiera me dio el valor para bromear sobre sus compras o lo feliz que se pondría Oscar cuando la viese así.

-Bueno, Gloria, ha sido un día largo y me voy a acostar…- le dije, mientras ella se sentaba en el sofá y tenía el televisor encendido.

*¡Espera!... ¿No quieres conversar un poco más?...

Eran apenas las 9 y cuarto y tenía planeado ver televisión en mi dormitorio… si ella no se atrevía.

-¡Sí, claro! ¿De qué quieres conversar?

*¡No sé!...-respondió ella,  mirando hacia el lado.- ¡Dime tú!

Y tomando confianza, me senté a su lado…

-Hay algo que me gustaría preguntarte… ¿Cuál es tu pose sexual favorita?

Gloria volvió a enrojecer…

*¡Jefe, no te puedo decir eso!

Estaba yendo demasiado rápido.

-¡Lo sé y lo siento!- me disculpé.- Pero hay algo que sí me gustaría saber de ti…

*¿Qué… cosa?

-¿Cómo besas?


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1 comentario - Tocando la Gloria en Sydney… (IV)

Mcarrascot1 +1
Creo que fui de los primerosen leerla, espero la siguiente 😃
metalchono
Tal vez, aunque tuve que editarla un poco, al igual que la siguiente. Por alguna razón, me postea con la mayoría de las letras en mayusculas y con las palabraspegadas entre si, además de no dejarme cargar fotos. Un saludo y gracias por comentar.