6 meses después… (IX y final)



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Me había dado la excusa que tenía algo muy importante de que hablar. Sin embargo, apenas entramos, me pidió que si la disculpaba para ir al baño…
-         ¿Estás segura que es importante? Recuerda que nuestro vuelo sale a las 8 de la terminal…
Me miró afligida…
·        ¡Sí, jefe! Solo que no he tenido tiempo para iral baño en todo el día. ¿Me das unos segundos?
Se los cedí, imaginando los derroteros de su mente, mientras me sentaba en la cama y encendía el televisor, con una grata sonrisa en sus labios, al ingresar al lavabo…
Tras comprar los aros y salir a cenar, me percaté de sus 2 vasos de ron y la forma en que me miraba; de la manera que apegaba su cuerpo al mío, al compás del jazz, con una mano peligrosamente colindante con mi muslo derecho; su falta de conversación en el Uber y su despreocupación por las llamadas sin contestar de  su pareja…
Quería una noche loca. Sin testigos. Conmigo, que soy su jefe…
Y necesitaba darse valor…
Gloria, hasta antes de conocerme, no había pensado en la infidelidad. Entró a trabajar para la minera en las mismas condiciones que lo hicimos Sonia y yo, en un puesto mediocre, tendiendo a miserable, solamente porque atisbaba parte de sus intereses.
Es su primer trabajo tras egresar de la universidad y su mayor anhelo es ingresar a trabajar en una planta de lixiviación de material, que ahora, bajo mi amparo, es mucho más factible.
Y aunque no voy a negarlo, es bastante bella… pero me sirve más como asistente.
Con 26 años, debe medir alrededor de 1.73, porque es un par de pelos más alta que Marisol. De cabello negro, rizado, con ojos celestes cautivadores y una mirada felina e inteligente; labios carnosos y sugerentes, ideales para besos o para dar mamadas, sobre un mentón redondeado y tierno; una nariz respingada y desafiante y mejillas no tan marcadas, complementando su rostro  con forma de avellana.
Y sobre su cuerpo, está más que bien: unas piernas largas, musculosas y firmes, que esa noche corroboraría que eran suaves y lampiñas; unas nalgas firmes, carnosas y redondeadas y un par de pechos apetitosos, esponjosos y suaves como los malvaviscos deliciosos que tiene mi mujer, con pezones rosados, no tan grandes y marcados, con forma de coqueto chupón de bebe.
Si bien, ahora, tras 6 meses a su cargo, puedo describirles sus formas anatómicas al detalle, estoy seguro que de ser otro tipo de jefe, las habría tenido al mes y ya habría explorado todos sus agujeros…
Pero como les he mencionado, no soy ese tipo de jefe.
Finalizando con su breve descripción, debo decir que su relación con Oscar es normal. Él tiene 30 años y mantienen una relación de 4. No tienen hijos de por medio, porque como les mencioné, recién ahora las oportunidades de Gloria comienzan aabrirse y lo mismo sucede con él, por lo que su situación sentimental se acomoda perfectamente a sus necesidades, sin compromisos fijos hacia el matrimonio. Tienen relaciones 3 veces a la semana (entre ella y yo ya tenemos ese nivel de confianza) y su desempeño no es malo, ya que ella logra uno o 2 orgasmos por ocasión. Físicamente, no es ni más o menos atractivo que yo y lo mismo ocurre con su musculatura. Es atento, servicial y sabe darle su espacio y respeto como mujer…
Y aun así, Gloria me tiene entre sus cejas.
Salió con su cabello mojado, resplandeciente y seductor y de alguna manera, se las arregló para subirse un poco la falda. Cuando se agachó, para tomar bebidas del frigobar (70 dólares, por una botella de 350 cc de Bailey, es un robo a mano armada, considerando que 2 vasos en el bar del hotel cuestan 30 dólares menos, pero ya le daría yo un buen uso a la botella… para justificar su costo), noté que se había perfumado en torno al cuello, tal cual le había descrito horas antes sobre los gustos de mi esposa.
Tintineando con mi gaseosa de naranja (que también era otro asalto, pero a menor escala), brindamos por nuestro viaje y por el éxito de nuestras negociaciones.
En un momento de mayor sinceridad, producto del alcohol, aprovechó de darme las gracias por haberla recibido en mi amparo como asistente (ya que antes, era la infeliz asistente de Elena y aunque en físico y aptitudes no se compara demasiado con Ingrid, la rubia y pechugona asistente que Elena me había designado originalmente, es mucho más lista y posee mayores convicciones, lo que la hacen ideal para que me reemplace en viajes a los yacimientos), que era el mejor de los jefes, que nadie la había tratado con el respeto que yo le había dado y una larga perorata, para justificar sus acciones, se abalanzó sobre mí, para robarme un beso…
Estaba ebria, en otra ciudad y lanzada para servirse en su primera infidelidad con su jefe. El crimen perfecto, por cómo se le mire…
-         ¡Espera! ¡Espera!- le dije, con intenciones por agarrarla de la cintura… aunque mis manos terminaron posándose en sus pechos.
Ella, tan sorprendida como yo, se rió de lo ocurrido, pero no hizo gesto porque sacara mis manos o expresó molestia por mi actuar. Es más, su mirada parecía darme aprobación a que los desnudara.
Como podrán esperarse, yo estaba tan perplejo por la situación y por donde habían quedado mis manos, que durante un par de segundos, me hizo cuestionarme mi decisión meses atrás, de pedirle que no se vistiera de manera seductora, como la mayoría de las compañeras de mi oficina lo hizo en un tiempo, para ganar mi atención.
No obstante, no dudé de deslizar mis pulgares sobre su escote y palpar sus pujantes y ansiosos pechos, sedientos de libertad…
-         ¿Realmente estás segura que quieres hacer esto?
·        Sí.- respondió de forma seca y con una mirada que hacía invitaciones.
-         Pero ¿Sabes que soy tu jefe y podría despedirte?- pregunté, más temeroso que ella.
Esa pregunta le hizo retroceder, pero mirándome intrigada y aun coqueta, respondió.
·        Pero no me despedirás, ¿Cierto?
-         ¡Claro que no!
¡Y volvió a la carga!…
·        ¿No me encuentras atractiva?- preguntó, colocándose casi en cuclillas, haciendo que sus pechos colgaran en todo su esplendor.
-         ¡Por supuesto!- le respondí, pero cuando se abalanzaba para el segundo espolonazo en mis labios, la afirme por los hombros y la retuve- Pero antes, hay algo que deberías saber…
Sus ojitos me contemplaban brillantes y su boca parecía hacer un pequeño puchero, como si fuese una niña que se le negaba una golosina. Pero a pesar de lo sexy y tentativa que se veía Gloria, todavía me pesaba lo ocurrido con Hannah en esos días.
-         Mira, la mujer con la que he estado estos días es la rubia, con la que nos…
·        ¡Lo sé!- interrumpió, más molesta.- La vi el martes, en la mañana, cuando se iba de tu habitación…
Yo quedé de piedra…
·        ¡Planeaba ir a despertarte, preocupada que no te fueras a dormir!- prosiguió, casi entrando en llanto.- pero escuché voces tras la puerta… y no sé… pero quise mirar con quién estabas…
Me dio una sonrisa más amarga…
·        ¡Imagina mi sorpresa al ver la chica que te besaba era la primera mujer que nos recibía! ¿Qué piensas de eso? ¿Eh?-consultó, en tono desafiante.
Estaba anonadado, pero más me impulsaba a actuar como había resuelto.
-         Gloria… Hannah ha sido mi amante por más de 2 años… (su rostro se contrajo en decepción)… como te he mencionado, mi turno era demasiado largo y extrañaba a una mujer… además, ella me recordaba el físico de mi esposa, antes del embarazo.
Su mirada, más dolida y sus hombros, más cansados, le hacían más receptiva a mi confesión y su euforia se pausaba brevemente, escuchándome más atenta.
-         Fue mi esposa de la mina por más de 2 años…-recordaba yo, sonriendo con nostalgia.- Y hacíamos el amor 2 veces al día…
·        ¿2 veces al día?- repitió sorprendida, en tono de pregunta.
-         Sí. Teníamos 2 horas para la colación… y por las noches, nos encontrábamos de nuevo.
Me miró sin saber qué decir y por eso, decidí proseguir arremetiendo.
-         Por eso, quería preguntarte si estás segura de querer hacer esto… (me miró intrigada)… Hannah se ha casado y todavía no puede olvidarme…
·        ¡Pero anoche… en su cena…!- exclamó, llenándose de espanto.
-         Sí…- respondí más cabizbajo.- anoche, drogó a su esposo y tuvimos sexo en su cama, con él al lado…
Notaba por su cara que estaba a punto de salir arrancando…
-         Por eso, te pregunto…- resumí el hilo de la conversación.- ¿Estás segura que quieres tener algo conmigo? Gloria, soy tu jefe… me verás todos los días… ¿Podrás verme así de nuevo?
·        Pero tú dijiste que aquí, nadie me conoce… que puedo tener sexo y nadie lo sabrá…
-         ¡Así es!... pero me refería a otros hombres.  Conmigo… me verás cada día… y me preocupa que empieces a sentir ganas de algo más…
Entonces, me miró más benevolente…
·        ¡Vamos, jefe!... ¡No te aflijas!...  ¡Solo será una noche!... ¡Lo haremos solo una vez!- espetó, con soberbia.
Y esa manera de decirlo trajo a mi memoria la manera desafiante que me lo dijo Hannah en la faena, que también creía que sería una sola vez…
Luego, solo 2…
Luego, 5 y sería la última…
Que “¿Por qué no se venía a dormir a mi cabaña?”,  en vista que ya se resignaba a ser infiel a Douglas…
Y qué decirles cuando me llevó a reparar el Manitou inundado, que a partir de entonces, se convirtió en la excusa perfecta para hacerlo en el horario de colación.
·        Solo quiero experimentar qué se siente… he estado con Oscar en todo este tiempo… y me gustaría experimentar algo… distinto…¿Sabes a qué me refiero?
Y no me cabe dudas que Gloria sigue siendo virgen por el ano, porque es de ese tipo de chicas. Pero estaba más que seguro esa noche, que podía convencerla que me lo cediera…
Ad mito que me sentía caliente y que en efecto, mi secretaria me atrae, pero como les mencioné, el sexo es maravilloso las breves horas que dura. Pero los sinsabores por la separación de la persona amada afligen por meses, sin olvidar tampoco el cargo de conciencia que la acción da, a pesar que se lo cuente todo a mi esposa Marisol y más encima, ella misma me incentive a que lo haga.
-         ¡Está bien!- acepté, reformulando ideas en mi mente como un huracán.- pero será a mi manera…
Me contempló sorprendida, ya que generalmente, no soy autoritario con mi cargo y que me llame “jefe” tiene fines más prácticos, en vista que tarda menos que pronunciar mi nombre real o mi apellido.
-         No tendremos sexo…- de antemano le advertí.-porque no quiero que después, sientas remordimientos y no quieras trabajar conmigo… y no te daré besos ni caricias, Gloria, porque realmente, no me quiero enamorar…
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
·        Pero mi amor… esas son las cosas más ricas que tú haces… ¿Cómo le dijiste eso?- me preguntó sorprendida mi deliciosa esposa, complicada sin saber si reírse o enojarse, cuando se lo comenté.- ¿Qué le hiciste, entonces?
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
En esos momentos, también me preguntaba lo mismo. Pero no quería darme ventajas. Sinceramente, no quería reabrir el ciclo que dolorosamente estaba cerrando con Hannah, con una nueva chica, porque he disfrutado de ser fiel.
Porlo tanto, pasé unos 10 minutos contemplándola. Tomen en cuenta que a estas alturas, ya era cerca de medianoche y en 8 horas más, debíamos estar en el aeropuerto.
Gloria me miraba tensa, sin saber qué esperar, mientras la inspeccionaba de pies a cabeza e imagino que toda esa anticipación de un comienzo, se revirtió en un nerviosismo y un sentimiento de exposición, sin paralelo.
Y fue en esos momentos, perdiéndome en sus deliciosas piernas, que caí en cuenta de sus lindos zapatos…
-         Gloria, ¿Te han masajeado los pies?
Marisol puso la misma cara de sorpresa cuando se lo conté, porque no lo hago a menudo con ella, debido a un inusual punto erótico que tiene entre sus dedos.
Ahora, mucho más consciente que le estaba revelando a su jefe más de lo que le quería mostrar, trataba en vano bajarse la falda, que con mucho esmero se esforzó en levantar. Sin embargo, empecé a deslizar mis pulgares suavemente sobre el arco de sus finos y pequeñitos pies.
Comenzó a relajarse plácidamente, ya que le molestaba y empezó a soltar breves suspiritos, con una connotación cargada de pizcas de sensualidad.
Deslicé mis dedos desde el talón hasta la punta de los dedos, con completa tranquilidad y aquella renuencia a ver su ropa interior empezó a disminuir cada vez más, depositando sus manos lacias en paralelo a su falda.
·        ¡Mhm!... ¡Sí, jefe!... ¡Sí!... ¡Así!...- empezó a decir, una vez que su dicha fue magnifica.
Y cada vez, abría más el espacio entre sus piernas, dejándome ver una delgada pantaleta de polyester color turquesa, conservadora, como lo es generalmente ella.
Nuestros ojos se encontraban ocasionalmente, cuando hacía eso y por lo visto, eso la parecía encender cada vez más, ya que de pronto, se encontró jalando la falda en la dirección opuesta a la original, queriendo revelar sus secretos más íntimos al hombre que la designó de asistente.
Fui subiendo por sus suaves tobillos, ubicando sus piernas por encima de mis hombros. Sentía el apretón de mis pantalones, de los que parecía desbordar, prendido por esa maravillosa lencería que me mostraba el último bastión que la protegía de su intimidad y ella, cada vez más deseosa porque llegara y lo mancillara de una vez.
Sus muslos me encargué de sobarlos con entera desfachatez, pellizcando a la altura de sus ingles, haciéndola bramar de deseo y lujuria. Sabía que si la hubiese besado, la tendría sumergida en la más auténtica dicha, pero esa misma falta la tornaba en una mujer deseosa de más placer.
·        ¡Sí, jefe!... ¡Sí, jefe!... ¡Sácala!...¡Sácala!- profirió ella, cuando empecé a palpar su prenda, que ya se encontraba húmeda y exudando esencia pura de mujer.
Al deslizarla hasta la altura de sus muslos, me encontré con una mata tupida, que más que darme repulsión, me daba curiosidad y excitación…
Y cuando mi cabeza descendió, su grito fue pletórico y agradecido…
·        ¡Ah, sí, Jefe!... ¡Sí!... ¡Así!... ¡Ahhh!...¡Ahhh!... ¡Más!... ¡Más!
Se estremecía de lado a lado, disfrutando intensamente de mi experticia al momento del sexo oral, experimentando el más pleno frenesí.
Su excitación era tal, que sin darse cuenta ella, empezó a desnudarse los senos de la blusa que los prensaba y 2 portentosas estructuras aparecieron, vibrando gelatinosamente, mientras mis lamidas la llenaban de la más plena de las dichas.
Para mi sorpresa, mientras mordisqueaba y chuponeaba su dilatado clítoris, empezó a agarrarse los pechos y a apretarlos, pidiendo cada vez más y más.
Ahí fue el momento que comprendí a los otros jefes, porque con una chica como ella, perfectamente podría obligarla a trabajar horas extras, embistiéndola por horas y horas, apoyada sobre el escritorio y haciéndola gozar como una verdadera loca.
Y entonces, empezó como a contraerse y a sollozar, apretando más y más sus pechos, en vista que venía un gigantesco orgasmo, que mi boca ansiosa se esperaba por degustar y como si fuese una ola en el mar, a punto de reventar,sus jadeos me fueron informando de la evolución de su placer.
Acabó de forma cuantiosa y explosiva, logrando manchar hasta la punta de la nariz, pero aun así, seguí limpiando con mi lengua. Estaba agotada y seguía jadeando, pero su vagina seguía succionando deseosa…
·        ¿Qué… qué es eso?- preguntó, al sentir el inesperado frio en sus labios.
-         ¡Oh, no es nada!- respondí yo, sonriente, mientras seguía deslizándola hacia adentro y hacia afuera, disfrutando de su lujuria.- Es la botella que tú tomaste…
Su placer era demasiado y le costaba articular un fuerte reproche…
·        ¡No, jefe!... ¡Sácala!... ¡Es muy grande!... ¡No me va a caber!...- pedía ella, pero ya había ingresado casi todo el embudo en ella.
Yo me reí satisfecho…
-         ¿Y así querías tener sexo conmigo?- me burlé con sorna.- La mía es un poco más gorda… y un poquito más larga, así que si no te cabe… pues…
Tuvo un estremecimiento tremendo, al escuchar eso, que le forzó a aferrarse de la sabana y sacudirse más y más.
Puede que su boca dijera una cosa, pero su otro extremo decía otra, vertiendo parte de su miel en su interior y aguantando el embudo en su totalidad. Yo seguía meneándola bastante rápido, pero ya no forzando más, con miedo a que se la tragara por completo, pero sus espasmos y sus cada vez más insidiosas sacudidas, la iban repletando de gozo.
Eventualmente, tuvo otro gran orgasmo (en total, contabilicé unos 4 o 5) y quedó derrengada, con la vagina enrojecida e hinchada por la contienda.
Al apreciarla desnuda, sudando y con una mirada más lujuriosa, no dude en soltarme el pantalón y sacar mi erguida herramienta.
Ella me miró con los ojos dilatados, enfocada más y más en mi sonrosado glande, mientras me empezaba a sacudir frenéticamente. Comenzó a acercarse más y más, con claras intenciones de mamarla, cuando 4 de mis cuantiosas detonaciones le embadurnaron la cara, el cuello, los pechos y el vientre, desahogándome por completo.
Mientras ella contemplaba sorprendida y oliscaba parte de lo que manchaba su cara, me puse los  boxers y pantalones, marchando presurosamente, pensando que si la veía probar misemen, la follaría hasta el alma, por lo que regresé casi en pánico a mi habitación.
Me di una ducha helada, para recuperar el sentido común y me masturbé en su honor una vez más, pensando en su mirada y en sus labios más que dispuestos a tragarlo todo.
Por la mañana, no nos dijimos nada y durante el vuelo, aproveché de dormir. Cuando nos acercábamos al espacio aéreo de Melbourne, le sugerí que durante algunos días, trabajara con Sonia, para que sopesara lo ocurrido y que volviera a mi oficina, cuando todo hubiese pasado.
Al poco rato de arribar a casa, llegaron mi esposa y mis hijas y Pamelita era la más viva expresión de júbilo, al ver que su padre había cumplido con su promesa.
Y por la noche, tras la cena, mi esposa me dijo que se daría una larga y linda ducha, para “cumplirme todo lo que yo deseara…”, que ella ya ha contado.
Y ya terminando, todas en la oficina intuyen que algo pasó con Gloria y conmigo en ese viaje. No que nuestra relación haya cambiado, ya que sigue entrando menos de 5 minutos a mi oficina y cada uno va por su lado al terminarla jornada, pero todas le preguntan de dónde sacó esos aretes tan bonitos…
Y cada vez que me trae un archivo o una carpeta, me pregunta…
·        ¿Necesita usted algo más?- con la misma sonrisa invitadora de aquella noche.  

 

1 comentario - 6 meses después… (IX y final)

pepeluchelopez +1
Wow que locura
metalchono
Cierto. Disculpa también por no haber escrito en un tiempo, pero no estaba de animos. Lo que sí debo decirte es que Gloria me ha ayudado bastante, puesto que estuve un par de días que apenas me enfocaba para trabajar y afortunadamente, ella supo dar el peso a lo que solicitaba de ella. Espero que los días estén mejores para ti, también. Saludos