Tiernas delicias 3 -la reina del sexo-

Adán estaba apresurado en levantar su erección, pero se había corrido tanto que su miembro parecía no querer responderle adecuadamente. Sentado en uno de los sofás, miraba cómo el concurso de lamer vaginas se daba sin él. Ahora mismo, Gerardo estaba arrodillado entre las bellas piernas de Rebeca y tenía la boca completamente hundida en el coño de la chica. Rebeca, sonriente y con las mejillas enarboladas, le acariciaba el pelo y le miraba con un brillo de coquetería en los ojos. Una coquetería ingenua. Mary, que estaba al lado de Rebeca, le daba tiernos besitos en los labios de vez en cuando.
Al fin la polla de Adán reaccionó y comenzó a ganar tamaño. Suspiró, agotado y se fue al final de la fila, donde los hombres volvían a formarse para una ronda más. Las mujeres no paraban de jadear, pero Rebeca estaba calladita, gimiendo sólo de vez en cuando. Los diez tíos ya habían pasado por su coño, que estaba tan mojado de saliva que se antojaba más jugoso que nunca antes.
Cuando ya casi era el turno de Adán, Gerardo decidió volver a la normalidad la fiesta swinger, por lo que todas las muchachas buscaron pareja y se tiraron al piso a coger con ellos. A Adán, la sensual y esbelta Maya lo llevó con una de sus amigas morenas, llamada Katy. Le acostaron en un cojín y Katy se apresuró a montar su voluminoso miembros mientras se pellizcaba las caderas. A pesar de todo, Adán seguía tratando de ver a Rebeca. Distinguió su pelo rubio moviéndose apresuradamente junto con su cabeza. De seguro el bello ángel estaría comiéndose una polla, y no era la de él. Dejó de ver cuando Maya se le sentó encima y le indicó que le lamiera la concha.
Adán tuvo que hacerlo. Tampoco era un tonto que iba a desaprovechar la oportunidad, y sobre todo porque Maya tenía un sabor delicioso entre las piernas. Además, la vagina de Katy se contraía alegremente con cada uno de sus sentones. El hombre estaba en la gloria y comprendió que podría volver a eyacular.

— Espera un momento — le dijo a Maya, que molesta, se quitó.
— ¿Qué, amor? ¿No te gusta mi culo?
— Me encanta, pero quisiera cambiar de pareja.
Decir eso en una fiesta swinger no era precisamente educado. Maya le gruñó como una leona salvaje y gateó, hasta que otro hombre la tomó y le abrió las piernas para follarla. Katy también se había enojado al darse por aludida y se fue con su amiga. De repente Adán estaba solo. Todos a su alrededor intercambian jugos, menos él.
Se levantó y vio perfectamente a Rebeca siendo penetrada por Carlos. El hombre apoyaba sus manos en las blancas rodillas de la joven, para mantener sus piernas separadas. Las tetas de ella se movían graciosamente. José, el hombre de color, se aproximó a Becca y esta le tomó el miembro con mucho cariño y le dio suaves besos antes de metérselo a la boca. Tenía unos labios pequeños, por lo que no logró tragársela completa.
Adán necesitaba probar esa boca. Tenía que hacerlo cuanto antes.
Avanzó cuidadosamente con la polla tiesa, esquivando a las parejas. Mary, que no estaba lejos, le interceptó y le hizo arrodillarse. A continuación su amiga se colocó como una perrita y se abrió las nalgas, mostrando una concha perfecta.
— Dame, por favor, dame, Adán, no seas malo.
El hombre gruñó, insatisfecho, pero tomó a la mujer de las caderas y le zampó la verga en la vagina. Mary empezó a jadear. Gerardo, su esposo, se colocó frente a ella ofreciéndole su pene y Mary mamó con fuerzas renovadas. Unos gritos de placer llegaron a Adán y se giró. Vio que dos hombres le hacían una penetración múltiple a Maya. Uno por la concha y otro por el culo. La chica gritaba y desorbitaba los ojos en pleno placer, rompiéndose los labios al morderlos. José y Carlos, al ver como se follaban a Maya como una puta, abandonaron a Rebeca y fueron a tratar de meter sus pollas en cualquiera de los agujeros de la muchacha.
Adán aprovechó ese momento. Sacó su verga de Mary y casi corrió a ver a Rebeca. Le ganó a un chico, empujándolo suavemente y se arrodilló entre las piernas de la mujer. Los ojos verdes, preciosos, como esmeraldas de la reina, se posaron en él, y sintió la caricia de su mirada. Le sonrió.
— Hola. No te había visto ¿eres nuevo?
— Sí… me llamo Adán.
— Yo soy Rebeca.

Quiso decirle que lo sabía, y que se moría de ganas por saber más cosas de ella. Rebeca, sonrojada por el calor y las múltiples cogidas, se quedó inmóvil, mirando al hombre con un gesto de cierta inocencia y un brillo especial en sus labios.
— Y… ¿vas a entrar o no?
Adán bajó la vista y vio cómo los delgados dedos de Rebeca abrían los labios de su coño para él. Las carnes de color rosado, bañadas por la lubricación natural de su cuerpo estaban a su disposición. Se le aceleró el pecho. Miró a Rebeca, casi como pidiéndole permiso.
—Sí, claro — respondió, apenado.
Tomó a la mujer de las caderas con mucha suavidad. Esta se acomodó y separó los muslos para darle espacio. Adán dirigió la punta de su polla a la estrecha entrada que se le ofrecía y la introdujo de un lento movimiento. Esperó ver alguna señal de dolor por parte de Becca, y sin embargo, ella sólo cerró las pestañas un segundo y suspiró, dejando que el calor de su vagina le diera la bienvenida a un nuevo miembro. Adán penetró hasta el tope de su pélvis y se quedó así, saboreando las suaves contracciones que Becca le brindaba.
La reina abrió los ojos y le miró con un leve fruncimiento de cejas a causa de la confusión.
— Puedes follarme. No me voy a romper.
El novato swinger sonrió y se inclinó hacia el frente. A Becca le sorprendió esto, porque los ojos de su pareja transmitían algo que no estaba presente en los otros hombres. Sin embargo, correspondió y enredó sus brazos en la sólida espalda de Adán. El hombre buscó los labios de la chica y ella le aceptó el beso. Esperaba que Adán le metiera la lengua hasta la garganta, como todos, más no sucedió esto. Adán la besó con una ternura propia de una pareja de enamorados. Su polla estaba quieta, abrazada cariñosamente por su vagina.
— Adán… debes moverte dentro de mí.
— Ah, claro — se rió como un tonto. Casi olvidando cómo follar. Se aclaró la garganta y besando el cuello de Rebeca, empezó a bombear. Notó cómo el cuerpo de la chica se sincronizaba con sus embestidas, de tal forma que mientras su polla se movía hacia adelante, las caderas de la reina lo hacían en la dirección contraria y ayudaba a que la penetración fuera más profunda.
— Pon mis piernas en tus hombros, Adán.
El hombre obedeció.
— ¿Ves? Así estamos más cómodos.
Era una experta puta. No. Adán se arrepintió de llamarla así. Becca era un ángel salido del cielo, y destilaba placer. Mientras se la cogía, disfrutó con el bamboleo de sus tetas. Se movían como péndulos, lentos y firmes. Rebeca le tomó de las mejillas y lo atrajo hacia sus pechos, indicándole que podía saborearlos si quisiera. Él lo hizo. Nunca había probado tetas más buenas que esas. Eran incluso mejores que las de su hermana mayor y se quedó prendido a ellas como un niño.
— Eres un chico tímido — se rió ella — ¿Cómo es que caíste aquí?
— Mary me invitó.
— ¿Y has cogido mucho con las chicas de aquí?
— Con algunas nada más.
— Siente esto. Dime si te gusta.
De repente Adán sintió un apretón fuerte en su polla. Los músculos de Rebeca estaban entrenados para ejercer una bonita sensación de presión en su ya de por sí estrecha cavidad. Él jadeó de felicidad y sintió que podría eyacular dentro.
— ¿Te gustó?
— Me encantó.
— Continúa, pues.

Se esforzó por sacar los gritos de placer a Rebeca, y la cogió con confianza. Sin embargo, la muchacha le miraba de vez en cuando y también miraba a los demás. Conversaba con una chica que mamaba una polla y le hizo una broma de lo grande que tenía la boca. Ambas se rieron. El hombre se preguntó si ella era capaz de sentir placer o si su sensibilidad era tal que él no daba abasto.
— ¿Quieres cambiar de posición? — le preguntó a ella.
Rebeca, sin responderle y sin dejar de platicar con la muchacha, llamada Carla, se colocó a cuatro patas, como una perrita en celo y levantó el culo.
— Puedo hacer anal si quieres — le dijo, con la mirada tranquila y serena. Esto casi hizo venirse al hombre, y sin embargo, decidió no penetrarla por allí. La vagina se sentía tan rica que dudaba que hubiera otro orificio mejor. Le dio una nalgada suave para sentir la dureza de su culo y perforó en su concha otra vez. Vio una delgada capa de sudor en la espalda de su pareja, y eso hizo que se sintiera más excitado al ver brillar la piel.
— Es mi turno — le dijo José, el negro de casi dos metros que había terminado de coger a Maya.
Adán le miró el miembro considerablemente grande.
— Ah… yo…
— Está bien, Adán — le sonrió Becca —. No sólo conmigo tienes que estar.
José le lanzó una sonrisa de suficiencia y se acostó. Rebeca miró la decepción en el rostro del novato y se sintió algo apenada por haberlo cortado así, sin embargo la fiesta swinger no podía darse con totalidad si una pareja se enfrascaba con otra.
Se giró, abriendo las piernas un poco más.
— José, ten cuidado — le reprochó Becca.
—Lo sé, lo sé.
Adán vio casi con horror como el grueso y negro miembro del hombre irrumpía la delicada vagina donde él había estado momentos antes. Esta vez, Becca sí que gimió y su rostro se puso colorado. Respiró despacio y abrió los ojos verdes, que le miraron.
— ¿Adán?
— Lo siento, iré por otro lado.
Se dio la media vuelta. De repente ya no quería tener sexo con nadie más, pues los jadeos de Rebeca, perforada por esa gran verga, calaron hondo en él.
Así, la fiesta swinger llegó a su fin, aunque para él pudo haber tenido un final mejor. No tuvo tiempo de volver a hablar con Rebeca, pues la mujer rápidamente se cambio de ropa y regresó al trabajo. Lo que sí le quedó a Adán fue la mirada de desprecio por parte de Maya y Katy, a quienes había despreciado y abiertamente dijeron que no volverían a tocarle la polla. A él no le interesó en lo más mínimo.

Gabriela volvió a casa y se llevó la sorpresa de que estaba vacía. Adán usualmente se quedaba en el apartamento a trabajar en su libro, una novela de ciencia ficción para la que tenía un contrato con una famosa editorial de literatura juvenil. Esto hacía que su hermano fuera un friki de las letras, con su habitación llena de libros en los estantes y carteles de ciencia ficción colgando de las paredes. Parecía la estancia de un adolescente solitario, y a Gabi le gustaba esa inocencia e ingenuidad.
Se metió a la ducha y salió envuelta en una toalla justo cuando su hermano entraba a la casa. Vio el sonrojo que le produjo a él, y la lasciva mirada que le echó. Gabriela no era tonta. Si muchos hombres sucumbían a sus encantos femeninos, su hermano no podría ser la excepción. Sonriendo, se acercó a él y le abrazó cariñosamente, presionando sus tetas contra su pecho, por debajo de la toalla rosada.
— ¿Te sientes bien? Mary me contó lo de Joana.
— Estoy bien, no te preocupes.
— Descuida, hermano. Era una puta que sólo quería atraer clientes.
Tristemente, Gabriela parecía estar en lo cierto. La mujer le dejó un beso en la comisura de la boca y se fue a su cuarto. Los ojos de Adán no dejaron de seguir el fascinante cuerpo de su hermana, mojado y envuelto con la delgada toalla. Imaginó cómo se le vería el culo, qué tan duras serían sus nalgas. La última vez que había visto a Gabi desnuda fue cuando ésta tenía quince años, cuando intentó comerle la polla a él y mamá se alteró y decidió que ya era tiempo de que dejaran de bañarse juntos.
No obstante, lo que más le preocupaba a Adán era encontrar a Rebeca en facebook. Supuso que tendría como amiga a Mary, y se decidió a investigarlo cuanto antes.

Más tarde, Gabriela salió a tomar unas copas al bar que estaba cerca del apartamento. Se había vestido con una bonita minifalda rosada y una blusa blanca de estampado abstracto. Se veía juvenil, pese a estar cerca de los treinta años. Su piel de bronce le daba un aspecto exótico y muy estilizado, como una sensual amazona.
Bebió un sorbo de su copa cuando se le acercó Laura, una de sus amigas más íntimas. Era una adolescente de apenas 18 años recién cumplidos, y era tan depravada que hasta Gabriela tenía cosas que aprender de ella. Sintió la nalgada que le dio y el apretón.
— Pero miren a quien tenemos aquí — le dijo a Gabriela —, parece que no te has mostrado mucho últimamente ¿verdad?
— He estado ocupada con el trabajo —respondió la maestra, y no pasó por alto el sexy top que llevaba Laura. Su pelo rubio iba atado en una coleta y mostraba un encantador cuello.
— ¿Quieres algo de diversión? — le preguntó Laura, sentándose con las piernas cruzadas en uno de los bancos de la barra. Lo cierto era que Gabi no le iba al lesbianismo. Sí, había besado a alguna chica de vez en cuando, pero hasta que conoció a Laura, ninguna otra mujer le había seducido así.
Laura tenía una lívido muy alta, y su principal atractivo eran sus pechos, tan firmes como los de Gabi, y con ese apretado top, quedaban estrujados y aumentaban su volumen. Los labios rosados de la chica antojaban sus labios besables.
— Vamos, vamos. Sabes que quieres hacerlo — le tentó la muchacha, acariciándole las piernas. La maestra alzó las cejas y miró en derredor. En esos momentos el bar no estaba muy lleno, y francamente, estaba estresada por las clases. Sino conseguía una polla para mamar y descargar sus frustraciones, bien podría hacerlo con una mujer.
— Bueno… — dijo, soltando el aire que retenía —, supongo que está bien.
— ¡Perfecto! — rió Laura, y llevó a Gabi de la mano hasta la calle.
Las dos mujeres fueron muy juntitas hasta el apartamento de Adán, y entraron sin hacer mucho ruido, porque el escritor estaba trabajando en su cuarto. Nada más cerrar la puerta de su dormitorio, Gabriela fue jalada hacia la cama y cayó a los brazos de Laura, que comenzó a besarla sin miramientos y acariciando su lengua con la suya. Gabi se sintió sorprendida por la ferocidad del beso, pero correspondió cerrando los ojos y atreviéndose a acariciarle a su amiga los senos por encima del apretado top. Las piernas de Laura envolvieron a la profesora y le desabrochó la minifalda con los dedos.
Se tomaron unos segundos para desnudarse frente a frente. Sus pieles hacían un bonito contraste de color. Mientras que Gabriela lucía un hermoso bronceado y unos pezones casi marrones, Laura era muy blanca y las puntitas de sus pechos eran muy pequeñas. Ella las juntó para hacerlas ver más grandes. Pequeñas venitas azules y verdes se veían debajo de la delgada piel. Gabriela se lanzó a por los pezones, y acostó a Laura sobre su cama. La chica se dejó chupar con mucho agrado.
Era la primera vez que la profesora lamía unos pechos que no fueran los suyos, y le gustó cómo se ponían duros bajo su mojada lengua. Laura arrastró su boca a la suya y le metió la lengua entre los dientes. La revolcó en la cama y se dirigió, con prisas, al coño de Gabi. Le abrió las piernas al máximo.
— Ay, amor. Mira cómo de mojada la tienes. Sí, mira… qué rica se te ve. Los jugos escurren.
Nerviosa por recibir su primera mamada lésbica, Gabi se acariciaba los pezones y trataba de mantener las piernas bien separadas. Laura se sumergió en su coño, abriéndolo con sus deditos y soplando dentro de ella. Luego, la penetró con los dedos en forma de gancho y comenzó a follarla con ellos. Gabriela se sintió rara. No se comparaba al grosor de una buena polla, pero bastaba y empezó a jadear de gusto. Gritó de sorpresa cuando la boquita de Laura se cerró sobre su coño y empezó a masticarle suavemente los labios con sus dientes.
—Oh… sí, Laura.
— Y todavía queda más. Date la vuelta y ponte como la perrita que eres.
Riendo, Gabi obedeció. Ofrecía un bonito vistazo de su culo. La concha apretada, el estrecho anito listo para ser penetrado por alguien. Desafortunadamente Laura no era partidaria del anal, así que no le prestó atención a esa zona. En vez de eso montó a su amiga y empezó a perforarla con los dedos, metiendo salvajemente tres de una sola vez. A Gabi le gustó. Jadeó más de prisa y se acarició su conchita con rapidez.
—Dame nalgadas — le pidió a su pareja, y ella obedeció de inmediato, pegándole fuertemente y dejando las marcas de sus manos en las carnes de la maestra.
Estuvieron así durante un rato. Después de las penetraciones, Laura sacó sus dedos embarrados con jugos y se los dio de probar a Gabi, que los mamó de inmediato. Acto seguido se abrió los labios vaginales.
— ¡Méteme la lengua!

Laura lo hizo, presionando toda su cabeza para abarcar hasta el último rincón de esa hermosa concha. Se pellizcaba su propio clítoris con fuerza, y terminó corriéndose y saboreando los juguitos blanquecinos que soltaba la vagina de Gabriela.
Después, las dos chicas se tiraron a la cama, riendo y respirando agitadas.
— Uff… — exclamó Gabriela —. Fue emocionante, y rápido.
— Las mujeres podemos darnos placer más intenso que los hombres y nos corremos más rápido entre nosotras.
Gabi miró a su mejor amiga y le dio un sonoro beso en la boca, que se despegó con un sonido de succión.
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Uff, una orgía y un buen lésbico... ajaja espero les haya gustado, déjenme sus opiniones y yo les responderé. muchas gracias por todo chicos y nos vemos en la próxima semana!!

6 comentarios - Tiernas delicias 3 -la reina del sexo-

Yosoy277 +1
Uuuuufffff muy bueno como siempre!
Dejo puntos
hammer30 +1
gracias amor
CA20 +1
Caramba, ese Adam es todo un caballero a la hora de follar, me siento identificado con él, sin tomar en cuenta la mala suerte que tiene con las mujeres jajajaja.Gracias cariño por una entrega más de tu historia, besos y un abrazo. Gracias por compartir!
hammer30
gracias a ti por leerme tan atentamente un besote n.n
AquiLuis +1
Huuuufff, geniaaaaallll, espero los proximos.