Intercambio en Cuba.

Somos un matrimonio con nuestros años, ni pocos ni muchos. Avanzado un matrimonio ajustado a las normas morales universalmente aceptadas, comenzamos a cometer algunas infidelidades e inmoralidades.
Ahora no estamos de acuerdo con una sociedad que pone la fidelidad como la obligación principal en una pareja.
En cambio ambos creemos que, si bien aún está mal visto, una transgresión de vez en cuando es saludable para tener una vida gratificante y que la emoción de estrenar es el mejor de todos los afrodisiacos.
Lo habitual es que, cuando se dan las condiciones, jugamos a los solteros. Como excepción tenemos un “ménage à quatre” con otra pareja.
De uno de esos trata el relato que sigue, mezcla de ingredientes excitantes:
Novedad + prohibición + mar caribe + pareja europea = ¡Un cóctel impagable!
Cuando optamos por el hotel Tryp Cayo Coco, en Cuba, en la modalidad “All Inclusive”, no imaginábamos, ni por asomo, que “incluía” esta experiencia sexual.
Al tercer día, me demoré en cambiarme para la cena y, cuando alcancé a Romina – mi esposa- la encontré sentada en el antesala del comedor y, parado ante ella, zalamero, sonriente, hablándole, vaso en mano, un rubio, alto, fornido y pintón. Me detuve a observarlos: la conversación era evidentemente grata, placentera con profusión de sonrisas. El acercarme hizo que el rubio se retirase. Como el hotel estaba lleno de canadienses, inferí, erróneamente:
-Parece que tenes un amigo canadiense-
-Es italiano y sí, desde ayer me está “tirando los galgos”-
-No te vi con actitud de sacarle el cuerpo a los galgos-
-Si hubiese sido canadiense me fugo. ¿Te imaginás que desastre en la cama sin entender lo que habla?-
-Ya veo. A este si le entendes el chamuyo. ¿Estudiaste italiano para pervertidos?-
Al día siguiente, en la playa, reapareció el “tano” acompañado por una rubia – nada desdeñable - con lindas curvas, buena estatura, culito redondo agresivo y los senos altos, llenos y juntos, como me gustan, las piernas largas, dignas, merecedoras de admiración. Abundaron las miradas cruzadas. Cero diálogos.
De manera intencionada, a la hora de la cena, volví a demorarme y, otra vez, encontré a Romina con su admirador.
-¿Y, va tomando forma la cosa?-
-¡Callate, es de locos! ¡Me dijo que le gustaría ducharse conmigo!-
-¿Y vos?-
-Le dije, en broma: ¿Qué hacemos con mi marido? Me respondió: le digo a Marisa, “mia moglie”, que lo distraiga. ¿Te das cuenta?-
Obvio. Estaba cantado que le – nos- proponía un intercambio. Ella aseguró que, al llegar yo, la conversación quedó trunca. Deduje que no había descartado el convite. No estaba mal encaminado.
Entramos al comedor, nos servimos un primer plato. Ahí se acercó, platos en manos, la pareja a nuestra mesa y él hizo las presentaciones:
-Permesso: Marisa questa é Romina – las dos mujeres se saludaron con un beso. El rubio me tendió la mano:
- Livio ¿Julio vero? Bé “Yulio” in italiano- Asentí sonriendo y acepté el apretón de manos.
Cenamos, animadamente fingiendo ignorar el verdadero motivo de compartir la mesa.
Salimos y nos sentamos, los cuatro, a tomar unos tragos largos en uno de los bares. En la segunda ronda de bebidas entramos en tema:
-Allora (entonces)- dijo Livio… y fue directo al grano. Según él a Romina – que le parecía adorable – la veía proclive a ….. Marisa estaba intrigada en cómo sería con un americano y yo le resultaba atractivo…. Indagó que me parecía. La miré a Romina, en sus ojos vi que quería “agarrar viaje”, me lo confirmó con un leve gesto afirmativo con la cabeza.
-Solo una precisión: ustedes en Italia le dicen americanos a los nacidos en Estados Unidos. Soy sudamericano ¿vale, para el caso?- dije con tono burlón.
Reimos los cuatro y convinimos que las mujeres serían las anfitrionas, previo paso, los dos hombres, por nuestras habitaciones para retirar ropa de cama y elementos de higiene personal (y preservativos).

En el cuarto, ni bien cerrada la puerta, Marisa me tomó la cabeza con ambas manos y me dio un piquito.
-¡Finalmente soli! Senti ..- argumentó que nuestro encuentro no tenía por qué ser un “choque de trenes”, que estaba toda transpirada y me invitó a ducharnos juntos.
(Pareciera que, esa pareja, no puede separar el sexo de la ducha).
Bajo la lluvia fue un despropósito de caricias, manoseos, besos y chupones de tetas, Marisa ni bien manoteó mi verga, se declaró complacida:
-¡ (Dio che bel pennello ho acquistato! (Dios que lindo “pincel” me conseguí)-
Abandonados en el piso los toallones, nos vamos, abrazados, a una de las camas (King size de ese hotel) la siento en el borde y me dedico de lleno a lamerle y mordisquearle la concha y el clítoris, le meto lengua y dedos hasta que se vino en mi cara gritando su orgasmo. (Confieso que en mis inicios, no me agradaba el sexo oral prolongado hasta el clímax de la compañera de sábanas. Con el correr de las experiencias me aficioné. Me encanta que ella acabe.) Amago acostarla pero ella exige corresponder a mi agasajo oral. Su mamada me da un placer superlativo y me lleva a 1000 grados de excitación. La tumbo en el colchón, con sus ojos en mis ojos se abre para mí, sabía qué quería y me lo da. Me subo sobre ella, mi “pincel” toca su entrada, mojada. Lo meto, suspira, lo meto más, gime, un poquito más… grita y su cuerpo se arquea, la clavo hasta lo más hondo. Empina su pelvis, se mueve, respira hondo y gime… su boca busca la mía. Empiezo, con goce y vehemencia, a bombearle placer. Con cada embestida, suspira, ronronea, gime, murmura frases entrecortadas … . me rindo y lanzo con fuerza mi semen en su concha. Sigo pistoneando por inercia, un poco más, pero es suficiente para que Marisa le grite, a todo el cayo, su epílogo.
Una vez relajados:
-Per favore, che Livio non sappia che mi hai scopato senza gommino. S’ incazza. (por favor que Livio no se entere que me cogiste sin el globito. Se enfurece)-
SI, de no creer, me calenté a punto tal de olvidar el preservativo al coger con una perfecta desconocida..
Intercalando charlas entretenidas sobre nosotros, nuestros orígenes, nuestras experiencias, a dos nuevas cogidas, ambas con protección – la última mañanera, después de unas horitas de sueño – pasamos la noche juntos. A media mañana sonó el teléfono. Era Livio para saber a qué hora podía venir a buscar su malla.

Cuando me reuní con Romina - la encontré deslumbrada por su noche con el “tano”, casi un calco de la mía con la “tana”. Se ducharon juntos, por supuesto:
-…… parecía un pulpo, me metió manos por todos lados –
Se obsequiaron sexo oral y tres – fabulosos - polvos, en múltiples poses. Eso sí, todos con preservativo.
-.…… también me hizo el culito un rato-
-……. me “doró la píldora”, no paró de decirme que le gustaba como no le había gustado, nunca, otra mina –
El italiano le dio motivos de satisfacción y envanecimiento, le “infló” su autoestima. Lo va a recordar largo tiempo.

Al día siguiente, Marisa y Livio partieron de regreso a la península.
Nosotros disfrutamos 10 días más del caribe y seguimos gozando del sexo – ligeramente lavado por lo reiterado – pero recargado con el relatado episodio de “colaboración carnal Norte- Sur”.



5 comentarios - Intercambio en Cuba.

mdqpablo
muy buen relato , una experiencia divina , ojala les pase por mardel y nos prendemos
MariaYute
No tengo chances por mi marido - formal y monótono -. Es una vivencia para envidiar. Me gustó un "vagón" tu relato.
dantraloco
Buen relato, van ocho puntos.
Las italianas tan calientes jajajaaj
Pero tampoco hay que ser tan fanático del preservativo jajajaajaj