El cordobés del Skype.

Hace algún tiempo que le había prometido un relato a Bremduchis y después de dar vueltas me senté y comencé a escribir.
A diferencia de la saga anterior, este reencuentro lo relato desde su perspectiva.

Esperando que sea de vuestro agrado, he aquí "El cordobés del Skype" - Parte 1
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Buenos Aires.

Calor... mucho calor.

Había ido a hacer algunas compras, pasear un poco y nada más. Y volverme a Rosario lo antes posible.
Pero por esas cosas que una nunca sabe, no tuve mejor idea que ir hasta el Parque Lezama a ver si encontraba algunos aritos, o algo que me gustara.
Me compré unos aritos y me iba para la estación de Constitución, de ahí a Retiro y a Rosario.
Apenas caminé unos metros siento que alguien se para como queriéndome hablar. No le dí bola. Entonces me agarra del brazo.
Me doy vuelta y lo miro y...  no, no podía ser.

- Brenda! 

Quedé helada. 

- Brenda! - volvió a insistir mientras me tenía agarrada del brazo. 
- Eeehhhh.... 
- Brenda, soy Dany... te acordás de mi?

Cómo poder olvidarlo. Cómo no volver a sentir sus manos recorriendo mi cuerpo, sus besos, la locura de nuestros cuerpos enredados en las sábanas. 
Deseaba zafarme y salir corriendo, no sé por qué pero eso era lo que pensaba en ese momento. Miré para todos lados buscando alguna viejita o alguna chica que me sirviera de tía o abuela o prima y mentirle de que me estaban esperando. Nadie. Todos pasaban a nuestro lado indiferentes y así la mentira no iba a funcionar. Dany no me soltaba del brazo.

- Cómo estas? - preguntó y sonrió triunfante de haber vuelto a encontrarme.
- Bien - bajé la mirada avergonzada. En ese momento recordé el mensaje que le había enviado la mañana siguiente de haber estado juntos y sentí mucha vergüenza.
- Pasa algo?
- No... no... ehhh.. no...
- Estas bien? - preguntó en tono suave casi surrurando.
- Si.

Levanté la mirada hacia un costado. Respiré hondo.

- No.
- No qué?
- Que no estoy bien - lo miré a los ojos desafiante queriendo intimidarlo.

Se quedó esperando que continuara hablando. Sus ojos me taladraban el corazón. Entonces sentí que no iba a poder manejar la situación y me ahogó el llanto.
Me abrazó y su cuerpo pegado al mío me hizo estremecer. Acarició mi pelo, me apartó por un instante y susurró:

- Tranquila flaquita... tranquila, está todo bien.
- Perdoname... perdoname....
- Dejate de joder... no tengo nada que perdonarte, en serio... - pasó su mano por mi mejilla recogiendo una lágrima y sonrió. 

Sentí alivio, abrasé su cuello y lo besé.
Me tomó de la cintura y el mundo desapareció a nuestro alrededor.


Continuará

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