Miel, mi marido y yo (III y final)




Post anterior
Post siguiente
Compendio II


En eso, no sé cómo lo hará, pero como que juguetea entre ellos de una manera traviesa y a mí, me excita un poco.
“¡Ok! ¡Ahora me toca a mí!” le digo, y me descubro los hombros, acostándome al frente de Hannah.
😋
Pasó media hora y quedé igual de relajada...
“¿Ves? ¡Quedamos iguales!” le dije a Hannah, que había visto todo lo que le había hecho mi marido, pero conmigo.
“¿Eso es todo?” preguntó él, pensando que se iba a zafar…
😠
“¡Nooo! Porque tú no te has echado crema…”
“¡Marisol!”
“¡No te quejes! ¡Soy tu esposa y no quiero que te quemes! Tú tampoco quieres eso, ¿Cierto Hannah?”
😳
Ella meneó como loca su cabeza, pero seguía bien roja.
Le sonreí.
“¿Me ayudas, para terminar más rápido?”
😆
Me acordé de Nery, cuando le tocó masajear a mi marido el año pasado, porque estaba igual de nerviosa y confundida.
“¡No tengas miedo! ¡Espárcelo bien, porque de verdad no quiero que se queme!” le supliqué, con preocupación sincera.
Pero ahora, le estaba pidiendo que acariciara al chico que le gustaba…
😈
¿Me entienden?
Las 2 empezamos bien afanosas y creo que con la misma palpitación el pecho, porque lo amamos.
Nos trata tan bien y se preocupa de nosotras, que lo único que nos gustaría es agarrarlo y comerlo a besos, haciendo todas las cositas que le gustan…
Como lo hacemos Liz y yo cuando nos acostamos los 3 juntitos…
Pero llegábamos a ese punto donde masajeábamos esos inmensos hombros, que más que preocuparle esparcir la cremita, le interesaba más sobar al chico que le gusta.
Y tal vez, no sea tan atlético como su marido, pero cuando le masajeaba la cintura, se mordía un poquito el labio, sabiendo muy bien qué se ocultaba del otro lado…
😈
“¡No, más abajo!” le dije, tomando su mano y sobándola por la costura del traje de baño de mi marido.
Su colita estaba ahí, durita y tentándonos a las 2 para que se la pellizcáramos o sobáramos y ella estaba luchando con ese impulso.
🤤
Cuando tomamos la parte de debajo de los muslos, yo estaba literalmente chorreando.
En mi cabeza, me pasaba ideas de chupetearle como loca su bastón enorme de carne y restregarle mis senos entre ellos, para hacerle acabar.
🤷
Quizás, qué cosas pensaba Hannah…
Sus piernas musculosas, sus tobillos elegantes y sus pies.
“¡Listo! ¿Me puedo ir?” preguntó, otra vez tratando de pasarse de listo…
😤
“¡No! ¡Te falta por adelante también!”
“¿Por qué? ¿Cómo no les eché por delante a ustedes?” se atrevió a responderme.
😠
“¿Querías tocarnos los pechos? ¡Date vuelta! ¡Hazme caso!” ordené.
😑
Me molesta que él sea tan descuidado con el sol.
Él mismo me dice que no tenemos capa de ozono y me preocupa que le vaya a dar cáncer a la piel.
😳
Pero por adelante, nuestra tentación era más fuerte.
Él sigue siendo un chico y su pajarito ya se notaba por el traje de baño.
😕
Yo, que le conozco de tanto tiempo, no sé de qué problema hablara mi marido, si siempre se la he encontrado igual de parada.
Pero para ella, que no la había visto por un buen tiempo, no le podía quitar un ojo de encima.
🤤
Y sus ganas debían ser tremendas, porque como yo vería después, a su marido le crece hasta el tamaño que tiene el mío cuando está relajado…
😈
“¿No te incomoda, cierto? ¡Es un chico y estas cosas son naturales!” le dije, fingiendo vergüenza, aunque me merecía un Oscar por ocultar mi orgullo.
😤
Y lo empezamos a masajear por el pecho y la cintura.
Él, como de costumbre, con cara de pescado, porque no le gusta mancharse.
Pero yo sentía esa influencia que tiene su pene conmigo, como que te mira para que lo chupes.
La cintura se me hacía tremendamente difícil, porque estaba alzada y desafiante y no importaba si tratábamos de mirar a otro lado: las 2 sabíamos que estaba parada y ahí.
😕
Ni miraba sus muslos peludos cuando bajamos de la cintura. Miraba a mi marido a la cara, pero también a ese imponente monumento, que me recordaba al obelisco.
😆
Haciendo memoria, cuando vimos “El código Da Vinci”, mi marido me contó que en el libro hablan bastante del simbolismo del obelisco, las espadas y esas cosas…
“En el fondo, esos monumentos son grandes penes…” me dijo, en palabras sencillas.
Pero finalmente, terminamos.
😕
Había algo raro en el ambiente, cuando terminamos.
No hablábamos mucho, pero como que sentía vergüenza de haber hecho una travesura.
Pero también, estábamos relajados y no por los masajes.
Pero porque como que me había vuelto más amiga de Hannah…
“Oye, Hannah. ¿Te incomoda si me saco el top? ¡Me quiero broncear pareja!” le pregunté.
😆
Aunque estaba avergonzada, igual me dejó y me sentí excelente, porque estábamos en confianza.
“¿Por qué no lo haces tú también?” le pregunté.
😳
“Pero tu marido…”
😬
“¡No te preocupes! ¡Somos adultos todos! ¿Cierto?” le pregunté a mi marido, que rechistó, pero igual aceptó.
“Además, me gustaría compararlos con los tuyos, porque cuando conocí a mi esposo, era tan plana como tú y me gustaría ver qué tanto han crecido…”
“En realidad, eras más plana que ella. Parecías un tablón…” nos aclaró él.
👿
¡Hay cosas que puede reservárselas!
Pero Hannah sonrió y con un poquito de vergüenza, se sacó los tirantes del bikini con mucha delicadeza.
Mientras la veía así, sentí un poco de alegría, porque una chica tan hermosa e inteligente como ella me lo cuida en el trabajo, porque se notaba que era una chica buena.
Tenía esa timidez tiernísima, que le daba sentimiento de culpa por enamorarse de otra persona que no era su marido y que era el mío y esas miradas disimuladas adorables, de no poder contener ese sentimiento.
😍
Y nos pusimos a conversar, como si nada, de boberías y cosas por el estilo, pero nos sentíamos bien, porque aunque estábamos expuestas, él nos miraba más a los ojos que nuestros cuerpos y eso nos relajaba a las 2.
Hasta que llegó Lucca a vernos…
“¡Tía! ¿Qué están haciendo?”
“¡Estamos conversando!” le respondí yo.
“Pero… no tienen tops…” nos dijo, mirándonos con tremendos ojos.
“Es que queremos broncearnos bien…”
“Pero… ¿No les da vergüenza por él?”
“¿Por qué? Están igual que yo…” respondió mi marido, como si nada.
Y se sentó con nosotras, impresionada. Aunque estábamos con los pechos desnudos, conversábamos de lo más normal y él nos ayudaba bastante comportándose como un verdadero “Gentleman”.
😂
A Iris no la vimos hasta la noche y tampoco al mayordomo que le traía sus bebidas.
Pero mi marido nadó otro poco más y Miel y yo estábamos mucho más cercanas, porque compartíamos el mismo amor tierno que él nos da y que no tiene distinciones.
Por la noche, durante la cena, Lucca contó que habíamos hecho topless por la tarde.
“¡Vaya! ¡Me habría gustado estar ahí!” dijo el marido de Hannah, aunque me miró más rato a mí que a su esposa.
😟
Y mientras nos preparábamos para acostarnos, le pregunté a mi marido si podía hacer algo con ella…
Que se notaba que Hannah estaba desesperada por tenerlo un ratito para ella sola.
😆
Él me miró con mucha ternura y me hizo un cariñito en la mejilla.
Sus ojitos se veían un poquito tristes, pero no era por la petición que le había hecho.
“¡Sí, yo también quería pedírtelo!” me respondió, devolviéndome el calor del sol en mi corazón…
Y entonces, me preguntó algo que desde mucho, mucho, mucho tiempo estaba fantaseando que me preguntara:
“¿Podrías ayudarme?”
😳
Pero eso lo contaremos más adelante…
¡Besos!
😉


Post siguiente

1 comentario - Miel, mi marido y yo (III y final)

pepeluchelopez
Fenomenal como marcharon las cosas! Espero la continuidad
metalchono
😇 ¡Me costó y me costó, pero ahí está! 😉