La hermana de Irene

Irene era una amiga de mi mujer, buena persona, pero sus inseguridades solían contagiarse a mi esposa, y eso era una situación pesada para mí, a mi mujer se le llenaba la cabeza de engaños y traiciones, que hasta el momento no existían.

Encontrar a Irene sin la compañía de mi esposa significaba que tendría que dar muchas explicaciones sobre el lugar en que me encontraba, con quien estaba o si esperaba a alguien. Irene llegaba a ser insoportable con sus conjeturas, producto de que ella había sido engañada y abandonada por su esposo.

La hermana de Irene mayor que ella; muchas veces se sentía muy incomoda con las conjeturas de su hermana menor. En varías ocasiones Patricia, la hermana de Irene, había persuadido a mi esposa para no escuchar a su hermana, que miraba engaños hasta en las sombras. Mi esposa apreciaba mucho a Irene, ambas habían hecho el colegio juntas y eran en resumen muy buenas amigas, mientras que Patricia era el patito feo de esa familia, pelo corto, un gordita, tetas pequeñitas, nalgas grandes y de caderas anchas. Sin esposo, novio o amante, para lo que mi mujer decía que posiblemente le gustaban las mujeres.

Ambas hermanas vivían en una casa separada por un pasillo, que hacía que prácticamente vivieran juntas, y los padres de ambas vivían a unos cuantos metros de esta casa. El sábado por la noche hubo una fiesta por el aniversario de los padres de Irene y Patricia; la fiesta estaba muy animada, pero Irene estaba platicando con mi esposa, y el resultado fue que mi esposa inició una discusión conmigo en tipo voz baja, con indirectas e insultos disfrazados con una sonrisa acorde a la ocasión; mi enojo fue creciendo mucho y opté por salirme de la fiesta antes de empezar una escena. Vi de reojo la sonrisa de Irene, la cual me tenía harto. Salí a la calle y vi a Patricia frente a su casa fumando un cigarrillo, la salude, ella me ofreció un cigarrillo, lo acepte.

“¿Problemas en la gran fiesta?”

“Sí, mi mujer...”

“Y supongo que a causa de mi hermana.”

“Sí...”

“Irene no solo te ha hartado a ti, también lo ha hecho conmigo, por ser gorda, por no tener esposo o hijos, siempre ha buscado algo para hacerme sentir mal, la fiesta no fue la excepción, según ella yo no debía participar en organizar nada, una soltera como yo no sabe que es una fiesta de aniversario de bodas...”

“¿Fue tan cruel?. Para que preguntar, sino yo seguiría dentro de la fiesta. No sé que le he hecho para caerle tan mal y que siempre me ponga en pugna con mi esposa.”

“¿Quieres entrar a la casa?. Si mi hermana nos ve no se que puede contarle a tu esposa, y también así te cuento porque le caes mal.”

Entramos a la casa de Patricia, era un apartamento tipo loft, mientras que la casa de Irene ocupaba casi toda la propiedad. Ya dentro nos sentamos alrededor de la pequeña mesa del comedor y sirvió un par de vasos con ron, y dijo:

“Mi hermana, te desprecia porque sigues casado, ella estaría feliz de que su mejor amiga fuera divorciada igual que ella. Es una enferma, cada persona tiene la vida que mejor le place, en lo que a mí respecta no soy lesbiana, pero mi hermana disfruta que nuestros padres lo crean, y como no tengo una pareja no puedo contrariarla”

Seguimos platicando de muchos temas y la botella de ron ya no se había movido de la mesa, nos acompañaba una música alegre. Sin tenerlo planeado dije:

“Estas muy hermosa...”

Patricia se sonrojo mucho y solo pudo decir “Gracias”.

Tal vez el ron combinado con esa alegre música caribeña, hizo que casi al mismo tiempo nos pusiésemos de pie y comenzamos a besarnos, nos empezamos a quitar la ropa, yo baje el cierre del vestido de noche y ella me desabotonaba la camisa. Su vestido se deslizó suavemente hasta el piso y solo llevaba puesta una tanga que se miraba diminuta respecto a su figura, ella rápidamente me quitó el cincho y desabotonó el pantalón, bajo el cierre lentamente sin dejar de verme fijamente a los ojos, deslizó todo hacia abajo y prácticamente ya estabamos desnudos. Seguimos besándonos y nuestras lenguas se entrelazaban, sus manos me sobaban el pecho y mis manos recorrían sus grandes y redondas caderas. Zafe los pies del pantalón y de un tirón le arranque la tanga, ella solo gimió y siguió besándome.

Casi instintivamente los dos empezamos a movernos hacia la cama, que estaba a unos cuantos pasos de la mesa, la luz era tenue, yo me acosté y ella se puso encima de mí, sus diminutas tetas estaban pegadas a mi pecho, tenía las piernas abiertas alrededor de mi cintura y yo sobaba sus nalgas. Mi verga erecta sentía el roce de su vello púbico, ya no aguantaba mas y en un rápido movimiento le metí la verga, su vagina estaba húmeda, y estrecha, ella gimió mientras la penetraba, me colocó las manos sobre el pecho y empezó a mover rítmicamente su gran cadera, me tenía a su merced, yo no podía hacer nada más que gozar ese delicioso movimiento y sus gemidos. Subía y bajaba hasta la base de mi miembro, mis bolas chocaban con los labios de su vagina, ella gritó; con un espasmo de su vagina, apretó mi verga, y empecé a sentir un delicioso líquido caliente. Se reclino sobre mí y me besó el cuello.

“Tenía tanto tiempo de que no me hacían gozar así...”. Sonreí con sus palabras y seguí apretujándole las nalgas con las manos, le dije al oído:

“Colócate en cuatro que yo aún no termino”. Obedientemente se levantó y lo hizo.

Sus grandes nalgas hacían que su culo y almejita se vieran pequeños. Metí la verga en su almejita y la agarre fuertemente de las nalgas, éramos un deleite a la vista, sus nalgotas vibraban con el choque de mi pubis al penetrarla. Perdimos la noción del tiempo, ella se sostenía con ambas manos sobre la cama mis estocadas eran cada vez más fuertes y rápidas, ambos gemíamos y nuestros cuerpos estaban bañados en sudor. Me deje ir hasta dentro de su cuerpo, un chorro de semen inundó su vagina, la sujetaba de las caderas enterrándole las uñas en la carne, mi verga palpitaba dentro de ella, lo mismo que su vagina, se dejó caer sobre la cama, con una mano se sujetaba el pubis de forma que yo sintiera los labios de su vagina apretarme, y con la otra mano me sujeto las bolas.

“Déjame sacarte hasta la ultima gota, la quiero dentro...” Poco a poco mi miembro fue dejando de palpitar y se fue relajando, sin separarnos nos recostamos en la cama, con una mano jugueteaba con su vello púbico y con la abrazaba. No dijimos nada, al buen ratos nos pusimos de pie, nos miramos ninguno de los dos decía nada. Mi mujer era muy delgada y haberme deleitado con esas caderotas y nalgotas era una sensación nueva y deliciosa.

Ella se volteó en dirección de la ropa, yo la abracé por detrás y comencé a besarle el cuello. La jale otra vez a la cama me senté en la orilla y ella se puso sobre mí, sus grandes caderas me excitaban cada vez más, y mi verga se ponía más erecta, al querer meterle la verga otra vez puye su culo, ella dio un pequeño salto. Yo nunca le había hecho sexo anal a mi mujer, ella siempre había estado en contra de esta práctica. Patricia giró la cabeza viéndome de reojo, se sujeto las nalgas, abriéndolas todo lo que pudo, yo la tomé de las mi caderas y la acerque a mi verga. Su culo estaba apretado y mi deseo de penetrarlo era cada vez mayor. Sin pensarlo la jale fuertemente sobre mí, la verga se deslizó dentro de ella con dificultad. Unas lagrimas corrían por sus mejillas acompañadas de un grito, yo sentía dolor al tener el miembro en un espacio pequeño, yo también grité de dolor, ella seguía sentada sobre mí, sus nalgotas se habían tragado mi verga; pero el placer acompañado de dolor a veces es más sabroso. Comencé a moverme, mi verga se movía de adentro hacia fuera, sin abandonar su culo. Sus gritos me excitaban cada vez más. Y llegamos al punto de que los dos gozábamos, llagamos al clímax, y ella apretaba el culo con fuerza y mi verga palpitaba dentro, llenándole el recto de abundante semen. La abrace en esa posición, hasta que mi verga se relajo y salió de su ano.

Los dos reíamos del placer que nos habíamos dado esa noche sin haberlo planeado. Algo más que no estaba planeado fue que Irene nos observara, por la puerta que no habíamos cerrado desde que entramos a tomarnos un vaso de ron. Irene nunca volvió, a meterle cabeza a mi mujer y no volvió a molestar a Patricia. Cada cabeza es un mundo, y el mundo de Irene nadie creo que lo pueda entender. Muchas veces ella me ha abierto la puerta de la casa cuando voy a cogerme a Patricia, a veces hasta se encarga de entretener a mi mujer mientras yo me cojo a su hermana. Patricia y yo nos llevamos tan bien en la cama que ya estoy pensando seriamente divorciarme para estar exclusivamente con ella.

1 comentario - La hermana de Irene

gust7387
Muy relato la verdad es que me calento mucho. Gracias por compartir