La semilla inutil - Capitulo 11: PremioDeUnaNocheDeConcierto

Aclaracion: Todos los personajes involucrados en actos sexuales son mayores de edad. Con respecto a los demas, se reserva la informacion.

Puede contener lenguaje ofensivo y situaciones maduras (ademas de las sexuales)

El presente capitulo contiene un poco mas de trama

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Olinda y yo procesamos, cada uno a su manera, la adrenalina del músico que sabe que está a punto de subir al escenario.
- Tu crees que no, pero estoy más asustada que cucaracha en huayno. Espero que todo salga a la perfección.
El presentador llamó a escena a Olinda Zegarra y a Julián Fernández, y ahí íbamos nosotros, dispuestos a demostrar nuestra habilidad.
Todo salió perfecto, sobre todo el solo de cajón de mí acompañante. Terminamos con una nota aprobatoria y salimos a la noche.
Era muy tarde, así que la llevé en taxi hasta la avenida que estaba cerca de la calle donde vivía. Luego me fui a casa en el mismo vehículo.
Al llegar, fui directo a mi cuarto y conté mis ahorros. Eran suficientes para mis propósitos. Cogí mi celular y empecé a efectuar llamadas. La primera a Olinda, claro.
- Oli, quieres salir a pasear mañana?
Desde que habíamos tenido relaciones sexuales «completas» había desarrollado una terrible confianza en mi mismo. Ah, si la hubiera tenido en secundaria otra hubiera sido mi historia.
- Sale -me dijo Olinda-, no tengo nada que hacer.
No veía las horas de que amanezca.
Me encontré con ella al día siguiente cerca al estadio nacional. Estaba muy bella y se había vestido con un polo que dejaba al descubierto sus hombros, un pantalón gris y un gorro de lana.
Primera parada, exhibición de capoeira. Se emocionó con la percusión que acompaña dicho arte marcial y compartió un excelente momento con los músicos que se encontraban allí.
Segunda parada, almuerzo vegetariano en un restaurante atendido por Hare Krishna. Olinda aprovechó el momento para batirme y decir que aún no olvidaba a Lakshmi, que seguro con ella comía eso todos los días.
Tercera parada, paseo por las fuentes temáticas que adornan el parque de la reserva. Terminamos empapados y eso obligó a salirnos de mí itinerario. Tercera parada «b», a comprar ropa seca.
Cuarta parada, cine. Fuimos a ver una película de comedia cuyo nombre ni recuerdo ahora. A mitad de la película miré a Olinda, me acerqué y nos besamos. Fue repentino y, a partir de ese momento, no dejamos de besarnos en todo el resto de nuestra salida.
Quinta parada, cena a base de pizza. Olinda comía como si no existiera el día de mañana, y eso me hacía mucha gracia.
A pesar de que tenía una sexta parada, decidí dejar que ella decidiera:
- Vamos a un karaoke, Juli. Quiero cantar y que me cantes.
Hacia allá fuimos. Yo cantaba para ella, pero ella estaba un poco ensimismada con las canciones que le tocaba interpretar.
Salimos a la calle. Era viernes en la noche y las calles de Lince estaban llenas de gente.
- Hace mucho tiempo que no me divertía tanto, Juli. La verdad, eres de puta madre.
- Bueno, te lo mereces por tocar conmigo. A propósito, te vi un poco ida cuando cantabas.
Se quedó callada: la había cagado otra vez?
- Juli, no he sido muy sincera -vio mi expresión -, pero no te he mentido en nada.
Caminábamos en silencio.
- Hubo alguien a quien amé más de lo que se merecía, no me trataba bien. A veces creo que nunca lo olvidé.
Me contó de un chico que no la tomaba en serio, que no creía en su talento como músico.
- Cuando estaba con el, me sentía como una niña torpe. Por fin un día pude dejarlo.
Le dije que, a pesar de todo, tal vez ella nunca lo olvidaría.
Eso fue como poner punto final a nuestra conversación. Ambos nos quedamos callados por espacio de cinco minutos y, a decir verdad, yo andaba un tanto molesto.
Fue Olinda quien rompió el hielo:
- Hazme tuya.
Había escuchado bien? Necesitaba que me repitiera, definitivamente.
- Hazme tuya todas las veces que quieras -me sonrió, bien coqueta-: O todas las que puedas...
Nos reímos. Le asegure que todas las veces que yo quisiera sería todas las que yo pudiera, que serían infinitas y que ojalá y se le hubiera ocurrido traer muletas para poder caminar cuando hubiera acabado con ella.
Sexta parada, hotel.
Ya lo había planificado, y resultó mejor de lo que esperaba: una Suite matrimonial linda, con jacuzzi.
Al ingresar al cuarto, Olinda se puso a revisar todo como si se tratara de un juguete. Movía su nariz como si fuera un conejito.
- Esto definitivamente no me lo esperaba.
Nuestra cama estaba cubierta con pétalos de rosas. Los de la recepción habían hecho lo que les pedí.
Nunca en mi vida había escuchado acerca de tener sexo con la ropa puesta, esa noche lo experimenté y fue fabuloso.
Olinda me dejó explorar su cuerpo lentamente. Ambos nos desvestimos mutuamente, besándonos con pasión, susurrando nuestros nombres cuando quedamos completamente desnudos.
Ella me acostó boca arriba, colocándose sobre mí pero en sentido contrario. Se llevó mi pene a la boca, su vagina quedó a la altura de mi cara, así que decidí comerle la concha.
Sus gemidos sonaban apagados debido a que estaba con la boca llena de mi verga. Aguanté lo más que pude mi clímax, pero el de ella llegó de súbito, llenando mi boca.
Se acostó boca arriba, abriéndose de piernas para mí. Sonreía, estaba sonrojada y se le veía feliz.
- Ven adentro, Juli -me dijo. Aunque no era necesario.
Me acerqué a ella, reptando entre sus muslos. Al momento del coito , ella se sujetó de mis hombros.
- Ufff, sí. Que hermosa sensación... No te había dicho yo que eso me hace tanto bien? Ufff, Juli. Que bien te mueves. Dame más, más.
Mi pene se hundía en esa deliciosa vagina, que se iba poniendo más aguadita cada vez. Sujeté sus piernas, apoyando sus tobillos sobre mis hombros. Su sexo quedó más cerrado alrededor de mi miembro. Reinicié la penetración.
- Ah, ah, ahhh -era la primera vez que la oía gritar -, esto está mejor, ah, cuantos trucos más tienes? Sácalo y te juro que te capo a mordiscos.
Mi pene se deslizaba sobre la cara posterior de su vagina, resbalando y otorgandonos, con cada estocada mía, un ramalazo de placer para ambos.
Derramé en el interior de mi preciosa Olinda mi simiente, me atrajo hacia ella, parecía querer que yo mismo me hundiera en su vientre.
A sugerencia mía, usamos el jacuzzi. Mientras hacíamos burbujas, nos besamos una y otra vez.
- Y así serán las lunas de miel? -me preguntó, mientras me montaba a horcajadas.
Quien sabe, pensé. Aunque eso de tirarme a la novia antes de casarme, antes de pedir su mano, antes de declararme, me parecía que le había quitado el misterio.
Salimos del jacuzzi y me dediqué a secarla con una toalla. Se comportó como una niña malcriada y decidió correr alrededor del cuarto, desnuda y mojando todo. Logré interceptarla y rodamos al suelo, riéndonos como dos locos.
La pasión y el deseo hizo que la tomara una vez más sobre la alfombra. Invadía con mi pinga su intimidad, sorprendido por su capacidad de lubricación, la cual consideraba sobre humana. Me llevé su seno izquierdo a la boca, succionando el pezón con avidez. Olinda me besó en el cuello, generando algo increíble y que yo desconocía de mí.
Me volví loco, mi miembro se estiró aún más y se tensó como nunca antes lo hizo, chorreando semen como si tuviera el almacén lleno, cuando no había pasado ni media hora desde mi segunda venida.
Quedamos abrazados en el suelo, recuperando la respiración. La veía agitada, al igual que yo debía estarlo en esos momentos.
Cantamos juntos un vals, mirándonos:
- Yo seré tu sostén, seré tu guía. Todo lo que tu quieras yo seré...
Ella sonreía, aclaró la voz y entonó:
- ... porque has desenterrado mi alegría, y has hecho más aún: me has puesto en pie...
Le ayudé a levantarse, andábamos un poco exhaustos y le sugerí dormir...
Era madrugada o eso creí. Estaba medio dormido cuando sentí como Olinda se subía sobre mí, por encima de mí, sentada sobre mi miembro, con su vagina mojada.
Ella buscó el enlace adecuado, pronto mi pene hizo diana en su entrepierna. Me besaba mientras nos hacíamos uno solo, mí verga aprisionada en su concha, conociendo cada rincón de su intimidad, envuelta en esa lubricación abundante.
- Te quiero, Oli.
- Te quiero mucho, Juli.
Era un sueño o era de verdad?
Ese día pedimos desayuno al cuarto como a medio día y luego volvimos a tirar. Luego salimos a almorzar y regresamos para tirar una vez más antes de irnos.
Total, que ese día tiramos seis veces, en menos de 24 horas.
Aunque, en ese momento, comprendí que nunca tiramos: siempre hicimos el amor.

Continuará...

Casi olvido el capitulo de hoy, pero ahi vamos.

El proximo capitulo llevara por titulo "Perdido". Nos leemos el proximo domingo

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