La ONG De Mamá (4ª Parte)

El día de piscina da para mucho más. Mi hermana siempre sabe como sacar partido a todo. El negro quiere marcha. Y mi madre solo puede seguirles. ¿Qué tabú seguirá en pie tras este día?


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El negro no apartaba la vista de mi hermana, llevaba todo el día comiéndosela con los ojos. Ahora la tenía totalmente desnuda, recién follada por su hermano, cubriéndose como podía. El brazo izquierdo tapando los pechos, apretándolos contra sí misma, la mano derecha sobres su coño, mientras cruzaba las piernas tanto como su equilibrio la permitía. Intentaba privar al negro de la visión de su total desnudez.

Las ganas de salir a partirle la cara a Abduh se me disiparon de repente. Pensaba en que mi madre no había sido capaz de resistirse a él. Además yo no intervine ninguna de las veces que pude pararlos, sin saber por qué. Pero ahora era diferente, mi hermana me había jurado que el negro no la ponía, que nunca se lo tiraría. Se presentó la oportunidad de ver si decía la verdad, además después de lo que habíamos hecho me parecía aun más importante. Me preguntaba si sería ella capaz de resistirse a él, y si no lo era el espectáculo valdría la pena.

- Abduh, ¿qué haces aquí? Me estaba cambiando.- Mi hermana procuró no gritar. Intentaba aparentar tranquilidad.

- Yo veo en ventana...- La miraba con deseo.- Tú mira Sofía y yo.- Cuando mi hermana se asomó el negro debió de verla.- Sin ropa tú. Gusta lo que ves.- Desde luego a él le gustaba lo que veía.

- No, no... Yo... ¡Sal de mi habitación!- Mi hermana señaló la puerta con la mano que cubría sus tetas. Al quedar a la vista el negro se relamió.

Mi hermana volvió a taparse al segundo. Abduh no se movió ni un metro. Liz miró hacia el armario, esperaba que yo hiciese algo. La decepcionó comprender que no iba a hacer nada. El negro no se movió ni un metro, lo que vino a continuación me cogió desprevenido. Liz se descubrió por completo. Fue un gesto de rebeldía dedicado a mí, y posiblemente algo más.

- ¿Esto es lo que quieres?- Me dio la impresión que la pregunta iba dirigida a mí. Abduh asintió.

- ¿Tú quiere esto?- El negro no tardó en sacarse su pollón, las comparaciones eran odiosas. Si bien mi hermana ya lo tenía bastante visto.

- No.- Contestó mi hermana. Nos cogió de improviso tanto a Abduh como a mí.- Ahora no.- La puntualización gusto al otro.- Yo no soy como mi madre, por mucha polla que tengas no me voy a tirar como una loca a tus pies.- Recuperó el control de la situación con esa altivez que yo tanto odiaba y quería a partes iguales.

El negro perplejo intentó seguir con su juego. Avanzó meneándose el rabo, poniéndolo duro. Mi hermana lo detuvo:

- Te he dicho que no. Que quieres, que grite y suba mi madre, o aparezca mi hermano y le cuente todo lo que te he visto hacerle a nuestra madre.- Abduh seguía el razonamiento de Liz.- Y después se enterará mi padre, y esa sí que será buena.- Consiguió que el negro quedase congelado.- Ahora que ya me has visto desnuda, hazte una paja si quieres, pero no me vas a follar así como así. Lo harás cuando yo diga.

Estaba entusiasmado con la reacción de mi hermana. Le había parado los pies, además me sentía reconfortado por aquella pequeña prueba de fidelidad. Pero el negro era mucho negro, e hizo caso a Liz. Se empezó a masturbar con ganas delante de ella. Me pregunté por qué mi madre no le estaba buscando, y cuanto tiempo iba a tirarse allí, me sorprendió que se corriese en un par de minutos, cuando quería podía ir darse prisa. Los lechazos cayeron en el suelo, a los pies de mi hermana, él no dejó de mirarla. Recogió la braguita del bikini que le quedó cerca, la uso para limpiarse y se marchó en silencio. Regresaría junto a mi madre, una ausencia más larga hubiese causado que ella le buscase. Salió sin despedirse, pero se le notaba cierto aire de triunfo.

Salí del armario, me dirigí a mi hermana. Me ignoró. Cogió algo de ropa y empezó a vestirse, hice lo propio. Tenía la mirada perdida, tuve que preguntar:

- ¿Qué pasa?

- Cómo que qué pasa.- Estaba vestida.- No has hecho nada.- Me apartó de un empujón, evité pisar la corrida del negro.

- Pero no ha pasado nada, no te ha tocado.- La contesté intentando buscar su mirada.

- ¿Y si lo hubiese hecho?- No tenía respuesta.- Te hubieses quedado ahí dentro y lo habrías visto todo calladito, para luego maldecir a diestro y siniestro, para llamarme puta como a mamá.- Tenía que decir algo.

- No, tú habías dicho que no te gustaba, que no te lo tirarías, y yo quería saber...- Metí la pata.

- Saber si era verdad.- Asentí.- Crees que eres mi novio después de lo que hemos hecho, que tienes derecho a poner a prueba mi fidelidad.- Ella sabía siempre lo que pensaba era un poco odioso.

- Algo seré, porque soy tu hermano, pero hace un segundo era mucho más...- Había logrado que me enfadase y no sabía que decir.

- Pues compórtate como un hombre, o ¿es qué te pone ver a las mujeres que quieres folladas por otro?- Me dolió que dijera eso, pero mi cara mostró que yo mismo me lo preguntaba.- De verdad.- Me miraba con cierta incredulidad.- Esto te pone.- Recogió la braguita del bikini, con que el negro se había limpiado, me la acercó a la cara. Retrocedí.

Estaba disfrutando de aquello como cuando me chinchaba de niños. Había dado con un secreto con el que podría tortúrame siempre. Lo siguiente que hizo logró excitarme mucho, despejando las pocas dudas que quedaban sobre mi parafilia. Con cara de guarra lamió los restos de semen de la braguita.

- ¿Quieres ser mi novio?, bésame.- Se había pasado al lengua por los labios humedeciéndolos con la mezcla de su saliva y la leche del otro.

- Por favor, no hagas eso.- La contesté mostrando cierta aversión.

- Si no lo hace nunca más se repetirá lo de hoy.- Me colocó entre la espada y la pared.

La idea de que aquello me tocase me repugnaba, pero el deseo se apoderó de mí. Nos besamos, esta vez su sabor era más salado que antes. Me excité, como un resorte tuve una erección. Me sentía avergonzado, pero no podía esconder que me gustaba. Liz agarró el bulto un segundo y se separó de mí.

- Limpia eso.- Señaló al suelo.- Te diría que con la lengua, pero no quiero pasarme.

- Gracias.- La dije sarcásticamente.- ¿Qué hacemos con lo mío?- Tenté mi suerte de volver a pasarlo bien con ella.

- Ocúpate tú. Vamos a sacar partido a este vicio tuyo, creo que a mí también me da morbo.- Menuda familia éramos.- Además tenías razón el negro sí que me pone, un poco.- Dijo aquello y me sonrió burlona.- Yo tengo algo en mente, que nos va a gustar a todos.

- ¿El qué?- Pregunté pero ella me ignoró por completo.

Salió, asegurándose de que el pasillo estaba vacío. Dediqué una mirada a la corrida del negro. Con un pañuelo de papel la limpié y arroje este a la papelera que tenía mi hermana en la habitación. Me asomé de nuevo a la ventana. Mi madre tomaba el sol y le negro nadaba. De acuerdo a lo que me dijo mi hermana se lo habían montado en la tumbona, más lo de la piscina y sabe dios lo que habrían hecho antes de llegar a casa. Después de que Liz expusiera mi autonegada afición me quedé con ganas de ver algo más de acción. Por suerte el día aun iba a dar para más.

Mi hermana se asomó a la pisciana, había pasado un rato en el baño, estaba arreglada. Cruzó unas palabras con mi madre, también le dedicó una sonrisa al negro, que este correspondió de igual manera. Oí como Liz se marchaba con el coche. Me quedé a cuadros, no sabía que pretendía. Su marcha se hizo patente entre los amantes, se miraron con complicidad. De vuelta en mi cuarto cogí el móvil para hablar con mi hermana. Ya tenía un mensaje suyo "Escóndete" "Creen que están solos". Había hecho aquello para que creyesen que tenían toda la casa para ellos. El siguiente mensaje me sorprendió. "Graba un video, tengo una idea". Mi parte racional quería negarse a ese teatrillo, pero por otro lado ya empezaba a excitarme todo.

Regresé al cuarto de mi hermana y me asomé a la ventana. Mi madre y el negro no estaban en el jardín. Las risas que llegaron del pasillo me pusieron en alerta. Los siguiente fue la voz de mi madre:

- ¿Estibaliz? ¿Carlos?- No respondí.

El recorrido de pasos iba hacia la habitación de mi hermana. De nuevo atrapado allí volví a meterme en su armario. Fue el impulso correcto pues la puerta se abrió y mi madre entró. El negro la siguió un paso por detrás, la sujetó por las caderas y empezó a comerla el cuello. Mi madre se volvió y se besaron.

- Venga vamos a mi habitación, que ya es hora de que me folles sobre una cama de verdad.- Mi madre tiró de el negro de vuelta a la puerta.

Abduh no se movió, escudriñaba la habitación, reparó en el suelo donde se había corrido hacía poco más de media hora. Cuando por fin avanzó no fue hacia la puerta, si no hacia la cama de Liz. Mi madre se dejó llevar dando pequeños pasos, insegura.

- Aquí.- El negro se sentó sobre la cama.

- ¿Aquí?- Él asintió.- Pero es muy pequeña, anda vamos a mi habitación, allí estaremos más cómodos.

Abduh se quitó el bañador y se quedó desnudo encima de la cama de mi hermana. No había discusión posible, mi madre le imitó y se quedó frente a él como dios la trajo al mundo. Se colocó de rodillas entre las piernas de él. Esta vez estaban en un lugar bien iluminado, mucho más cerca de mí, estaba a cien. El contraste de la pálida piel de mi madre junto a Abduh me calentó al instante. Mi madre le agarró la polla con las dos manos, lentamente las movió arriba y abajo. Ella disfrutaba más el momento que el negro, sacó la lengua y acercó el miembro semiduro a su boca. Lo daba lametones como si se tratase de un helado, se estaba recreando recorriendo cada centímetro del rabo con su lengua. Bajó hasta los huevos, con algo de bello, y les dio el mismo tratamiento que a la polla. Cuando los hubo lamido bien, pasó a metértelos en la boca. Sujetaba la polla en vertical y con su cabeza girada mi madre logró engullir una de las negras bolas. Abduh se mordía el labio mientras acariciaba la cabeza de mi madre, como si de una perra se tratase. Repitió el proceso hasta dejarle la bolsa de los huevos bien mamada.

Mi madre iba a retomar su labor con la polla del negro cuando mi móvil vibró. El mensaje de mi hermana me preguntaba si ya habían empezado. Contesté afirmativamente. Lo siguiente que me inquirió fue dónde estaban. La dije que en su habitación. Se tomó un momento antes de seguir nuestra conversación virtual. Mi madre mamaba al negro con ganas, a esas alturas manejaba el tremendo pollón como si llevase toda la vida con él en la boca. "Estás grabando?" fue el siguiente mensaje. Negué. "Hazlo, y prepárate para lo que viene" terminó la conversación. No contestó cuando la pregunté a que se refería. Coloqué el objetivo de la parte de atrás del teléfono entre una de las aberturas del armario y empecé la grabación.

La primera imagen que capté fue la de mi madre avanzando con sus labios por el negro rabo. Lo hizo desaparecer dentro de su boca. Aquel truco lo dominaba ya, pero no dejaba de ser espectacular. Aguantó unos segundos y la polla del negro emergió. Tomó aire y volvió a la carga. Lo repitió un par de veces más, cuando la polla le brillaba por la saliva decidió pasar a otra cosa. Se escupió a sí misma entre las tetas, le pidió al negro que hiciese lo mismo, a ella apenas la debía quedar saliva. Rodeó el rabo con su pechos y empezó a masturbarlo, mantenía en todo momento el contacto visual con Abduh. Daba mucho morbo como clavaba esos ojos azules en los de su amante, intenté que quedara bien enfocado aquello. La polla ya bien enhiesta asomaba por encima de las tetas de mi madre, con lo que esta la recibía con la lengua fuera y la boca abierta como una muñeca hinchable.

Abduh tuvo suficiente e hizo levantar a mi madre. La dio la vuelta, mirando a la puerta. La cogió de las caderas y tiró hacia abajo. Todo el rabo se hundió en un solo golpe. Desde donde estaba podía ver como apretaba las paredes del coño de mi madre. Ella lanzó un fuerte gemido, el primero de muchos. Sin soltarla las caderas, la alzó y la dejó volver a caer. Mi madre se unió al movimiento, sus nalgas chocaban contra los muslos del negro haciendo un rítmico ruido de carne. Sus gemidos se acomodaron al golpeteo, y su coño empezó a soltar humedad. Poniendo los ojos en blanco, y echando la cabeza hacia atrás tuvo su primer orgasmo.

Abduh no se detuvo entonces, con mi madre ensartada se levantó y la colocó sobre la cama, boca abajo, mientras ella seguía convulsionando y gimoteando por la reciente corrida. Como la cama de mi hermana era bastante alta mi madre solo tocaba el suelo de puntillas, pero el negro llegaba de sobra, de hecho era la altura ideal. La embestía con fuerza, con lo que mi madre no había parado de gritar desde el orgasmo. En aquella postura apenas sí veía el culo del negro ir adelante y atrás, empotrando a mi madre. Ahora el sonido de los cuerpos chocando era mucho más alto. Por las piernas de mi madre logre divisar una fina línea de líquido derramándose. De nuevo me afané para que quedase grabado aquel detalle que me calentaba especialmente. Por mi parte estaba de nuevo duro, era innegable que disfrutaba viéndola follada.

La progresión de ruidos y declaraciones sexualmente explicitas me avanzaba que estaban a punto de termina. El negro colocó a mi madre boca arriba en la cama, puso las piernas de ella sobre sus hombros y continuó follándosela. La situación se precipitaba, pero aun fui capaz de conseguir unas buenas tomas. En la nueva postura cogía el cuerpo de mi madre perfecto, el bamboleó de sus tetas con las embestidas, o como estas desaparecían en las manazas del negro. Abduh parecía listo para terminar, junto con mi madre, y conmigo que llevaba un rato masturbándome. Pero la sorpresa de mi hermana nos pilló a todos.

Liz entró en la habitación, de golpe. Los amantes giraron sus cabezas al unisonó rompiendo el contacto visual. El negro ya la tenía fuera y eyaculaba sobre mi madre tumbada. En un pueril intento de cubrirse mi madre tiro de cada trozo de tela cercano y se hizo un ovillo con las sábanas. Abduh ya había estado delante de mi hermana desnudo, y ella también lo estuvo, así que no mostró el más mínimo pudor. Yo tardé uno segundos en entender que ocurría, hasta que me fijé en la sobreactuada expresión de mi hermana. Tenía los ojos y la boca muy abiertos, fingiéndose perpleja. Me pregunté si el negro la seguiría el juego que estaba a punto de desarrollar.

- No me lo puedo creer.- Dijo despacio con un tono que acompañaba a su expresión.- Mamá, dios mío.- Se llevó la mano a la boca.

- Cariño, Estibaliz, no es lo que parece.- Mi madre seguía cubriéndose con la sábanas de cualquier manera, no era capaz de ponerse de pie.

- Mamá parece que te estás tirando a Abduh. ¿Esto es lo qué entiendes por ayudar?- Si mi madre no hubiese estado tan nerviosa por haber sido pillada se hubiese dado cuenta de que mi hermana estaba fingiendo. El otro también podía haber abierto la boca, pero se limitaba a sonreír desnudo, no tenía el más mínimo pudor.

- Yo, yo...- Mi madre tartamudeaba.- Es que...

- Es que está muy bueno.- Liz la calló, caminó hasta el negro y recorrió su torso desde el ombligo hasta el cuello con el índice de la mano izquierda.

Mi madre se quedó de piedra contemplándola flirtear con su amante. Liz iba vestida con una falda que dejaba la mitad de su culo al aire, y una camiseta de tirantes muy apretada, sin sujetador. Liz tenía ahora toda su mano sobre el pecho del negro, este colocó las suyas en la cadera de mi hermana. De reojo miró al armario, aquello me lo estaba dedicando, sabía cómo me ponía cachondo y enfadado en parte. Mi hermana tenía pensado tirarse negro, eso lo entendía, pero lo que no pillé de primeras fue la necesidad de exponer a nuestra madre.

- La verdad es que lo entiendo mamá.- No se apartaba del negro, mi madre empezaba a asomar de entre las sábanas.- Pero deberías compartir.

- ¿Qué quieres decir?- Mi madre se había incorporado y se cubría los pechos con las manos, aun la quedaba semen del otro por el vientre.

- Pues que Abduh tiene de sobra para dar y regalar.- La mano de Liz empezó a bajar. Se detuvo en su pubis.- ¿Qué te parece mamá si compartimos?

- Pero eres mi hija.- Fue la primera escusa que se la ocurrió para negar que otra tuviese al negro. Aunque este estaba dispuesto y la cara de mi madre reflejaba que aquello no la hacía gracia. Se me ocurrió que Liz solo querría ver que prefería Abduh.

- Mamá, o compartes o se lo digo a papá.- Era una acusica desde pequeña. Mi hermana tenía la mano en la base del pene de Abduh que colgaba blando, si bien algo me decía que pronto estaría de nuevo arriba.

Mi madre dudó, se encontraba entre la espada y la pared. Terminaría escogiendo la espada, o más bien dejando que el otro la eligiera por ella.

- ¿Tú qué quieres?- Le preguntó mi madre al negro, creo que guardaba la esperanza de que la dijera que no quería tirarse a mi hermana. No me sorprendió que se supeditase a Abduh, a mi madre la gustaba que otro la guiase, quizá así no se consideraba responsable, del todo.

No contestó, se limitó a coger a cada una de la mano y tirar para afuera. Seguí el sonido los pasos y deduje que habían ido a la habitación de mis padres. Seguía grabando. Escuche como mi hermana decía que no era necesario cerrar la puerta. Era mi señal, me escabullí hasta que quedé asomado en el marco de la puerta. La estampa me encantó, Abduh estaba entre mi madre y mi hermana. Las dos rubias, con su piel clara y sus ojos azules con el negro en medio. Mi hermana se agachó, seguía vestida. Aunque me lo había negado antes, ahora pude ver que el tamaño de la polla del negro tenía el mismo efecto hipnótico en ella que en mi madre. Con cuidado, como si pudiese romperse la agarró. Con su mano cerrada entono al tronco empezó a levantarla y acercársela a la boca. Mi madre la interrumpió:

- ¿Sabes lo que haces?- Preguntó altiva, se abrazaba a Abduh, que pasaba su brazo por la cintura de ella. Parecía resignada a que aquello pasase, pero marcaría su territorio como una leona.- No tiene pinta de que hayas tenido una así de grande nunca.

- Eso crees.- Mi hermana intentó parecer segura.

Abrió la boca e intentó tragarse cuanto pudo. Aun blanda, no llegó ni a la mitad. Mi madre rió, había recuperado la compostura y ahora se divertía viendo a su hija fracasar a la hora de complacer a su amante. Pero Abduh no iba a dejar que mi hermana se diese por vencida tan fácilmente.

- Enseña.- Puso su mano sobre el hombro de mi madre y la empujó hacia abajo.

Mi madre quedó de rodillas, junto a mi hermana que seguía intentando embutirse la polla del negro. Mi madre la agarró y prácticamente se la quitó de la boca. Abduh había recuperado una erección que crecía por momentos. Entonces mi madre sí hizo una exhibición en toda regla, se tapó la nariz con dos dedos y despacio fue tragándose el rabo, hasta que los huevos chocaron con su barbilla. No pretendía instruir a mi hermana, más bien dejarla claro que era su hombre, estaba marcando territorio como al principio. Recuperó mi hermana el miembro de Abduh y volvió a intentarlo, superó la mitad. pero una arcada la hizo retroceder. Mi madre rió, la actitud de esta no entraba en los planes de mi hermana, que empezaba a estar disgustada, no soportaba no ser la mejor. En fin yo se lo había dicho varias veces, con gente delante mi madre se volvía más puta si cabe. El enfado de Liz desembocó en una petición al negro:

- Tú, aprieta mi cabeza.- Le señaló y habló con su voz autoritaria, la misma que usó conmigo tras nuestro polvo.

Otro intentó, y el negro siguió las instrucciones. Agarró su nuca y acompaño el movimiento de mi hermana. Había pasado la marca anterior, mi madre miraba con desprecio a su hija. A Liz se le escaparon algunas lágrimas y la sobrevinieron algunas arcadas, pero no pidió al otro que aliviase la tensión. Es más le pidió que la aumentase, Abduh lo hizo y mi hermana repitió el gesto de mi madre de taparse la nariz y en un último esfuerzo logró idéntico resultado que nuestra progenitora. Cuando alcanzó esta marca ordenó con gestos al otro que la dejara libre. Al recuperar su garganta escupió, en el suelo. Los ojos los tenía rojos y juraría que la mandíbula dislocada. Pero estaba contenta por haber logrado igualar a nuestra madre. Abduh estaba pletórico, pero como para no estarlo.

Mi madre de nuevo a la defensiva reemprendió la lucha de mamadas. Enroscó sus labios a la polla del negro y la agarró como si fuese lo más preciado del mundo. Abduh disfrutaba, pero disfrutó aun más en el momento que mi hermana añadió su boca al juego. Buscando un lugar libre su lengua encontró la base de su polla y sus huevos. Mi madre se ocupaba de comerle desde el glande hasta más de medio tronco, Liz se hizo cargo del resto hasta los huevos. Me aseguré de grabar a las dos mujeres de mi familia devorando la entrepierna del negro. La descomunal polla de este apneas quedaba a la vista, oculta por las melenas rubias, la de mi madre algo más clara. En cierto momento atisbé una leve cooperación para darle gusto. Fue mi madre la primera en parar, ante los bufidos del negro.

- Espera.- Le dijo a mi hermana.- Que se va a correr.- Liz se detuvo y apartó un poco. Mi madre ya conocía cada gesto y ruido de su amante.

Las dos miraron hacia arriba, expectantes. Abduh había torcido un poco el gesto, debía querer correrse sobre las dos zorritas paliduchas que estaban a sus pies. Mi madre rompió el silencio:

- Si te la quieres tirar, puedes hacerlo.- Ella cedió, sin duda la excitación del momento la arrastraba. La cara del negro cambió a un aspecto de complacencia total.

Levantó primero a mi madre y se fundieron en un beso. Mi hermana aprovechó para dedicarme una mirada y sacarme la lengua. Ella fue la siguiente en ser izada por Abduh. Colocó sus manos sobre los hombros de ella, las paseó hasta el ligero escote de la camiseta. Agarró allí y tiró con fuerza, la prenda se abrió por la mitad. Pilló a mi hermana por sorpresa y reculó un paso, mi madre miraba entretenida. El negro no la dejó retroceder colocando un dedo a forma de garfio en su falda. La acercó hacia sí, su mano libre se lanzó a por una de sus tetas y la beso. El beso fue lo que más me excitó, era el primero entre mi hermana y el negro. La mano sobre su pecho sobaba él mismo a base de bien, pellizcó el gran pezón dejándolo colorado y erecto. Liz dejó escapar un grito entre la comisura de las bocas que se devoraban mutuamente.

Girándose y encarando la cama el negro la empujó, ella cayó de espaldas con sus brazos aun buscando al otro. Tiró de la falda y mi hermana quedó totalmente desnuda, no había ni rastro de ropa interior. Abduh se meneó la polla y cruzó unos susurros con mi madre, ella asintió. Lo siguiente que hizo el negro fue lanzarse de cabeza al coño de mi hermana. Ella no tardó en estremecerse y empezar a gemir, lo hacía con más ganas que hace un rato conmigo, en lugar de molestarme aquello me puso más cachondo, si era posible. El placer que la estaba proporcionando llegó al punto de que ella se irguió como poseída. Con un movimiento como si entrenase la zona abdominal su cara asomó, la boca y los ojos muy abiertos. Miró a mi madre, ella sonreía, satisfecha ahora, también se masturbaba cada vez con más ganas. Los gemidos de Liz no paraban de ganar volumen, sus manos pasaron de la cabeza del negro a buscar un asidero por todas partes. Un temblor de sus piernas, más fuerte del que había experimentado conmigo, anunció el orgasmo que se precipitaba.

- Dios, dios...- Tomó aire respirando en grandes bocanadas.- Tiene la lengua igual de grande que la polla.- Me pregunté si hablaba a mi madre o me lo decía a mí.

- No cariño..., aun no has visto nada.- Mi madre seguía dedeándose, la voz se la entrecortaba a ratos. Realmente la excitaba ver a su hija follada, teníamos más en común de lo que creía.

Se había sentado en una silla de espalda baja y hortera tapizado. El negro se acercó a ella y le colocó al polla sobre los labios, mi madre la recibió con ganas. Me pareció que tenía como finalidad lubricar el miembro del otro antes de follarse a mi hermana, así lo confirmo él:

- Tu hija, tiene coño pequeño.- Con las manos creó un agujero para ilustrar su afirmación.- Como tu coño. Luego grande, después de mi polla.- Se refirió a mi madre, ella asintió con la misma en la boca sin dejar de masturbarse.

- Con cuidado.- La voz de suplica de mi hermana me resultó desconocida. Seguía sobre la cama, ahora recuperada.

El negro ya volvía de nuevo a ella. ;e pregunté qué hora sería, busqué en la pantalla del teléfono el reloj, aun faltaba para la hora de comer, apenas rozaba el medio día. Había ido dosificando la grabación, tenía varios videos, más cortos, no sabía si el aparato tendría memoria para guardar todo y no quería perder algunas de las cosas que había visto.

Abduh se subió a la cama de rodillas, acercó a mi hermana hacía él. Colocó las piernas de ella sobre sus hombros, su cadera estaba pegada a la punta de su polla. Allí estaba el negro, frotando su rabo en los labios vaginales de mi hermana, sobre la cama de matrimonio de mis padres, con mi madre masturbándose en un rincón de la habitación y yo grabando todo desde la puerta. No se me ocurría nada que pudiera hacer mejor la escena.

Tras un poco jugar Abduh empezó a clavársela a mi hermana. Liz se tensó al instante, ya la cabeza de la polla del negro la apretaba. No paraba de repetirle que fuese despacio, que tuviese cuidado. Él así lo hizo, poco a poco se abría camino en mi hermana, colocó su mano derecha a modo de tope, como hizo el primer día que se tiró a mi madre. Mi hermana tenía más de la mitad dentro, pero no parecía capaz de soportar el resto. Despacio, como ella había repetido movió las caderas Abduh. La cama seguía el lento bamboleo, mi hermana respiraba profundamente. Con la mano libre el negro jugaba con sus tetas, le gustaban los pezones grandes y rosados de mi hermana, los pellizcó hasta que estuvieron rojos y erectos. Subió el ritmo y mi hermana se mordió el labio. Con un gesto el negro pidió a mi madre que se acercase, ella obedeció, llegando a su lado. Él llevó su mano libre al coño de mi madre que le recibió con ganas, ella le comió la boca.

- Escupe.- Dijo Abduh cuando los labios de los dos se separaron.

Mi madre se puso algo tensa, mi hermana no tanto. Si bien habían pugnado por mamársela ellas no habían interaccionado más allá, y el pudor de mi madre era claro. Por otro lado mi hermana y yo nos habíamos librado de eso hacía un rato. Abduh repitió la orden y finalmente mi madre lo hizo. Se agachó un poco, se recogió el pelo a con la mano y de sus labios salió un hilo de saliva que fue a caer en el coño de mi hermana. Cayo justo en la intersección entre este y la polla del negro, así que con el movimiento se esparció y desapareció. Él volvió a aumentar el ritmo y pidió a mi madre que facilitara algo más de lubricante propio. Abduh hizo que mi madre bajase la cabeza un poco más, estaba a apenas un palmo de la acción. Yo veía donde iba acabar aquello, no sé como mi madre y Liz no lo vieron venir.

La distancia que separaba la boca de mi madre del coño de mi hermana era mínima y el negro lo aprovechó. Bajó la cabeza de mi madre hasta ese punto mágico donde mi hermana y él se unían. Liz tardó un segundo en notar el contacto de los labios de nuestra madre en su coño. Liz se irguió un poco a tiempo de verla retirar la cabeza, con más confusión que enfado. Con esas mismas emociones se dirigió mi madre a Abduh:

- ¿Qué haces?- Se había apartado de la cama, temblaba un tanto, con la espalda pegada a la pared.

- Así ayuda a señorita Estibaliz.- Mi hermana lo contemplaba todo en silencio, con la polla del negro aun clavada.

- Es mi hija, ya está mal que este viendo esto, pero no voy a...- Mi madre gesticulaba nerviosa.

Mi hermana me miró un segundo, nuestros ojos se cruzaron. En ese momento podría haber entrado en la habitación y el negro y mi madre no se hubiesen dado cuenta, estaban ensimismado en lo que acababa de pasar. Mi hermana habló en silencio mirándome "¿Qué hago?". El deseo y el morbo me controlaban, "Sigue" la contesté de igual manera. Sus ojos me seguían preguntando sin llegar a asumir del todo mi respuesta, o quizá no me entendió. Asentí asomando toda mi cabeza por la puerta. Mi hermana rompió el silencio que se había instalado:

- Mamá, no pasa nada.- Mi madre la miró igual que había mirado a Abduh.- Me ha gustado, y hace que sea más fácil.- Intentaba ser persuasiva.

- Pero está mal.- Mi madre se había calmado un poco.

- Todo está mal mamá. Que papá te ponga los cuernos, que a ninguna de las dos nos hayan follado nunca así de bien, y que no haya más hombres como Abduh con pollas como caballos.- El alegato me molesto cuando dijo que nunca la habían follado bien, pero con mi madre, tuvo el efecto que buscaba.

- Tienes razón, en parte.- Avanzó un poco.- Yo nunca he hecho eso a una mujer. Es solo que el que seas mi hija lo hace un poco más difícil. Si no lo fueses no tendría problemas.- Mi madre pasaba de santa a puta en un abrir y cerrar de ojos, eso me encantaba.

Mi madre volvió a unirse a la pareja, Abduh reemprendió el bombeo, mi hermana gemía de nuevo, yo grababa. Mi madre tímidamente colocó sus labios sobre el coño de Liz. Tímidamente sacó la lengua, recorrió con cuidado la abertura ocupada por el rabo del negro. Este se follaba a mi hermana cada vez con más ganas, la había cogido de la cadera para hacer más fuerza. Mi hermana gritó un par de veces de dolor, por la fuerza de la carga. No sabría decir si eran reales esos gritos o solo un acicate para que mi madre se lanzara a participar. En cualquier caso esto último fue lo que paso. Mi madre jugaba con su lengua de forma activa, incluso llevó sus dedos hacía el clítoris de mi hermana. No podía asegurarlo pero por cómo empezó a gemir Liz diría que mi madre encontró el botón de placer de su hija. Entre el negro y mi madre condujeron a mi hermana a su segundo orgasmo. Este terminó con Liz buscando a mi madre con la mirada, cuando sus ojos se encontraron mi madre fue consciente de que había hecho correrse a su hija.

Como Abduh seguía polla en ristre aquello no estaba lejos de terminar. Mi hermana y mi madre intercambiaron posiciones a su orden. Siendo mi madre la follada, Liz no dudó un segundo en comerla el coño. Si mi madre era una puta, ella era reputa. Mi madre se asustó por la sensación, yo conocía aquello, un subidón de adrenalina impropio de un simple polvo, era el morbo de tener a su hija entre sus piernas. Liz se empleaba a fondo, y entre ella y el negro arrancaban a mi madre los gemidos más altos que la había escuchado hasta la fecha. Con la excitación en aumento Liz se colocó por completo cobre nuestra madre. En la posición de 69 mi madre dudó un segundo pero cedió y dio a mi hermana lo que quería. Liz solo paraba de comerle el coño a mamá para gemir por lo que esta le devolvía. Yo me masturbé nada más empezar aquello y ya tenía otra erección. Mi madre se corrió de forma mucho más ruidosa de que su hija.

El negro seguía duro, debía de haberse tomado algo o tener priapismo, yo no hubiese pasado de la mamada doble. El semental se tomó un descanso demostrando que era humano, respiraba pesadamente. Mi hermana y mi madre sobre la cama guardaban las distancias, esperando para ver a cual elegía el otro para terminar. Intentaban no mirarse pero no podían apartar los ojos la una de la otra, esa sensación también la conocía. Abduh hizo su elección señaló mi hermana. La posición fue a cuatro patas, desde ahí podría disfrutar del tremendo culazo de Liz. Dio indicaciones también a mi madre, para que se colocase frente a mi hermana. Con todos en su sitio empezó la que esperaba fuese la última follada del día aquel día ninguno podríamos aguantar más.

Abduh cargó con fuerza, olvidando el tope de su mano. Casi de un golpe se la clavó a mi hermana, mientras gritaba, él le dijo a mí madre que acercase su coño a la boca de su hija. El final del grito se ahogó en la profundidades de mi madre y fue respondido por los gemidos que la salieron a esta. El negro se follaba a mi hermana con tanta fuerza como se follaba a mi madre, si bien esta estaba acostumbrada. Liz sacaba de vez en cuando su cabeza, de entre las piernas de la otra, para pedirle que fuese más despacio. Pero era difícil contenerse teniendo ese perfecto y firme culo delante. Abduh la había dado unos cuantos azotes, de ninguno de los cuales se quejó mi hermana, dejándola el culo enrojecido. Mi madre seguía resistiéndose a correrse por la boca de su hija, pero cada vez la costaba más. Cuando no lo aguantó se apartó, poniéndose la mano sobre el coño, se mordió el labio inferior hasta sangrar y la temblaron las piernas. El negro fue el siguiente, agarró las caderas de mi hermana con fuerza y dejó toda la extensión de su polla dentro. Mi madre recuperada intervino:

- ¡Sácala, sácala!- Sonaba algo desesperada, llegó a poner las manos sobre las nalgas de mi hermana y abrirlas. Fue la primera vez que vi el agujero que mi hermana aun tenía intacto.

- Tranquila..., que tomo la píldora... - La confesión de mi hermana calmo algo a mi madre.

No la parecía mal tirase a un negro, había cedido en lo del amor filial, pero un nietecito inoportuno y de color parecía demasiado. Por su parte Abduh no sé si entendió lo que pasaba o quería vaciar sus huevos en el coño de mi hermana y punto. De cualquier forma cuando sacó su polla estaba cubierta de una mezcla de fluidos de ambos. El coño de Liz chorreó un poco de la semilla de él.

Los tres sudaban, yo también, y no era por el calor. Liz había sido bien follada por primera vez. Además esa misma mañana había roto tabúes con su madre y su hermano, y estaba tan pancha. Mi madre estaba más descolocada por lo de montárselo con su hija, pero el placer de aquel momento era irrepetible. Supe después que la satisfizo especialmente el hacerlo en la cama de matrimonio, por aquello de joder a mi padre. Abduh no se había visto en otra, creo yo. Dos rubias, madre e hija, putas como ellas solas, que bebían los vientos por él. Yo, me había tirado a mi hermana horas antes, había descubierto que me excitaba el ser cornudo y ver como hacen a otros cornudos, y tenía un montón de videos jugosísimos, que pensaba usar de alguna forma, aun no sabía cómo.

La siguiente conversación entre los tres apenas la capté, estaba en una nube. Mi hermana y Abduh se fueron para el baño de la habitación y oí encenderse la ducha. Mi madre se quedó sobre la cama mirando al techo. Regresé a mi cuarto en silencio, me cambié y salí a la calle. El resto no se dieron cuenta. Me di una vuelta por la urbanización, sonreía como un tonto, y miraba el móvil repasando los mejores momentos. Tenía una felicidad extraña, más bien era como un estado de excitación poscoital extendido. No quería que se acabase.

Liz me mandó un mensaje para que me pasase para ir a comer. Mi madre se había marchado ya a dejar a Abduh. Liz estaba en la cocina, subida a la encimera esperándome. Llevaba un vestido que debía llegarla por la rodilla, si bien allí subida no importaba pues, abierta de piernas pude ver que seguía sin bragas.

- ¿Te ha gustado?- Fue su saludo.

- Debo de estar fatal, me ha encantado.- Sonrió traviesa, sacada de una revista erótica sentada allí.

- Como folla el negro.- Se echó para atrás, dándome una mejor muestra de sus encantos bajo el vestido.- No puedo esperar para repetir. Y tranquilo, que también podrás mirar, me ponía que estuviese allí.- Eso reafirmo mi buen ánimo.- Y mamá, no es mi primera chica, pero bueno a estado bien.- El comentario me suscitó preguntas y fantasías.

- Para que me pongo malo. Hoy se me tienen que haber quedado vacios los huevos.- No me había podido resistir y la acariciaba la pierna subiendo despacio.

- No me extraña, salido.- Me quitó la mano de su pierna.- Pero vamos que no llegamos.- Se encaminó hacia la puerta.

- ¿A dónde?- La seguí detrás viéndola menear el culo exageradamente.

- A comer con papá.- Sonrió burlona.

Mi madre llegó al poco, me recibió con una sonrisa de oreja a oreja. Estaba algo tensa con Liz, pero poco más. Me sorprendió que la idea de comer con papá la pareciese tan bien. Mi hermana me explicó después que a mi madre lo que la ponía más que nada era hacer cornudo a nuestro padre. Durante la comida, en el restaurante del campo de golf mi padre alardeó sobre su día. Liz y mamá se fueron volviendo más cómplices y reía los comentarios de mi padre. El pobre se creí que tenía la familia perfecta, nada más lejos de la realidad, aunque nos lo pasábamos mejor imposible.

CONTINUARÁ.

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