Siete por siete (115): Hannah sin control




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Compendio I


Debería contar sobre nuestro viaje, pero organizar mis ideas aún se me hace difícil y lo que viví ayer debe tener mayor significado para ti, Marisol.
Me encantaría decir que tú eres la única mujer de mi vida y que solamente contigo me siento feliz, pero ya sabes bien que esos días han pasado.
Debo ser uno de los pocos que nunca quiso hacerlo, porque me haces inmensamente feliz. Cuando te volviste mi polola, fuiste el motivo de mis alegrías y felicidades, la razón de mi confianza (porque teniéndote a mi lado, no tenía a qué temer) y mi serenidad.
No debería ser el amante de tu familia ni de otra mujer, pero eres tan empática, ruiseñor, que en lugar de mandarme a volar y pedirme el divorcio, prefieres mirar a otro lado y disfrutar que otras tengan romances con tu marido.
Y ese principalmente fue el cisma de este viaje: no poder conciliar esa imagen de padre fiel y amoroso, contra la realidad que no quieres ser la única mujer de mi vida, ante los ojos de mi familia.
A ninguno de mis hombres les ha sorprendido mis ojeras esta mañana.
Incluso han hecho bromas a mis expensas, particularmente porque voy por la tercera o cuarta taza de café. Pero soy un jefe flexible y les dejo que me molesten.
Imagino que en Mantención debe pasar una situación similar, con una Hannah más pacífica y relajada como yo.
Tú misma viste cuando llegó el correo: Hannah me quería de vuelta de inmediato, apenas se enteró del terremoto.
Sentiste lastima al responderle, cuando sabes bien que no debe ser así, Marisol: Eres mi esposa y mi prioridad es estar contigo y con nuestras pequeñas.
Pero según descubrí, no fue suficiente.
De nada le valieron mis argumentos que su petición era completamente irracional: si tomaba el primer avión hasta Sydney y otro más hasta Broken Hill, igual llegaría al final de su turno.
Y de una manera muy parecida a la tuya, se terminó desquitando con su equipo, sargenteándoles a labores imposibles.
Afortunadamente, estuvo Tom para retomar las riendas y intentar calmarla. Pero su intranquilidad no se disipó.
Y es por eso que quiero contarte lo que pasó ayer, Marisol, porque pienso que te puedes sentir identificada.
Pensé que sería una mañana normal: Salí a las 5, como bien lo sabes y me fui conduciendo las 3 horas al igual que los otros lunes.
Llegué a la oficina de registro y firmé, como de costumbre, cuando ella me divisa a un par de metros.
Ya sabes que Hannah es casi tan linda como tú: cabellos rubios, ojitos celestes, cara rosadita, menudita y con un cuerpo encantador.
Y que en el trabajo, todos la perciben como una mujer ruda, masculina y de mal carácter al trabajar, especialmente ante los hombres.
Pues imagínatela a ella, abalanzándose como un gato salvaje sobre tu marido, para darle un beso y abrazo bastante cálido.
No dejó lugar a dudas sobre la relación extramarital que tenemos ante el resto del personal y de no haber sido porque logré contenerla, aclaratoria sobre la connotación sexual.
Pero ella lloraba. Me decía lo mucho que le había asustado la idea de perderme y le frustraba no saber más de lo ocurrido.
Traté de calmarla, diciéndole lo que tú y yo sabemos bien: que sismos de esa magnitud nos azotan constantemente y que estábamos ilesos.
Ella sonrío con ternura y me pidió, de la misma manera que lo hacías tú en la universidad, que la acompañara al baño, para hacer el amor.
Intenté hacerle entrar en razón, diciéndole que recién estábamos ingresando a la faena y que debíamos trabajar, que accedió con mucha tristeza.
No tuvo más opción que obedecerme y volvimos con nuestros grupos de trabajo.
Al mediodía, me suplicó casi llorando que fuéramos de inspección a la mina, pero nuevamente le tuve que rechazar, dado que seguía poniéndome al día sobre lo que mis reemplazos habían hecho en mi ausencia.
Sin embargo, me concedí un par de minutos para tomar aire tras almorzar y abrazarla, pidiéndole que resistiera un rato más.
“Al menos, ya sabes que estoy bien y que estoy aquí, contigo. Aguanta un poco más y seré completamente tuyo en la noche.” Le dije, mientras acariciaba sus cabellos.
Nos besamos un par de veces y quedó muchísimo más serena.
Pero al atardecer, me esperó en la entrada de mi oficina.
Fue como si fuéramos compañeros de escuela, Marisol. Como tus mangas favoritos, donde la chica de otro curso espera al enamorado.
Ella no podía esperar más y ante la mirada burlona de mi personal, me dio un ardiente beso.
Conducir de vuelta al campamento fue muy complicado, ya que como podrás imaginar, iba demasiado entusiasmada.
Cerramos la puerta de la habitación y me empujó literalmente a la cama.
Hannah estaba hecha una fiera: desabrochó mi overol y se dispuso inmediatamente a darme una mamada fenomenal.
Podía notarse la desesperación en su mirada y el agilísimo movimiento de cabeza era impresionante.
Pero después, hizo algo parecido a cuando imaginas que lo mío es un helado.
La envolvió firmemente entre sus manitas y lamió el glande con la punta de su lengua, aplicándole tal presión, como si quisiera arrancármela.
Además, sus ojos y sus finos labios brillosos, en una mezcla de mis jugos y su saliva, le hacían ver como una viciosa, particularmente por las tiritas que colgaban de sus labios.
En esos momentos, supe que lo haríamos por un par de horas. Nada de duchas, de cenar, de hablar por la computadora ni cualquier cosa que pudiera distraernos.
Se sacó su overol y para mi sorpresa, sus bermudas estaban completamente mojados. Era tal su nivel de excitación, que el calzón estaba empapado en una mezcla entre transpiración y sus fluidos.
Abrió sus piernas y algunas gotitas me mojaron, pero ella temblorosa y con mucho cuidado, fue coronando mi pene con sus labios vaginales.
Para Hannah, fue un alivio tenerme dentro y como te lo he mencionado, es más estrecha que tú y cuando me cabalga, no alcanza a meterse entera.
Por supuesto, a ti tampoco te entra fácilmente de esa manera y como bien sabes, corazón, es por eso el motivo que me encanta ir arriba tuyo y poder enterrarla a mi gusto.
Pero si a ti te entran 3/4 de esa manera, a ella con suerte le entrará la mitad y la presión que se siente es distinta.
Como también te he mencionado, Hannah es más ligera que tú y por lo mismo, mientras tú puedes acomodarte mejor y eventualmente, meterla hasta el fondo sin mi ayuda, no pasa lo mismo con ella.
A Hannah debo ensancharla más para estirar sus tejidos y poco le falta para que termine aullando de placer, a medida que la voy metiendo entre sus piernas.
Ella rebotaba como loca, Marisol, pero lo que más disfruto de ella es que tiene una figura parecida a la tuya.
¿Qué te puedo decir, alocado ruiseñor? ¡Por supuesto que te encuentro divina, con tus pechos repletos de leche y ese trasero que tienta a los más santos!
Pero antes, eras mi niñita y claro que disfrutaba de hacer el amor contigo.
¿Recuerdas esos días de primavera, que “salíamos de exploración”, pero siempre llevabas un par de calzoncitos adicionales?
Como te lo he dicho desde antes, tu cara me fascinaba, porque parecía que no la podías aguantar dentro de ti y por supuesto que todavía la tienes, corazón, junto con un cuerpo que me sigue volviendo loco.
Pero aún me quedan ganas de enseñarle a la “chiquilla traviesa” de mi polola mis mejores movimientos y que a pesar de todo, podía aguantarme para sentirnos bien juntos y es eso lo que me encanta de Hannah.
Porque a pesar que Douglas le saca sus orgasmos también, le encanta que la mía no se desinfle apenas me corro y que nos haga quedarnos como perros en celo.
Su carita estaba dichosa y me dijo que me amaba y que estaba bastante feliz. Pero no quería que la sacara.
“¡Hagámoslo otra vez! ¿Quieres?” me preguntó y por supuesto que accedí.
Nuevamente, fue ella arriba y se veía majestuosa e impresionante, como una valquiria nórdica: sus pezones excitados, ojos entrecerrados y una expresión de éxtasis, al momento de alcanzar el clímax.
Quedó agotada, pero nuevamente no la pude meter entera.
“¿Quieres otra vez?” le pregunté, porque también la había extrañado y quería hacerla mía una vez más.
“¿Otra vez?” preguntó, agitada y sonriente.
Su marido no da 2 rounds consecutivos. Y esta vez, fui yo arriba.
Me encanta hacerlo de esa manera, Marisol, porque yo soy el hombre. Entiendo que no quieras hacerme trabajar ni que me canse demasiado, pero es la única manera que la puedo meter a mi placer.
Hannah se abría de piernas, sabiendo que su compañero de trabajo la llenaba más fuerte que su marido. Pienso que ese es el motivo por el que me extrañó tanto, ya que Douglas no le da para más.
¿Y qué más te puedo decir, Marisol, si tú también lo vives y no te aburres que sea tan repetitivo?
Esa tensión de cercanía, el calor entre nuestros cuerpos, el aroma a pelo, sexo y sudor, los gemidos, el vaivén…
Tenía que meterla hasta el fondo, porque era mía y es mi responsabilidad hacerle feliz.
Ella se queja, porque le voy quemando y se afirma de mis hombros, mientras que mi pelvis la entierra con violencia hasta el colchón.
Estoy bastante consciente que su marido no le da tan duro como lo hace tu esposo, Marisol, porque al igual que contigo, también alcanzo a rozar su matriz.
Y no solo eso, sino que también, la relleno más veces que su marido, porque hacen el amor 3 veces a la semana, mientras que acá en faena, son 2 veces por día.
Intenta contenerse, pero en ella soy imparable.
Me besa por un par de instantes, pero llega un momento que estoy tan adentro que pone los ojos en blanco y se queja sin parar.
La estoy partiendo, al igual que lo hago contigo y voy bombeando persistentemente, hasta fusionarme una tercera vez más.
Lanza un suspiro que da eco entre las paredes y se va quejando, a medida que recibe mi corrida.
Nos besamos, entre suspiros, porque la cabalgata también me ha agotado. Ella me sonríe, emborrachada de placer y nos volvemos a besar.
Miré el celular y eran las 11:27 pm.
El casino está cerrado y es muy tarde para llamarte. Hannah ni siquiera recuerda a su marido.
Nos despegamos y nos acurrucamos para dormir de cucharita.
Pero a medianoche, su lindo trasero roza mi entrepierna y le pregunto si me puede prestar su colita.
Y al igual que te pasa a ti, también anda sonriente y le cuesta sentarse en estos momentos.


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1 comentario - Siete por siete (115): Hannah sin control

pepeluchelopez
Que bonito es eso! Digo no Me ha pasado pero debe ser muy bonito y rico. Saludos para ambos. Extrañaba leerlos.
metalchono
Cuando dura la calentura es rico. El problema es que después te bajan los remordimientos y por el momento, Hannah se sigue tomando las pastillas. Pero su marido va a querer formar familia y ahí, tendremos que cuidarnos más. Saludos para ti también.