Semana de amantes (1) Esperaba estas mordidas hace años

Estimados y estimadas, desde ya agradezco por haber accedido a este relato, el primero de mi retorno a este hobby de escribir realidades y fantasías combinadas de forma sutil e ingeniosa para hacer que la imaginación funcione, las hormonas hagan de las suyas, provocar y generar sensaciones.

Si bien con anterioridad había escrito relatos, por diferentes cuestiones laborales y profesionales (que no vienen al caso), seguramente mi estilo necesitará reafinarse, ordenarse y corregirse, por lo que dejo acá la primera entrega de una pequeña serie de relatos, de los cuales acepto críticas constructivas y valoraciones que puedan hacer desde lo más técnico hasta de lo que sale de las ganas o ratones que haya (o quizás no) generado. Con ustedes...

Esperaba estas mordidas hace años

Siempre me gustó la frase “i’m so alone in a friday night”, de Lana del Rey en la canción born to die. Me recuerda a un viejo amor, y algunos viernes con ganas de diversión. De allí la adopté casi como filosofía: es que mis viernes son horribles, termino agotado, acumulando el estrés de toda la semana, cansado física e intelectualmente, encima solo y en mi zona internet es pésima en horarios pico. Lo sé, muy de incogible y terrible looser, pero es la realidad por estos momentos, entre tanto trabajo y mala racha con algunas relaciones (que debería cambiar, cuestión de actitud seguramente, nota para la terapia).

Pero no todos los viernes son así, hubo uno que me sorprendió muy gratamente al recibir un whatsapp de un viejo contacto de facebook, donde las charlas explícitas eran algo que nos conectaba, nos hacía pasar horas imaginando encuentros, nos mantenía encendidos todo el tiempo. Comenzó ella:

- Hola
- Hola. Disculpá, pero no se quién sos.
- ¿Ya no te acordás de mí?
- No se ve tu foto de contacto y no te tengo en la agenda.
- ¿Y ahora?
- ¡Qué sorpresa, tanto tiempo! ¿Qué te trae por acá?
- Ganas de charlar con vos, vernos, hacer cositas…
- STOP! Que vernos y hacer cositas, sabes que entre nosotros tiene un significado MUY amplio.
Ganas de garchar tengo.

Ok, sí, lo sé… Vos me vas a decir que ella es muy directa y suena poco creíble, pero si hay una persona sexualmente expresiva es ella: le diremos Laura, a fines de no dejar en evidencia su verdadero nombre.

Comenzamos a charlar, ponernos un poco al día. Ella tiene 22 años y vive con el papá de su nena. Es una mina de fierro, realmente, a demás de sexo alguna vez hablamos de nosotros, de cuestiones más personales y de rutina, y valoro mucho que hace su esfuerzo al máximo, sobre todo en lo que la apasiona. Y es divina: 1.65, no se que medidas calzará, pero tiene unas gomas y una cola terribles, unos labios carnosos sin ser exagerados, piel blanca, pelo largo a media espalda, y como dije ya, es muy hot, erotizante de imagen y sentimiento.

- Definamos entonces garchar, según la Real Academia Española es la “acción de realizar coito”, y garcha es “miembro eréctil masculino, aparato reproductivo, pene”.
TODO ESO.
- Y coito es “unión sexual”
- EXACTO.
- Después de tanto desaparecida, me permito dudar del regreso tuyo… de verdad, que escondes, más allá de tus ganas
- El papá de mi nena, pareja-novio decile como quieras, no me coje.
- Apa… ¿y eso te afecta mucho?
- Sí, vos sabés como soy yo, qué necesito. Y 15 días son mucho tiempo para mí.
- Interesante, pero estamos muy lejos.

Para no alargar más la previa, les resumo: ella vino hace unos años a estudiar a Córdoba, ahí coincidimos por facebook (antes de que existiera y/o se popularizara whatsapp), chateabamos de todos los temas, pero ambos estábamos estudiando intensamente para el ingreso a la facu y el estrés acumulado, lo lejos de nuestros hogares, la presión… eran charlas de desahogarse entre desconocidos, sentir que alguien te leía, de compartir fantasías adolescentes.

- Voy a Córdoba una semana.
- Vas tener que convencerme Laura: no es que me haga el difícil, ganas tengo, pero te la voy hacer remar un poquito esta vez, de paso es más divertido, hay más motivación.
- Bueno, pero no me des vueltas, sabés que si yo tengo ganas es la verdad, y quiero verte, coger, lo que te dije.
- Veamos que charlamos los próximos días, cómo se dan las cosas.

(3 días después)

Manda una foto por whatsapp, cartel al costado de la ruta, ella re abrigada pero no por eso menos sexy, y anunciaba “Córdoba 45km”.
- ¡Que linda sorpresa saber que estás más cerca!
- Hasta que no sean 45 centímetros de distancia entre nosotros dos y sobre una cama no paro.
- Tranquila, que después vamos a tener una semana para gastarnos la boca y otras partes anatómicas de tanto pasarla bien.
- ¡Ves! empezás vos, yo re ganosa, vos tan provocativo.
- Me lo suelen decir, sí…
- ¿A dónde me vas a llevar? Quiero tenerte ya adentro mío.
- Vamos de a poco, que lo demás sea una sorpresa.

Sé que a ella no le gustan las sorpresas, pero yo quería ir de a poco. Hasta ahora no habían sido más que charlar largas, nunca habíamos coordinado para juntarnos. Mejor dicho, sí coordinamos, me dejó clavado todas las veces. Pero me describo como un remador, más cuando creo que vale la pena.

Puerta del Patio Olmos, 15hs, día cálido (shopping más grande y concurrido de Córdoba, con una explanada que suele ser el clásico punto de encuentros entre jóvenes de las redes sociales, onda la explanada del Abasto con los floggers).
Tengo una vista de mierda según el oftalmólogo, pero será entonces por mi cualidad de excelente memoria fotográfica que puedo reconocer incluso a alguien de las redes sociales, y eso que las fotos de perfil a veces están bastante retocadas y engañan. Ahí estaba ella: remera blanca cuello a la base, jean ajustado (localizado, hermoso, resalta su terrible cola que ya me motivaba), labios apenas maquillados con brillo cereza (sé que le gusta usarlo y es mi favorito, si me das a elegir), pelo suelto y mirando un poco nerviosa el celular.

Me mantengo un tanto a la distancia, observando con discreción y le escribo:
- Estás divina. Saber que tenemos un hotel al frente y 3 telos a poquitas cuadras motiva demasiado. Pero vamos despacio.
- ¿Dónde estás? Estoy super nerviosa, nunca me pasa esto así.
- ¿Nerviosa por lo que te pueda pasar?
- No se, las ganas, el verte, que estemos cambiados, que no sea igual que lo virtual. ¡No sé! Me tiemblan las manos, pero quiero verte, aparecé.
- Te doy una tarea, depende de eso es cómo continua: antes de decirme hola quiero que me comas la boca con todas tus ganas, que lo disfrutes, que seas intensa o calma como te salga, que expreses ahí todo lo que quieras decirme, que te relajes en ese beso.
- Te violaría, jeje.
- Vamos en cana, encima el que hoy está de turno al frente me conoce pero no me va a salvar de hacer pasar un papelón, a propósito y de pura maldad. Pero se expresiva, lo disfrutemos.
- En eso me acercó, la agarró por la cintura desde atrás, se da vuelta con los ojos cerrados, me pasa una mano por la nuca y con la otra me agarra de la cara para comerme la boca. ¡Wow! ¡Qué beso!
- No fue un orgasmo, pero no sabés lo que me hiciste sentir, hijo de puta.
- Calma - mientras la agarro de una mano entrecruzando nuestros dedos y le acarició la cara corriéndole un mechón de pelo, mirándola a los ojos - por estos días vamos a expresar todas las locuras que sintamos, no importa qué sea, importa que sea sincero, transparente. ¿Estás lista?

El único lugar que se me ocurrió para poder hablar sin estar violándonos públicamente fué el patio de comidas del shopping. Parecíamos novios, era re lindo después de tanto tiempo y ganas poder ir de la mano, aún sabiendo que tiene novio-pareja, pero era algo prohibido que nos debíamos, parte del acuerdo que habíamos hecho minutos antes.

Nos pusimos al día, hablando.
- Tenemos dos opciones Laura: o pasamos por el super y compramos provisiones para estos días porque nos encerramos en el departamento a garchar, o vamos más despacio disfrutando de coger y pasear a modo de vacaciones-lunademiel.
- Yo elegiría la… - en eso la corto y continúo
- En las dos garcharíamos con excelente calidad, yo me pido los días en el laburo, pero creo que vos más allá de buscar sexo, por todo esto que hablamos, estás buscando pasarla bien de forma completa, por más pija que no te den, sabés que tu novio no te satisface en varios sentidos.
- Pero es el amor de mi vida, lo amo como persona, como…
- Como persona - enfatice - porque comparten algo hermoso como conocerse de chicos, una hija divina, mucho tiempo juntos, pero capáz necesitan darse un tiempo, renovarse, vos sabrás. A mí me gusta más la segunda, yo acá sigo trabajando, tengo mi vida, mis garches. Si querés lo primero sabés que me encantaría, pero…
- Quiero que seas mi novio-amante por esta semana. Tenés razón, busco…
- No busqués, encontremos - sentencié en tono conciliador más que seductor.

Disfrutamos de pasear como enamorados, que de hecho creo que la magia del momento nos llevó a estarlo, recorrimos la ciudad que ambos ya conocíamos pero con cierto aire turista. Comimos algodón de azúcar robándonos, entre risas, los pedazos de las manos a mordiscos y algunos besos de por medio para limpiar el azúcar rosada que nos quedaba en la comisura de la boca.
Nos estábamos divirtiendo, la pasábamos bien, dos tortolitos en primavera parecíamos… pero ambos sabíamos en cada sonrisa y mordidita, había ganas de sexo escondidas. No es que yo no tuviera ganas, tampoco que dudara de tener suficiente virilidad para una sesión intensa de varias horas, pero creí que debía comer este caramelo más despacio.

Una tía, siempre piola, quizás por sus cuarenta y pico que la hacen parecer más jóven por su forma de ser y estado físico, apareció en mi mente: no, no le tengo ganas, la cuestión es que tiene un pequeño departamento en Carlos Paz y generalmente no tiene inconvenientes en prestármelo o a otro de sus sobrinos. Después de que ella comprara unos chicles en el kiosko le dije con pocos detalles que quería que nos hiciéramos una escapada, ella solo me sonrió de forma pícara.

Sonaban canciones de una playlist que tengo en el spotify, mientras en silencio disfrutamos de esas cosquillas del enamoramiento temporal-fugaz-prohibido y consentido, además de estarse escapando a un lugar más íntimo, a pasear por las calles frías de Carlos Paz, de andar por ahí tomando mates al sol en la costanera. Si bien ella no sabía el destino, quizás lo intuía, quizás era una expresión consecuencia de salir de su rutina y estar lejos de su pareja, algo que no indagué, poco importaba: una sonrisa no puede significar nada malo.

Al llegar apague el motor del auto, bajé y mientras me estiraba respirando hondo y disfrutando una brisa cálida frente al lago, en la costanera nueva, plena tarde de invierno con clima primaveral, ella se demoró mirando la nada todavía dentro del auto. Pero fué hasta que sentí sus brazos rodearme por la espalda y decirme en un suave susurro un “te quiero, a demás de querer garchar, te quiero”. Comimos los clásicos pastelitos de hojaldre y dulce de batata, entre besos abrazos, el viento en la cara y su pelo suelto.

Jugábamos con un fuego latente, ya prendido, y la temporada de sequía amenazaba con incendiarnos ya. El intenso roce de manos y bocas, si bien con pasión pero cuidando las apariencias y compostura, era intenso y elevaba más la temperatura. Fue hasta que rodeándola con mis brazos, ella sentada sobre mis piernas, las hormonas no pudieron contenerse y empezó a sentir contra la tela de nuestra ropa la erección de sus pezones, la erección en mi entrepierna. Y esas cosquillas en los labios, ese hormigueo que te lleva a morderlo, más o menos intensamente, como un juego, buscando calmar esa comezón que termina por avivarse.

- Esperaba estas mordidas hace años… - dijo acompañando la frase con un suspiro profundo y un movimiento espasmódico de su cintura. Era la intensidad de las sensaciones, la entrega al momento, las fantasías imaginadas, la anticipación a esa intimidad ansiada.
- ¡Protesto! porque sabés que mis ganas siempre estuvieron, mis invitaciones no faltaron… - me mordió la boca callándome el reclamo, y metió sus manos bajo la remera.

Los 5 minutos en llegar al departamento y el probar varias llaves antes de encontrar la correspondiente, fueron de pelea de manos y bocas por el cuello. Ella terminó sin remera mientras probaba la última llave del manojo, la que nos abriría la puerta para ir a jugar.

El sillón fué testigo de la firmeza de sus nalguitas apretaditas en el jean, del calor de esa entrepierna, de la fuerza apasionada con la que estrujaba el tapizado mientras me dedicaba arrodillado en la alfombra a besarle el cuello y todo el rededor del corpiño, sin todavía sacarlo, y acercándome al borde del jean, subiendo y bajando entre besos de variada intensidad y el rozar la punta de la lengua.

Ella con sus manos forcejeaba ciega de placer en desprenderse el pantalón, yo procuraba ir despacio para prolongar el momento, modular la intensidad y tratar de que no se descontroló todo esto: tenía los forros en la guantera, mala mía, y quería ser responsable aunque me costara una cachetada.

Desparramados entre los almohadones de cuero sintético, ya nos resbalaban entre el sudor y la saliva corriendo por la piel, el calor que nos hacía y provocamos al agarrarnos fuerte del torso desnudo y peleando nuestras bocas por darnos mejores besos, entre el calor que desprendía la unión de sus piernas donde por la posición se apoyaba mi pecho.

En un ataque de risas, que empezaron como cómplices y tímidas, entre mordidas y besos ya más tiernos, pausamos con la excusa de acomodarnos: nos estábamos cayendo del sillón, era un hermoso desastre. Logré tomar conciencia de la falta de cuidado, para amenizar su espera hasta que fuera a buscar cosas al auto puse una nueva playlist de canciones sensuales en el equipo, además con la idea de mitigar los sonidos sexuales que en minutos pudieran llegar a escuchar los vecinos.

- A dónde vas gordo, vení, ahora que te tengo…
- No tengo forros - la corte - están en el auto.
- No importa - me dijo con voz melosa, mientras me agarraba del cinto y desabrochando tiraba hacia ella, mientras amagaba con arrodillarse mientras yo insistía en buscarlos.
- Y falta también el gel íntimo de efecto caliente.
- Con la temperatura que tengo nos prendemos fuego sin gel, salvo que quieras usarlo para la colita, aunque con tanta humedad mía y tuya… ¡mirá cómo tenés la cabeza mojada hijo de puta! - dijo sacando la pija del boxer, luego de correrle el prepucio y rozar suavemente con el dedo pulgar el glande que ya estaba húmedo en exceso.
- Para... - intenté detenerla, insistiendo, pero fue en vano. Sentir los labios de ella mojados, sensibles ya seguramente de entre tanto beso, que me rozaban la pija y se me aflojaban las piernas, con contracciones involuntarias que no pasaron desapercibidas a ella - boluda, nos tenemos que cuidar - repetí.
- Un buen pete... - dijo, mientras rodeó el glande con la lengua y abundante saliva, continuando - no hace... - repitió la acción en sentido contrario - no hace mal a nadie... - y metió hasta la profundidad de la garganta el instrumento de placer, dando comienzo a un pete intenso, baboso, profundo y sonoro en cada succión.
- ¿Te gusta? ¿Te molesta si la muerdo así, despacito? - sugirió intercambiando entre besos, lamidas y atragantándose.
- Esperaba estas mordidas desde hace años...

¡CONTINUARÁ!

4 comentarios - Semana de amantes (1) Esperaba estas mordidas hace años

pacovader +1
Disfrutado y leído. 😀 volveré con más puntos te dejé mis únicos 2
InvisibleT +1
Afirmacion,en el puto telefono queda todo muy junto y no se puede editar!
Hoy ,desde la de escritorio, recomiendo el relato que es muy bueno!