Sueño (Fantasía vampírica)

En esta antigua casa, luego de una pacífica noche, el sueño me venció y la ilusión que me consumió fue tan fuerte, tan vívida, que recién despertada no pude hacer otra cosa que empezar a escribirlo, antes de que mi mente y mis recuerdos contaminaran tan espectacular sueño.

Estábamos en una especie de baños públicos con muchos cubículos separados para ducharse. Había varios, pero nosotros nos concentramos en los tres primeros. Él, el hombre más perfecto que vi en mi vida, se metió en el primero y yo esperé mi turno para meterme en el tercero, puesto que el segundo estaba ocupado. Haciendo tiempo, vi como la persona que estaba dentro del segundo cubículo, tomó de la remera a un muchacho que estaba esperando allí y lo haló dentro. Cuando salió, era un vampiro, y comenzó a convertir a todos los que no lo eran. Por suerte, a mí no podía hacerme nada, puesto que aún no siendo una vampira completa, ya tenía las mordidas iniciales, aquellas que me marcaban como propiedad de mi amo y eran el primer paso para mi conversión. Aun así, no podía esperar para meterme a mi cubículo, puesto que el recién convertido y alguno de sus mordidos se estaban matando para meterse en ese segundo cubículo donde estaba su maestro o maestra. Con un escalofrío recordé que los vampiros, al ser convertidos del todo, entran en un profundo y salvaje frenesí sexual que los volvía locos. Aún cuando su maestra accediera a complacer a todos, no todos se verían satisfechos y yo no quería estar allí cuando eso sucediera.

Por suerte el tercer cubículo se desocupó, pero de dentro de él, salió un muchacho que me miró de arriba abajo, cosa que no me gustó ni un poco. Rápidamente me metí en el tercer cubículo y empecé a desvestirme nerviosamente, ansiosa por terminar rápido. Estaba tratando de largar el agua de la ducha cuando empezaron a golpear la puerta violentamente. El miedo invadió mi sistema como un rayo. Yo era un vampiro, un ser sobrenatural, incompleto, pero lo era. El problema es que era una vampira, era una mujer, y por lo tanto, podía sufrir como cualquier mujer, el ultraje.

No quise ser una cobarde y llamar a mi amo, no quería molestarlo, así que con fuerza me pegué a la puerta y traté de aguantar hasta que se calmaran, pero mi cuerpo, pequeño en su mayoría, no podía suportar a dos o tres de ellos juntos. La puerta se entreabrió, lo suficiente para que uno de ellos colara un brazo. El terror fue total al ver esa mano, y el alarido escapó de mi garganta sin poder evitarlo.

Al segundo, mi amo estaba allí, apareciendo por el piso gracias a sus poderes, con una cara que haría que hasta el demonio más poderoso se orinara en sus pantalones. Con suavidad me empujó detrás de la puerta y la abrió lo suficiente para que los que estaban afuera pudieran ver la majestuosidad de su figura. Imponente con sus casi dos metros de puro músculo semidesnudo, sus largos cabellos rubios oscuros, su rostro perfecto como el de un Dios griego; mi amo era simplemente perfecto y amenazante. Con solo verlo todos huyeron despavoridos, y cuando digo todos, digo todos, incluso aquellos que nada habían tenido que ver. La cólera de mi amo era temible y atávica.

En cuanto retrocedió para cerrar la puerta, me pegué a él temblando. No tenía miedo estando él ahí, pero la adrenalina aún recorría mis venas como loca.
Con sus fuertes brazos, sin mediar palabras, me envolvió entera. Él era todo para mí, el principio y el final, aquel por quien daría todo e incluso más. Inevitablemente quise tenerlo, allí en ese mismo instante. Levanté mi rostro y le entregué mis labios, que él gustoso, casi hambriento diría, tomó entre los suyos.

Era demoledor el ardor que invadía mi cuerpo conforme sus labios acariciaban y tiraban de los míos, conforme su cuerpo y el mío se rozaban. No supe el instante en que mis piernas rodearon sus caderas. Supongo que en el mismo instante que mis brazos se agarraron a su cuello.
Con una orgullosa carcajada, me asió de las nalgas y me preguntó si lo quería allí. No pude ni quise ni respondí otra cosa que sí, que sí, que lo quería allí, por favor. Con sus fuertes brazos, me empujó hacia arriba, acomodándome de paso contra la pared, de manera tal que su deliciosa y poderosa erección, aún por debajo de sus pantalones, pinchaba de manera incitante entre mis muslos. Un subidón de excitación me hizo blanquear los ojos y tirar la cabeza hacia atrás, mientras mis brazos se aferraban, furiosos, a su espalda firme y llena de músculos.

Sus pantalones desaparecieron, así como mi razón en el momento que su miembro erecto entró en mí. No necesitaba ser estimulada siquiera. Él, con su presencia, era suficiente estímulo.
Con brío su miembro entraba en mí, volviéndome loca, mientras mis pezones, duros como perlas, se rozaban contra sus pectorales, sus brillantes y tersos pectorales. Su empuje, su largura, su anchura, su esencia, sus furiosas emociones, todo me volvía loca. Todo me ponía a tope.

Él, como siempre, supo cuando estuve cerca del final, así que para condimentar mi locura, cambió el agarré de manera tal que una de sus manos quedó libre. Con ella empezó a estimular mi clítoris, aún con su miembro dentro.
Fuertes alaridos salían de mi boca, pero fueron nada en cuando desplazó sus dedos de mi clítoris, de mi vagina húmeda, hacia mi otra entrada. Primero fue un dedo, luego fueron dos. Paladeé el estado berseck cuando, en un solo y estudiado movimiento, sacó su miembro de mi vagina, me dio vueltas y entró en mí por detrás.

No podía hablar, casi tampoco respirar adecuadamente. Sólo podía manteniendo la boca abierta. Era enorme y arrasaba dentro de mí. Y sus dedos nunca se quedaban quietos, acariciaban mi clítoris, se colaban en mi intimidad mimando y bombeando, hurgando hasta ese punto que me volvía tierna, húmeda y salvaje a la vez.

La paz llegó luego de una explosión que destruyó cada célula de mi cuerpo y volvió a reconstituirlo para volver a explosionar. El mundo se llenó de luces y colores que giraron y giraron frente a mis ojos, cada vez más rápido hasta convertirse en una luz blanca y cálida que lo borró todo excepto a mi señor. Sólo podía sentirlo a él detrás y dentro de mí, y a su esencia, dentro de mi trasero y algo fuera de mí, goteando, espeso y cálido.

La última sensación que recuerdo es la de mi cuerpo contra la fría y dura pared, la de mi espalda presionada dulce y posesivamente por su cuerpo perlado en sudor; y la de su miembro aún latiendo dentro de mí.

Un quiebre, un cambio temporal, una afrenta.

-¿Me darás la prima noctem?-cuestionó una sombra que buscaba perjudicar a mi amo.

-Pues de prima no tendría nada… jódete-contesté y orgullosa fui hacia mi amo, buscando su sonrisa ante mi respuesta y sus labios como recompensa.

Y me desperté.

1 comentario - Sueño (Fantasía vampírica)

Pervberto
"mis pezones, duros como perlas" ¡Una imagen que me hace prosternar!