El tamaño importa

Conocí a Javi en una conocida discoteca madrileña. Yo iba con mi novio, Ernesto. Un chico de 31 años, dos más que yo, de 1,95 metros de altura, con un cuerpo trabajado en el gimnasio (pesaba cerca de 100 kg), moreno y de ojos verdes. Estaba muy bueno, la verdad. Todo lo contrario que Javi que, aunque no estaba mal, mediría como 1,75 metros y estaba bastante delgado, alrededor de 70 kg..

Ernesto me lo presentó y nos dimos los dos besos de rigor, incluyendo la típica frase de “mucho gusto”. Se pusieron a hablar un rato largo, haciéndose preguntas del uno al otro, pues al parecer eran amigos desde la infancia y hacía mucho tiempo que no se veían. Yo, como veía que la cosa se alargaba le dije a Ernesto que le esperaba en la barra, a lo que éste me contestó; espera cariño que voy contigo; despidiéndose de Javi con un apretón de manos y éste de mi con otros dos besos y un “encantado”.

Pasa el tiempo y no cambia; comentó Ernesto. ¿A qué te refieres?, le pregunté. ¿No te has dado cuenta de cómo llevaba el ojo?, me dijo. No; no me he dado cuenta; le contesté. Je, je, je. Ana (así es como me llamo) estabas a mi lado cuando se lo he preguntado y me lo contaba. Pues no estaba en la conversación; le contesté.

Javi es un cabroncete de mucho cuidado; me dijo. Desde siempre le ha gustado ir a por las novias de los demás. Sobre todo últimamente disfruta follándose a mujeres casadas y por lo visto tiene mucho éxito. Y algún marido celoso le ha debido dar un buen golpe.

Pues no lo entiendo Ernesto, porque tu amigo no es ninguna maravilla; le dije. Además; lo del ojo se lo tiene merecido, por ir a picotear al nido de los demás.

Pues no se si será, como dices, una maravilla, pero el tío se ve que está muy bien dotado; me dijo. Al final va a ser verdad eso de que el tamaño importa. ¿No crees Ana?; me preguntó.

No era la primera vez que Ernesto me lo preguntaba. Creo que estaba algo acomplejado por el tamaño de su polla de 14 cm. La verdad es que a mi no me importaba; los chicos con los que había estado tenían todos pollas similares. Aunque con todo el cuerpazo que tenía Ernesto su polla se veía algo pequeña.

Ya te lo he dicho más veces; le dije. A mi me basta con tu polla; no necesito más.

No hablamos más del tema ni de Javi durante la noche ni en muchos días, hasta que varios meses después me lo encontré por casualidad en una cafetería.

Yo estaba en la barra pidiendo que me sirvieran un café cuando noté que me tocaban al hombro y me llamaban por mi nombre; era él. ¡Cuánto tiempo Ana! ¿Qué tal estás?; me preguntó. Bien gracias; ¿tu qué tal?. Bien; tomando un cafenito. ¿Tienes prisa?, me preguntó. No, ninguna; le dije. Yo tampoco tengo nada que hacer; si te apetece podemos sentarnos un ratito y hablar. Apenas pudimos hacerlo el día que nos conocimos; me dijo Javi.

Ya te has curado del ojo; le dije. Je, je, je. Si, bueno; no fue nada; contestó.

Ernesto me dijo que te lo hizo el marido de una chica con la que te acostaste.

¿Eso te dijo?; bueno si. Son cosas que pasan; comentó Javi. Mujeres desatendidas por sus maridos o por sus novios que buscan en mí lo que no les dan ellos.

Por cierto; ¿cómo está Ernesto?; preguntó cambiando de tema.

Está bien; de viaje. Su trabajo le obliga a viajar mucho; contesté. Je, je; me hace gracia; le dije. Vas a pensar de mí que soy una de esas mujeres desatendidas.

No sé; contestó. ¿Lo eres?. Se puede desatender de muchas maneras a una mujer. Hay parejas que pasan mucho tiempo juntos y apenas hablan, apenas comparten cosas, aficiones. Apenas hacen el amor. A veces no hace falta estar separados en la distancia para que haya un alejamiento.

Jo; me dijo. Vaya sermón que te he dado. Je, je, je. Lo siento. A veces me sale mi vena filosófica.

No; que va. No me ha parecido para nada un sermón. Tienes toda la razón. Estas cosas ocurren; le contesté. Pero no es mi caso. Ernesto y yo estamos muy bien.

No me malinterpretes Ana; para nada me refería a vosotros; me dijo Javi, añadiendo. Jo; se me ha hecho tarde. Tengo que irme. Me alegro mucho de haberte visto. Suelo venir a esta cafetería por las mañanas a desayunar. A ver si coincidimos más veces.

Me dio dos besos en las mejillas, se acercó a la barra a pagar y desapareció rápidamente, antes de que yo me pusiera la chaqueta.

Fue entonces cuando me di cuenta de que se había dejado encima de la mesa su teléfono móvil. Salí a buscarlo a la calle para decírselo pero no le ví; así que me lo guarde en el bolso esperando a que se pusiera en contacto conmigo. De todas maneras, pensé, como suele venir a éste bar me puedo pasar por aquí y dárselo en mano cuando le vea.

Me fui a mi casa y estando en el sofá mirando la televisión sonó un móvil. El tono no era el mío así que el que sonaba era, evidentemente, el de Javi.

¿Quién es?, contesté a la llamada. ¿Ana?, soy Javi; respondió. Me nos mal que lo tienes tú. Pensaba que lo había perdido.

Te has ido muy rápido del bar. Le dije. Cuando me dí cuenta de que te lo habías dejado, salí a la calle a buscarte pero ya no te vi, así que me lo guardé esperando a que me llamaras.

¿Te iría bien quedar mañana sobre las 9:00 horas en el bar donde nos hemos visto hoy y me lo das?; me dijo.

A las 9:00 no puedo; trabajo por la mañana; pero si quieres, por la tarde sobre las 6:30 podemos quedar; le dije.

Ana; me dijo. ¿Te importaría si me acerco a tu casa en un momento y me lo das?; es que lo necesito por razones de trabajo. Mi teléfono es mi agenda.

Si no tardas mucho, por mi no hay problema. No quiero acostarme demasiado tarde que tengo que madrugar; le dije.

No tardo nada; me dijo. Dame tu dirección y en media hora estoy ahí.

Así lo hice y al ir a colgar abrí por error una carpeta con documentos de Javi, en la que ponía XXX. Sentí curiosidad y pulse sobre ella para abrir la carpeta.. Contenía vídeos; uno se titulaba “latas coca-cola”, otro “26” y los demás tenían títulos de nombres de chicas. Había como 15 ó 20 vídeos.

Abrí el primero de ellos, el titulado “lata coca-cola” y lo que ví me dejó con la boca abierta. Era Javi sentado en una silla desnudo; tenía las piernas abiertas y entre ellas una enorme polla completamente tiesa apuntando hacia el techo, adornada con unos huevos colgantes que se apoyaban sobre la silla. La tenía tan dura que parecía que en cualquier momento le fuese a explotar; el color de su capullo era de un morado oscuro y una gruesa vena la recorría de arriba abajo.

En el mismo vídeo se veía a Javi como se cogía la polla desde el capullo llevándola hacia abajo para soltarla de repente, haciendo que al catapultarse hacia arriba golpeara contra su vientre emitiendo un “plas” que se me quedó grabado en mi mente, haciéndolo varias veces seguidas.

Después puso al lado de la polla dos latas de coca-cola (una encima de otra) para que se apreciase y comparase su verdadero tamaño, sobrepasando ligeramente a las dos latas superpuestas; de ahí el título del vídeo.

Cerré ese vídeo y pulse sobre otro que ponía “Helena”. Era como estar viendo una película pornográfica. Podía verse a una chica sobre una cama a cuatro patas, con un culo grandioso y a Javi cogerse la polla para hacerla resbalar varias veces por el coño de la chica antes empezar a follarla lentamente. Las palmadas que le pegaba en el culo eran bastante sonoras, pero no tanto como los gemidos que la afortunada chica no dejaba de emitir.

Me costaba creer que ese coño fuese capaz de engullir el descomunal pollón que la estaba follando.

A estas alturas los pezones se me habían puesto durísimos y, mi entrepierna estaba empezando a humedecerse. Hacía mucho tiempo que no me encontraba tan sumamente cachonda como lo estaba en esos momentos.

Y en eso sonó el interfono de mi casa. Era Javi. Descolgué y le dije que subiera.

Me aseguré de cerrar todas las aplicaciones que había abierto en su móvil y lo dejé en mi bolso. Abrí la puerta de mi casa y en ese instante Javi salía del ascensor.

Hola Ana; me dijo. Siento haberte molestado a estas horas, pero mañana tengo dos entrevistas de trabajo y tengo las direcciones y números de teléfono en la agenda de mi móvil.

¿Te pasa algo?; me preguntó.

No nada; le dije. Es que estoy cansada y tengo ganas de meterme en la cama.

De veras que lo siento; si me das el teléfono me marcho enseguida; me dijo.

Uyy; perdona; dije yo. Me acerqué a por el bolso, lo saqué y se lo dí.

Pues nada Ana. Muchas gracias; me dijo.

De nada; espero que nos veamos otro día; le dije.

Y sin más cogió el teléfono y se marchó.

Uffff; pensé luego. Que maleducada he sido. Ni siquiera le he invitado a entrar.

Me quité la ropa que llevaba y me puse cómoda. Me hice la cena, miré un poco la televisión y me fui a la cama. No podía dormirme. Recordando los vídeos que había visto hacía unas horas en el móvil de Javi me puse cachonda otra vez y empecé a acariciarme los pezones. Me llevé la otra mano hasta mi coñito y lo noté muy húmedo. Separé un poco los labios de mi chochito e inicié un suave masaje con los deditos sobre mi clito hasta que me corrí y me quedé profundamente dormida.

Al día siguiente, mientras estaba desayunando, antes de irme al trabajo, sonó mi móvil. Ernesto por razones de trabajo viajaba mucho; la mayoría de días entre semana estaba fuera de casa y volvía los viernes por la noche.. Llamaba para decirme que el trabajo se le había complicado y no podría venir el viernes. Que los sentía mucho, que ya me compensaría y todas esas cosas.

Hablamos un rato, y después de colgar, me puse a pensar en lo que me había dicho Javi en el bar; lo de las mujeres desatendidas. Y no andaba desencaminado. Hacía casi una semana que no veía a Ernesto, y pasaría otra más sin verle. Y claro, una tiene necesidades; de todo tipo; y los deditos a veces no son suficiente para calmar los ardores de la entrepierna.

Pasó el fin de semana, y los dos días al meterme en la cama no podía evitar acordarme de la polla de Javi al lado de las latas de refresco, o de los gritos que pegaba la mujer que salía en el video cuando se la follaba, e inevitablemente se me empezaba a mojar el coñito. No se que me pasaba; cuando no estaba ocupada, estaba como en un estado permanente de cachondez que mis deditos no eran capaces de aliviar.

Y el lunes por la mañana, antes de ir a trabajar me pasé por el bar donde había coincido con Javi unos días antes para desayunar. O quizás era la excusa que me puse. Quizás lo que verdaderamente quería era ver a Javi. Pero quizás era demasiado pronto; Javi no estaba.

Al día siguiente hice lo mismo y tampoco lo encontré. Y al siguiente lo que hice en vez de ir a primera hora, fue pasarme por el bar a media mañana para tomar un café. Esta vez si. Javi estaba sentado en el mismo sitio donde habíamos estado unos días antes. Yo hice como si no lo hubiera visto y pedí mi consumición en la barra del bar, pero enseguida al verme me llamó para que me sentara con él.

¡Qué sorpresa Javi!; le dije.

Enseguida se levantó para darme dos besos. Y me dijo; si. Ya te dije que suelo venir por este bar a menudo.

Probablemente hayamos coincidido muchas veces antes de conocernos, porque yo también vengo de vez en cuando. Está cerca de mi trabajo; le dije.

¿Cómo está mi amigo Ernesto?; me preguntó.

Pues trabajando; tendría que haber venido este fin de semana, pero no ha podido.

Vaya; si que lo siento; me dijo. Y ¿tu como llevas eso de veros tan de uvas a peras?; me preguntó.

Pues la verdad es que antes pasaba fuera de casa uno o dos días. Pero desde hace bastante, pasa fuera casi la semana entera; a veces dos. Y cada vez lo llevo peor; le dije. Je, je, je. ¿Sabes una cosa?. Después de que me llamara el viernes para decirme que no podía venir pensé en ti, en lo que me dijiste de las mujeres desatendidas. No soy una chica a la que le guste salir cada fin de semana con sus amigas o de fiesta; así que paso bastante tiempo sola.

Eso vamos a solucionarlo; me dijo Javi. Te invito a comer a un chino; ¿te apetece?.

La verdad es que me pilló por sorpresa y me quedé pensativa.

Perdona; me dijo. Igual tenías planes.

No; no es eso. Te agradezco la invitación. Le dije. Pero iré con una condición.

¿Cuál?; me preguntó.

Que el café lo tomemos en mi casa; le dije. ¿Te parece bien?.

Por mi no hay problema Ana; contestó Javi. ¿A qué hora sales de trabajar?.

Salgo a las dos. A las dos y cinco puedo estar aquí; y si te parece bien podemos ir a un chino que está aquí cerca del que hablan muy bien; dije.

OK; contestó. Pues a las dos nos vemos aquí.

Nos dimos dos besos y nos despedimos.

No se porqué le había propuesto ir a tomar café a mi casa. Y más con lo que sabía de él. O quizás le había invitado posiblemente por eso. Estaba hecha un lío.

A las dos y cinco en punto llegué a la puerta de la cafetería donde habíamos quedado y Javi ya estaba esperándome.

Vaya; veo que eres puntual; le dije.

Bueno. Tengo muchos defectos. Pero también tengo algunas virtudes; me dijo sonriendo. Entre ellas la puntualidad.

Si, si; ya me ha dicho Ernesto sobre tus virtudes; le contesté. ¿Vamos a comer? Hoy tengo tanta hambre que me comería una vaca.

Al llegar al restaurante pedimos lo típico, pero en vez del vino de la casa Javi le pidió a la camarera que nos sacara uno de mejor calidad. Yo no soy una entendida en vinos, pero el que bebimos no estaba nada mal. La verdad que me reí mucho durante la comida. Hacía mucho que no pasaba un rato tan divertido. Imagino que el vino en algo ayudó.

Cuando nos preguntaron si queríamos café, Javi me preguntó; ¿lo tomamos aquí?.

Habíamos dicho que teníamos un trato; le contesté.

Como quieras Ana; lo decía por no molestarte; me dijo él.

No es ninguna molestia Javi; de lo contrario no te lo hubiera dicho; le dije.

Pues por mí cuando quieras nos vamos; me dijo. Pero, como te dije, yo invito.

Del restaurante a mi casa apenas tardamos nada, y al llegar nos quitamos la ropa de abrigo. Aunque en la calle hacía frío, la temperatura en mi casa era muy agradable.

Javi, dame un minuto para ponerme algo más cómoda; le dije. Me quité lo que llevaba y me puse un pantalón de pijama largo y una camiseta larga también bastante fina, sin ropa interior.

Salí al salón y le dije; perdona. En un momento preparo el café.

Al levantar su mirada noté que la misma se quedó por un breve instante de tiempo a la altura de mis tetas. No me he descrito físicamente y he de decir que soy una mujer bastante alta ; mido 175 cm. Soy delgada, peso 65 kg, si bien lo que más llama la atención de mi cuerpo son mis tetas. Son muy grandes; uso una talla de sujetador 120, con unas aureolas oscuras del tamaño de una galleta maría y unos pezones que se endurecen rápidamente con el frío o cuando me excito alcanzando el tamaño de la falange del dedo meñique.

Perdona Ana; me dijo Javi. No esperaba que salieras así vestida, aunque ese pijama te queda realmente bien. Por cierto, ¿ qué quisiste decir antes al comentar que Ernesto te había hablado de mis virtudes?.

¿Recuerdas el día que nos conocimos en la discoteca?; le pregunté.

Si claro; me contestó.

Ernesto me dijo que tenías mucho éxito con las mujeres y que……bueno, que tenías tanto éxito porque estás muy bien dotado; le dije.

¿Te gustaría verla Ana?; me preguntó. Así sales de dudas.

Me lo preguntó mirándome fijamente a los ojos mientras se acariciaba la entrepierna por encima del pantalón. El bulto que se le estaba formando era más que evidente.

La pregunta me dejó desconcertada y no supe que decirle, siendo Javi el que tomó las riendas de la situación. Se acercó hasta mi y por sorpresa metió una mano por debajo de la camiseta del pijama y me agarró una teta.

¿No dices nada? Volvió a preguntarme. ¿Quieres que te la enseñe?.

Al mismo tiempo que me hacía la pregunta, metió su otra mano entre mi camiseta y me agarró la otra teta. Me las masajeaba suavemente y, de vez en cuando me apretaba los pezones con sus dedos pulgar e índice.

Joder Ana; ¡vaya tetas tienes!; me dijo. Se te han puesto los pezones duritos.

Con una de sus manos seguía acariciándome una de mis tetas y, con la otra descendió hasta mi entrepierna y me la metió por debajo del pantalón del pijamita.

Wauuuuu Ana; dijo. Estás toda rasuradita; mmmm. Como a mi me gustan.

Me estaba poniendo muy caliente con sus caricias; lo hacía realmente bien. Notaba como me estaba humedeciendo y suspiraba con los ojos cerrados dejándole hacer.

Se aproximó hasta mi oreja y me dijo; te voy a pegar el mejor polvo de tu vida. Te lo vas a pasar tan bien que no me olvidarás jamás.

Alargué la mano y la puse sobre su bragueta. Le sobaba su enorme bulto diciéndome a mi misma que aquello no podía ser verdad.

De repente Javi dejó de acariciarme, dio un paso hacia detrás, se giró y se bajó los pantalones; se los quitó del todo y a continuación hizo lo mismo con su slip y, al girarse de nuevo me llevé la sorpresa más grande mi vida.

Su polla estaba desproporcionada con el resto de su cuerpo, era sencillamente descomunal. Lucía una erección de impresión y, como en el vídeo que pude ver en su móvil, daba saltitos en el aire. Javi puso las manos sobre sus caderas, como si fuese un vaquero del salvaje oeste y se quedó durante un instante quieto, para que lo pudiera admirar.

¡Madre mía Javi! ¡Es enorme!. Ahora entiendo porque tienes tanto éxito entre las mujeres; le dije.

Bueno; no es para tanto. Son sólo 26 cm; me dijo irónicamente.

Mentalmente la comparé con la de Ernesto y la diferencia de tamaños era asombrosa. Tanto en longitud como en grosor. Y a pesar de su exagerado tamaño se le mantenía perfectamente tiesa sin pajearse.

¡Es imposible que todo eso entre en mi coñito Javi!; le dije. Nunca ha entrado algo así de grande.

No te preocupes cariño. Voy a tener mucho cuidado contigo. Te prometo que no te va a hacer daño; me dijo.

Me acerqué hasta él y le besé; le besé con desesperación al tiempo que le cogía la polla para pajearle. Era tan gorda que mi mano no llegaba a abarcarla.

Le dí un empujoncito tirándole sobre el sofá y fui despojándome de mi blusita y mis braguitas. Me quedé delante de Javi totalmente desnuda, contoneándome con movimientos lascivos y acariciando mis dos grandes tetas y mi suave conejito

¿Te gusta lo que ves Javi?; le pregunté.

Me metía el dedo en la boca y lo chupaba para luego acariciarme los pezones. ¿Te gustan mis tetitas nene?; le pregunté de nuevo.

Joder Ana; estoy que reviento; me dijo. ¡Estás muy buena!. Nunca me he follado a una tía tan buena como tu.

Me arrodillé delante del sofá entre sus piernas y le agarré la polla. Llevé mi boca hasta su capullo y me la metí . Apenas podía meterme nada más. Mientras, Javi no dejaba de acariciarme las tetas, apretándome los pezones y estirándolos hacia delante. De vez en cuando dejaba de chupársela para pajearle con fuerza. La saliva que dejaba sobre su pollón tras la mamada me facilitaba mucho la tarea.

Dejé la mamada. Me incorporé extendiéndole la mano y le dije; acompáñame.

Lo llevé hasta mi dormitorio; se tumbó en la cama y me puse encima de él. Yo le chupaba la polla mientras él me comía el coño. Lo hacía de maravilla. Nadie me había comido el coño hasta ahora como Javi. Si su polla era antológica, su lengua no se quedaba atrás. El muy cabrón sabía como hacerlo. Con sus manos me abría los cachetes del culo para que mi coño quedara mas ofrecido y, de vez en cuando me metía un dedito por el culito.

Estaba tan cachonda que, entre gemidos le dije; Javi,;si no paras me voy a correr.

Se bajó de la cama; se puso al borde de los pies de la misma y me dijo; ponte a cuatro patas y acércate hasta aquí.

Hice lo que me pidió. Notaba como con su desmesurado capullo me frotaba el coño de arriba abajo dándome golpecitos de vez en cuando sobre el agujerito de mi culito.

¿Estás preparada cariño?; me preguntó. ¿Quieres sentir mi polla en tu coñito?.

Me giré y mirándole a los ojos le dije; me muero de ganas, pero no me hagas daño.

Ya te dije antes que iba a ser muy cuidadoso. Soy consciente de lo que tengo entre las piernas preciosa; me dijo. Sólo voy a meterte la puntita de la polla y vas a ser tu la que moviendo el culito se meta el trozo que quiera.

Presionó suavemente sobre la entrada de mi coño notando como los labios se separaban lentamente para dar paso a, como me había dicho Javi, la puntita de su polla. Ummmmm; la metió y sacó varias veces hasta que dejó de moverse diciéndome; mueve el culito cariño.

Con movimientos lentos empujaba mi culo hacia atrás para intentar meterme poco a poco todo lo que pudiera de sus 26 cms, dando tiempo a mi coñito para que se acostumbrara a las dimensiones de su nuevo inquilino. Estuve así un ratito, hasta que Javi puso sus manos sobre mis caderas agarrándolas e iniciando un movimiento de vaivén sincronizándose con los míos. Lo hacía con mucho cuidado para no lastimarme. Me estaba muriendo de gusto; la polla era tan gorda que en cada movimiento la notaba sobre mi clítoris y, entre gemidos, sin poder evitarlo me corrí.

Para Javi por favor; me he corrido; le dije.

Era la primera vez que me pasaba; que me corría sin la ayuda de una buena comida de coño o de unos deditos.

Javi se quedó de pie con la polla totalmente empalmada; me senté frente a él. Se la cogí con ambas manos e inicié una paja-mamada hasta que, tras varios minutos, se corrió.

Ummmmm Javi; ha sido genial; le dije. He disfrutado como nunca. No sabía que se podía disfrutar tanto con el sexo.

Je, je, je. Me alegro de que te haya gustado Ana; me dijo Javi. A mi también me ha gustado mucho. Estás buenísima. Me sabe mal por mi amigo Ernesto; ¿crees que estará notando como le crecen los cuernos?.

Je, je, je; eres un cabrón ; le dije. Ernesto es un buen chico.

Si. Es buen tío; me dijo. Pero ¿te folla como te he follado yo?.

Mmmmm; no. ¿Sabes una cosa?. Muchas veces me hacía comentarios de su polla, sobre su tamaño. Yo siempre le decía que no me hacía falta más, que tenía suficiente, que el tamaño era más importante para vosotros que para nosotras. Pero estaba equivocada; el tamaño importa, ya lo creo que importa.

Le recuerdo de habernos duchado juntos en los vestuarios del instituto; me dijo. Y su polla era normal. Por lo menos en estado de flaccidez. ¿Cuándo se le ponía tiesa como era?.

14 cms; le dije.

¿Sólo?; me preguntó.

Bueno Javi; lo tuyo no es normal. La de Ernesto está en la media. He estado con otros chicos que la tenían más o menos así.

Mira como estoy Ana. Vamos a tener que hacer algo para solucionarlo; me dijo Javi.

Miré hacia su entrepierna y su polla se le había puesto otra vez en estado de “presentes armas”, imagino que por la conversación que estábamos teniendo.

Me puse encima de él y empecé a comérmelo a besos. Primero en su boca, para ir descendiendo hasta sus pezoncitos, en los que me entretuve un ratito titilándoselos con la lengua al tiempo que, con una de mis manos pajeaba su enhiesta polla. Debía gustarle porque no paraba de decirme; mmmm, sigue así nena; me gusta lo que me haces.

Al rato de estar chupándole lo que podía de su descomunal rabo, nos intercambiamos, poniéndome yo tumbada en la cama y él encima de mi. Me agarró las dos tetas, una con cada mano, juntándolas una al lado de la otra para que le costara menos trabajo chuparme los pezones. Lo estuvo haciendo el tiempo suficiente para que mis pezones se pusieran, otra vez, bien duritos. Joder; estaba otra vez mas caliente que una perra en celo. Bajó hasta mi entrepierna, separó con los dedos pulgares los labios de mi coño para que mi clítoris sobresaliera y volvió a comerme el coñito.

¡Como no pares me voy a correr otra vez!; le dije. Se tumbó en la cama con la polla mirando hacia el techo y me dijo; súbete preciosa.

Me puse a horcajadas sobre Javi; cogí su pollón y lo froté varias veces por mi coñito antes de dejarme caer sobre él. Bajaba hasta donde podía y subía; de vez en cuando bajaba un poquito más esperando que mi culito tocara su pubis, y volvía a subir sin conseguirlo. Estaba empapadísima; podía oír el ruido que hacía la polla cada vez que entraba y salía de mi coño e intercambiábamos fluidos.

Gírate Ana; me dijo Javi. Lo hice sin sacarme la polla. Me puse como antes pero mirando hacia arriba, tumbada sobre su pecho.Ufffff. Me quedé quieta, dejando que el ritmo de las embestidas las llevara él. Estaba disfrutando como nunca, y más cuando al mismo tiempo me estrujaba mis grandes tetas.

Mis gemidos era imposible que no los oyeran los vecinos, pero no podía evitarlos.

El muy hijo de puta me follaba me apretaba las pezones, con su lengua me chupaba el lóbulo de la oreja o me lo succionaba con los labios; pero cuando llevo su mano a mi entrepierna y empezó a frotarme el clítoris con los dedos entre gemidos y grititos me corrí.

¡Me estoy corriendo otra vez Javi!; le dije. Pero el muy cabrón aumento la intensidad de la follada, y ahora si podía sentir su pubis golpear contra mi culito, señal inequívoca de que me la había clavado del todo. Si cuando me folló la primera vez pensé que no era posible disfrutar tanto del sexo, me equivocaba.

Siguió follándome hasta que me volví a correr casi sin haberme recuperado de los espasmos de la primera corrida, coincidiendo con el corridón de Javi. Casi me desmayo; y no estoy exagerando para nada. La vista se me nubló por momentos y las piernas me estuvieron temblando durante unos segundos.

Me quedé tumbada en la cama para recuperarme, mientras Javi me limpiaba con una toalla ligeramente mojada, la leche que me había echado sobre mi barriguita al correrse..

Me trataba con una dulzura desconocida, cuando después de aquel polvazo de antología hubiera hecho lo que me hubiera pedido subyugada a sus deseos.

Esa noche la pasó en mi casa; dormimos hasta la mañana siguiente cuando sonó el despertador. Yo tenía que ir a trabajar.

¿Nos da tiempo a echar uno rapidito antes de irte?; me dijo.

El muy cabrón era inagotable; tenía el pollón, otra vez, más duro que una piedra.

Je, je, je. No cariño; le dije. Aún estoy escocida de ayer. Mi conejito no está acostumbrado a demejante calibre.

Pero; me dijo Javi, ¿nos veremos más veces Ana?.

Me acerqué hasta él y le di un beso en los labios diciéndole: puedes estar seguro nene; no te dejaría escapar por nada del mundo.

Desayunamos en mi casa y, a pesar de haberme ofrecido para que se quedara, me dijo que no. Yo me fui a trabajar y él me dijo que tenía entrevistas de trabajo.

Eso pasó un miércoles y, el viernes Ernesto volvía de viaje. Tenía la cabeza hecha un lío, pero después de haberle puesto los cuernos creía que lo mejor sería dejar la relación.

Le recogí en la estación y, de allí nos fuimos a un restaurante que frecuentábamos a cenar. Yo no hacía más que intentar decírselo, pero no encontraba el momento adecuado. Acabamos de cenar y le dije que fuéramos al cine, pero muy cariñosamente me dijo que le apetecía más que nos fuésemos a casa, que hacía días que no me veía y tenía ganas de estar conmigo; de follar vamos (aunque no me dijo eso).

Al llegar a casa nos fuimos directamente al dormitorio, aunque antes de meterme en la cama yo fui primero al cuarto de baño. Quería asearme antes el coñito.

Cuando salí Ernesto ya estaba en la cama, desnudo, con las manos detrás de la cabeza y las piernas abiertas.

¡Chúpamela un poquito!; me dijo.

Me puse entre sus piernas, le agarré su floja polla con los dedos índice, corazón y pulgar y me la metí entera en la boca al tiempo que le pajeaba.

¡Que bien la chupas Ana!; me dijo.

Ya se que las comparaciones son odiosas, pero sólo el cabezón de la polla que había chupado hacía un par de días me llenaba la boca por completo y ahora con menor esfuerzo podía engullirla por completo. Con la de Javi necesitaba dos manos para pajearla, y ahora casi la tapaba con solo una.

Dejé de chupársela y me subí encima de Ernesto. Me clavé su pollita en el coño y empecé a cabalgarle cada vez más fuerte, intentando que cada vez me llegara más adentro. Podía oír el “plas, plas, plas” de los cachetes de mi culo contra su pubis cada vez que subía y bajaba. Y en menos de un minuto se corrió dentro de mi.

Lo siento Ana; no he podido aguantarme; me dijo.

No pasa nada cariño; le dijo yo. Hacía mucho tiempo que no follábamos y debías tener mucha lechita acumulada. Pero ahora me quiero correr yo.

Me tumbé en la cama con las piernas abiertas y Ernesto entre ellas, comiéndome el coño hasta que, tras varios minutos, me corrí.

El resto del fin de semana, hasta que nuevamente el domingo por la noche volvió a marcharse de viaje, lo pasamos en casa viendo la tele, durmiendo y poco más, sin que, como dije antes, encontrara el momento para decirle que quería dejar la relación.

No podía quitarme a Javi de la cabeza; ya se que una relación no se sustenta en el sexo únicamente. Hasta ahora no le había dado una excesiva importancia, pero desde que estuve con Javi supe que no encontraría otro chico que me hiciera disfrutar como lo hizo él. Quizás sacó a la puta que llevaba dentro.

El lunes, de camino al trabajo, volví a pasar por el bar para ver si me encontraba con Javi. Entré a desayunar; miré en las mesas del fondo donde solía sentarse pero no tuve suerte. Salí a media mañana a tomarme un café y tampoco. El martes hice lo mismo, con el mismo resultado y por la tarde fue Javi el que me llamó por teléfono.

¡Hola Ana!; me dijo. Soy Javi ¿cómo estás?.

Estoy bien; le contesté notando como se me aceleraba el pulso. Últimamente no te he visto por el bar.

Pues no habremos coincidido, porque si he pasado; me dijo. ¿Te apetecería que tomáramos un café?.

¿Ahora?; le pregunté.

Si; ahora. Si puedes, claro; me dijo.

Es que no suelo tomar café por las tardes; luego no puedo dormir; dije yo.

Bueno; quién dice un café dice un zumo u otra cosa; o nada. Es una excusa por no decirte que tengo muchas ganas de volver a verte Ana; dijo Javi.

¿Quieres venir a mi casa Javi?; le pregunté. Si te apetece puedo hacer algo de cena. Además ya me puesto cómoda; voy con el pijamita y tendría que vestirme otra vez.

No quiero molestarte Ana; me dijo.

Eres un cielo Javi. Pero es ninguna molestia, y se te digo la verdad, yo también tengo muchas ganas de verte. Este fin de semana he estado con Ernesto y me gustaría hablar contigo del tema; le dije.

OK; pues dentro de una horita como mucho estoy en tu casa; me dijo.

Con solo imaginar lo que podía ocurrir empecé a notar un picorcito en mi coñito y estuve esperando sentada en el sofá hasta que, una media hora después llamaron al timbre. Era Javi.

Le esperé en la puerta para recibirle y, al vernos nos besamos en las mejillas. Fue más bien un beso amistoso. Nos sentamos en el sofá del comedor y empezamos a hablar. Le decía que lo que había ocurrido entre nosotros había hecho que me replantara mi relación con Ernesto.

Ana; yo… no se que decirte; me dijo. De veras que me sabe mal que rompáis. Bueno, para ser sincero contigo, en parte me alegraría, porque me tienes loquito Ana.

Joder; la que estaba hasta las trancas por él era yo. Pero tampoco quería que se me notara en exceso.

Seguro que se lo dices a todas; le dije. A todas esas separadas o divorciadas que tienes en tu agenda.

Je, je, je. Estoy cansado de todo eso; terminaría con todo si encontrara a una chica como tu; me dijo.

Me acerqué hasta él y mirándole a los ojos le dije; pues aquí estoy . A mi me encantaría ser esa chica. Pegué mis labios a los suyos y nos comimos la boca con gran entusiasmo.

Por supuesto me folló hasta que casi me hace perder la conciencia y, empezamos una relación que a día de hoy todavía continúa.

Con Ernesto hablé tan pronto como vino de viaje para decirle que quería dejarlo; no le dije que estaba con su amigo Javi, pero nos vió un día juntos cenando en un restaurante y al preguntarme si estaba con él le dije: tenías razón Ernesto: EL TAMAÑO IMPORTA.

2 comentarios - El tamaño importa

vaan28
Pues q mala leche en decir algo así la mujer esta.....pobre pibe no levantó nunca mas cabeza.
HeikkiRey
Muy buen relato. Pero lo importante no es el violín, es el violinista !!!!