Follando en la oficina

Yo soy feliz, tengo a un marido que me quiere muchísimo, guapo, atento, amable y que me hace sentir como la mujer más especial del mundo, y completa mi mundo una maravillosa hija, un diablillo que siempre me hace reír con sus ocurrencias. El trabajo no me gusta excesivamente, pero el sueldo está bien y me hace sentir independiente... pero he de empezar a admitir que hay algo, un nudo, un peso que nace en lo hondo de mi vientre y que hace que este maravilloso mundo se empieza a desdibujar.

No he sido infiel a Felipe jamás, no tengo nada que reprocharme, nunca hasta ahora he tenido a nadie, ni tan siquiera se me ha pasado por la cabeza que pudiera engañarle o que él me engañara a mí, pero ahora me siento casi como una traidora. Empezamos a salir muy jóvenes por lo que nos hemos ido haciendo el uno al otro, él siempre ha sido dulce y atento, en la cama siempre hemos funcionado como un reloj suizo, el sabiéndose de memoria el recorrido de mi placer, el secreto mapa que ha ido trazando en mi piel a lo largo del tiempo y que hasta ahora siempre le ha llevado al tesoro escondido, y yo por mi parte, creo que tampoco lo he hecho tan mal, hasta ahora no ha habido ninguna queja y siempre hemos podido hablar sin tapujos de lo que nos gusta y lo que no, pero ahora... No sé… los orgasmos ya no son orgasmos sin los ojos cerrados, con la otra cara en mi mente, o su largo cuello, o esas ágiles manos volando por el teclado del ordenador de delante mío en la oficina. Sí, delante mío..., cada día..., de lunes a viernes, ocho horas al día. Quizás por eso tenga esa cara metida en la cabeza. Sí, seguro que es eso, que no hay nada más.

Cuando nos presentaron no le di demasiada importancia, hasta ahora por su puesto de trabajo ha pasado mucha gente, que no han durado más que un caramelo en la puerta de un colegio, el jefe es muy exigente según para qué, y este puesto es un devenir de personas, por lo que he aprendido a no encariñarme demasiado con nadie. Todo que ahora es distinto, ya ha pasado la frontera, hasta ahora infranqueable, de los seis meses y al jefe se le ve contento con su trabajo y se está haciendo querer por todo el resto de la oficina, por lo que creo que al final, el puesto será definitivamente suyo. Y eso aún me preocupa más. Delante mío cada día, y hasta vete a saber cuándo.

Sí, creo que sí, que tengo un problema. No puedo de dejar de mirar esas manos tan bien cuidadas, o peor, ya directamente el culo cuando se levanta y coge uno de los archivadores que se encuentran en la parte superior del armario, su largo cuello cuando se gira para contestar alguna pregunta rápida del jefe que está en el despacho del lado, o el aroma de su perfume cuando pasa por detrás mío, y me acabo quedando embobada, y día a día, me descubro a mí misma con la cabeza en otro sitio que no es precisamente el trabajo por el que me pagan. No puedo seguir así, me lo repito cada vez, que tengo que dejar de hacerlo, que un día me descubrirá y me moriré de vergüenza, y también día a día continuo haciéndolo, primero sin darme cuenta y ya al final sin poder quitarle los ojos de encima, conscientemente.

Y aquí estoy yo, viernes por la tarde; hoy ya no queda nadie más en la oficina, todo está en silencio sin más ruido que sus manos tecleando en el ordenador y mi cabeza a cien por hora. Mi trabajo se me ha quedado atrasado de tanta ensoñación y el jefe, con una feria la semana que viene, no ha parado de pedirle más documentación, más informes de ventas, más dios sabe qué, con lo que se ha tenido que quedar también esta tarde, y mi trabajo no avanza ni de coña y cada vez estoy más nerviosa. Conforme pasa la tarde el peso en el vientre aumenta y el trabajo disminuye en velocidad, los papeles pasan por delante de mí pero sin ningún tipo de provecho.

Decido levantarme e ir a por agua, a ver si cambiando un poco se me pasa la tontería, acabo rápido y me puedo ir a casa. Y con la seguridad que me dan los míos, pasar un feliz y tranquilo fin de semana. Cuando estoy poniéndome agua en el rincón que tenemos habilitado de pequeña cafetería en la oficina, noto su presencia detrás, y creyéndome descubierta en dios sabe qué, me giro de golpe, como si se hubiera soltado un resorte que hasta ahora desconocía y nos quedamos muy cerca, muy y muy cerca, no creía que lo estuviera tanto.

Por dios, su cuerpo delante me pone el corazón a doscientos y noto como la sangre sube de golpe hasta el rostro. Debo de parecer un auténtico tomate

María, María, ...Tengo a María muy cerca, se me hecho un nudo en la garganta y no consigo decir nada, tampoco no sé qué decir, quiero desvanecerme, desaparecer, o no, … quiero acercarme aún más y abrazarla, y no como el abrazo a una de mis amigas, ni tan siquiera como abrazo a Felipe, no, es distinto. Por mi cabeza pasan mil pensamientos, agolpándose uno con otro, a mí nunca me había interesado una mujer, y no sé si me interesan las mujeres, solo que la deseo, que necesito abrazarla, besarla y sin embargo aquí estoy yo paralizada de terror, mi familia, mi mundo, todo delante mío, y María como su antítesis. Consigo sonreír y ella también me sonríe y nos quedamos las dos sin saber exactamente qué hacer, como dos bobas.

Ella, dudando, se acerca un poco más y despacio acerca su rostro al mío, y suavemente posa sus labios sobre los míos en un intento de beso, y me creo morir. Parezco una colegiala en su primer beso y no sé qué debo de hacer exactamente, el nudo en la garganta y el peso en el vientre han desaparecido a cambio de un calentamiento general al que ya no estoy acostumbrada y en ese momento el arrepentimiento y la vergüenza se apoderan de mí y me aparto un poco de ella, esto no puede ser. Yo no soy así, yo no hago estas cosas.

En el breve instante que me separo de ella ya la encuentro a faltar, me estoy volviendo loca, estoy a punto de tirar por la borda la confianza que tenemos con Felipe pero mi cuerpo me reclama que me acerque a María de nuevo y la bese. Ella aún está en la misma posición que se ha quedado cuando ha rozado mis labios y yo me he separado de ella, ahora soy yo quien va al ataque y rozo sus labios con los míos y después ávida de más, lo acabo convirtiendo en un largo y suave beso, su lengua roza suavemente mis labios y me atrevo a jugar con ella, a besarla, a chuparla. Sus labios, su lengua son suaves y dulces y la temperatura del ambiente parece haber subido un par o tres de grados. Parece que no hay marcha atrás, que aunque la piel sea de mujer, no me tira para atrás como pensaba, y necesito sentir su cuerpo, rozando con todo mi cuerpo, con lo que la abrazo decididamente. Su cuerpo se pega al mío, encajando perfectamente, sus pechos entre los míos, acariciándose, la fuerza que irradia mi entrepierna me hace perder la poca cordura que me queda y me atrevo a bajar la mano que tengo en su espalda hacia abajo, hasta llegar a donde esta pierde su nombre. La ligera falda que lleva, me permite notar perfectamente su perfecto y prieto culo, mientras ella ha empezado a bajar sus besos por mi cuello y su mano izquierda, sin saber cómo, se ha posado encima de mi pecho, que a estas horas ya está en pie de guerra. Noto su mano por encima del sujetador trazando círculos por encima del pezón que a estas horas ya empieza a pedir gritando un trato más directo. Aprieta fuerte el pecho con lo que me sale un gemido del fondo de mí ser.

Ella se aparta un poco y con una suave sonrisa me dice.

- Parece que hoy las dos necesitamos el mismo tipo de pausa.


Yo no soy capaz de decir nada y me tengo que conformar con asentir tímidamente con la cabeza.

Ella, mucho más lanzada que yo, se aparta un poco más de mi para que la pueda ver en su totalidad y empieza a desabrocharse la blusa, despacio, botón a botón, después y sin dejar de mirarme a los ojos se baja también la falda, quedándose solo con las braguitas y el sostén. María es más o menos de mi misma altura, un poco más delgada que yo, lo que le da el aspecto de una muñequita, pero con unas perfectas curvas. No sé qué debo hacer, estoy como paralizada viendo el cuerpo de esa magnífica diosa. Sin pensárselo dos veces también se quita el sujetador, despacio, dejando a la vista sus pequeños pechos blancos, perfectos con una aureola grande y rosadita, se me está haciendo agua en la boca, y sin demasiada vacilación se quita también las blancas braguitas de algodón dejando a la vista un delicioso coñito con un suave y escueto vello.

Se acerca a mí y cogiéndome la cara con las dos manos me da un profundo beso que le devuelvo con todo mi ser. Mientras nuestra lenguas juegan entre ellas apasionadamente no sé qué hacer con las manos, y al final me decido a pasarlas por detrás de su espalda y acercármela, notar su desnudo cuerpo pegado a mí, toco su culo ahora, sin ningún reparo, sin nada más entre nosotras que mi propia ropa, lo hago con las dos manos, ávidamente, casi glotonamente. Noto como su calentísima entrepierna roza mi muslo lo que me pone definitivamente a cien y desmonta cualquier vestigio de sensatez que me quedara. Cambio un poco y una mano pasa a acariciarle el pecho, suave y turgente con un pezón que ante mis atenciones que se ha puesto erecto, duro, y mientras ella me hace enloquecer acariciándome el rostro, los labios, los lóbulos de mis orejas, mi cuello, pasando de besar mis labios a besar mi cuello, por detrás de las orejas, bajado hasta los hombros y volviendo de nuevo a subir hacia el cuello. Su fragancia de mujer mi inunda toda y me entra la necesidad imperiosa de desnudarme, de sentir el roce de nuestras pieles y sin ninguna barrera entre nosotras.

Casi adivinando el momento ella empieza a bajar sus manos por mi espalda, haciéndome sentir unos tremendos escalofríos que acaban muriendo en mi nuca, sus manos llegan al fin a mi culo y empieza a subir el vestido, no sin antes tocármelo como hacía tiempo nadie lo había hecho. Estoy muy, muy caliente, algo avergonzada notando que la humedad de coño está mojando completamente mis braguitas, no recordaba que mi cuerpo pudiera reaccionar de esta manera tan salvaje. En el momento que ella acaba de subir mi vestido creo que me caerán las braguitas al suelo del peso de mis flujos, que una vez pasada la primera barrera, ya noto bajando por la parte interior de mis muslos.
Casi sin darme cuenta me he quedado sin vestido y el sujetador ha volado, estoy prácticamente desnuda, ella se arrodilla ante mí y me baja las braguitas, cuando las tengo a la altura de las rodillas acerca su cara a mi coño, sin contemplaciones, y noto su nariz entre los rizos del vello. Creo que se me doblan las piernas pero consigo mantener el equilibrio cogiéndome a su cabeza, tras esto, María posa los labios en mi sexo, y la lengua hace una pequeña incursión, con unas suaves pasadas por los labios mayores. Necesito abrir las piernas pero me lo impiden mis propias braguitas. Ella notando los inútiles esfuerzos en abrirlas se levanta y acaba de bajármelas. Me da un cálido beso con aroma a sexo, a mi sexo, y posa la mano sobre el vello púbico, rozándolo suavemente. Noto que un dedo juguetón recorre a sus anchas mi empapado coño, los labios mayores primero y después una incursión hacia los menores, acercándose a mi erecto clítoris pero sin tocarlo.

Mientras, yo aprovecho para tocarle los pechos ávidamente, mientras le beso su largo cuello, ella me toca suavemente el clítoris y creo que tendré un orgasmo de un momento a otro.

De pronto se para y me dice

- Pongámonos más cómodas.

Me coge de la mano y me arrastra, ya que mis piernas prácticamente no me responden, a una de las mesas que tenemos más cercanas, me tumba boca arriba con la espalada apoyada en la mesa y el culo en el filo, ella se agacha, me abre las piernas y las deja apoyada por encima de sus hombros. Acerca su cara a mi coño, con la lengua aparta el vello dejando mi rosadita cueva perfectamente expuesta, noto su aliento y me abro más si cabe, después de lamer, de sorber toda la humedad, una vez y otra, con los labios da un pequeño beso en el clítoris y acto seguido y sin dejarme respirar introduce su dedo índice dentro de mí y empieza a moverlo hacia los lados, abriéndome a sus anchas y en el momento que introduce el segundo dedo, ya no puedo más y un arrollador orgasmo surgido de muy dentro me deja temblando hasta el tuétano. Empiezo a llorar, de emoción, ha sido fantástico y evidentemente esto no se ha acabado.

Se levanta y me besa, la noto muy excitada y me aventuro, quiero que goce conmigo como yo lo he hecho con ella, me incorporo vacilando, no he tenido nunca a una chica a mi disposición, decido estirarla encima de la mesa, pero boca abajo, dejando ese culo que me ha hecho perder el norte durante tanto tiempo perfectamente expuesto.
Me inclino sobre ella y me encanta notar su culo pegado a mi sexo, empiezo a besarle la espalda por la parte superior y voy bajando hasta la altura de los riñones, voy notando como su piel se va erizando al contacto con mis labios y llego a ese magnífico culo que empiezo a acariciar suavemente, acerco mi rostro, después de un beso no puedo reprimir un pequeño mordisquito en esas jugosas nalgas, con lo que ella suelta un pequeño quejido, más bien de placer que de dolor. Beso la parte afectada por el mordisquito y noto que ella va abriendo sus piernas poco a poco, dejándome a placer su rajita. Me voy acercando poco a poco a base de besos, me da un pelín de reparo pero finalmente acabo besado su mojado coño. Su dulce olor y sabor me inunda, con lo que me vuelvo a poner a cien. Ella está completamente abierta y yo me dedico a sorber sus jugos con toda avidez, de vez en cuando mi nariz roza su ano y noto que ella propicia ese roce con lo que me decido a darle también un besito y a ella se le escapa un gran gemido de placer. Decido pasar al ataque por la retaguarda y me dedico a lamer y chupar el ano, a mí también me gusta el sexo anal por lo que no me extraña que disfrute de ese masaje con la lengua. Ella parece loca y me suplica que quiere más, le hago un amago de penetrar el pequeño agujerito con mi lengua mientras introduzco un dedo en su coño. Empieza a mover el culo y lo movimientos de mi lengua y mis dedos van acompañados por sus gemidos, … me pide más, más… cambio de dedo en su coño, la penetro con el dedo pulgar e intento introducir la primera falange del dedo índice, noto su culo completamente dilatado, sin duda tampoco es su primera vez en estos quehaceres, la primera falange entra sin ninguna dificultad con lo que continuo introduciendo el resto del dedo, ella parece ya completamente loca y al borde del orgasmo, retiro el dedo de su coño y me dedico a un pequeño masaje a su hinchado y mojadísimo clítoris con lo que ella explota en un orgasmo muy intenso.

Después de unos breves momentos para recuperarse se da la vuelta, me pone entre sus piernas y noto su coño pegado al mío, es una magnifica sensación, y aun con la respiración alterada por el orgasmo me da un intenso beso. Nuestros sabores se mezclan con nuestras lenguas y me parece delicioso.

Y ella me suelta, con una gran sonrisa en su deliciosa carita, - Mucho mejor de lo que llevo soñando todos estos meses

No sé como acabará todo esto, pero de lo que sí que estoy segura es que si depende de mí, me tocará que quedar a trabajar todos los viernes por la tarde.

1 comentario - Follando en la oficina