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Las Banderas del Mayo Frances - Liberte, igualite, fratenite et locure.



Mi cuarto dá al jardín, no puedo quejarme. Pero yo sé que ella un día vendrá a visitarme, a pedirme disculpas. O mejor aún…a darme las gracias por haber realizado ese gesto de amor que salvó su vida. Tanto Pablo, su padre, como yo, dimos todo por su felicidad…aunque ella nunca lo haya reconocido…

Conocí a Pablo en París en el 67. Yo llegaba de mi pueblo natal a la Universidad …campesina e inocente. Fue un amor animal a primera vista. Pablo era alto, esbelto, un líder por naturaleza. Estuvimos cuatro días encerrados cogiendo. Él había perdido su virginidad conmigo. Besaba mis pies, mis manos, mu dulcemente, agradecido por hacerle conocer el amor de una mujer.

En el verano del 68, estallaba la revolución. Había que reinventar todo: la política, la sociedad, la sexualidad, todo era viejo y caduco. Los jóvenes debíamos descubrir como debería ser el Nuevo Orden.

Debíamos combatir por nuestras ideas…éramos todos camaradas, compartíamos todo en nuestra humilde pensión desde donde luchábamos por nuestros ¨nuevos ideales¨.

No dudé cuando me propuso compartirme con nuestros camaradas. Eran cuatro de la pensión, jóvenes, inteligentes pero con escasa o nula relación con las mujeres, por la represión de nuestra vieja sociedad, así que entre nuestras encendidas charlas políticas y filosóficas, Pablo les indicaba a quien correspondía hacerme el amor cada noche… y a veces cuando los elíxires nos excitaban demasiado, un enjambre de cuerpos se entremezclaban en un lisérgico ritual de hermandad.

Quedaba a veces exhausta, transpirada y llena de semen, ya no sabía de quién. Pablo se acercaba y me abrazaba con fuerza y lamía cada centímetro de mi cuerpo, decía que ese semen, germen de nuestra revolución le daba poder.

Que me vienen a hablar ahora de libertad sexual o feminismo!, nosotros vislumbrábamos un nuevo camino sin ningún tipo de ataduras hacia el socialismo perfecto…y yo era la elegida de aquel líder detrás del cual se encolumnaban miles y miles de jóvenes dispuestos a todo.

Terminada la euforia de esos años, Pablo se recibió de Bellas Artes y yo de Filosofía. Como era de esperar sus pinturas fueron rápidamente aceptadas en el círculo intelectual europeo.

Lo admiraban muchísimo, y sus pinturas se vendían muy bien. Así que en los ochenta nos fuimos un poco aburguesando, no lo voy a negar, pero creíamos que el camino a ¨la libertad ¨ es sinuoso y cambia década a década. Así las nuevas generaciones de estudiantes nos admiraban.

Sus alumnas y alumnos desfilaban en un frenesí de orgías y nuevos elixires. Yo, por mi parte, hacía el papel de la Gala de Dalí, sus lúmpenes alumnos escuchaban embobados mis relatos, ya leyendas, de igualdad y fraternidad. La nieve blanca que empezamos a aspirar, me hacía sentir en el papel de una Diosa Madre. En el gran estudio de pintura era ritual entregarme a cuatro o cinco bellos adolescentes bebiendo de mis pechos y mi vagina, como niños dándome placer a cambio de sabiduría.

Lo hacía todo por él, no dudé hacerlo , como en las viejas épocas, le encantaba verme y al final él bebía el semen desparramado por los mancebos , que era ahora, como él decía…¨ es la santa energía de las nuevas generaciones que nos hará permanecer…¨

Hasta que decidimos un día hacer un viaje por Oriente. Ahí conocimos a Fátima, que era una niña hermosa, desvalida entre tanta pobreza y miseria humana de Kashmir. Sus ojos color esmeralda cautivaron a Pablo. No fue difícil para nosotros adoptarla y llevárnosla a Francia.

Los noventa nos encontraron en plena opulencia de la Nueva Europa Liberal. De varios lugares del mundo venían a conocer el famoso atelier de Pablo, que por unos cuanto miles de dólares permitía compartir las acciones del arte mas puro que había en el mundo moderno. No solo sobre telas. Fátima, como los otros pequeños mancebos, de la mas alta pureza, desfilaban desnudos pintados por los artistas, emulando las pretensiones de los mas grandes genios como Gauguin, Leonardo, etc. Acciones que seguramente serían condenadas por los pequeños cerebros retrógrados.

Fátima amaba con vehemencia a Pablo y a los otros artistas, Recuerdo aún verla con el inmenso amor que succionaba sus miembros, embadurnándolo de óleo y témperas . Sus cuerpos eran pinceles y tela al mismo tiempo. El novedoso éxtasis los llevaba a un nuevo plano de arte, sexo y una nueva religión decadente, que hasta el propio Dalí habría envidiado. Fueron años gloriosos.

Llegado el nuevo siglo, los 2000, la sombra del mito trágico, comenzó a rondar y Pablo sintiéndose un poco viejo se empezó a recluir mas y más. Fátima se fue se casa a comenzar la Universidad y por mucho tiempo ni apareció.

Fue ese fatídico día que volvió a casa, entró sin ni siquiera saludarme y se dirigió al cuarto de Pablo. Escuché que discutían en voz alta y luego un disparo. Fátima salió, y sin mediar palabra lo que hizo fu colocar el pequeño revolver en mi mano derecha y se marchó. Cuando llegó la policía no dije absolutamente nada. Me trajeron hasta aquí, donde estoy hace varios años. Ella sabe que no iba a decir nada…la amo demasiado.

Mi cuarto dá al jardín. No puedo quejarme…pero yo sé que ella un día vendrá a visitarme, a pedirme disculpas. O mejor aún…a darme las gracias por haber realizado ese gesto de amor que salvó su vida allá en Kashmir, ya que tanto Pablo, su padre, como yo, dimos todo por su felicidad…aunque ella nunca lo haya reconocido.


sole280
FIN

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