La casa del lago

Casa del lago.

-¿Qué harás el fin de semana?

-Yo creo que lo de costumbre, estar en casa con mis papás el sábado, tal vez salir a cenar o a tomar algo por la noche y el domingo pasarla con mi familia, ya sabes, lo de siempre. ¿Y tú?

-A pesar de que ese plan suena tentador, estoy pensando en algo más como que fuera de la ciudad. Estoy pensado en pedirle la casa del lago a mi amigo y pasar allá esos días. ¿Qué te parece, vamos?

-Tengo que avisar en casa y ver si mi papá no se pone pesado. En un rato te aviso.

Y así fue, al cabo de un rato me aviso que se iba conmigo de fin de semana. Mi plan era salir desde el viernes en la tarde para poder tener dos noches fuera de casa con ella pero hubo un pequeño cambio y saldríamos hasta el sábado por la mañana.

A ella la conocí hace aproximadamente 5 o 6 meses pero realmente nunca habíamos salido hasta el día que la invite a pasar el fin de semana a la casa del lago. La conocí por unos amigos en común en una cena que habían organizado y me pareció simpática, le pedí su teléfono y habíamos charlado algunas veces.

Es una joven de 24 años, delgada, con una belleza especial, no es la clásica niña bonita con cara perfecta y cuerpo lleno de curvas. Tiene el pelo largo, negro, un poco ondulado y con ese aroma de frescura que las veinteañeras dejan obligadamente a su paso.

Salió de casa con un pantalón negro a la cadera y una blusa de tirantes rosa. Nada espectacular. En la mano una maleta pequeña y de sombra su padre que la acompaño con toda la intención de saber quién era el individuo que se llevaría el fin de semana a su pequeña princesa. Con toda la amabilidad y buenos modales del mundo, me presente e intercambie un par de frases para tranquilizar al viejo. Al parecer le caí bien y no hubo problema alguno.

La casa de mi amigo era lo que todo soltero desea. Cerca de un lago, a dos horas de la ciudad, con alberca comunal para un grupo de 5 casas, tres pisos, recamaras amuebladas y en la azotea un pequeño jacuzzi para dos personas. Por cuestiones de trabajo mi amigo no puede visitarla todos los fines de semana así que cuando se la pido, él es feliz pues aprovecha para pedirme que lleve algunas cosas o que pague algunos de los servicios. Es un ganar ganar con esa casa.
Tomamos carretera e hicimos la parada obligada para comprar algunas cervezas, cigarros, botanas y algunas otras cosas. Pasamos a comer unas quesadillas de camino y ya casi para llegar a casa comenzó la plática interesante.

-¿Te puedo hacer una pregunta?

-Claro.

-¿Por qué me invitaste a la casa de tu amigo?

-¿Quieres la respuesta real o la respuesta mentirosa?

-Dime las dos y yo decido con cual me quedo.

-Está bien, la respuesta mentirosa: Me interesa conocerte en un plano más casual, saber qué es lo que piensas, qué es lo que te gusta hacer, quiero que sea un fin de semana lleno de risas y momentos especiales para los dos.

-Jajaja suena bien pero… a ver, quiero escuchar la respuesta real.

-Te traje para ver si me puedo acostar contigo y en caso de que no se pueda, te emborracho para acostarme contigo.

-Eso suena más real, pues igual y no es necesaria la emborrachada.

-Me parece perfecto.

En esos momentos es cuando como hombres pensamos: “ya la tenemos” y desde ese instante la concentración en otros detalles se hace complicada. Para nuestra mente de ahí en adelante lo único que podemos pensar es en sexo, sexo y más sexo.

Por fin llegamos a la casa, nos bajamos del coche y caminamos hacia el final de la calle desde donde se podía ver el lago. Tenía una vista espectacular.

Regresamos al coche y bajamos las cosas que traíamos, entramos a la casa y le mostré las habitaciones, dejamos nuestras cosas en la recamara principal y regresamos a la cocina.
La cocina y el comedor estaban contiguos, el comedor era de madera gruesa, con seis sillas y quedaba exactamente enfrente de la cocina integral. Al final de la mesa y después de unos pasos estaba una pequeña sala blanca de tres piezas.

Se quedó recargada en uno de los muebles de la cocina viéndome, sin pensarlo mucho me le acerque y la besé. Cuando la comencé a besar, apoye mis manos en su pequeña cintura mientras ella paso sus brazos sobre los hombros y empezó a acariciar mi pelo con sus manos.

Poco a poco los besos fueron subiendo de intensidad con pequeñas mordidas de labios incluidas.
Mis manos empezaron a subir a través de su abdomen hasta llegar a sus pequeños pero redondos pechos. Los frote encima de la ropa. Me aparte un poco y sujete su blusa desde abajo, la levante despacio mientras ella levanto ambos brazos. La vi a los ojos y sonrió tímidamente. La besé nuevamente y mientras la abrazaba solté el broche de su bra. Me retire un poco hacia atrás quitándoselo y dejándolo caer al piso. Descubrí unos senos pequeños, bonitos, con un pezón rosado. La bese nuevamente, le retire el pelo del lado derecho de su rostro y empecé a besar el delgado y fino cuello que tenía.

Bese su hombro y note un pequeño temblor de su cuerpo, baje hacia su pecho y bese ambos senos, di un pequeño mordisco en esos rosas y hermosos pezones. Mi lengua se encargó de hacerlos duros como una roca. Continúe mi camino besando su abdomen y llegue a la altura del pantalón. Mire hacia arriba y vi que tenía las manos recargadas atrás, en el mueble y mantenía los ojos cerrados. Como una pequeña presa esperando a ser devorada.

Abrí el botón del pantalón y baje el pequeño cierre. Coloque mis manos a la altura de su cadera y lo fui bajando poco a poco. Lo que encontré debajo era un pequeño tesoro. Tenía puesta una pequeña panty blanca de algodón con la orilla rosa.

Seguí bajando el pantalón, le quite lo zapatos y pude terminar de deslizarlo mientras acariciaba con las palmas de mis manos sus delgadas piernas. Sentí como me veía con impaciencia y nervios. Me incorpore nuevamente y de nuevo la bese, esta vez la sujete del cuello y pude sentir como su lengua buscaba desesperadamente la mia, solté su cuello y baje una de mis manos acariciando suavemente su cuerpo hasta llegar a su panty. La frote con el dedo índice y pude sentir un calor húmedo delicioso. La tome por la cintura y la subí al mueble de la cocina, ella quedo sentada y con la respiración bastante agitada. La seguí besando y le dije:

-¿Quieres jugar un poco?

-Si.

Le di la espalda y busqué una de las sillas del comedor. Puse la silla enfrente de donde la había dejado sentada. Ella tenía un gesto de no saber qué era lo que estaba pasando. Me senté y con la mirada fija en sus ojos le dije:

-Quiero ver cómo te tocas.

La cara de duda se transformó en una cara de travesura. Recargo la espalda contra el fondo del mueble, abrió las piernas y empezó a frotar con los dedos su vagina sobre su ropa interior. No dejaba de observarme todo el tiempo fijamente a los ojos.

Se detuvo un momento y comenzó a chupar los dedos de una de sus manos mientras con la otra hacia a un lado su ropa interior. Yo seguía viéndola desde la silla y poco a poco fui desabrochando la camisa. Me la quite y la arroje al suelo, me quite los zapatos y los calcetines sin dejar de verla a los ojos.

Me puse de pie y me quite el pantalón. Quede sentado en boxers frente a ella con el pene a mil. La única vez que me quito la mirada de los ojos fue para verlo. Lo frote con una de mis manos mientras seguía viéndola.

Al destapar su vagina, pude ver sus labios, de color rosado con un pequeño triangulo de bellos en la parte superior. Dejo de chupar sus dedos y separo sus labios. Aquel espectáculo era estupendo. Me quite los boxers y quede sentado frente a ella desnudo. Frotaba mi pene despacio mientras seguía observándola.

Siguió tocándose y mojando sus dedos de vez en cuando. Comenzó a hacerlo un poco más intenso y dejo de mirarme a los ojos, comenzó a cerrarlos y a dar pequeños gemidos. Yo estaba a mil.

Me levante mientras ella tenía los ojos cerrados, me acerque a ella, me agache y puse mi boca en su sexo. Ella dio un pequeño salto, paso sus manos a mi nuca y comenzó a empujarme hacia ella. Estaba como poseída.

La levante un poco y quite sus pantys. Comencé a besar su clítoris, mientras le metía un dedo y podía sentir la humedad de su cuerpo. Podía sentir como se contraía su cuerpo.
Seguí así por un instante y sujeto con ambas manos mi pelo, con bastante fuerza mientras recargaba su cabeza en la pared y me decía:

-Sí, así, no pares por favor, no pares.

Y así lo hice. Llego el momento es que se quedó quieta, apretando con fuerza mi pelo y con los ojos cerrados. Había hecho que terminara la primera vez. Me puse de pie y jale un poco su cadera hacia la orilla del mueble.

Acerque la punta del pene a su vagina, estaba súper mojada y caliente. La acaricié por fuera con mi miembro mientras ella regresaba poco a poco en sí y me veía fijamente a los ojos. De un jalón comencé a metérsela y la tome por el pelo. La bese fuertemente mientras empezaba a follarla.
Recargo su espalda en la pared mientras veía como sus pequeños pechos rebotaban al ritmo con el que la penetraba. Seguimos así por un rato.

Me detuve, me hice para atrás y le dije que se volteara. Coloco las palmas de sus manos sobre el mueble en el que estaba sentada y levanto un poco el trasero. Aquella vista de su cara volteando buscándome, sus nalgas paradas dejando ver sus labios hinchados y su espalda arqueada en la espera del ataque, era espectacular.

Me acerque y comencé a metérsela despacio, ella se puso de puntitas y aventaba su cuerpo contra el mío. Poco a poco fui subiendo la velocidad y la sujete fuertemente de las caderas. Ella no se soltaba del mueble y se aventaba cada vez más fuerte. Llegamos al punto de hacerlo tan fuerte que estuve a punto de venirme, me detuve y me zafe.

-Ahora te toca a ti

Tomé la silla desde la que la veía mientras se tocaba y me senté.

-Cuando estés a punto de terminar dices.

Se acercó a mí de frente y se acomodó. De un solo jalón se sentó sobre mi miembro y empezó a subir y a bajar. Tenía un ritmo de caderas increíble. Me tomo dela cara mientras seguía moviéndose con una cadencia espectacular.

Empezó a acelerar el ritmo y a hacer al mismo tiempo un movimiento como el que hacen las chicas que bailan danzas árabes, mis manos estaban decididas a acariciar espalda mientras mi boca besaba sus pechos y no aguante mucho más.

-Voy a terminar.

Dio un salto y se hizo para atrás, en un solo movimiento se puso de rodillas. Sujeto mi pene con una mano mientras lo metía a su boca y lo succionaba cual ventosa. Siguió sacudiéndolo con la mano y después de par de succiones más sentí como me venía.

Ella se dio cuenta, apretó fuertemente el tronco con su mano y la cabeza la mantuvo en su boca mientras yo me vaciaba poco a poco en su garganta.

Tenía los ojos cerrados, los abrí y ella estaba viéndome fijamente con una pequeña sonrisa y me dijo:

-Estamos empatados.

Solo pude sonreír y ayudarla a levantarse. Nos dirigimos al baño para darnos una ducha.

Hasta aquí llega la primera parte de la casa del lago, espero que les haya gustado y pronto seguiré con el relato.
Saludos y espero sus comentarios.

2 comentarios - La casa del lago

Neotete
excelente! te invito a pasar por mis relatos, van puntos