Siete por siete (04): La fiesta de despedida




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Compendio I


Me he demorado en postear, porque han transcurrido varias cosas en estos días y por fin, me han dado algo de tregua... empezando del último viernes.
Imagino que Marisol le contó o tal vez, Kevin se enteró, pero el asunto fue que Fiona quiso organizar una fiesta de despedida para la conferencia que tendría en Melbourne. Yo no quería hacer mucha alharaca del asunto.
No lo comenté, porque no es la gran cosa. Son charlas aburridas y ni siquiera expongo. Pero Kevin lo ve por los lujos que nos dan: habitaciones en hotel, viatico y el viaje en sí.
Quizás, el único motivo porque deseaba asistir era porque vería nuevamente a Sonia.
Pero Kevin pensaba distinto. Su jefe también estaba invitado para exponer sobre el nuevo proyecto (el catalogo digital) y le había contado que nos dan suites elegantes, buena comida y son buenos lugares para hacer conexiones.
Así que el último viernes antes de mi viaje, me organizaron la despedida.
Hannah estaba algo triste cuando se lo conté, porque no nos veríamos en 3 semanas. La semana de la conferencia coincidía con mi regreso a la faena y aunque era solamente de 4 días, me darían el resto de la semana libre, junto con la semana siguiente que me correspondía libre por contrato.
Pero traté de consolarla, diciéndole que sería solamente un turno y nos volveríamos a ver. La última noche en faena, eso sí, nos quedamos despiertos hasta tarde, haciendo cosas para que “la siguiera recordando”.
Como fuese, esa semana (la semana antepasada, si nos ponemos exquisitos) también le tocaba libre a Rachel, la azafata pelirroja y decidí invitarla a la celebración.
No solamente Marisol estaba molesta con la idea. También me di cuenta de las amargas caras de Fiona y Megan al verla, aunque Kevin estaba muy contento de recibirla.
Es que Rachel es de esas chicas que es muy estricta en el trabajo, pero se desenfrena cuando sale. Tiene 36 años, es norteamericana, pelirroja y tiene un escote artificial bastante generoso. Trabaja de azafata, pero es buenísima para beber y es un tanto pretenciosa, por lo que ni siquiera a Megan le simpatizó.
Es irónico que una mujer tan desenfrenada como ella tenga remordimientos por ser amante de un recién casado como yo, pero también resulta irónico que 3 chicas de 19 (Marisol), 20 (Megan) y 24 (Fiona) años, que también tienen sus encantos, se sientan intimidadas por una mujer así.
Y no era para menos, porque vestía un pantalón blanco bien ajustado, que realzaba su cola y un sweater rosado, semi transparente y sin sujetador, contrastando con los vestidos de una pieza de nuestras esposas, sobriamente escotados y las ropas universitarias de Megan.
Marisol me dio una mirada de esas que queman y Fiona también andaba algo tensa porque mi amiga se ponía “demasiado simpática” junto a su marido, dándole un pequeño sazón de su propia medicina.
Pero para empeorar el ambiente festivo, a Rachel le dieron ganas de beber algo más fuerte. Kevin había dejado los vicios desde unos 4 meses, pero aun mantenía botellas de sus días de parranda.
Yo estaba tranquilo. Ya tenía algo planeado y conversaba con Megan sobre el motivo de esta celebración. No obstante, el otro extremo de la mesa era el más bullicioso, ya que Rachel y Kevin bebían como los mejores amigos.
Ni siquiera probaron el pavo con papas duquesas y crema de hongos que Fiona preparó en mi honor y que estaba bastante bueno, aunque algo salado.
Pero si vaciaron la botella de tequila y marchaban por otra de aguardiente, mientras que la de ron estaba en lista de espera.
Cuando la velada no podía estar más horrible, Marisol me dijo que le acompañara a ver las pequeñas, que dormían en otra habitación.
Una vez a solas, me preguntó qué estaba pensando al haberla invitado. Tuve que decirle la verdad: que Fiona se estaba enganchando con todo eso.
No me creyó, porque tienen una amistad muy cercana, pero le expliqué lo que había notado, que le estaba gustando ir a atender a los otros (especialmente, los domingos), que cuando le preguntaba sobre las cosas que le hacían, la notaba más caliente y que le gustaba.
Ella también lo sospechaba, aunque no quería creerlo. Pero entonces me preguntó por qué había invitado a Rachel.
Le expliqué que aun quería a su marido y ahora quería ver si le podía sacar celos. Marisol me miró con incredulidad, porque ambos sabíamos que estaba celosa, pero le dije que esta sería una buena oportunidad para darle un poco de su propia medicina.
Ella estaba insegura, porque no le simpatiza Rachel, pero cuando le propuse que tomara su lugar, para así intercambiar esposas con Kevin, se convenció mejor de mi idea.
Tras la última vez, tengo completa confianza en Kevin. No sé bien exactamente qué le hizo a mi esposa, pero ahora le desagrada cualquier idea de tener algo intimo con él.
Pero ella seguía insegura. Sabe que las otras tienen pechos más grandes, por lo que la besé y le dije que las otras no me besaban con sabor a limón, que no me “desayunaban” por las mañanas y que por más chupara y chupara sus pechos, no me darían de su deliciosa leche. Todo eso, mientras la abrazaba y le metía dedos en el trasero, lo que la estaba convenciendo.
Me preguntó si volvería a su lado y le dije que siempre. Con eso, quedó más tranquila y la acaricie en la cabeza.
Le avisé a Fiona que acompañaría a mi esposa y Megan a la casa, mientras cargaba las pequeñas y volvería pronto. Era bueno verla afligida, porque su esposo estaba poniéndose más cariñoso con la azafata y me pidió que me apresurara.
Luego de acomodar a las pequeñas y despedirme de mi esposa, golpeé la habitación de Megan. Le agradecí por acompañarnos y le pedí disculpas por las molestias. Ella las aceptó de una manera muy educada, aunque pidió que me despidiera con un beso.
Nuevamente, le besé en la mejilla, aunque le señalé que cuando uno se despide, la mujer también da un beso.
Le dio algo de vergüenza, pero también besó mi mejilla. Noté sus ojos celestes y supe que quería que nos diéramos otro beso, como los de esa noche. Pero cada día tiene su propio afán…
Cuando regresé, Fiona estaba muy enfadada. Me decía que esa visita le resultaba muy antipática, porque no dejaba tranquilo a su marido.
Le dije que no debía molestarse, que era justo que estuviera con otra mujer, aunque mis palabras, más que calmarla, la alborotaban más.
Realmente, estaban empalagosos y las manos de mi vecino se deslizaban sin mucho recelo sobre las nalgas de mi “amiga”, quien se reía bastante mientras lo abrazaba bien acaramelada, encolerizando más a su esposa.
En la cocina, le dije que así no me la podría llevar y que lo mejor que podíamos hacer era esperar a que se les pasara la borrachera. Fiona preguntó si estaba loco, que si acaso no los estaba viendo, a lo que respondí que no tenía moral para juzgarlo, si ella también había hecho lo mismo.
Trató de excusarse, diciendo que entre nosotros había sido distinto, pero entonces le pregunté por qué lo había hecho con la momia.
No supo qué responderme...
Como era de esperarse, los 2 se enojaron cuando dije que las bebidas había que guardarlas. Pero les subí el ánimo cuando les mostré los naipes y les propuse jugar póker.
Dio la casualidad que Rachel no trajera su billetera y aunque podríamos haberle prestado dinero, propuse que en su lugar apostáramos prendas de vestir.
Fiona se horrorizó al ver como su esposo se sacaba la camisa al instante, mientras que Rachel apostaba sus zapatos de tacón.
Para acortar el juego y dado que nosotros vestíamos más prendas que Fiona, decidimos dejar 4 prendas por cabeza, de las cuales una iría inmediatamente al montón, con la excusa de hacerlo más parejo.
Kevin estaba más que contento con mi idea, ya que los ojos se le iban a los pechos de Rachel y a ella no le desagradaba tanto.
Fiona protestó, porque no quería que jugáramos. Fue gracioso al ver cómo su esposo le pedía que se fuera a dormir.
Nos aseguró que no iba a jugar, pero al final, se unió a la mesa, sentándose al frente de su esposo, para mantenerlo vigilado.
Como los 2 estábamos entusiasmados que si ganábamos la segunda partida a Rachel, quedaría mostrando algo interesante, Fiona sacó avergonzada su camisa, quedando solamente con un sujetador blanco ocultando sus generosos pechos.
Pensó que su esposo le prestaría mayor atención al ver que su vecino podría mirarle sus pechos sin mucha dificultad, aunque poco le importó.
Tuve que darle un curso rápido del juego, ya que sin camisa, Kevin se había puesto muchísimo más cariñoso, abrazando por la cintura y dándole cosquillas a Rachel y luego, empezamos.
El primer juego, apostaríamos una sola prenda, para que Fiona comprendiera mejor las reglas. Pero a la segunda, ya podríamos apostar más.
La primera partida la ganó sorpresivamente Fiona, con 2 pares, obteniendo la camisa de su esposo, los zapatos de Rachel y mis pantalones.
En la segunda partida, me puse más osado. Aposté mi camisa y subí los calcetines contra Kevin, que me ganó con un miserable par, mientras que obtenía los zapatos y la falda de Rachel.
Pero el juego empezaba a tomar forma, porque así como Kevin se calentaba por la tanga roja de Rachel, ella y Fiona estaban muy interesadas en mis calzoncillos, porque mi monstruo empezaba a alzarse.
En la tercera ronda, obviamente perdí, quedando fuera, pero entonces Kevin se dio cuenta de que las 2 estaban más interesadas en mí que en él, así que también empezó a bajar las revoluciones y a perder a propósito.
Para el sexto juego, la final era entre las 2 féminas. Rachel y Fiona estaban en sus respectivas tangas.
Aunque Fiona llevaba la ventaja, cayó en los embustes de Rachel y perdió la primera mano, pero a la segunda, se lanzaron con todo.
Apostaron todas las prendas, incluyendo las tangas y solo faltaba mostrar las cartas. Fiona tenía un trió y un par, pero no fueron rival para la escalera de color de Rachel.
Kevin y yo sabíamos que las cosas se pondrían más interesantes, porque debíamos recuperar de alguna manera nuestras prendas… aunque claro, él podía ir a su habitación y vestirse de nuevo.
Mientras esperábamos el castigo de Rachel, Fiona lloraba. No quería seguir jugando más y lo único que deseaba era que nos fuéramos.
La abracé, tratando de consolarla y le susurré al oído que podríamos hacer lo que siempre había soñado.
Me miró sorprendida y la besé con ternura. Empecé a acariciar su cuerpo, su cintura, sus pechos y empezó a calentarse.
No sé si Kevin se dio cuenta o habrá dicho algo al verme así. Porque él estaba muy ocupado, sentado en el sofá, recibiendo una apasionada mamada de mi pelirroja amiga.
Le mostré a su esposa lo que mi amiga estaba haciendo y se espantó, pero tras meterle un par de dedos en el trasero, le dije que ella podía hacerlo mejor.
Para sacarle celos, Fiona me sentó en el sillón frente al de su marido, donde él podía ver claramente como su esposa subía y bajaba la cabeza en el miembro de su amigo.
Para ayudarle en su caso, le decía que su esposa era una excelente mamadora, y como lo esperaba, Rachel empezó a chuparle el rabo de una manera más intensa.
Debió ser una de las experiencias más extrañas para él, dado estaba recibiendo placer a través de la experimentada boca de la pelirroja, mientras que su “fiel y santiguada esposita” estaba mamando al vecino como si fuera una especialista.
Y no era para menos, porque me miraba a los ojos con deseo, mientras se tocaba la entrepierna y yo agarraba ocasionalmente sus pechos.
Fue él quien acabó primero, recibiendo el afectuoso trato de la garganta profunda de Rachel, que se encargo de chuparlo por un rato.
Pero su esposa seguía muy afanosa, subiendo y bajando por encima de la mía, mientras que su rajita empezaba a gotear, succionando cada vez más fuerte con la boca y moviéndose más rápido, relamiéndome como una loca y haciendo ruidos obscenos, con una mirada en los ojos suplicando que me corriera.
No tardé mucho en complacerla. Su esposo quedó anonadado al verla cómo se la enterraba en su garganta rítmicamente los 3 chorros y cómo se tragaba mis jugos y me la dejaba limpiecita, sin reparar demasiado en su marido.
Pero no dijo mucho, porque estaba bien ocupado con el apretado culito de la pelirroja, que viendo toda la escena se había puesto muy caliente otra vez.
Al darse cuenta, Fiona decidió imitarla. Las 2 gemían de placer: Rachel, porque tenía una más larga que la que acostumbraba y Fiona, por la resistencia inicial que su agujerito ponía con mi salchichón. Pero para mayor sorpresa de su marido, logró ensartarlo.
Mientras él quedaba turulato con los movimientos de la pelirroja, yo acariciaba los pechos de su esposa, lamía su espalda y la masturbaba, lo que la hacía gemir de una manera más sensual de la que probablemente él estaba acostumbrado a escuchar.
Las 2 nos pedían que no nos corriéramos, que aguantáramos y por varios minutos, pudimos complacerlas, pero nuevamente el aguante de Kevin falló y se corrió en su culo.
Mientras tanto, los pechos de su esposa se sacudían deliciosamente, mientras que sus babosos labios, llenos de lujuria, buscaban los míos y mi lengua y su cintura se sacudía con violencia sobre mí.
Cuando supe que no iba a dar más, le agarré los pezones y se los estiré con violencia, recibiendo mis jugos con un orgasmo simultáneo, lo que la dejó rendida y sonriendo.
Rachel estaba caliente y empezó a montar a Kevin, pero poco le importaba, porque él seguía mirando a su satisfecha esposa.
Fue cuando Rachel lo empezó a besar que él empezó a reaccionar y a acariciar sus enormes pechos.
Pero a Fiona no le importaba. Mientras esperábamos para poder separarnos, me decía que le había hecho ver fuegos artificiales, estrellas y todo tipo de luces. Pero al poco rato, escuchamos los gemidos de Rachel.
La mirada de Fiona ya no era de molestia. Quería que se la metiera y poco le importaba que estuvieran haciendo gozar a su esposo delante de ella.
Se sentó encima de mí, mirándome a los ojos y abrazándome. Puso esa carita de dolor, mientras que mi verga avanzaba por su interior, gimiendo suavemente.
Empezaron una guerra de gemidos, donde Kevin y yo sacábamos la mejor parte. Sus pechos bailoteaban a lo loco, mientras que nos apretaban jugosamente para que no escapáramos.
Mordía los pechos bamboleantes de su esposa, al igual que él lo hacía con mi amiga pero le saqué un gemido devastador y un prominente orgasmo al meterle 3 dedos por el agujero posterior.
Se sacudían violentamente, extraviadas en el placer y la habitación estaba repleta de gemidos y olor a sexo.
Kevin se corrió otra vez y Rachel quedó rendida, pero yo ni siquiera estaba cerca. Su esposa gemía y gemía, sacudiéndose sin parar.
Finalmente, me corrí otra vez. Quedó agotada y satisfecha, abrazándome un rato, hasta que bajara.
La dejé sentada en el sofá. Rachel estaba durmiendo y Kevin estaba más que asombrado e incluso, algo caliente.
Me dio sed, por la comida y la acción, así que tomé unos 3 vasos con agua y escuché claramente los gemidos de Fiona.
Su marido se la había ensartado nuevamente y ella estaba más que dichosa, diciéndole que lo amaba y lo quería más que a nadie.
Entonces, pedí disculpas por interrumpir un momento tan tierno, pero le dije a mi vecino que su esposa tenía un trasero delicioso y que si no le importaba darle una segunda probada.
Él no se quejó, porque su esposa tenía una cara de loca y empezamos a machacarla entre los 2.
Al principio, nuestros movimientos eran torpes, pero luego fuimos acompasándonos.
Me desagradaba tomar las manos de Kevin, así que cuando él le agarraba la cintura a Fiona, yo agarraba sus pechos y viceversa. En particular, disfrutaban más con que agarrara su cintura, porque la taladraba con violencia y los 3 lo disfrutábamos.
Tuve que correrme cuando lo hizo mi compañero, para así cumplir finalmente el deseo de su esposa. Pero no pudimos desensamblarnos por un buen rato, aunque ella se entretuvo besando a su marido, mientras yo lamía su espalda.
Dieron las 4 de la mañana cuando él cargó a su esposa a la habitación (le habíamos dado tan duro que le costaba caminar). Habían pasado 5 horas y media desde que mi mujer se fue.
Rachel tenía el sueño bien pesado y me tocó la triste labor de vestirla, colocando su sensual tanga roja en su lugar y volviendo a cubrir sus gelatinosos pechos, mientras ella dormitaba muy sonriente. Me vestí yo y cuando Kevin volvió, la tomé en brazos.
En la puerta, Kevin me dio las gracias. Hacía tiempo que él sabía sobre la fantasía de su esposa de estar con otro hombre y que cuando lo hacían por la noche, ella aun quedaba de ganas, pero a él no le quedaban más fuerzas.
Bromeé con él un poco, diciéndole que no se preocupara, que para eso estaban los amigos. Le di las gracias por haberme considerado, aunque él me aseguró que no tenía nada que agradecerle… que él se sentía “en deuda” conmigo… y que era un amigo de confianza.
Dijo que no esperaba que la noche se volviera así de desenfrenada, en especial con Rachel, a quien había visto un par de veces y la había encontrado bien guapa.
Le respondí que fue una suerte que ella aceptara venir, porque no me habría sentido cómodo con que él me prestara a su esposa y yo no le prestara la mía, lo que le hizo reír con nerviosismo.
Por último, le pedí que no le dijera nada a Marisol sobre lo ocurrido, que eso había sido por esa noche y no lo volveríamos a repetir. Me dijo que no me preocupara, que no le diría, porque sabía bastante bien cuánto me amaba mi esposa y diciendo eso, nos despedimos.
Cuando salimos del jardín de los vecinos, le pregunté a Rachel cuanto rato más iba a fingir que dormía, a lo que se levantó al instante. Le pregunté que qué tal le había parecido y me dijo que no lo hacía tan mal, pero me preguntó cuando la haría gozar como a Fiona.
Pensé que se refería al trío que habíamos hecho con Kevin, por lo que le respondí que ya tenía su teléfono, sabía donde vivía y era cosa de coordinarnos. Pero ella me aclaró su punto, al deslizar su mano debajo de mi pantalón…
Le dije que esa noche no, porque estaba cansado y me iría a acostar con mi mujer, lo que la desanimó…


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