Siete por siete (05): La primera noche




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Compendio I


La convención consistía de 20 exponentes (entre ellos, el jefe de Kevin), sobre diferentes aspectos de la minería, cubriendo proyectos de administración, mantención, reutilización de material, entre otros.
Asistimos cerca de 200 personas, de las diferentes oficinas de la compañía, tanto en Australia como Canadá, Estados Unidos, China y otros países, incluyendo mi tierra natal.
Las presentaciones se dividían en 2 bloques. En la mañana, exponían 3 personas, hasta la 1 de la tarde, donde nos daban 2 horas para comer, para luego regresar a escuchar a los otros 2 expositores.
Aunque no tenía muchas ganas de asistir, tenía muchos deseos de ver a mi vieja amiga Sonia.
Pienso que es la segunda mujer, después de Marisol, con quien tengo más confianza.
Nos conocemos por 3 años, más o menos. Cuando entré a trabajar de administrativo en la minera, ella me enseñó el trabajo.
En ese tiempo, tener algo con ella era imposible, porque estaba de novio con un tipo enorme llamado Fernando, que era bombero y entrenador físico. Además, ella me veía como un amigo y un compañero de trabajo.
Cuando empecé mi relación con Marisol, ella me aconsejó y fuimos tomando más confianza, compartiendo nuestros secretos e inquietudes.
Pero al poco tiempo que Fernando se reconociera como gay, a mí me destinaron para trabajar en faena, buscando una avería en los equipos.
Aprovechándose que ella estaba sola, mi antiguo jefe se propasó con ella, pero Sonia es muy digna y prefirió que la echaran a volverse la novia de mi jefe.
Yo la conocía bastante bien, al igual que sus talentos y propuse en varias ocasiones su nombre para que me ayudara en mi investigación. Finalmente, aceptaron mi petición y fue entonces cuando tuvimos un romance…
Pero la situación ha cambiado: ella se volvió la Administradora Asistente Regional, mientras que yo me volví Supervisor de Faena de Extracción en un yacimiento australiano.
Al poco tiempo, me casé con Marisol y desde entonces no nos hemos vuelto a ver.
Nos hemos mandado mensajes por correo, pero cuando llegaron nuestras invitaciones para esta conferencia, acordamos encontrarnos.
En realidad, la invitación iba para Hannah, la Jefa de Mantenimiento y Operaciones y para mí, pero la gerencia no quería mandarnos a ambos y ella ya había asistido antes, por lo que me cedió la oportunidad.
Me embarqué el domingo por la tarde hacia Melbourne. Podría haber usado la camioneta de la compañía para asistir, pero prefiero usarla para cuando voy a la faena. Además, los boletos eran de primera clase.
Aunque Marisol se quedaría esos 4 días con Diana y Megan, igual me preocupaba la momia y sus compinches, pero mi ruiseñor me aseguró que nada pasaría.
El vuelo tomó 2 horas. Nos hospedaron en un hotel de 4 estrellas.
Me registré a eso de las 10 en el hotel. Subí a mi habitación en el 3er piso, desempaqué y me fui a dormir. Al día siguiente me levanté a las 8 y fui a la conferencia.
Como me lo esperaba, fue muy aburrida, porque no hablaron nada nuevo. Sin embargo, sabía que en ese amplio salón con unas 200 personas debía estar ella.
En el break de mediodía la divisé. Se veía divina…
Vestía una falda negra de cuero, que resaltaba su cola seductora y sus largas piernas. También usaba una camisa blanca, que se transparentaba ligeramente y uno podía distinguir las sombras de su sujetador blanco, además de sus redondos y paraditos pechos.
Sin embargo, lo que me hizo babear fue que se cortó el pelo a la altura del cuello y usaba una cola de caballo, que complementada con sus infaltables lentes de marco cuadrado la hacían ver extremadamente sensual.
Me alegré al verla, pero me di cuenta que había cambiado.
Sonia ya no era la tierna secretaria que parecía una tigresa en la cama. Ahora era la jefa sensual que te obligaba a trabajar hasta tarde… y bien duro.
Estaba rodeada por tipos. Pensé que era por lo bien que se veía. Pero cuando divisé a Elena, entendí por qué había tantos hombres rodeándola.
Elena no había cambiado. Vestía una falda blanca cortísima, que con suerte alcanzaba a cubrir sus muslos, una camisa verde, delgada, muy escotada y para tentar más la atención de los hombres, con una cremallera en el centro. Ni que decir que por los 2 puntos oscuros y por sus movimientos, lo más seguro es que no tuviera un sujetador, pero lograban mantenerlos a raya.
Elena era la “puta de mi oficina”, pero cuando nos ascendieron a Sonia y a mí, Sonia la tomó como su asistente.
Me sería imposible hablar con Sonia si estaba rodeado de tanto baboso, por lo que decidí comer algo, salir a pasear un poco y volver a la conferencia.
A eso de las 5, terminaron las charlas por ese día. Salí bien apurado y las encontré afuera.
Sonia se puso muy contenta al verme y me dio un fuerte abrazo. Elena, en cambio, apenas me saludó.
Como yo era en cierta forma el dueño de casa, las invité a conocer la ciudad. Elena dijo que estaba cansada y que quería dormir, pero Sonia estaba muy entusiasmada.
Fuimos al mercado de la reina Victoria y terminamos comiendo comida china. Ella quería probar comida australiana, pero a mí no me entusiasma mucho. Se decidió a comer lo mismo que yo y nos pusimos a conversar.
La noté tímida. Le conté de mi vida de casado, de mis pequeñas, de mi trabajo y de cómo Marisol había vuelto a la universidad.
Entonces, me preguntó su inquietud: si Marisol había cambiado después del matrimonio y del nacimiento de las pequeñas.
Le conté que no, que aun seguía compartiéndome.
Se puso más nerviosa, preguntándome qué pensaba de eso, puesto que era padre y estaba casado.
Le expliqué que ya había hecho las paces con esa idea. Marisol siempre encontraría una excusa para justificarse, como ahora, que dice que las niñas son muy pequeñas para darse cuenta, pero que aun tenía la esperanza que todo fuera más normal.
Eso la alegró un poco y poniéndose algo colorada, preguntó si la había extrañado.
Bastó un largo beso para responderle…
Sus labios eran dulces y su lengua se derretía deliciosamente en mi boca. Mis manos se aferraban a su cintura y ella quería que la tomara. Así que pagué la cuenta y regresamos al hotel.
Decidimos ir a mi habitación, puesto que ella compartía la suya con Elena. Apenas cerré la puerta, empecé a desvestirla.
Yo desabrochaba su camisa, mientras que sus manos me sacaban el cinturón. Nos besábamos frenéticamente y de repente, sentí sus tibias manos debajo del calzoncillo.
Me dio una sonrisa picara y se puso a mamarla, pero aunque lo hacía extremadamente bien, le dije que parara. Quería tenerla en mis brazos…
Nos seguimos besando, mientras desabrochaba su falda y le sacaba la delgadísima tanga. Se notaba que me estaba esperando…
A vísperas del gran momento, me suplicó que lo hiciéramos sin condón, que no me preocupara por si la embarazaba, porque tomaba la pastilla.
Me reí un poco, diciéndole que no usaba condones desde que me casé.
Le causó mucha gracia y placer, al sentirme en su interior.
Me abrazó muy fuerte cuando la metí. Los 2 suspiramos, porque lo anhelábamos por mucho tiempo. Se aferraba con sus piernas a mi espalda y empezaba nuestro vaivén.
La volteé encima de mí, para controlar sus movimientos y poder agarrar mejor ese trasero. Ella sonreía como una chiquilla.
Aun seguía muy apretada. Le pregunté si tenía novio o algo así…
Respondió que no. Me dijo que su último novio se había casado y se había ido a trabajar al extranjero y era padre de 2 niñitas…
La extrañaba. Acariciaba su cara y la besaba. Era mi amiga.
Sus pezones estaban erectos y se sentían muy cálidos en mi pecho. Le metí mis dedos en el trasero y sus ojos quedaron en blanco.
Le pregunté si seguía ocupando sus juguetes por las noches. Arrebatada por el placer, confesó que sí, que no había noche que no los usara.
Estaba llegando nuevamente en lo más profundo de su ser. Sentía otra vez como mi cabeza deformaba los labios de su matriz. Ella estaba en la gloria…
Me pedía que me corriera, mientras me besaba como una colegiala.
No necesitaba que me lo dijera…
Nuestro orgasmo fue lindo. Quedamos congelados en el tiempo. Su sonrisa era tan bonita, mientras esperaba que nos pudiéramos despegar.
Pero yo no quería salir…
Le dije que la había extrañado mucho, que era mi mejor amiga y que todavía me hacía falta. Ella lloraba, porque también lo sentía.
Empecé a probar sus pechos, como lo he aprendido con Marisol. Ella se reía, porque sabe que me gustan mucho los pechos…
Pero no contaba que hubiese aprendido cosas nuevas en estos meses de casado. No podía seguir bromeando, cuando sentía que sus aureolas eran succionadas salvajemente, buscando leche.
Su respiración empezaba a agitarse nuevamente y se mordía los labios.
Le encantaba.
También meneaba su cintura…
Sentía como se corría nuevamente. Le susurré al oído que esa noche sería mía, que no me preocuparía ni de Marisol ni de mis hijas. Que ella me había dado permiso…
Supongo que esa sonrisa y esas lágrimas eran producto de la extraña relación que permite mi esposa.
Me corrí nuevamente en su interior, mientras nos besábamos. Pero quería seguir dándole.
Le pedí permiso para usar su colita. Estaba cansada, por la conferencia y los orgasmos, pero tampoco quería que parara.
Mientras la metía por su agujero, le susurré al oído que me gustaba su corte de pelo. Que la hacía ver más sensual…
No fue difícil meterla entera, hasta el final. Le pregunté qué cosas se había metido por ahí, ya que podía meterlo sin problemas, avanzando hasta el fondo.
No quiso contarme y me puso más caliente.
Empecé a pellizcar sus pechos, sus pezones y sus nalgas no para sacar una confesión, pero para darle más placer y cuando no aguanté más, me corrí otra vez.
Esa noche, medio dormimos. Nos acurrucamos, pero con una de mis manos enterrada en su rajita, mientras que la otra aferraba sus pechos y a ratos, le enterraba mi pene en su rico trasero o en su mojada rajita.
Al amanecer, empecé un nuevo día con una rica mamada de mi mejor amiga…


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