Seis por ocho (110): El primer movimiento de Marisol




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Compendio I


A sugerencia de un buen amigo, traduciré las conversaciones al español. Ha sido una idea providencial, en especial esta primera noche, que estoy en faena y el fantasma de Kevin me anda rondando en la memoria.
Me causa emociones complejas redactarlo. Por una parte, me da pena, porque mi Marisol, en cierta forma, dejó de ser mi Marisol. Pero por otra, me excita y me alegra, porque de la misma manera que lo hago yo, ha vuelto ella.
Aprendimos bastante de ese cambio de roles. Aun me dice que no le gustó, pero la conozco y de cualquier manera, sería el mismo Kevin que me la terminaría devolviendo, pero eso es adelantar un poco las cosas…
Irónicamente, aprendí que me ama bastante y que probablemente, no volvamos a repetir la experiencia. Me he dado cuenta que lo que ellas decían parece ser cierto. Hay algo especial en mí…
Marisol me ha dicho que soy inteligente, alto y buen mozo, pero que además escucho, soy generoso y muy hospitalario. También dijo que siempre la he hecho sentir cómoda, que tengo una especie de aura de inocente y bonachón, que cuando se pone a conversar conmigo, no hay tema que sea prohibido.
Y eso le preocupaba esa tarde, que lo supiera sin necesidad de que conversáramos, mi esperado Ruiseñor.
“¡Marco, has vuelto! ¡Te extrañé tanto!” me dijo, abrazándome y besándome, muchas veces.
No quise preguntarle de inmediato. Me contó que me había extrañado muchísimo, durante la cena, dado que a diferencia de las otras veces, se sentía sola y nadie hablaba su lengua. Las clases no eran demasiado complicadas, pero creía que podría arreglárselas.
Me preguntó cómo me fue en la mina. Le dije que fue una semana difícil, porque aun no estaba funcionando todo en orden. Además, la jefa de mantenimiento y operaciones, una mujer petulante llamada Hanna, pero apodada “Cargo shorts”, por el tipo de bermudas que usaba, me había dado mierda toda la semana.
Como odiaba estar de ocioso, me dediqué a revisar equipos y sistemas, que no necesariamente me correspondían, pero al menos, me distraían de mis preocupaciones. Pero en el fondo, la había estado extrañando toda la semana.
Finalmente, no quedó nada más que preguntar, cuando ella me dijo.
“Tengo algo que decirte…”.
Lo notaba por sus ojos. Algo había pasado…
Íbamos a conversar, pero llamaron a la puerta. Eran Kevin y Fiona…
“¡Hola, compañero! Mi esposa me dijo que estabas preocupado por la tuya, así que vine aquí para revisarla. ¿Ves?... ni siquiera tiene un rasguño…”me dijo Kevin, apenas llegó.
Que me dijera eso me ocasionaba más ansias para confirmar la veracidad de sus palabras…
Fiona estaba callada. Observaba atentamente a Marisol y a su esposo. Pero Marisol no se apartaba de mi brazo.
“¿Les gustaría algo para tomar?” les invitó mi ruiseñor.
“¡No me importaría!” dijo Kevin, muy feliz.
Marisol lo miró con ojos lleno de odio.
“No tenemos cerveza…” le respondió, muy seca.
Kevin se intimidó.
“¡Está bien! lo que tengas estará bien…” aceptó.
Nos sirvió jugo. Mientras tomábamos, sentí algo de alivio. Tal vez, no había pasado nada…
“¿Así que donde estabas?” le preguntó Fiona a Marisol. “Cuando Marco regresó, preguntó por ti…”
Notaba la desconfianza de Fiona en sus ojos, pero Marisol respondía con su honestidad habitual.
“Estaba en la universidad. Kevin me dejó afuera del campus y fui a clases.”Nos respondió, cerrando los parpados levemente más largo que lo habitual.
La conozco… algo más había pasado…
“Es lo menos que podía hacer…” dijo Kevin, sonriéndome. “Pobre pajarilla está embarazada y todo…”
Podía ser casualidad. No significaba necesariamente que ya le tuviera un apodo a Marisol…
Kevin notó la tensión de las chicas cuando hablaba. Me miró pidiendo, como pidiendo auxilio…
“¿Me acompañas a fumar?” me preguntó Kevin.
“Yo no fumo…” le respondí, mientras que ellas lo miraban muy serias.
“Amigo, necesitas una vida…” me dijo Kevin, abriendo la puerta.
Fuimos al patio y se estiró, soltándose.
“¡Hombre! ¡Me mentiste!… intenté hacer lo que dijiste con Fiona y no se pudo…” Me protestó.
Escuchar eso fue un alivio. Al menos, parecía haberme dicho la verdad cuando decía que quería intentarlo con ella.
“¿Lo conversaste con ella antes?” pregunté.
“¡Claro que no!... Fiona es… especial. A ella le gusta el sexo de una manera… y bueno… es para hacer bebes. No es como tú o como yo, que tenemos necesidades y deseos. Para ella, hasta tocarla es difícil, ¿Me entiendes?” dijo, bastante afligido.
“Si, pero por algo debes conversarlo. Cuando empecé a hacerle el trasero a Marisol, también le asustaba.” Le confesé.
“¡Esa Marisol!” me dijo, riéndose. “¡Es una pistola cargada!”
“¿Por qué?” pregunté, confundido.
Él me vio y se puso más serio.
“Porque me odia. Cuando vine la primera noche con mi lata de cerveza, me echó volando para afuera. Al día siguiente, venía fumando y tampoco me dejo entrar y bueno, por las mañanas tiene una nariz sensible… hasta el punto que se me hace difícil encaminarla a la universidad…” me dijo él, riéndose.
No lo conocía bien, pero tenía más y más sospechas sobre ese viaje a la universidad…
“Bueno… es porque será una madre y su nariz se ha puesto sensible…” le expliqué.
“Si… pero jamás pensé que por una mujer dejaría de fumar…” dijo él, algo ilusionado. “Digo… por una mujer embarazada, al menos. ¡Te extrañó bastante, compañero!”
Me tomó el hombro, como si me felicitara. Luego entramos a casa. Durante nuestro rato afuera, no encendió un cigarro…
Algo pasaba.
“¡Vamos, amor!” le dijo Kevin, tocando el trasero de Fiona. “¡Dejemos que los tortolos se consuelen!”
Fiona se puso roja, pero me miró, como si se sometiera al nuevo trato de su esposo.
Una vez solos otra vez…
“¡Hay algo que quiero contarte!...” dijimos al mismo tiempo.
Nos miramos. Nos besamos. Nos reímos. Realmente nos habíamos extrañado.
Fuimos al dormitorio y nos empezamos a desvestir.
“¿Quién lo dice primero?” preguntó.
Yo sonreí.
“Supongo que tú. Eres tú la que me escucha lo que te cuento…” respondí.
Ella enrojeció.
“¡Marco, no!... me da vergüenza…” dijo ella.
“No debería darte… siempre te he dicho todo…”
“Si… pero es distinto…” dijo ella, bien afligida. “Yo quería escucharlo…”
Suspiré. Algo si había pasado…
Le acaricié la cara y le dije.
“¡Eres mi esposa y te seguiré amando!”
“Pero Marco…” ella protestó, pero no tenía palabras para continuar.
“Marisol, eso es lo que siento siempre, cuando te lo digo” le dije, ordenando mi camisa, sin mirarla a los ojos. “Esa misma vergüenza que debes estar sintiendo tú, yo ya la he sentido…”
“Si… pero es distinto…” me dijo. “A mí no me molesta que me lo cuentes… porque yo lo disfruto… pero a ti…”
Cerré el armario.
“¿Cómo lo sabes?... puede que me guste…” traté de forzar una sonrisa.
“¡No!... porque me quieres mucho…” dijo ella, poniéndose a llorar.
No niego que tenía miedo. Era mi Marisol. Yo era el único que la había tocado… pero ella se veía tierna y lo que ella estaba sintiendo, yo lo respiraba cada día…
“¡Animo, Marisol!” le dije. “No sé consolarte tan bien como lo haces tú… siempre dices alguna frase que me sube los ánimos… porque parece que sabes todo lo que hago… pero no puedo… porque no soy tú. ¡Esfuérzate!”
“¡No, Marco!... no quiero hacerte llorar…” me suplicaba. “He sido mala…”
Sonreí. Aunque me asustaba saberlo, no me equivocaba cuando le dije que no podría juzgarla.
“¡Marisol, mírame!” le dije, con una gran sonrisa. “No estoy llorando y como te digo, esta vez te toca a ti. Tú siempre eres comprensiva conmigo. Pues ahora me toca ser yo comprensivo contigo. ¡No te asustes que te dejaré de querer!... Hemos pasado mucho y tienes un delfín en el dedo, que dice que soy tuyo y tú eres mía… ¡Atrévete, preciosa!... puede que me guste…”
Sus ojos verdes los secó y trató de responderme con una sonrisa…
“¡Esta bien, Marco!” dijo ella, dando un suspiro. “Yo… te he sido infiel…”
“¡Prosigue!” respondí, ya que quería saber.
“Kevin no me gusta… ¿Sabes?... es guapo, pero también es muy tosco… y siempre apesta a cerveza… o a cigarros…” me empezó a contar.
“En el fondo, aun me amas.” Resumí, riéndome.
Ella se alegró un poco más.
“¡Así es!... y bueno, la primera noche que vino, pues… lo eche de la casa… porque venía con una cerveza…” me dijo ella.
“¡Marisol, sé honesta!” le dije.
La conozco bien. Cuando miente, parpadea un poco más largo.
“¡Amor, te estoy diciendo la verdad!” me dijo ella, tratando de convencerme.
“¡Tú me dices que mientras no te mienta, me dejarás hacerlo!” le dije. “¡Te entiendo un poco, porque me estás haciendo desconfiar!”
Ella se avergonzó.
“¡Está bien… Marco!” respondió.
“¿Qué pasó esa noche?”
“Pues… yo…” dijo ella.
“¡Lo besaste!” le dije.
“¡Claro que no!” me respondió, bien avergonzada.
“¡Marisol, relájate!” le dije yo. “Me has visto muchas veces así y yo me he acostumbrado a decirte la verdad… entiendo que estés nerviosa… pero francamente, me tienes excitado con saber qué hiciste con él… ¿Te sentías así, cuando yo te lo contaba?”
Me sonrió.
“Si… era algo así… ¡Esta bien, Marco!... trataré de hacerlo… pero te pido que si te duele mucho, me avises… ¡No quiero verte llorar!”
Me reí.
“¡Eso lo digo yo todo el tiempo!”
La risa nos ayudó a mitigar la tensión. Me miró con sus delicados pestañeos y su sonrisa, con el lunar que me derrite. Me diría la verdad.
“Bueno… él vino a eso de las 10 de la noche… con cerveza en mano. Dijo que tú le habías encargado que revisara la casa, pero yo me he dado cuenta que aquí no hay ladrones. Pero también te conozco y sé que me quieres mucho… así que fuimos a revisar el patio… no vimos nada raro. Revisamos los alrededores… y volvimos para acá…” me contó.
“¿Y qué estabas haciendo tú?” le pregunté, sonriendo.
“Bueno… estaba viendo las noticias y estaban dando un partido del Manchester… y tú sabes… te extrañaba…” me dijo, poniendo una cara de traviesa.
No me lo ha confesado abiertamente, pero son cosas que se saben porque conoces a tu pareja. Probablemente, debió haber estado congelando la imagen, mientras se masturbaba, al igual que lo hago yo con los mangas hentai.
Nos hemos sorprendido mutuamente, pero en el fondo, tratamos de no interrumpirnos y pretender que nada pasa.
“Entonces, Kevin se sentó a ver el partido conmigo… me dijo que no había visto los goles… y bueno… lo miramos…” me dijo, nuevamente, parpadeando más despacio.
“¡Marisol!” le llamé la atención.
Ella enrojeció.
“¡Está bien!” dijo, poniendo cara de niña pequeña, pero a la vez, preocupada por mi reacción. “Pues… mientras veía la tele… sentí que me miraba los pechos… tú sabes que nunca me miraban los pechos… y bueno, mi corazón se empezó a acelerar un poco…”
Su mirada se ponía algo más excitada… no sé si era porque la extrañaba, pero me estaba poniendo caliente.
“De repente… hicieron un gol y Kevin alzó los brazos para celebrar… yo trataba de ver el partido… pero lo miraba de reojo… y de repente… sentí una mano en mi nalga…” dijo, mirándome espantada.
“¿Te puso la mano?” pregunté.
“Sí.” respondió ella. “Fue extraño… al principio, dejó la mano al lado de mi nalga. No le presté importancia… pero uno de sus dedos empezó a rozarme. Yo lo miraba y él me sonreía… pero luego, apareció un segundo dedo… y me empezaba a acariciar… y me acordaba de ti… no quería decirle nada, porque te había extrañado todo el día… y luego un tercero… y después un cuarto… y empezó a sobar despacio mi nalga…”
Lo decía en un tono tan sensual. Para sorpresa de ambos, empezaba a calentarme…
“Te confieso que para un foul, me moví un poco… para que acomodara mejor su mano. Le dejé un espacio y él fue despacio arrastrándolo… sentía sus dedos en mis nalgas… y cómo se iban aproximando a mi trasero… en el espacio entre la nalga y el sofá… e iba avanzando… hasta que no pude aguantar más y le atrapé la mano. Él se sorprendió y se asustó y me hice la enfadada, diciéndole que era un pervertido… tomé la lata de cerveza y lo eché de la casa… pero apenas se fue… subí a mi habitación, busqué el huevito y lo coloqué a máxima intensidad… hasta que me corrí… ¡Lo siento mucho, amor!”
“¿Y eso fue todo?” pregunté.
Ella bajó la mirada.
“¡No, amor!... a la mañana siguiente, iba a tomar el bus, pero él iba saliendo a su trabajo. Así que se ofreció a llevarme. Se sentía muy arrepentido. Me confesó que hacía tiempo que quería probar eso, pero que fue un canalla al hacerlo cuando tú no estabas.”
“¿Y qué le respondiste?” pregunté.
Nuevamente, un pestañeo largo…
“¡Marisol!” le llamé la atención…
Ella suspiró…
“Pues… le dije que no lo había hecho mal… pero que debía hacerlo con su esposa. Me dijo que lo había intentado, pero que a ella no le gustaba. Entonces, le sugerí que fuera más delicado, que lo hiciera mientras hacían el amor, ya que así fue como me enseñaste a mí. Él me contó que lo había intentado de esa manera, pero que no le gusto… le dije que si quería, le enseñaba como hacerlo… acordándome de que debía enseñarle a ser mejor amante… pero que debía venir sin cerveza. Él aceptó y concordamos…”
“¿Y qué pasó?” pregunté.
“Pues, apareció a eso de las 7, fumando un cigarro… tú sabes que me dan nauseas…” me respondió, riéndose.
Ya me imagino cómo debe haber quedado el pobre Kevin… con las ganas y con el cigarro en la boca.
“A la mañana siguiente, de nuevo me llevó a la universidad. Me dijo que no había ni fumado ni bebido y que incluso, se había bañado y me pidió tocar mi trasero… así que como empezaba a extrañar tu desayuno… pues… lo dejé…” me dijo ella, bien avergonzada.
“¿S-se la chupaste?” le pregunté, por la referencia al desayuno.
“¡Claro que no!” dijo ella, parpadeando largo.
“¡Marisol!” exclamé.
Ella miró el piso…
“¡No en esos momentos!…” me respondió y yo con una tremenda erección. “Lo que pasó fue que… cuando me empezó a sobar… empecé a agitarme despacio… él metía el dedo por la ranura de mi trasero y me bajaba el calzón… y él también empezó a excitarse… ¡Me gusta mucho la tuya!... pero la de él... es gigantesca. En un semáforo, se la empecé a sobar… y le gusto… entonces llegamos al campus y me preguntó si podríamos continuar por la noche…”
Yo ya me estaba pajeando…
“¿Qué le dijiste?”
“pues…”
Pestañeo largo…
“¡Marisol!”
Ella suspiró…
“Lo besé…” me dijo, colorada.
Encontré que parecía una flor tierna… con un hacha rompiéndome el corazón, por un lado… pero una flor tierna.
“¡No pienses que lo hice como lo hago contigo!” me dijo, tratando de calmarme. “Es decir… no niego que lo intenté… pero su boca es muy torpe… y bueno… cuando abrió su boca… sentí olor a cigarro…”
Yo me reí a carcajadas. Me acordé de esa película clásica, con el “método Ludovico”, para rehabilitar criminales. Supongo que no hubo mejor terapia contra la infidelidad.
Ella también se rió, al verme más calmado. Como les digo, experimentaba sensaciones diversas. En el fondo, me estaba rompiendo el corazón, pero yo también, de alguna u otra manera, había sentido eso. Supongo que en el caso de mi ruiseñor, su empatía la ayudaba a mitigar el dolor.
“¿Y qué pasó esa noche?”
Marisol no quería contarme…
La acaricié y le pedí que me mirara a los ojos.
“¡Me duele, no te lo niego!... pero me estás poniendo caliente… por favor, sigue…”
Ella suspiró nuevamente…
“Llegó sin cigarro ni cerveza… incluso, venía algo perfumado. Se había lavado los dientes… y no me gusto besarlo. Su boca era amarga… y su saliva tenía un sabor extraño… realmente, me sentí triste… porque no eras tú…” dijo ella, mirándome con ternura. “Nunca te lo he dicho… pero cuando me dijiste que sentías que mi boca sabía a limón… yo me sorprendí, porque la tuya sabía a azúcar. Después, cuando nos comprometimos, esa tarde que te pedí que besaras a Sonia… me asusté que dijeras que su lengua fuera dulce… y por eso, quise besarte otra vez… no quería que te fueras…”
Estaba muy conmovida y me decía la verdad. Pero la conozco…
“¿Qué más pasó?”
“Creo que fue extrañarte…” me dijo. “ Fue una sensación extraña. Quería que me tocaras, como lo haces tú… pero era muy torpe y sus manos son demasiado grandes. Acariciaba mis pechos, pero los envolvía con una mano, mientras trataba de seguir besándome…”
“¿Te resististe?”
Ella gimoteó.
“¡No!... ¡Te extrañaba mucho!... sus manos iban recorriendo mi cuerpo… y yo lo dejaba… porque esperaba que en algún momento… sentiría tus dedos y tu cariño… pero sus brazos y dedos eran distintos…”
Ella lloraba, pero extrañamente, yo me sentía como en el centro de un huracán. Es decir, me estaba desgarrando el corazón, pero en el fondo, la comprendía.
No le guardaba rencor. Era como cuando escuchas en la radio una melodía que te queda andando en la cabeza, pero que no te sabes las letras… yo supe lo que sentía y por supuesto, intuí lo que ocurriría…
“Entonces… se bajó el pantalón y lo vi… ¡Es muy largo!... te estaría mintiendo si te dijera que no quería chuparlo… pero mi cuerpo te extrañaba con ansias… así que cerré los ojos… y traté de pensar en el tuyo. Es demasiado largo… pero no me llenaba la boca como el tuyo… empezó a forzarme la cabeza, pero la punta golpeaba mi úvula, haciendo que me dieran arcadas… trataba de respirar mejor… pero él no me dejaba.”
Noté un ligero resplandor en sus ojos, que lo conocía bastante bien. No obstante, guardé silencio…
“Empecé a lamerla por los lados… para que no me ahogara… pero Kevin es algo sucio y se sentía un olor amargo en sus testículos… lo chupaba, mirándolo a los ojos… esperando que me vieras tú… él jadeaba, disfrutándolo… de repente, tomó mi cabeza y me la enterró en la garganta… y se corrió en mi boca…”
Ella lloraba muy arrepentida… pero yo también conocía la razón de ese arrepentimiento.
Le había gustado.
“Reconozco que quedé muy sorprendida. Fue muy rápido y pensé que sería más… pero sus jugos no eran tan ricos como tu desayuno… y quedé con ganas de más. Se la traté de agarrar nuevamente… pero él se puso los pantalones… me dijo que era una puta golosa… se arregló y me dijo que mañana volvería por más… por la noche, me dormí llorando, pensando que te había traicionado…”
La abracé y la besé en la cabeza, tal como ella lo ha hecho en muchas ocasiones.
“¿Al día siguiente fuiste con él a la universidad?”
Ella me miró indignada, pero la conozco muy bien…
“¡Por supuesto que no! Era miércoles… y tú sabes que hago los miércoles por la mañana…” me dijo.
Sonreí. Esa es Marisol. Ese miércoles por la mañana me fue fiel, dado que su otro gran amor, Hisashi Sensei, me había cubierto las espaldas. Con el cambio de país y los usos horarios, tanto ella como su hermana y su prima compartían las infaltables peripecias del karateca, viendo lo que ellas veían a las 8pm del martes, a las 9 y media de la mañana de nuestro miércoles.
A no ser como ahora, que estamos pendientes de las pequeñas, difícil le sería a Kevin llevarla a la universidad…
“Tocó la bocina e incluso vino a golpear. Le dije que no me iría temprano y se empezó a enfadar. Me empezó a decir que era una puta cachonda y que en el fondo, quería más. Me molestó por un buen rato, por lo que me puse los audífonos, hasta que se aburrió y se fue.”
Yo le acariciaba la cabeza, sabiendo que esa parte de ella no se puede luchar. En varias ocasiones, tuvimos que cancelar nuestros planes, porque ella debía seguir esa serie y yo la entendía.
“Por la tarde, apareció por la casa… con cara de arrepentido, pero me había insultado a mí y a mi animé. Me dijo que me había extrañado y que le hacía falta… pero miraba en sus ojos la lujuria. Le dije que esa noche no, que no tenía ganas… pero el trató de meter la mano en mi trasero, buscando mi agujero. Lo abofetee bien fuerte y le dije insolente. Me dijo que era una puta loca y desquiciada y que mejor, me fuera al carajo.”
Esa es la diferencia entre Kevin y yo. Cuando Marisol se molesta, uno no debe obligarla. Debe ceder ante ella y tal vez, sobreactuar un poco… diciendo que dormirás en el sofá o algo así… para que más tarde o venga a arroparte (si aun está enfadada) o a invitarte a dormir con ella.
Una persona como Kevin difícilmente descubriría ese aspecto de Marisol.
“La mañana del jueves, me fui con él, pero lo tenía muy confundido…” me contaba, riéndose. “Fui yo la que me acerqué a él y me puse a chupársela…”
Yo me reí.
“¿Y de mi, no te acordabas, cierto?” le pregunté.
Ella se avergonzó.
“¡Cállate!” me respondió, también riendo. “Es que eran varias razones… de partida, extrañaba tu desayuno… además, era una distinta a la tuya… y bueno… también empecé a creer que tenías razón y que me merecía tener algo también… pero aunque es más larga, él dura muy poco y no es como tú, que botas leche con chorros fuertes, que me queman la garganta y me llenan la boca, si no me los trago. Él se corre con 2 o 3 chorros chiquitos, que con suerte me llenan la mejilla. Además, se desinfla al instante…”
“Bueno… tú sabes que he tenido más practica…” le dije yo, fanfarroneando.
“¡Dímelo a mí, que me asustas en la cama!” dijo ella, riéndose. “Pero ahora estoy contenta… porque estás aquí…”
Empezamos a hacer el amor.
“¿Y le has dado tus agujeritos?” pregunté.
“No he querido…” me confesó, meneándose despacio. “Es rico… no te lo niego… pero igual me siento mal por ti. Pienso que por ahora, puedo manejarlo con mi boca y con mi trasero… pero si tú no quieres, puedo romper cuando quiera…”
Yo le sonreí.
“¿Me estás diciendo que no te gusta?” le pregunté.
“¡Claro que no!” me dijo, bien colorada. “Ya no la necesito. Estás tú aquí…”
Me reí.
“¡Esa es la cara que pones cuando te manoseo en el cine!” protesté, muerto de la risa.
“¡No es cierto!” me respondió, avergonzada.
“¡Marisol!”
“¡Está bien!... me gusta esa sensación… de sentirme puta…” me confesó.
“Si… pero está bien… ya ves que aun seguimos haciendo el amor…”le dije.
“Si… y se siente… distinto…” me decía ella, sacudiéndose.
“Debe ser porque me engañas…” le dije, besándola y acariciando su cuello.
“Si… soy tan mala…” me dijo ella, dejándose querer.
Fue una noche apasionada. Lo hicimos hasta casi las 3 am.
“Y pensar que en un rato más te estaré dando desayuno… y al poco después, Kevin te dará tu postre…” le dije, besándola en las mejillas.
Sus ojos brillaban por lujuria.
Y viendo que Marisol había hecho su primer movimiento, me dormí, bastante excitado al pensar que era mi turno con Fiona…


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