en las duchas (relato gay)

Soy Nico. 28 años. Vivo en Barrio Norte, Buenos Aires. Rubio, ojos verdes, barbita, pijón pero, por sobre todo MUY CULÓN. Voy a American Sport todos los días, y los sábados a la tarde hago pileta en el mismo gimnasio. Como es sábado, después del mediodía, hay poca gente en el gym, y casi nadie en la pileta.
Roberto, 41 años, enorme de cuerpo, rapado, barba y mucha actitud de macho. Todos los sábados, en mi mismo horario, nada en la misma pileta que yo. Usa un speedo negro que deja imaginar la tremenda chota que tiene.
Es peludo, con brazos gigantes y tatuados. Siempre serio. Soy bien machito, pero lo miro y se me dilata el ojete. No me sale otra cara más que la de una trola en celo.
El sábado pasado pasó lo que era evidente que iba a pasar: nos cruzamos camino a las duchas, y lo miré con tanta calentura, que no quedó otra. Llego a las duchas, me pongo en bolas, me meto a una ducha y dejo la cortina abierta. Dando la espalda a la entrada de mi ducha, empiezo a enjabonarme. Llega Roberto, se pone en bolas, y por primera vez vi la tremenda verga que tiene. Más gruesa de lo que yo imaginaba. Empieza a ducharse en la ducha de enfrente a la mía, también con la cortina abierta. Entonces yo me empiezo a enjabonar el ojete. Parecía una puta. abría mis piernas y me enjabonaba el tremendo orto que tengo. De repente siento su verga apoyarse en mi ojete y sus manos gigantes en mi cuello. Lo primero que me dijo fué “que puta que sos. Te gusta mucho la pija?”. Y yo le respondía “me gusta mucho TU pija”.
Dejó apoyada su tremenda chota gomosa en mi ojete caliente y enjabonado, y me empezó a besar el cuello. Mientras lo hacía me decía que yo iba a ser su trola para siempre. Que lo volvía loco. Que yo tenía la concha más linda que él jamás haya visto.
Acto seguido, bajó, y con el agua caliente cayendo arriba nuestro empezó a comerse mi orto. Me cogía con la lengua. Estaba sacado. Me lo chupaba todo.
Después de una morfada de ojete suprema e inolvidable, me arrodillé yo frente a su poronga, para devolverle el favor: se la comí terrible y deliciosamente. No escatimé en nada: le comí sus huevos enormes y peludos, y los 23 cm. de verga hermosa que le cuelgan. Durante media hora o más.
En un momento me mira, y me dice “vos sos mi puta. Y yo a una puta le hago lo que quiero. Y asi, arrodillado frente a él como estaba, empezó a mearme entero. Nunca en mi vida llegué a un extasis semejante. Me sentía una trola, y eso me volvía loco. O mejor dicho LOCA.
Franeleamos un largo rato, hasta que con una buena paja cruzada largamos litros de leche.
Nos duchamos, nos pasamos los teléfonos, y nos fuimos.
El sábado a la noche me escribió invitandome a su casa (que dicho sea de paso era a 4 cuadras de la mía!). A las 4:00 am (después de una buena salida con mis amigos) llegué a su casa. Me hizo poner una tanga roja calada bien de mina que me quedaba bien colada en el ojate, y me hizo su puta completa: me garchó horas, por toda la casa, y no hacía más que decirme “tu concha no va a ser de nadie más que mía”. Yo no podía creer como siendo tan machito y tan tapado, podía calentarme tanto al escuchar que Roberto le decía “concha” a mi tremendo ojete.
Cada vez que tenemos ganas, estrenamos tanga y soy su puta por unas horas.

autor: nicolas

fuente: gemidos

3 comentarios - en las duchas (relato gay)