Seis por ocho (75): Los orígenes de Violeta




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Compendio I


Probablemente, piensen algo como “¡Excelente, amigo! ¡Todas las noches, un trió y las otras, haciendo cola para esperar su turno la noche siguiente!”
No niego que es algo así, pero como descubriríamos esa noche junto con Marisol, no todos los tríos tienen finales felices… es decir, si lo tienen, pero no en el contexto al que me refiero.
A Violeta no le encontraron nada grave y aparte de unas medicinas y pastillas para dormir, la dejaron sin muchos cuidados por los próximos 2 días. Por esas razones, Verónica aceptó la invitación de Marisol, ya que necesitaba despejarse.
A diferencia de las noches anteriores, donde Pamela y Amelia interactuaban con nosotros, Verónica se limitaba mayormente a mirarnos.
No era que estuviera intimidada por el morbo o el incesto (lamentablemente, para mí, que sigo buscando alguna salida para una relación más normal), sino que ella se mostraba algo melancólica al vernos hacer el amor. Ya había disfrutado del trasero de mi suegra, pero vernos como nos amábamos parecía ponerla triste.
“¿Quieres hacerlo también?” le pregunté. No estaba en mis mejores momentos. Me podría correr una o dos veces más, porque el día había sido ajetreado y bueno… no voy a negarme que ver a 2 mujeres como ellas es muy excitante; pensar en lo que hice con Pamela un par de horas atrás fue muy rico; lo que hice en el trabajo con Sonia fue fenomenal y el recuerdo de la mirada de Elena, la tetona, puta y golosa asistente del abogado, mirándome como si deseara chuparme y tal vez, otras cosas más, no me ponía de ganas, pero me sentía cansado y aunque hacer el amor es bien rico, también disfruto bastante el acurrucarme y dormir apegado a una mujer… o como en estas noches, 2 mujeres.
“¡No, no se preocupen!” dijo ella, algo triste. “¡Estoy bien!”
“¿Estás... segura, mamá?” preguntó Marisol, aun agitada. “¡Porque a Marco… aún le quedan fuerzas!” decía, acariciando mi dura herramienta.
“¿Pasa algo?” le pregunté. Como estaba algo satisfecho, podía percatarme de su inquietud sin distraerme por sus hermosísimos y generosos pechos.
“¡No, Marco!... ¡No pasa nada!” dijo ella, dando un leve suspiro. “¡Sólo siento algo de envidia por Marisol!”
“¡Pero mamá… si quieres… puedes hacerlo con Marco aquí!... ¡Es por eso que te he invitado!” le dijo su hija, aun tratando de recuperar el aliento.
“¡Lo sé, mi vida!... ¡Pero no me refiero a eso!” dijo Verónica, acariciando su vientre, mientras una lagrima se asomaba por su mejilla. “¡Es que a tu mamá, aun le quedan ganas de tener un bebe!”
La abrazamos. Ni Marisol ni yo sabíamos por qué había quedado estéril, aunque yo si sabía que Violeta era una media hermana de Marisol, pero imaginaba que estaba conectado con lo que la hacía sufrir.
Obviamente, si Violeta tiene 5 años y algo, todo empezó 6 años y algo más atrás.
En ese entonces, Amelia y Marisol iban a la escuela. Amelia había resuelto sus problemas de dislexia, pero aun estaba un tanto atrasada respecto al rendimiento normal. Marisol, por su parte, ya era una escolar responsable.
Aunque Sergio era igual de amoroso hasta su separación, Verónica seguía siendo una esposa fiel. Para ella, solamente existía su marido y nadie más, sin importar lo feo que fuera.
Sin embargo, su hermana estaba en una tremenda disputa legal por la tenencia de Pamela. Se habían separado 1 año atrás y Lucía, la madre de Pamela, había regresado al país y estaba dando una fiera demanda por la tuición y mantención de su hija.
Diego, “el mojón español” y padre de Pamela, tenía muchas empresas y propiedades en el viejo continente, que no quería arriesgarlas con una “casquivana traicionera e interesada” como Lucía, por lo que decidió venir personalmente a confrontarla en los juzgados locales.
Las relaciones entre Verónica y su hermana eran normales en ese entonces y al ver el revuelo que se estaba generando, la invitó a almorzar un día.
Las razones del divorcio se debían a las numerosas infidelidades de Diego, quien era un seductor y manipulador incurable. Aprovechándose de su estatus social y su poder, no dudaba en ponerle los cuernos a Lucia con cuanta secretaria, sirvienta o esposa bonita de algún empleado que encontrara a su paso.
Incluso le reveló a Verónica que algunas de sus victorias empresariales se debieron principalmente a que él sedujo a las esposas de sus competidores, chantajeándolos con revelar los relatos escabrosos de las infidelidades de sus parejas a los medios, si no le vendían sus empresas y/o adoptaban las condiciones que él proponía.
Pero Sergio, amante del dinero fácil, se encargaría de dinamitar irreparablemente ese puente… y a su vez, dañar su propia relación matrimonial.
Al ver la oportunidad de sacar algún dinero adicional, Sergio invitó a Diego a quedarse en su casa. El muy bastardo aceptó, siempre y cuando le concedieran una habitación para él y para su querida hija, a quien ya le había arrebatado la inocencia.
Fue entonces que empezó una relación entre Verónica y Diego. Al recibirlo en su hogar, ganó inmediatamente la enemistad de su hermana y aunque estaba muy complicada, puesto que ella no tuvo participación alguna en la decisión de su esposo, Diego sabía posar como un tipo bueno, pidiéndole disculpas por la situación.
Odio tener que describir a un pedazo de mierda como ese, pero Diego es un tipo alto, de 1.85m aproximadamente, atlético, cabello negro, ojos café, hombros amplios, de buena presencia, con una personalidad dominante y manipuladora y probablemente, muy inteligente.
Verónica empezó a caer lentamente en los encantos de su cuñado, cuya labia se encargaba en convertir los argumentos de divorcio de su hermana en falsedades, atreviéndose a declarar que “él era un padre afectuoso y cariñoso, cuya única felicidad era el bienestar de Pamela”.
Fue la primera vez que Verónica vio que “El pasto del lado era más verde” y empezaron un romance discreto, aprovechando las horas de escuela de las niñas y de trabajo de Sergio.
Verónica trató de resistirse, pero los besos de Diego eran mucho mejores que los de Sergio y su atractivo físico, muchísimo más. Sin embargo, no dudaba en tocarla en maneras que poco agradaban a Verónica e incluso, su primera experiencia sexual fue forzada… aunque era esperable para una tremenda mierda como él.
Con él, Verónica descubrió que el sexo era rico y algo más que un par de sacudidas insatisfechas y que acabaran en su interior, sin sentir placer.
No dudaba en entregarse sumisamente a sus deseos. Gracias a él descubrió que sus pechos eran muy sensibles y sus agarrones y pellizcos constantes incrementaron más esa sensibilidad; también aprendió a hacer mamadas y a disfrutar de las penetraciones anales, que a pesar de ser más gruesa y larga que la mía, no tenía la delicadeza para penetrarla sin que ella sintiera algo de dolor. Probablemente, lo que más le encantó de él era el hecho que la desbordaba con sus jugos, tras sus múltiples corridas, ya que a diferencia mía, poco o nada le importaba si Verónica u otra mujer aparte de la que amaba quedaran embarazadas.
Sin embargo, tras 3 meses de deliberación, (Diego trajo miembros de su firma de abogados para acelerar el proceso) la justicia local no favoreció a Diego y los tribunales le concedieron la tuición absoluta a Lucía, a pesar que las acusaciones de infidelidad no podían probarse y aunque él mismo Diego había sobornado a los psicólogos que examinaron a su hija y podrían haber denunciado la violación, el juez determinó, de alguna manera, que criar a una hija con un padre constantemente ausente sería perjudicial para la menor.
Fue en esos momentos que Verónica le reveló que estaba embarazada, ya que tenía un mes de atraso en su periodo y que Violeta era su hija, pero es un hijo de perra y pensando que ahora Verónica quería demandarle, no dudo de abusar de ella de una manera violenta y dolorosa.
Mientras la penetraba de una manera animal e inmisericorde, Diego le reveló que no la amaba y que solamente, la estaba usando como un desquite para Lucía, viéndola como un receptáculo de semen.
El muy bastardo ni siquiera dudo en asaltarla físicamente y tras una horrible golpiza, logró llegar a un hospital.
Aunque Violeta estaba sana, los médicos hicieron todo lo posible por reparar el daño, pero sus esfuerzos fueron inútiles y Violeta sería su última hija, lo que la lleno de tristeza.
Le pidio a los medicos que no dijeran la verdad, que le dijeran a su esposo que habia sido violada y asaltada en el bus, lo que en cierta medida los confundió, ya que Verónica efectivamente había sido violada.
Desde entonces, si Sergio sentía algo de cariño por ella, se tornó más distante y frio. Sería su “caballito de batalla” en cada discusión la infertilidad de su fiel y engañada esposa y lo que la forzaría a buscar el cariño de otros hombres, con tal de mantener a su marido medianamente satisfecho con su compañía.
Marisol lloraba, al igual que su madre y yo las abrazaba a ambas.
“¡Recuerdo que nos dijiste que te habías caído!” le decía su hija, abrazándola. “¡Me asustaste mucho!”
“¡Lo sé, mi princesa, pero no podía decirles lo que pasó!... ¡Me remordía la conciencia haber sido tan estúpida!... ¡Y tu padre nos habría echado, si hubiera descubierto la verdad!”
“Entonces… Pamela es…” dije yo, bastante sorprendido.
“¡Si, Marco, pero por favor, no se lo digas!” me dijo Verónica, abrazándome. “¡Ahora sé que también su vida ha sido un asco gracias a Diego, pero no quiero que piense que la he traicionado!”
“¡Pobrecita!” pensaba yo “¡Ella siempre se ha sentido tan sola!... ¡Si pudiera saber que tiene una hermana más!...”
“¡Por eso estoy tan contenta por ti y por Marco, Marisol!” le decía, mirando los ojos de su hija, aun llorando. “¡Cuando lo vi, pensé que era un chico diferente!... ¡Incluso, aunque tú también estás viviendo algo tan horrible como lo que viví yo, sigue deseando permanecer a tu lado!... ¡Realmente, te envidio, hija mía!... ¡Tal vez, no lo sepas, Marisol, pero he estado con muchos hombres, aunque ninguno tan noble como él!... ¡Y no sé si te importe, pero yo lo amo, con todo mi corazón y lo que él me pida, yo lo haré!”
“¡Si, mamá!... “confesó su hija “¡Yo lo sabía y por eso quería que estuviera contigo… para hacerte sentir mejor!”
No era el mejor comienzo de un trió, ya que madre e hija me besaban, tratando de recibir mi consuelo.
“¡Siempre me ha gustado… como Marco me hace el amor!” decía Verónica, mientras me montaba lentamente. “¡Él siempre es tan tierno!... ¡Tan considerado!... Recuerdo que las primeras veces… le era difícil, porque pensaba en ti… y me hacía sentir tan culpable… porque desde que lo conocí… lo quería para mí…”
“¡Si, mamá! ¡Lo sé!” le decía Marisol, besándola en los labios y chupando su pecho izquierdo, mientras yo chupaba el derecho. “¡Por eso, si te sientes triste, no tendré problemas en prestártelo!”
“¡Gracias, princesa!” le decía, besándola suavemente “¡Y Gracias por amarme… Marco!... ¡Me has llenado de alegrías!”
Nuestros besos empezaban a subir de intensidad y olvidábamos nuestras tristezas. Nuestras manos exploraban nuestros cuerpos desnudos, presos del placer y la lujuria y eran cálidamente recibidos con gemidos de aprobación.
Mientras mi mano se posaba en el trasero de Marisol, la mano de su madre acariciaba su clítoris y vagina. La hija, sabiendo de los gustos de su madre, me imitaba, metiendo algunos dedos en el ano de su progenitora, lo que hacía que Verónica rugiera de placer, pero esos rugidos eran acallados por los labios de su hija.
Yo me acostaba y agarraba el gigantesco y bamboleante pecho de mi suegra, mientras ella se sacudía de una manera deliciosa sobre mi pene, en momentos que sus manos tanteaban los crecientes pechos de su hija, caricias que eran devueltas de la misma manera, tanto por sus hábiles manos como cariñosos besos.
Empezaban a correrse y Verónica se acostó sobre mí, meneándose de una manera impresionante, con sus blandos y tibios pechos enterrándose sobre el mío, pero no nos olvidábamos de Marisol. Seguíamos penetrándola con nuestros dedos por sus agujeros, mientras ella se pellizcaba levemente los pechos. Como el trasero de Verónica estaba libre, le metí un par de dedos con la mano que quedó desocupada, lo que ella disfrutó con un delicioso y excitante gemido.
Nos besábamos de una manera salvaje y cuando iba a correrme en su interior, me aferré con ambas manos a su cintura, intentando entrar en lo más profundo de su ser, mientras ella se aferraba fuertemente a mis hombros, recibiéndome con mucho agrado.
Marisol nos miraba con ojos de ensueño, ya que ella también había alcanzado el cielo gracias a nuestras caricias y vino a compartir nuestros besos, mientras esperábamos para despegarnos.
Dejamos a Marisol en el medio de la cama, para que acariciara a su madre. Se sentían más unidas, al saber la verdad y el hecho de que Pamela fuera media hermana de Violeta le llenaba de alegría, ya que en cierta forma, hacía que Pamela fuera su media hermana también.
Mientras ellas se acariciaban, dejándose llevar por el cansancio y las lagrimas, a mí se me ocurrió tomar el ordenador y empecé a hacer los primeros bocetos de esta bitácora.
Sé que suena como que estamos llegando al final de mis vivencias, pero no es así. Como les digo, aun quedan cosas por contar y misterios por revelar, pero lo hice porque no quería olvidar desde donde había salido hasta donde estábamos llegando.
No quería olvidar al muchacho enamorado de Marisol, que sufría por dejarla tantos días a solas, en esos turnos en la montaña, ni a mi preciosa novia otaku, cuya manera de pensar había permitido todo esto. Tampoco deseaba olvidar a la orgullosa Pamela, que ahora era una chica más normal y alegre, al igual que mi honrosa suegra y mi tímida cuñada Amelia.
Y lo que es mejor, el desgraciado de Diego está tras las rejas por un buen tiempo y lo que fue peor para él, muy, muy lejos de las influencias del viejo continente que podrían haberlo rescatado con facilidad
Las cosas habían cambiado tanto, éramos todos tan felices… y me emocionaba esperar que otras sorpresas me trajera el destino.


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