Juan y Maia

Esa noche también Juan se prometió que si tenía oportunidad de cogerse a Maia, no iba a dejarla pasar.
Cada vez que se cruzaba con ella en el pasillo o en la entrada del edificio, algún comentario le tiraba:
"¿Esta noche tenés visitas?", "Dedicame uno.", "Hoy juega River, si grito fuerte un gol espero que no te moleste.", etc.
Hasta que un domingo a la tarde, al encontrarse ambos volviendo, Maia le preguntó:
- ¿Qué hacés hoy?
- Hoy, ya, nada: ver un película o leer algo.
- Bueno, si querés vení a cenar a casa. Pedimos algo...
- ... bueno, dale... tenía ganas de completar la imagen.
Miró la hora en el celular.
- A eso de las nueve te toco timbre.

A las nueve y cinco Juan tocó el timbre del departamento B. Maia abrió. Se había bañado, tenía el pelo humedo. Juan también había aprovechado ese rato para bañarse.
Juan pasó, y recorrió el departamento con la mirada. Era bastante austero, como de quién recién se va a vivir solo y tiene pocos muebles y adornos. Las luces eran meras lamparitas colgando, por ejemplo.
- Todavía me faltan algunas cosas. -dijo Maia, como disculpándose por la decoración.
"Quiero comprar un sillón para poner ahí, y estas sillas no me gustan, etc.
- ¿Puedo pasar a la pieza?- preguntó Juan, casi como un niño.
"Necesito completar el decorado.
Pasó. Un sommier sin respaldo. Una mesita de luz, con un velador y otras porquerías. El mismo placard que tenía Juan, sobre la pared contraria. Otra lamparita como luz.
Calculó que dormían (o no) a cuatro, cinco metros uno del otro.
- Al fin conocí el escenario de tantas batallas.
- Ay, basta, me vas a bardear todo el tiempo. ¿qué? ¿vos no cogés?
- Sí... aunque no tanto como vos.
"Bueno, perdón. Es que no puedo creer que se escuche tanto...
- Sí, -con un poco de vergüenza- grito un poco... bastante.
- Además, las paredes de estos edificios no aislan nada.
- ¿Todo se escucha?
- Si hablan normal, alguna palabra suelta. Pero en cuanto suben un poco la voz...
- Yo nunca te escuché.
- Ultimamente me tocó jugar de visitante.

Volvieron al comedor.
- ¿Pedimos una pizza? -propuso Maia.
- Bueno, cualquier cosa... tenés cerveza? ¿qué tomamos?
- Yo tomo agua.
- ¿¡Pizza con agua!?
- Sí, no tomo casi alcohol.
- Uh, bueno, pedí una pizza. Voy a buscar una cerveza a casa.
Juan cruzó el pasillo y trajo una cerveza y una gaseosa.

Hicieron las presentaciones del caso.
Primero Maia, contó que era empleada administrativa, porque algún trabajo había que tener. El tipo de los lunes era un compañero. Lo que realmente le gustaba era el deporte: mucho gimnasio, salir a correr, rollers. Sí, en el gimnasio se había volteado a un par de muñecos.
A Juan le pareció rara su visión del deporte. Para él deporte era fútbol, basquet. Deportes de equipo. ¿El tenis? Bue, deporte era competir. Sí, cada tanto corro, con una amiga, carreras de 10 kilómetros. Deporte, es competir contra otro cristiano. Correr es nada, correr, entrenar.
- ¿Vos hacés algún deporte?
- No. -admitió Juan.
"¿De qué cuadro sos?
- De river.
- Bien, yo también. ¿Ves los partidos?
- Los de la selección nomás... ahora en el mundial.
- Uh... "Crónica de una muerte anunciada"*. ¡Cuánta ilusión para nada!
- ¿No le tenés fe a la selección?
- No.
- Pero si Argentina tiene a Messi, Agüero...
- No alcanza. Este mundial lo gana Alemania de punta a punta.
- Pensé que ibas a decir Brasil.
- Puede ser también. Argentina, lo de siempre. Va a arrancar bien... hasta que empiece perdiendo un partido. Listo, chau, nunca se recuperá de un resultado adverso. Falta un gran capitán, alguién que los motive y los saque de cualquier pozo. Un Ruggeri, un Simeone, a Maradona ni lo cuentes.
- ¿Por qué a Maradona no?
- Porque no se puede poner de ejemplo a Maradona. ¿Me gusta la matemática te dije? Venís haciendo un razonamiento sobre los jugadores de fútbol, lo que sea. Y te ponen como contraejemplo a Maradona. Bue, no vale, porque es tan extraordinario que ese ejemplo o contraejemplo no viene a demostrar nada. No sirve para volver a la tierra. Muy dificil que se vuelva a dar un caso así. Mmm... el infinito no es un número.
- ¿No es el número más grande de todos?
- No, no es un número. Entonces no vale ponerlo como número. Llegás a una conclusión porque Maradona lo hizo o no lo hizo. Cuando querés extender el razonamiento a todos los jugadores te das cuenta que no son como Maradona. Por eso los genios no sirven de ejemplos. Ni Maradona, ni Fangio, ni Gardel, ni Mercedes Sosa, etc.
"Siempre me voy por las ramas. Argentina, primer partido que empiece perdiendo: afuera. Ojalá que no, que juegue mejor que el Barcelona... en su mejor momento, golee a todos; pero no lo veo.
- ¿Pero con Messi te parece que no tiene buen equipo?
- Tiene a Messi y buenos jugadores, pero buen equipo no sé. Lo que realmente deseo es que Di María sea el mejor jugador del Mundial, Balón de Oro, todo. Si Argentina sale campeón ojalá sea de la mano de Di María.
Por suerte sonó el timbre, llegó la pizza.

Cuando Juan me contaba esto no pudimos evitar charlar del mundial, yo soy más optimista. Él me decía:
- Bue, pensalo al revés. Supongamos que gana Argentina... ¿Brasil, contra quién pierde?
- Contra Argentina. -le digo.
- ¿Y Alemania? ¿Italia?... Argentina muy dificilmente le pueda ganar a esos tres.
"Luego tenés la segunda linea, entre los que está Argentina, de: Bélgica (dicen que tiene buenos jugadores), Francia, Holanda, España (que nunca se sabe)...
"Esos partidos... hay que jugarlos, no van a ser fáciles.

Juan bajó a buscar la pizza, Maia terminó de poner la mesa. Comenzaron a cenar y Juan le contó algo de su vida, sin tantos detalles: Trabajaba desde su casa, programando computadoras. Le gustaba leer. Le gustaba la física, la matemática, etc. También un poco de cocina, más comer que cocinar, etc. Coger, desde luego que también le gustaba, pero no era su primera necesidad. Hay personas, que todos los días, la cargó nuevamente. De deporte, nada. Soy un maldito intelectual, je.
La conversación siguió sobre las ventajas de hacer deporte. Luego coincidieron en la buena alimentación, aunque Juan se cargó a los nutricionistas en general. Juan le preguntó a Maia si le gustaba leer. No, no le gustaba. Nada leía. Entonces defendió las ventajas de leer buena literatura, en contrapunto a las ventajas de hacer deporte.
Terminaron de cenar y Maia ofreció café. A Juan todavía le quedaba cerveza, la mezcla le pareció rara, pero igual aceptó.
La sobremesa se diluía, entonces Juan:
- No sé si ir yendo o escucharte gritar en vivo...
- Tengo la garganta preparada. Aprovechemos que el vecino no está.
Cuando las tetas de Maia fueron primero descubiertas de la remera y luego liberadas del copiño el departamento se hizo más chico. Juan tomó una con cada mano, apenas le alcanzaba. ¡Qué tetotas! Fueron a la pieza.
Juan terminó de desvestirla, sin dejar de besarle y tocarle las tetas. Descubrió una concha gorda, con una sombra de un par de días. Labios gruesos, carnosos. Bastante mojada. Le acarició el clítoris y casi con violencia le metió un dedo, mientra mordía una de las tetotas. Maia lo separó y lo desvistió, le chupó un poco la pija. Juan la detuvo, la acostó boca arriba y se la metió despacio. Empezó a cojer. Por la diferencia de altura le costaba chuparle las tetas. Maia, empezó a gemir.
- ¿Así es como gritás? Hoy que estoy de este lado de la pared no te contengas.
Tampoco podía usar mucho las manos, porque necesitaba sostenerse. Juan, pensó que estaba desaprovechando esas tetas. Maia se fue soltando y estaba a punto del orgasmo. Juan se detuvo y se salió.
- Cambiemos.
Se acostó boca arriba.
- Ponete arriba.
Quedaron en la posición qué siempre imaginaba. Se ve que imaginaba bien porque Maia se movía con destreza. Saltaba, como el primer día que la vió entre las cajas, y se clavaba la pija, su pija. Medio segundo después caían esas dos tetotas. Algo que no había imaginado: las tetas rebotaban como una onda, otra vez hacia arriba. Ella caía hasta quedar sentada en la pelvis de Juan, aprovechando el envión para no desperdiciar ni un milímetro. El "ah", cada vez más fuerte. Disfrutaba una fracción de segundo tenerla toda metida y Maía volvía a saltar. Saltar y saltar inagotablemente gracias a su duro entrenamiento en el gimnasio.
Juan le tomó las tetas. Las amasaba, le apretaba los pezones. El "ha" se hizo "ay". Un par de saltos más y Maia acabó sin aliento.
Se recostó sobre Juan. Se quedaron un rato quietos. Juan, recordó el "Ahora te voy a coger con la cola". Puso una mano en cada nalga y comenzó a moverse despacio. Al poco rato Maia comenzó a acompañar, siempre acostada hacia delante para dejar a Juan mover la pelvis.
Juan comenzó a acariciarle el ano. Maia, ni se inmutó, empezaba a gritar otra vez. Tocarla ahí a Juan lo llevaba a borde del orgasmo, trató de conenerse. Por suerte Maia empezó a gritar cada vez más. Le gritaba casi en el oido. Esto le molestaba y le sirvió para alejar el orgasmo.
Mojó un dedo en el flujo de Maia y luego volvió al ano. Empezó a meterlo mientras Maia gritaba cada vez más. Estaba como en trance, no registraba todo lo que gritaba ni todo lo que le metían.
Maia acabó, extrañamente sin gritar, exhausta. Le sacó el dedo con suavidad. Luego, en un solo movimiento Juan la giró y se la sacó. Un ay de dolor.
Con Maia boca arriba, Juan se puso a horcajadas y le metió la pija entre las tetas. Se pajeó un poco así. Cuando estaba apunto de acabar, la tomó con una mano y le llenó las tetas de semen.
Media hora después dormían los dos, plácidamente, en silencio, separados por una pared y 500 centímetros.

* Salud.

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