Seis por ocho (16): Revelaciones




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Compendio I


Una vez aseados y listos para regresar, traté de trotar, pero caí horriblemente de bruces.
Amelia se preocupó y la desesperación parecía tragársela, pero la calmé.

Seis por ocho (16): Revelaciones

Aunque podía ponerme de pie, me dolía mucho y le dije que no había trotado en 12 años, más o menos.
Me dijo que por qué había sido tan irresponsable de no habérselo dicho antes y le dije que, en el fondo, había sido un sacrificio que había hecho por ella.
Fue bonito ver cómo se ruborizaba. Me dijo que no era necesario que lo hiciera, pero yo le contesté que sí lo era, ya que había perdido su pasión por el correr.
Roja como tomate, me dijo que era un tonto y que correría a casa, a pedir ayuda a su madre. La abracé por la espalda y le pedí que no lo hiciera. Que podía aguantar el dolor y que de esta manera, podríamos estar un rato más juntos.
Sus ojos se llenaron de alegría y aceptó.
Lo primero que hice fue disculparme por lo de su madre y yo y por cómo había actuado esa tarde. Sorpresivamente, ella aceptó mis disculpas de muy buena gana.
Era lo agradable de nuestra nueva situación. Podíamos hablar con mayor libertad y honestidad.
Siempre recuerdo que cuando vi a Marisol, también había visto a su hermana. Pensé que no le simpatizaba, ya que siempre que iba a darle clases a Marisol, Amelia salía a trotar, sin saludarme muchas veces.
Desde entonces, traté de guardar mis distancias y respeto hacia ella. Marisol me decía que era una niña muy buena. Me decía que si yo la consideraba a ella demasiado inocente, Amelia era tres veces más.

tetona

Por eso me costó ver lo que sentía por mí. Siempre la había visto con ojos de una hermana más y aunque tenía una figura muy parecida a la de su madre, su inocencia velaba mis ojos.
Le pregunté cuándo se enteró de nuestra relación con su madre. Me dijo que fue el mismo día en que la protegí de su profesor. Me contó que, al parecer, no había sido la única en apreciar la oportunidad de que los calmantes musculares ofrecían.
Me confesó, colorada y avergonzada, que deseaba pasar la noche conmigo, pero que su madre se le había adelantado. Fue un tremendo golpe ver a su madre acostándose con quien la había defendido, pero dijo que al escucharme decir su nombre, no se pudo mover.
¡Al fin, la había visto y eso la llenaba de felicidad!
Por eso, mientras su madre gozaba conmigo, Amelia se quedó en el marco de la puerta, tocándose e imaginándose cómo sería acostarme con ella.

masturbacion

Me dijo que sus orgasmos habían sido demoledores y que al volver a la cama, se masturbó un par de veces más.
Por esa razón, la mañana siguiente despertó un poco enojada con su madre. Sabía bastante bien lo que había ocurrido y al verme vestido, se sorprendió al momento que la invitara a correr.
Me decía que su corazón palpitaba con fuerza, mientras me llevaba a su refugio secreto. Pensó que esa era la oportunidad para tomar la revancha, pero yo era demasiado denso para poder entenderla.
También me confesó que la razón por la que tuvimos que parar nuestra plática se debió, como yo lo esperaba, a que mis delicados toqueteos la habían hecho correrse.
Al oírme escuchar que empezaría a trotar todos los días, vio una nueva oportunidad para intentarlo de nuevo, razón por la cual fue a su habitación a ensayar su dialogo.
Muy avergonzada, me dijo que no esperaba que yo la estuviera escuchando y que en un momento, sus caricias hubieran sido tan placenteras, que no reparó en gritar a los cuatro vientos mi nombre.
A causa de eso, la sorprendí con el abrazo de bienvenida que le di ese miércoles y lo que le dije, le dio a entender que sus sentimientos le eran correspondidos.

Suegra

Esta idea fue corroborada cuando encontró la hoja con las ondas, pero cuando expliqué cómo llegué a esa deducción, tuvo una clarísima impresión de lo que había pasado.
Aunque esa tarde, cuando me montaba nuevamente a su madre, repitiendo el “experimento” del día anterior, yo pensaba que ella se estaba masturbando de nuevo por mí, la verdad es que ella estaba viendo el espectáculo… y bueno, también empezó a masturbarse.
Yo tenía ojos como platos y ella se rió, pero me dijo que era algo excitante verme montar a su madre de una manera tan violenta… y me confesó que ella deseaba…
“Algún día,… si me placía…o me sentía cómodo… que le metiera mi palito… en su rajita”
Estaba a punto de estallar, pero me decía que me lo tenía bien merecido por goloso. Luego, me dio un beso en los labios.
Como sea, mientras abusaba violentamente de su progenitora, se corrió un par de veces y pensó que lo mejor sería tomar la ofensiva, de obligarme a dar el paso, a toda costa.
Por esa razón, durante nuestro trayecto de ida al refugio, me llamó la atención que apenas me hablara. Me confesó que lo hizo para ganar convicción y me encaró con violencia, con lo que más podía asustarme, pero al verme rogar por su silencio, no pudo seguir con el acto y solamente, pudo llorar.
Sin embargo, ahora entendía un poco más mis razones para no tocarla y empezaba a comprender lo que yo le decía del amor verdadero. En esos momentos en que mis lamidas la sumergían en un mar de placer, estaba en una lucha titánica consigo misma, donde las fuerzas del éxtasis corporal podían más que sus deseos de no orinarse y que, a pesar de lo que ella me decía, yo parecía no querer escucharla.
También le pedí disculpas por eso, pero ella me besó el cuello, rascó mi cabeza y me dijo
“¿De qué hablas? Si ha sido lo más delicioso de toda mi vida…”
Amelia se entristecía porque por más que avanzábamos, no llegábamos a casa. Me decía que no debía haber fingido.
Yo le agarré el trasero y la hice saltar.

cunada

Le dije que era lo que me gustaba de ella: que avanzaba y avanzaba y no se daba cuenta de lo lejos que podía llegar, pero que nunca ostentaba por sus logros y le di un beso en sus labios gordos.
Le dije que perfectamente podría aprovecharse de esas “tremendas armas de destrucción masiva” (mientras, claro, manoseaba sus pechos, lo que hacía acelerar su corazón) para hacer con los hombres lo que quisiera, y así y todo, las ocultaba de la luz del hombre; que tenía un trasero tan redondito (mi mano, palpando esa majestuosa escultura, que podría haber inspirado divinidades griegas) y apetitoso, que algún día deseaba probar, y otros secretos (deslice mi mano, sobre su ya húmedo clítoris, mientras que ella palpaba mi erección indiscreta, haciendo que cortara mi discurso)… que recién estamos empezando a explorar.
La besé apasionadamente y le pregunté, algo triste, si le molestaría que me compartiera con su madre y me dijo que no, siempre y cuando le dedicara algo de tiempo para complacerla.
A eso de una cuadra de la casa, divisamos a Verónica, que estaba muy preocupada buscándonos.

Seis por ocho (16): Revelaciones

Al verla, Amelia salió corriendo a llamar la atención de su madre, se abrazaron y vinieron en mi auxilio.
Fue agradable sentir sus grandes pechos en mis costillas, mientras mis manos acariciaban “accidentalmente” sus nalgas, lo que las hacía que me abrazaran más fuerte. Me preguntaron si me quedaría a cenar, pero ya estaba atrasado.
Tomé mi toalla, me di una ducha (que alivió bastante la molestia de mi pie) mientras ellas cenaban, me sequé, me envolví en la toalla por la cintura, me vestí rápidamente, tomé mis cosas, las besé de despedida, tomé un taxi y fui al terminal.
Estaba tranquilo, porque quedaba una hora. Curiosamente, 24 horas después, miraría el mismo reloj, envuelto en placer y rogando al Padre Creador que me diera la fuerza de aguantar y poder ir a trabajar…


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2 comentarios - Seis por ocho (16): Revelaciones

SactuarySx
Me muero por saber como sigue esta morbosa historia