Jazmín. La sorpresa de una noche.

Bueno, este es mi primer post. Un saludo a todos los poringueros y poringueras que lo lleguen a leer.
Este relato comenzó por una conocida que me pidió le escribiese algo inusual; conociendo sus gustos terminé por escribir esto, así que espero que sea de su agrado.

No sé qué sea más peligroso, si la curiosidad o la valentía. No obstante, muchas ocasiones van de la mano cuando tomamos una decisión. Esto me ocurrió hace unos meses cuando salí con un par de amigos a un bar que se encuentra cerca de nuestro piso de estudiantes. Las vacaciones estaban por terminar, ninguno había tenido sexo en dos largos meses pues las respectivas novias de cada uno vivían en estados diferentes. Ante esta situación, determinamos a salir a buscar al menos una mujer para los tres y tener sexo antes de que ellas regresasen.
- Mira wey, nomás que bailemos un poco y la emborrachemos, con eso nos la cogemos y ya, esto se acaba.
. Mientras ellas no regresen, todo nos irá a toda madre hoy - respondí.
El bar no era la joya de la corona de la colonia, pero servía para su propósito. La pista de baile era amplia, con azulejos antiderrapantes, dos ventanas grandes permitían la entrada de luz desde arriba, lo que a simple vista ayudaba a ver, aunque se complicaba cuan la máquina de niebla, el humo del tabaco y las luces entraban en acción. Entramos no sin darnos cuenta que sí había bastante gente. No supe si alguno tuvo la misma idea que nosotros, pero el local
estaba casi repleto de puros hombres.
- Ah no mames, ¡Qué mamada!
- Así no se pinches puede.
- Oigan, ¿y si las chavas están en el baño? Ya saben, con eso que van de dos al baño y esas cosas.
- Ah no pos sí, ¿verda?
Al parecer nuestro compañero tenía razón, antes de un minuto comenzaron a regresar las muchachas de los sanitarios. Acercándonos a la barra, pudimos comprobar la calidad de las mujeres allí reunidas. Había de todo tipo: altas, chaparras, delgadas, llenitas, gorditas, flacas; pelirrojas, rubias, morenas, castañas; con senos grandes o pequeños, con caderas y nalgas bien formadas o casi ausentes; simplemente, el paraíso. Rodolfo y José, mis dos compañeros de cuarto, veían a cada mujer que pasaba a nuestro lado, pero yo solamente podía fijarme en una sola mujer que había atraído mi atención desde que salió del baño.
Medía como 1.65 metros. Facilmente podría tener un brasier talla 36-b. Su cabello era ondulado, en tono castaño y lanzaba tonos chocolate y miel cuando movía su cabello, todo dependiendo de la luz que incidía en él. Vestía una blusa escotada negra con brillos en toda la parte del pecho, pegándosele en el área de la cintura donde se unía a una falda en tono gris nacarado que le llegaba a las rodillas y que cuando se daba vuelta se ceñía en su cadera. El rostro era muy lindo, sereno, armonioso. Su nariz era recta; las cejas, poco pobladas, de tono castaño; poquísimas pecas en sus mejillas; el rostro fino y los ojos en un tono avellana me hicieron caminar hasta ella sin saber qué hacía. Para cuando Rodolfo y José se dieron cuenta, yo ya estaba hablando con ella.
- Hola, am... ¿cómo estás? -. Sí, sonó fatal. Estaba muy nervioso, no sabía cuál sería su respuesta.
- Ay ¡Hola! Muy bien, gracias... ¿y tú eres?
- Oh... mucho gusto, soy Matías. Matías, de la Facultad. ¿Y cuál es tu nombre?
- Bueno Matías de la Facultad, yo soy Jazmín, encantada.
No podía creerlo, platicaba con ella con una facilidad inusitada para mí. Mi novia, o bueno, mi ex-novia (cortamos un día antes que fuese a su ciudad natal), era con la única mujer que hablaba tan bien. Charlamos sobre la carrera de cada uno, sobre música, deportes y libros. Las copas se reunían en torno nuestro de otros sujetos que allí estaban, pero nosotros no tomamos ni una sola gota de alcohol. Rodolfo seguía con su plan y embriagaba a una chica de Derecho mientras José bailaba con una muchacha de Relaciones Internacionales. Jazmín cursaba la carrera de Actuaría, y era muy agradable, bastante. Ella me dijo que nunca había tenido un novio y jamás había estado con un hombre en la intimidad, y al parecer era por ella, no por los
hombres. Comenzó una canción que ella amaba, y por su rostro lo vi, así que antes que ella dijera algo, me levanté, extendí mi brazo y le pedí que bailase conmigo.
Su cuerpo se moldeaba como arcilla en mis manos mientras bailábamos; desde que nos levantamos, no nos sentamos hasta unas horas más tarde. Salsa, cumbia, electrónica, ska, quebradita, todo eso bailamos juntos. Ella sudaba y estaba roja, igual que yo. ¡Jamás había estado más feliz! En el baile alcancé a preguntarle dónde vivía.
- De la Facultad, a mano derecha, todo seguido, pasando la primaria en la esquina al lado del restaurante de mariscos.
No vivía lejos. En auto, se hacían como 5 minutos y caminando unos 10 o 15, depende de la velocidad. Fue cuando me decidí.En una vuelta de salsa, cuando regresamos a la posición inicial, me acerqué de más y la besé. Ella no se separó y me respondió el beso. Sus labios, finos y carnosos a pesar de eso me hicieron temblar. Al separarnos, a ella se le notaba confundida,emocionada, encantada y nerviosa. Su primer beso fue con un práctico desconocido, por tanto era entendible. Sin decir otra palabra, me abrazó y tímidamente escuché apenas su voz que me dijo
- Eres especial... quiero estar contigo.
De acuerdo, eso no lo esperaba. La abracé a mi pecho. No veía ya a Rodolfo, por tanto pensé que había conseguido su objetivo y José se revolcaba con su pareja de baile en uno de los sillones del bar.
- ¿Podremos ir a tu casa?
- Nunca hay alguien, más que yo.
Ni tardos ni perezosos, nos pusimos los abrigos y salimos a la acera. El frío aire de comienzos de Enero calaba un poco, más a ella que a mí, pero abrazados y caminando rápido, el frío aminoró. Se veían pocos autos, lo que era bueno con ese frío, pues al pasar un auto a velocidad moderada, levantaba aire y frío. Tras 15 minutos de caminar llegamos a su casa, donde abrió la puerta con una llave pintada de morado y gris. La casa no era muy grande. Dos plantas, una pequeña sala-comedor, cocina y un baño abajo; mientras arriba había dos habitaciones, un estudio y otro baño. Uno de esos cuartos era de huéspedes, el otro
era el de ella. Esa descripción la conocí esa misma noche, pues tomamos una infusión de manzanilla para el frío mientras platicábamos un poco más. Subió a mostrarme su estudio que tenía una pequeña biblioteca y luego fuimos a su habitación, en la cual había unos libros más.
- ¿Me aceptarás a pesar de lo que verás?
- No entiendo por qué me lo preguntas, claro que te aceptaré. También eres especial para mí.
- Entonces... no huyas, por favor.
Comenzó por retirarse la blusa negra que reveló un brasier, negro también, y unos senos bastante grandes. Su cadera quedó semidescubierta pues la falda la tapaba desde el ombligo hasta las rodillas. Me senté en su cama, bastante suave, y contemplé cuando cayó su falda al suelo y entonces pude ver sus piernas, su cadera... ¡y su braga con un bulto adentro! ¿Ella era un trasvesti? ¿Me había enamorado de un trasvesti? Creo que mi cara y mis expresiones hablaron por sí solas pues ella tomó la palabra.
- No soy un trasvesti... tampoco una mujer con una operación... soy... una hermafrodita...
Esta noche fue de sorpresa en sorpresa.
- Ahora entiendo por qué no querías estar con un hombre.
- Sabía que todos se mostrarían incómodos ante mí, por esto - señaló a su pene que se encontraba flácido. Sin embargo, no sé si fue mi valentía o mi curiosidad la que me llevaron a estar con ella. Su cabeza estaba mirando el suelo, esperando el momento en que tomaría mis cosas y me iría de allí, así que cuando la abracé y le dí un beso cariñoso en su mejilla me abrazó más fuerte sin decir algo. Le alcé el rostro y con cariño la besé de nuevo. Ella besaba muy bien, nuestras lenguas chocaban una con otra y sus manos recorrían mi torso y mi espalda, mientras las mías estaban en sus brasier y en sus nalgas, por encima de las bragas negras. Mi camisa fue desabrochada por ella al igual que mi cinturón y mi pantalón. Cuando
estaban abajo mis pantalones, me los quite con dos movimientos de mis pies, dejándolos a un lado junto a mis zapatos que también me los había retirado. Mi camisa fue arrojada a una silla frente a un espejo que ella tenía a un lado de su cama. Era el momento de la valentía o de la curiosidad, pues yo desabroché su brasier y bajó sus manos para que cayera a sus pies, acto
seguido, comenzó a bajar mi bóxer mientras yo besaba su cuello. Entonces mis manos comenzaron a retirar sus bragas. Su pene estaba erecto, no era muy grande o grueso. Mediría como 10 centímetros y como 8 de grosor. Algo me impulsó y sentí debajo del tronco de su falo. No había testículos, pero sí una pequeña vagina. Con una mano tomé su pene y con la otra comencé a estimular sus labios. Ella, no sabiendo qué hacer, me besaba el cuello y comenzaba a masturbarme. Seguíamos de pie sin otro ruido más que el de nuestras respiraciones agitadas, el de nuestros besos en el cuello del otro y el sonido de los fluidos de ambos. Acercándonos a tu cama, nos separamos, te recostaste primero y yo caí sobre ti. La sensación de los dos penes
frotándose era muy placentera, eso se demostró con los movimientos cada vez más frenéticos de cada uno. Sin embargo, tú te detuviste, lo cual me extraño...
- Penétrame-. Que deliciosa petición.
Colocando el glande en sus labios externos, la ví. Jazmín me miraba con cariño y pasión, nada que ver con la lujuria de mi exnovia. Con un gesto de asentimiento con la cabeza, metí poco a poco la punta de mi pene. Procurando estar relajada, aferró con sus manos las cobijas de alrededor cuando el tronco entró completo en ella. Muy estrecha, cierto, pero era tan
placentero. Volvimos a vernos a los ojos, ella tenía lágrimas en los suyos, pero una sonrisa en la boca, se veía hermosa. Con otro asentimiento, comencé a extraerlo de su interior, y ella volvió a gemir de dolor. Lo saqué casi completo, dejando la punta dentro, no podía ver mi pene, solamente su rostro y sus pechos, pero mi falo tenía un poco de sangre tras romper su himen. Volví a entrar y su pene se engrosaba más con ese suceso, el sentirlo me provocaba cierto morbo y excitación.
- Más rápido, Matías, más rápido, pero sé delicado.
Más rápido comencé a meter y sacarlo, su pene se estimulaba con ese movimiento también y nos encontrábamos en la posición del misionero. Ella comenzó a gemir más fuerte y terminó por atraerme hacia ella, poniendo sus manos en mi espalda mientras la penetraba, llegó su clímax marcado con un grito ahogado, un estremecimiento de su cuerpo, una eyaculación suya y enterrándome las uñas en mi espalda. Se quedó como dormida, con los brazos sobre mí, con la respiración agitada. Retiré mi pene de su interior y me recosté junto a ella. Cerré los ojos un instante... bueno, la continuación se las diré luego, que me queda mucho
que contar sobre Jazmín y yo.

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