De las mujeres delgadas

Siempre me gustaron la mujeres muy delgadas. El insuperable deseo de sentir toda mi pija adentro de un estrecho cuerpo. Ver como sus manos se posaban sobre su vientre como sintiendo la longitud de la poronga dentro suyo y sus ojos totalmente en blanco del deseo.
Alexia se ponía sobre mí en posición de yoga y la hacía correr suavemente por su concha hasta que veía como su espalda se arqueaba como indicando que más no daba.
Ver su sonrisa de satisfacción cuando uno se corría dentro de ellas. Esa sensación que es imposible definir por ser exactamente de otro sexo. Pero el torrente cálido de la leche en su cuerpo era indisimulablemente percibido y gozado con palabras casi incoherentes pero definidas.

Cuando la conocí a Mariana se ve que había sido siempre una mujer muy flaca. Sus tetas raídas y su cara denotaban su edad, pero no así las otras partes del cuerpo que la mostraban como adolescente. Sus ojos celestes brillaban cuando me chupaba la pija, y sus manos se hacía muy traviesas cuando acurrucaba su cuerpo al mío. Creo que mirarme la pija cuando me pajeaba era un deleite especial para ella. Mariana además era muy bajita. Esa sensación de irrupción de mi pija en su cuerpo era más notoria y cuando entre en su culo totalmente especial. Cerrado, prieto, tenso, pero permisivo. Y como acababa cuando sentí mi leche mojando todo el interior de su orto.
Mariana había sido la mujer de un solo hombre y bien tratada. Había sido criada para el placer de tal manera que a su viudez no supo que podía seguir haciéndolo.
¿Por qué fui yo el que a esta breva tardía la disfruto? No lo sé. Acabar en su boca era primitivo. Ella lo engullía para provocar la eyaculación y solía guardar muy poquita leche para seguir besándome en los labios muy mojados.
También le gustaba que la pajeara. Creo que le gustaba más así que chupando, aunque chuparle el clítoris era un buen ablande. El dedo suave sutil, perezoso, la ponía muy a bordillo. Cuando dejaba caer saliva en su vulva y aceleraba con más suavidad sentía sus quejidillos suaves de los múltiples orgasmos.
Los faciales la deleitaban, y mucho más cuando capturaba el semen para comérselo. Las pajas con sus pies eran fatales. Eran una verdadera danza de siete velos.
Con el tiempo, se fue poniendo quejosa y creo que a pesar de sus técnicas , estaba peleada con ella misma.
La deje un día en un hotel de la zona norte. No importa, solo quería comentar este recuerdo de mujer vieja, flaca y muy habilidosa, aunque creo que se puso así, para dejarme y por lo tanto me adelante a su despedida.

3 comentarios - De las mujeres delgadas

complice69
Todo muy bueno,salvo el ultimo parrafo....
DAMIAN7600
Exelente relato cumpa, aunque yo estoy en las antipodas en la preferencia de mujeres, osea cuanto mas carne mejor y cuando digo mas carne me refiero a mucha, siempre me queda la duda de experimentar con una flaca que segun me an dicho es muy placentero. Gracias por el aporte saludos