Relato Futanari VIII

El cumpleaños de mamá


Para comprender este relato, es absolutamente necesario leer la Introducción y los relatos previamente publicados



¡Riiiiiiiiiiiing! – sonó el teléfono en mi casa.

– Mmmpf, ¿hola? – respondí sacándome un segundo la verga de mamá de mi boca.
– ¡Hola Isa, soy yo, Daniela! – exclamó una voz femenina al otro lado de la línea.
– ¡Mmmmmpppppfff!, ¡Daniela! ¿Cómo has estado? Disculpa, pero me atrapaste desayunando – respondí, sacándome de nuevo la verga que había vuelto a engullir.
– ¡Anda, sácate la polla de la boca para que puedas hablar conmigo!
– Jajajajaja!!!! A ti no se te escapa nada – dije sin dejar de pajear la verga de mamá.
– Llamaba para felicitar a tu madre por su cumpleaños y para saber a qué hora comienza la reunión en tu casa.

Daniela era una buena amiga mía. De hecho, era mi única amiga. Nos habíamos conocidos en la feria conocida como Futafest. En aquel momento, yo era una concursante del campeonato de extracción de leche y Daniela trabajaba como "culo público", ofreciendo su suculento ano a cualquiera que sintiera la necesidad de culear un rato y descargarse dentro de él. Nuestro primer encuentro ocurrió cuando le lamí la leche que le salía del culo, producto de una reciente corrida. Desde entonces, nos hemos hecho muy buenas amigas y hemos compartido lecho en más de una ocasión.

Finalmente, había llegado el día que tanto había estado esperando: el cumpleaños de mamá. Me había despertado temprano, y luego de colocarme mi respectivo supositorio, me había dedicado a mamarle la verga a mamá para desayunar. Días antes, le había pedido permiso a mamá para invitar a Daniela a la fiesta, la cual iba a tener la presencia especial de otra buena amiga de mamá: la negra Futambo.

Mamá había conocido a la negra Futambo también en el campeonato de producción de leche del Futafest, cuando ambas habían llegado a la final. Había sido una final muy reñida, y de no haber sido por mi ayuda, la negra Futambo habría ganado sin duda. Sin embargo, y a pesar de ser "enemigas" en el concurso, habían hecho muy buenas migas, y durante el tiempo que había durado la feria no se habían despegado una de la verga de la otra. Por lo general, era común verlas caminar agarradas de la polla como dos tiernas enamoradas. La de la negra Futambo es todo un espectáculo. Negra y brillante como el ébano, ostenta una larga hilera de piercings por toda la parte de abajo, del modelo que es una pequeña varilla con dos bolitas en los extremos, y está rematada por un gran aro metálico en el glande.

Luego del concurso, la negra Futambo había regresado a su país natal en África, pero no sin antes prometer a mi madre que pronto se verían de nuevo. Pues bien, la negra había elegido el cumpleaños de mamá como ese día, y mamá estaba que no cabía de alegría. Desde el día anterior habían comenzado los preparativos en la casa, y tanto yo como mis hermanas ayudábamos en lo posible a que todo estuviera perfecto.

Yo por mi parte, guardaba celosamente en mi armario el regalo que con tanto esfuerzo había elegido para mamá: una gran verga plástica de doble cabeza, con dos hermosos glandes moldeados uno en cada extremo, de color negro y con gran cantidad de venas moldeadas en toda su extensión, de aproximadamente 50 cm. de longitud por unos 15 de diámetro. Esperaba con anhelo que a mamá le agradara su regalo.

Por supuesto, para esta ocasión no había invitado a mi novio Tyron, ya que él no tenía noticias de lo "especial" que era mi familia. Le había mentido, y le había dicho que para celebrar el cumpleaños de mamá habíamos decidido hacer un viaje. Lo que no le había especificado era que ese viaje era directamente hacia un mundo de placer inimaginable.

Como era una ocasión especial, aunque cenáramos en casa, mamá, mis hermanas y yo habíamos decidido vestirnos de gala. Anna, la más sobria de todas, había elegido uno de sus numerosos trajes de taller. Nada que destacar, siempre muy recatada. Francis por su parte, se había decantado por una blusa de seda de volantes y una falda a la altura de la rodilla. En cuanto a mí, la ocasión era doblemente especial, ya que además de ser una cena en homenaje a mamá, venía como invitada mi querida amiga Daniela, y quería recibirla lo más espectacular posible. Tardé en elegir mi atuendo, y finalmente me decidí por un largo vestido rojo de tirantes que llegaba hasta mis tobillos, muy ceñido al cuerpo, y con una larga abertura en un lado que llegaba hasta mi cintura. Por supuesto, nada de ropa interior. Mi largo pelo negro lo recogí en una gran coleta, para mayor comodidad.

Mamá, en cambio, tenía otros planes, y como sabía que venía su amiga la negra Futambo, necesitaba vestirse acorde para la ocasión. Es por ello que optó por vestirse con un enterizo de malla, que abarcaba desde su cuello hasta sus tobillos y muñecas. Por supuesto, al no llevar nada debajo, sus grandes pezones asomaban entre las aberturas de la malla. El enterizo de malla tenía una gran abertura en la entrepierna, por donde escapaba libre su gran verga y podía accederse a su coño y culo en cualquier momento. No podían faltar unas grandes sandalias rojas de plataforma.

Para cuando la negra Futambo llegara, era muy difícil que mamá pudiese concentrarse en otra cosa, así era el amor que se tenían, por lo que decidí darle su regalo antes de que llegaran las invitadas. Dado que yo consideraba que era un regalo muy especial, tenía que entregárselo de una manera muy especial. Así sería.

– ¡Mamá! – la llamé desde mi habitación.
– ¿Qué ocurre, Isa? – me respondió mamá entrando rauda y veloz, preocupada por mi tono.
– Nada malo, simplemente quería entregarte tu regalo de una vez, antes de que empiece la fiesta.
– Claro que sí, dulzurita ¿pero dónde está? – inquirió al notar que yo no tenía nada entre mis manos.
– Aquí – Diciéndole esto, me di la vuelta, me agarré de las rodillas y levantando el culo me remangué el vestido hasta por arriba de la cintura. De mi orondo y abierto ano asomaba una de las dos grandes cabezas de la verga doble, adornada con un hermoso lazo rojo.
– ¡Feliz cumpleaños, mami! – la felicité con emoción.
– ¡Qué especial eres, Isa! – respondió mamá, sin poder evitar soltar una carcajada.

Poco a poco comencé a pujar, para dejar salir de mi recto los más de 30 cm. de verga que aún permanecían alojados allí. Pero mamá tenía otros planes. Le quitó el lazo a la verga y me hizo colocarme en el piso a cuatro patas. Por su parte, ella se colocó en la misma posición, pero en contra, haciendo que nuestros culos quedaran uno frente al otro, y con su mano, se introdujo el glande expuesto en su propio orto.

– ¡Uuuuufff! Que delicia, Isa. – exclamó soltando un bufido.
– Espero que te guste mami, lo elegí especialmente para tí.

Introdujo en su ano toda la extensión de la verga que se encontraba fuera de mi culo, hasta que quedamos con los culos pegados. Presionó un poco más aún, y finalmente nuestros anos se fundieron en un sodomítico beso, mientras compartían una verga en su interior. La situación era demasiado excitante, por lo que no pude evitar acabar en un intenso orgasmo, que mi madre sintió en carne propia.

Estuvimos un rato sin movernos, disfrutando de la ocasión, y de pronto, mamá comenzó a moverse lentamente hacia atrás y hacia adelante. Pensé que quería que yo hiciera lo mismo, para poder cojernos por el culo mutuamente con la deliciosa verga plástica, pero no era así.

– Sshshshsh, tranquila Isa, no te muevas – me indicó deteniendo una de mis nalgas con su mano.

Poco a poco fue arreciando en sus embestidas, y fue allí cuando comprendí las intenciones de mamá, por lo que afloje mi ano y la dejé hacer. Cuando empujaba hacia atrás, aflojaba su ano, permitiendo que la verga entrara más en su culo. Cuando se retiraba hacia adelante, apretaba su ano, retirando poco a poco la verga de mi culo. Quería sacármela utilizando solamente su ano.

Así estuvo, hasta que la verga plástica abandonó completamente mi interior. De su ano, asomaba apenas el glande y poco menos de 10 cm. del tronco. Llevó una mano hasta el consolador, para terminar de insertarse lo que quedaba, pero en ese momento la detuve.

– Deja mami, yo te ayudo.

Colocando una mano en cada nalga de mamá, le abrí el culo al máximo, al tiempo que me introducía en la boca el glande que asomaba al exterior. Poco a poco, empujando con mi boca, terminé de insertarla completamente en su interior. En el último suspiro, lo empuje con mi lengua, la cual se introdujo un poquito en el ano de mamá, que acababa de engullir completamente a "Anaconda", la gran verga plástica de dos cabezas. Verla desapareciendo en el interior del recto de mamá era todo un espectáculo. Su ano quedó un poco abierto por el esfuerzo, cosa que no desaproveché para lamerlo un poco por todo el borde y de vez en cuando, introducir un poquito mi lengüita.

Terminada la operación, ayudé a mamá a incorporarse, y una vez de pie, me dio un cariñoso beso en la mejilla.

– Gracias Isa, es un regalo magnífico. ¡Me encanta de verdad!
– ¡Por nada mami! – le respondí abrazándola.

Había terminado de darle el regalo a mamá y me estaba acomodándome el vestido cuando sonó el timbre. Me dirigí a abrir la puerta. Era mi amiga Daniela, quien estaba sencillamente preciosa, enfundada en un corto y ceñido vestido negro sin mangas, unas medias negras y unos zapatos negros de tacón muy alto. Su largo pelo negro corría suelto por sobre sus hombros.

– Dani, ¡estás hermosa! – le dije cuando finalmente despegamos nuestras bocas.
– Tu también, Isa.

La hice pasar y llamé a mamá.

– ¡Mamá! Mi amiga Daniela está aquí y te quiere felicitar.

De su cuarto, donde se estaba terminando de maquillar, salió mamá, y saludó amablemente a Daniela.

– Hola Danielita, que gustó que estés aquí.
– Feliz cumpleaños, señora Giovanna. Esto es para usted – le dijo entregándole un paquete a mamá.
– No tenías que haberte molestado, niña.

Mamá abrió el paquete, una caja cuadrada de tamaño mediano. En su interior, envueltas en seda negra, reposaban cuatro bolas metálicas de pulida superficie.

– Muchas gracias, Daniela, están hermosas.
– Por nada. Son vibratorias, funcionan a baterías. Usted las enciende, se las mete en el culo, y estas se lo masajean deliciosamente por dentro mientras usted reposa.
– ¡Que lindas! Más tarde me las pruebo, ahora tengo el culo ocupado por otro regalo – dijo guiñándome un ojo – Ahora, si me permiten, voy a terminar de arreglarme.

Mamá se retiró, dejándonos solas a Dani y a mí en el salón.

– También te traje un regalo para ti, Isa – exclamó Daniela guiñándome un ojo – Para sellar nuestra amistad.
– ¡Qué dices, Daniela! No debiste, me siento apenada – le respondí ruborizándome un poco.

Daniela me acercó una caja de plástico negra, que con gran emoción abrí. No podía creerlo, el regalo de Daniela era simplemente hermoso. Al momento de verlos los reconocí, y una lágrima de emoción comenzó a correr por mi mejilla. Frente a mí estaba un set de dos consoladores, modelo strap-on, de esos que utilizan las lesbianas y que se amarran a la cintura. Pero no eran unos consoladores comunes, eran sus strap-ones favoritos, los que amorosamente guardaba en su gaveta. Con ellos habíamos compartido interminables horas de placer, tanto de ella dándome a mí por el culo, como yo dándole a ella.

El primero, consistía en una gran verga plástica, moldeada con una sinuosa forma similar a la de una "S". Se introduce primero en el culo de la folladora "activa", recorre por debajo toda la extensión del perineo y la vagina, para luego salir al frente y amarrarse con una serie de correas. La virtud de este "instrumento" es que cada embestida que proporciona la folladora "activa" es sentida en el interior de su culo con igual magnitud que la folladora pasiva.

El segundo strap-on es más tradicional, consistente en un calzón de cuero con una gran verga plástica atornillada en el frente a la altura del pubis. Su diferencia recae en que en la parte interna del calzón se encuentran también atornillados dos grandes penes de plástico, que se introducen en el culo y en la vagina de la folladora "activa". Por si fuera poco, en la parte frontal del calzón por encima de la verga plástica, se encuentran un par de broches donde es posible colocar una segunda verga plástica, para no dejar ningún agujero vacío en ninguna de las folladoras.

No podía dejar pasar esta oportunidad, y con la esperanza de que sobrara algo de tiempo antes de la comida, tome a Daniela de una mano y me la llevé casi arrastrando hasta mi cuarto. Quería estrenar mis nuevos regalos.

Recosté a Daniela en mi cama y le empecé a bajar el vestido por los hombros para dejar sus hermosas tetas libres. Estaba chupándole un pezón cuando sonó de nuevo el timbre. No le hice caso, concentrada en lo que estaba haciendo. Volvió a sonar el timbre, y a regañadientes deje lo que tenía en las manos (las tetas de Daniela) y fui a abrir la puerta. El espectáculo que allí me esperaba me dejó boquiabierta.

Frente a la puerta se encontraba la amiga de mamá, la famosa negra Futambo. Era sencillamente impactante. Su vestimenta constaba de un body de látex de color negro, abierto por el frente con un gran escote trenzado en forma de "V" que se iniciaba desde el pubis y llegaba hasta sus grandes tetas. Al ser trenzado en toda su extensión, el escote impedía que se escaparan las tetas. Un par de grandes botas negras de plataforma, con un tacón de 15 cm., le llegaba por encima de las rodillas, dejando a la vista sus generosos muslos. Su largo y liso pelo negro estaba sujeto por un moño en la parte alta de la cabeza, y luego le caía suelto por los hombros y la espalda. Un gran aro metálico en el cuello y dos guantes de látex negro en sus manos completaban su estridente atuendo. Pero como siempre, lo que más llamaba la atención era su gran verga. Asomando por una abertura del body y completamente erecta, estaba enfundada en látex negro brillante, dejando solamente expuesto el glande con un gran piercing en el meato.

Pero la negra no venía sola, detrás de ella se encontraban dos fornidos negros de al menos 2 metros de altura, completamente desnudos a excepción de los zapatos. Sus grandes vergas, aún en estado de flacidez, alcanzarían fácilmente los 25 cm., y estaban rematadas por un gran piercing en el meato urinario, similar al de la polla de la negra. A este piercing estaban unidas sendas cadenas que sujetaba la negra Futambo entre sus manos.

– Hola niña, ¿está tu madre? – saludó la negra en español bastante forzado.

Yo no atinaba a responder, aún no salía de mi asombro. Hoy en día, todavía me preguntó cómo hicieron la negra y sus acompañantes para llegar hasta la puerta de mi casa sin despertar un alboroto producto de tan estrambótica estampa.

– Sí... ya la busco – respondí recuperándome un poco de la impresión

Cuando mi madre la vio parada en el umbral de la puerta, corrió hacia ella, y ambas se abrazaron fuertemente y se fundieron en un profundo beso, al tiempo que sus vergas chocaban una con la otra, en un peculiar saludo.

– ¡Mwumba, llegaste! – exclamó mi madre llena de alegría - ¡Pasen y siéntense!
– Gracias, Giovanna.

Una vez que nos hubimos sentado todos, excepto mis dos hermanas, en el salón de la casa, mi madre no pudo evitar inquirir acerca de la presencia de los dos gigantescos negros que la acompañaban.

– En mi país, la sociedad es matriarcal –explicó la negra- por lo que es completamente normal que una mujer tenga varios esposos. Muchos de estos esposos son comprados, así que pueden calificarse más bien como esclavos que como esposos.
– ¡Qué envidia! – exclamó mi madre.
– Tú me conoces, Giovanna, sabes que soy insaciable y que necesito una buena verga erecta y llena de leche permanentemente, así que mi "harem" consta actualmente de 17 vergas, digo, esposos – dijo la negra guiñándole un ojo a mamá.
– Y trajiste estos dos para que te hicieran compañía y no te faltara una buena verga a punto durante el viaje, ¿no?.
– No. Como no sabía qué traerte de regalo, te traje a dos de mis mejores esclavos.

Mamá no salía de su asombro, y su boca y coño comenzaban a hacer agua, iba a ser dueña de dos sementales de ébano que satisficieran sus agujeros permanentemente.

– Ven Giovanna, siéntate aquí y cátalos – dijo la negra.

La negra estaba sentada en el medio de un sofá, con sus dos esclavos uno a cada lado, y cedió su puesto a mamá para que se sentara entre ellos. La negra le entregó ambas cadenas, y mamá comenzó a pajear a ambos hombretones al mismo tiempo, alternando mamadas entre ambas vergas. Primero acabó el de su derecha, y mamá tragó concienzudamente hasta la última gota de semen. Pocos segundos después, repetía la operación con el de su izquierda. Sin soltar ambas vergas que comenzaban a perder su erección, le exclamó a la negra:

–¡Son deliciosos! Su leche es el néctar de los dioses.

Daniela, que se había sentado a mi lado, y yo estábamos ensimismadas presenciando la escena, y no tardamos en comenzar a masturbarnos mutua y frenéticamente, cada una ocupándose del clítoris de la otra.

– ¡La cena está servida! – exclamó mi hermana Anna desde el comedor, despertándonos a todos del letargo sexual en el que nos habíamos sumido.

Francis y Anna sirvieron la cena, y cuando todo estuvo listo, nos sentamos todos a comer. Mamá se había sentado en la cabecera de la mesa, y en uno de los laterales se había ubicado la negra Futambo flanqueada por sus sementales. Yo me había colocado en la otra cabecera de la mesa, frente a mamá, con Daniela a mi lado. Entre ella y mamá, estaban sentadas mis dos hermanas. Comimos deliciosamente, degustando todos los platillos que Anna y Francis habían preparado. El hecho de que nos alimentemos principalmente de semen no quiere decir que no sepamos apreciar una buena comida.

Fue una comida muy agradable y tranquila, con la negra contándonos todo acerca de las tradiciones de su país. Yo, por mi parte, le hice una seña a Daniela para que apurara su comida, para degustar cuanto antes el postre. Una vez que ambas hubimos terminado de comer, la tome de la mano y exclamé:

– ¡Hora del postre! – y guiando a Daniela, nos introdujimos por debajo de la mesa.

Era un espectáculo sobrecogedor. Las vergas de mamá, la negra y sus esclavos descansaban desnudas, mientras que para las de mis hermanas, tuvimos que remangarles las faldas.

– Este postre te lo dedico a ti, querida amiga – le dije al tiempo que engullía una de las vergas de los negros.
– Créeme que lo voy a disfrutar – me respondió introduciéndose en su delicada boquita la verga de mi hermana Anna.

Arrodilladas, alternábamos nuestras mamadas, para que ninguna verga se quedara sin disfrutar de nuestras golosas boquitas. Mamábamos a conciencia, y cada vez que una polla iba a acabar, chupábamos sin pudor hasta extraer la última gota, para después fundirnos en un beso donde compartíamos el delicioso néctar. Así estuvimos, hasta que cada verga se corrió por lo menos dos veces.

Este es el postre más delicioso al que me han convidado – exclamó Daniela limpiándose con el dedo meñique la comisura de sus labios, por donde una traviesa gotita de leche pretendía escapar.

Salimos de debajo de la mesa, y las caras de placer de los comensales no dejaba dudas acerca de nuestro efectivo trabajito oral.

– ¡Delicioso el postre! – exclamé mientras sacaba la lengua y me relamía los labios.

Descansamos un rato luego de la comida, y luego Francis puso un poco de música suave para amenizar aún más velada. Mamá y la negra se tomaron de las vergas, se pusieron de pie y comenzaron un erotizante baile. Pegadas una frente a la otra a más no poder, se rodearon con los brazos por encima de los hombros y comenzaron a danzar suavemente. Sus grandes y nuevamente erectas vergas se encontraban atrapadas entre ellas, y casi les llegaban a la altura de la boca, pasando antes por el canal formado por los dos pares de tetas enormes. Por supuesto, entre beso y beso no podían evitar pasar la lengua por el glande la verga de la otra.

Por su parte, Francis y Anna tomaron a cada uno de los negros e hicieron lo propio. Nunca habían disfrutado bailar con un corpulento negro desnudo. De vez en cuando, bajaban sus manos para sobar sus soberbias vergas, que ya comenzaban a recuperar su erección luego del "postre". En cuanto a Dani y yo, no queríamos ser menos, y también nos pusimos a bailar. Nos restregábamos mutuamente sobándo nuestras tetas por encima de los vestidos y fundiéndonos en un beso que no parecía tener fin.

Era inminente que la situación iba a desembocar tarde o temprano en una desenfrenada orgía, y fuimos precisamente Dani y yo quienes propiciamos la ocasión. Nos recostamos a cuatro patas en el sofá del salón, remangamos nuestros vestidos y comenzamos a introducir nuestros dedos en el ano de la otra, al tiempo que no dejábamos de besarnos.

Esto fue más que una invitación, y dejando de bailar, mamá y la negra se acercaron a nosotras. Cada una apoyo su glande en la entrada de nuestros anos, mamá en el de Dani y la negra en el mío, y al unísono, comenzaron a introducir sus gruesas barras de carne en nuestro interior. El efecto que la verga de la negra causaba en mi recto era delicioso. Debido a la picazón que afectaba a mi recto, el roce producido por la hilera de piercings que adornaba la negra verga, me producía una sensación de alivio que rozaba en el éxtasis.

Mamá y la negra introdujeron completamente sus instrumentos en nuestro interior, y poco a poco, una vez que nuestros anos se hubieron acostumbrado al calibre de las vergas, comenzaron a bombearnos indiscriminadamente. Dani y yo no cabíamos del placer que estábamos sintiendo, y en ningún momento dejamos de besarnos. Incluso creo que una lágrima de emoción llegó a escaparse de sus ojos.

Durante casi media hora estuvieron mi mamá y la negra machacándonos las entrañas a Dani y a mí, mientras mis hermanas se entretenían con los negros. Casi al mismo tiempo, mamá y la negra comenzaron a venirse, inundando nuestros rectos con su abundante corrida. Una vez que hubieron terminado y retirado sus pollas de nuestro interior, intercambiaron posiciones y cada una comenzó a sorber la leche que la otra había depositado. Mamá empezó a succionarme el ano mientras que la negra hacía lo propio con Dani. Después, haciendo un 69, se mamaron mutuamente las vergas para limpiarse cualquier resto de semen que allí hubiese quedado. La negra quedó gratamente sorprendida cuando, en medio de la plena mamada, del ano de mamá comenzó a surgir mi regalo de cumpleaños. ¡No se lo había sacado desde entonces! Por supuesto, la negra no perdió la oportunidad de bombear el recto de mamá con la "Anaconda".

Cuando Dani y yo nos recuperamos de la soberana cogida que nos habían dado, la negra indicó a los negros que se sentaran en el sofá y a nosotras que nos colocásemos encima de ellos, insertándonos sus vergas en nuestros coños. Ni cortas ni perezosas corrimos a rellenar nuestras vaginas de sabrosa carne negra, y ni bien habían terminado de entrar cuando mamá y la negra asumieron nuevamente sus posiciones y comenzaron de nuevo a darnos por el culo a Dani y a mí, solo que esta vez se intercambiaron: mamá me lo daba a mí y la negra se lo daba a Dani. Mis hermanas, viéndose despojadas de sus hercúleos amantes, no les quedó más remedio que unirse a la fiesta y ofrecernos sus pollas para que Dani y yo las mamáramos.

Más que el cumpleaños de mamá, parecía una fiesta donde las homenajeadas éramos Dani y yo, ya que no parábamos de recibir verga a diestra y siniestra por todos nuestros agujeros. Por lo general, no soy muy partícipe de utilizar el coño, siempre prefiero las vergas por detrás, pero la follada que el negro estaba dedicándole a mi chocho era más que exquisita.

Dani tenía los ojos cerrados, y desde mi posición, contemplaba como su hermoso cuerpo se contoneaba al ritmo de las embestidas. Su boca, permanentemente rellena por la polla de Anna, no paraba de succionar, y su cara se contraía en muecas de placer cada vez que una de las vergas llegaba hasta el fondo. Me imaginaba que la verga de la negra debía estar haciendo estragos en su negro agujerito. Yo por mi parte, disfrutaba de la verga de Francis en mi boca y de la ya familiar verga de mamá en el culo.

Sin darme cuenta, estaba mirando fijamente a Dani cuando esta abrió los ojos, y sin sacarse la polla de la boca me dedicó una sonrisa y una mirada lasciva. Sabiéndose observada, comenzó ella misma a arreciar los movimientos, y de estar siendo follada, paso a ser folladora. Las tres pollas de su interior se quedaron quietas, y fue ella la que comenzó a moverse bruscamente, con la intención de ordeñarlas. En ese momento, comprendí que me estaba dedicando su cogida, era como si, a distancia, estuviésemos follando nosotras. Yo no podía ser menos, así que la imité y comencé a incrementar mis meneos.

En esta posición, mirándonos fijamente, alcanzamos casi al mismo tiempo un fuerte orgasmo, que se tradujo en intensas convulsiones que hicieron que las vergas que nos penetraban comenzaran a correrse. Creo que pocas veces en la historia de la humanidad se ha dado el caso de que 8 personas se corran al mismo tiempo, pero el floreciente amor que estábamos comenzando a desarrollar Dani y yo parecía que podía conseguir imposibles.

Una a una las vergas fueron derramando sus copiosas cargas, siendo las últimas las de mis hermanas, que se corrieron en nuestras bocas. Con la boca llena pero sin tragar una gota de leche, tan pronto como nos vimos desenchufadas de nuestros amantes, Dani y yo nos fundimos en un profundo beso, compartiendo la leche como buenas amigas, para después lamernos todo el cuerpo y degustar, por supuesto, la leche que manaba de nuestros coños y culos.

Tanto mis hermanas, como los negros, la negra y mamá, cayeron agotados en los demás sofás, mamá y la negra como siempre lamiéndose las vergas. Luego de este profundo orgasmo grupal, había que esperar por lo menos un rato para seguir con la fiesta.

Luego de que nos hubimos recuperado del intenso polvazo previo, la negra Futambo tomó el control de la situación. Ordenó a los negros a que permanecieran sentados en el sofá tal cual como estaban, y a Daniela y a mí que nos acostáramos sobre ellos, pero esta vez boca arriba, dándoles las espaldas. En esta posición, los negros metieron sus nuevamente erectos instrumentos en nuestros siempre hambrientos culos. La negra tomó mis piernas y las llevo lo más hacia atrás posible, para tener acceso a mi ya penetrado culo, e indicó a mamá que la imitara. De esta manera, la negra metió su verga en mi ano, acompañando a la verga del negro. Mamá, por su parte, hizo lo propio con Daniela. Esta vez, Daniela y yo habíamos tomado previsiones, por lo que nos colocamos lo bastante cerca la una de la otra para poder besarnos. Era increíble poder sentir su lengua jugueteando en mi boca al tiempo que dos magistrales vergas taladraban mi goloso culito.

Como nuestras bocas estaban ocupadas, mis hermanas Francis y Anna estaban un poco decepcionadas de no poder participar en la orgía. Pero la negra tenía planes para ellas. Las vergas de mamá y de la negra son tan grandes que nada más con que entre la mitad es más que suficiente, por lo que entre ellas y nuestros anos quedaba espacio suficiente para otra persona. Con un gesto, ordenó a mis hermanas que se colocaran encima de nosotras, y hábilmente, la negra y mamá manipularon las pollas de mis hermanas para que nos penetraran por el coño. Dos pollas en el culo y una en el coño ¿qué más puede pedir una joven calenturienta como yo?

Así estuvimos un rato, pero como todas las pollas ya se habían descargado previamente, la próxima corrida se iba a hacer esperar, así que más bien nos dedicamos a juguetear un rato. En un momento dado, la negra extrajo la polla de mi hermana de mi coño y la guió hasta mi culo doblemente ocupado. Por un momento pensé que me iban a desgraciar el culo y que iba a tener que usar pañales toda mi vida, pero una vez que pasó el susto inicial y mi muy bien entrenado ano se adaptó a la triple penetración, el dolor dio paso al placer más intenso. La negra sabía muy bien que esta era una situación (y una posición) muy difícil de mantener, por lo que optó por abandonar mi culo, dejando allí nada más al negro y a mi hermana. Pero ella no iba a quedar fuera de combate, y viendo el precioso culo blanco que sin querer ofrecía mi hermana Anna, no dudo ni un momento y abriéndolo con sus manos, la penetró de un sólo envión.

Anna acusó la brusca penetración de la negra, lo que se tradujo en que su polla se introdujera hasta el fondo en mi culo. Mamá, por supuesto, se sintió atraída por la idea, y sacando su verga del culo de Daniela, la introdujo en el culo de Francis, quien a su vez aún penetraba el coño de Daniela.

En mi interior yo sentía las embestidas en el culo de Anna como si fueran en mi propio culo, y cada vez que la polla de la negra llegaba hasta el fondo, la verga de mi hermana se hinchaba, castigando mi trabajado culito.

Mis hermanas no pudieron aguantar por mucho tiempo este trato, por lo que más bien pronto que tarde comenzaron a correrse, Anna en mi culo y Francis en el coño de Daniela. Además, de sus coños comenzó a manar gran cantidad de líquido, que baño a los negros que teníamos debajo. Una vez que mamá y la negra decidieron que mis hermanas ya habían recibido bastante, las descorcharon y permitieron que se retiraran de la escena. Por su parte, era obvio que los negros no tenían planes de acabar pronto, y la posición ya se estaba volviendo algo incómoda, por lo que había que renovar.

Descansamos otro rato, y nos refrescamos un poco antes de seguir con la fiesta. En toda fiesta de cumpleaños que se precie tiene que haber juegos, y la nuestra no podía ser menos. Daniela tuvo la ocurrente idea de jugar un juego muy divertido: la rueda de la fortuna.

En la cocina de mi casa hay un pequeño bar con tres taburetes, al estilo de los que se usan en las barras de los bares. Son de base giratoria, con un pequeño respaldo formado por un arco metálico. Tomamos el taburete y, por supuesto, la elegida era yo.

Me senté en el taburete de espaldas, de cara al respaldo, que esta vez iba a servirme de soporte. Coloqué mis pies en el aro de metal que se encuentra a medio camino en las patas, y levanté mi culo lo más posible, ofreciéndolo sin pudor al "público". Mi mamá, la negra, mis hermanas y los dos negros se colocaron formando un círculo alrededor mío. Todas sus pollas habían vuelto a recuperar la erección, previendo lo excitante de la situación que se avecinaba. Daniela, por su parte, al no tener polla, fungía de "maestra de ceremonias". Las seis pollas se acercaron a mí, rodeándome completamente, y Daniela dio inicio al juego.

Con un fuerte movimiento, empujó el taburete para que este comenzara a girar, y yo con él. Polla tras polla golpeaban deliciosamente mi cuerpo a medida que daba vueltas, y como si de un verdadero concurso de la Rueda de la Fortuna, la verga ganadora sería la que quedara justamente en frente de mi culo cuando el taburete dejase de dar vueltas.

La primera ganadora fue la negra, ya que me detuve justamente con mi abierto ano delante de su glande. Daniela, como buena organizadora, chupó mi culo hasta dejarlo bien lubricado y luego le dedicó unos segundos a la cabeza del cipote ganador. Con una mano tomó la negra verga y con la otra abrió un poco mi culo para poco a poco comenzar a insertarla. Dicen que "quien parte y comparte se lleva la mejor parte", así que Dani se aprovechaba de la situación y cada cinco o seis embestidas, me sacaba la polla de mi culo para mamarla un poco y luego me lamía el ano "para facilitar la penetración", se excusaba. Volvía hábilmente a insertar la polla y así, durante unas cuantas embestidas más.

Cinco minutos más tarde, se había acabado el turno de la negra, por lo que era momento de volver a girar. Esta vez, salió ganador uno de los negros, y Daniela se relamía pensando en lo que iba a disfrutar. Se repitió la operación: cinco embestidas y la sacaba para mamarla, cinco embestidas más, y nuevamente mamada.

Así seguimos durante un rato, hasta que todos, menos mamá, me penetraron durante su respectivo turno. Mamá estaba decepcionada del juego, porque no había disfrutado de mi culito, así que Dani, en un acto de caridad, dejó que me penetrara un rato aunque no hubiese salido su turno. Mamá se desquitó con mi agradecido ano, y Dani no tuvo el valor de retirar la maternal polla de mi ano para mamarla. Tal era la excitación acumulada de mamá que no tardo en correrse dentro de mí. Pero esta vez, Daniela no iba a dejar pasar la oportunidad, así que apenas mamá retiro su cipote de mi recto, pegó su boca a mi ano y empezó a sorber con fruición todo el líquido que de allí manaba. Cuando no salió más, se dedicó a limpiar la polla de mamá.

Ya habíamos tenido suficiente del jueguito de la rueda, había que pasar a algo nuevo. Además, la única que se había corrido era mamá, y las demás pollas ya estaban bastante cargadas de nuevo.

Esta vez por iniciativa mía, nos colocamos Daniela y yo a cuatro patas encima de la mesa de centro del salón, cada una apuntando al revés que la otra, de modo que el culo de Daniela quedara al lado de mi cara y el mío, al lado de la suya. Mis hermanas habían tenido bastante por un rato, así que no se apuntaron a este round.

Indiqué a los dos negros que me metieran sus vergas uno por el ano y otro por la boca. A mamá y a la negra, les dije que hicieran lo mismo con Daniela. De esta manera, mientras yo mamaba la verga de uno de los negros, a pocos centímetros de mi cara el culo de Daniela era taladrado por la polla de la negra, mientras que mi culo era follado por el otro negro a poca distancia de la boca de Dani, que mamaba la verga de mamá.

Con un chasquido de mis dedos indiqué que cambiaran, y los negros pasaron a follarse a Dani mientras que mamá y la negra se dedicaban a mí. Era una delicia saborear la verga de la negra recién salida del culo de Dani, y a ella se la veía muy agradecida mamando la verga que segundos atrás rellenaba mi culo. Chasquido tras chasquido, nuestros folladores cambiaban de posición, y las cuatro vergas no paraban de entrar y salir de nuestras bocas y culos: ahora mi boca, ahora el culo de Dani; ahora mi culo, ahora la boca de Dani.

Cuando la verga de mamá, que taladraba el culo de Dani, estaba a punto de acabar, me destapone de las vergas y agarré con fuerza el culo de Dani para abrirlo al máximo.

– ¡Quiero que todos se corran aquí adentro! – grité.

Mamá descargó toda su corrida adentro, y fue seguida por la negra Futambo y los dos negros. Mis hermanas, quienes aunque sin participar esta vez no se habían perdido un segundo de lo que pasaba, también tenían sus pollas enhiestas, y no pensaban en dejar pasar la oportunidad de descargarse en el bellísimo ano de Dani.

Cuando la última de las seis vergas se retiró, dejando su níveo néctar en el recto de Daniela, coloqué mi boca alrededor de este y comencé a chupar y chupar. Dani se incorporó, para que la fuerza de gravedad ayudara también, así que poco a poco fui tragando todas las corridas que manaban sin parar. El último buche de leche, lo guardé en mi boca, y lo compartí con Daniela en un erótico beso.

Habían pasado ya varias horas desde que empezamos con la orgía, y en las caras de todos se percibía que ya habíamos tenido bastante para una noche, por lo que mediante mutuo acuerdo decidimos irnos a dormir. Aunque por cómo nos repartimos, dudo que alguien durmiera: mamá se fue a su habitación con la negra, mis hermanas se llevaron cada una a un negro y Dani dormiría conmigo.

Abrazadas completamente desnudas, acostadas en mi cama, nos fuimos quedando dormidas, yo con mi boca chupando uno de sus pezones y ella acariciándome el cabello. La música de fondo, constituida por los gemidos de mi madre y mis hermanas, nos fue sumiendo en un profundo letargo.



Continuara...

0 comentarios - Relato Futanari VIII