Fantasía... ¿O realidad? Capítulo 3

Conocí a Laura en un chat. No era tan sencillo como hoy en día, con múltiples programas para interactuar, enviar fotos, verse por la webcam o escucharse por micro. En aquel entonces había que tirar de imaginación, y confiar en la descripción que te daban (cuando no mentían) para hacerte una idea de quién era la persona que había al otro lado. Además, internet funcionaba a pedales, prácticamente, así que era todo un poco desesperante.

Aquella tarde, estaba solo en casa y no esperaba a nadie. Así que, pese a que experiencias anteriores habían resultado un tanto frustrantes, dado que estaba cachondo perdido, traté de "ligar" en el chat. Me puse como nick mi población de origen, y no tardó en abrirme un privado, dado que era de una localidad cercana (unos 15 km) a la mía (Yo estaba en la playa, a unos 40 km, pero eso no lo sabía).

Empezamos a charlar, temas poco trascendentales, hasta que surgió la opción de quedar. Unas pizzas, una peli... ¿Qué te parece? Bien, me dijo, pero con una condición. Tenemos que hablar antes por teléfono. La petición me pareció razonable, dado que tenía que desplazarse unos 80 km en busca de alguien que a lo peor no aparecía. Así que le dí mi número. Me llamó y... guau! Vaya voz. Dulce, cadenciosa y a mi parecer muy, muy sensual. De hecho, me recordaba a la de la sexóloga Lorena Berdún. Bromeamos un rato hasta que al fin quedamos.

No tenía la más mínima idea de cómo era, ni ella de cómo era yo, pero esa voz acabó de excitarme, así que tiré adelante. Lo peor que puede pasar es que no nos atraigamos en absoluto, y en cuanto acabemos de cenar... para casa, pensé.

Al cabo de un par de horas salí a recibirla. Era alta, aproximadamente 1'75 (yo mido 1'90) con unos ojos verdes muy atractivos y un pecho enorme. Estaba un poco rellenita, pero la verdad es que no me importó lo más mínimo (siempre es mejor tener de dónde agarrarse).

Fuimos a casa, pedimos las pizzas y estuvimos hablando hasta que llegaron. Todo el desparpajo que había mostrado en el chat, y al teléfono, se esfumó como por encanto, resultando ser bastante tímida. Prácticamente había que sacarle las palabras con sacacorchos... Se sentó en un sofá, y yo en el otro. Cenamos, pusimos la peli... Y se acabó la película sin que prácticamente intercambiásemos palabra. Pintaba mal la cosa, así que tanteé el terreno: Esta peli era cortita, ¿te apetece que veamos otra? le dije. Supuse que diría que no y se marcharía, pero tenía que intentarlo. Vale, me contestó. Así que puse otra película, y esta vez si, me senté en el mismo sofá que ella, buscando la cercanía. No parecía estar muy por la labor, pero me fui acercando poco a poco. Un roce, un abrazo... hasta que pasó. Empezamos a besarnos apasionadamente. Su lengua era muuuuy juguetona y empezó a excitarme muchísimo. En cuanto notó lo empalmadísimo que estaba, se le fue la timidez como por arte de magia. Vamos a la cama, me dijo...

Empezamos a desnudarnos y quiso entrar al baño. Necesito una ducha, espérame aquí. Me tumbé sobre la cama mientras escuchaba el agua correr, y de repente... me llamó: Mr. Sex, ven por favor. Pensé que necesitaría una toalla y fui hacia allá, y al abrir la puerta del baño...

Estaba de pie, con el cuerpo enjabonado inclinado hacia adelante y las manos apoyadas en el borde de la bañera, ofreciéndome su inmenso (no me había fijado en lo grande que era) y precioso culo. ¡Es todo tuyo!

Ni que decir tiene que no hay mejor visión posible que la de un culazo así enjabonado esperándote, así que, empalmadísimo como estaba... entré sin llamar. Estuve así, follándole su culazo durante más de 20 minutos, y cada vez más caliente. Ella no paraba de gemir, con esa voz tan sensual pidiéndome más, hasta que acabé corriéndome de forma escandalosa dentro de su inmenso culo.

¿Te recuperarás mientras acabo con la ducha? Tengo algo pensado para después, me susurró. Y yo, como un zombie, afirmando con la cabeza, me fui para la otra ducha. Una ducha fría, reparadora, y me volví a la cama.

Estaba totalmente desnudo esperando a que llegase cuando lo hizo, envuelta apenas en una toalla, y se tumbó sobre mi. ¡Cómeme las tetas! me pidió. Y yo, que aún no estaba del todo recuperado, y que deseaba comérmelas desde que se las vi, me dispuse entusiasmado a cumplir con la tarea. Enseguida estuve en plena forma de nuevo y la metí entre sus tetas. Qué sensación. Debía usar una 110, y tenía unos pezones pequeñitos y sonrosados increíbles. Y además sabía usarlas. Tanto sabía, que pronto estuve en disposición de correrme de nuevo, y al advertirla... Otra de esas frases que se recuerdan toda la vida...

¿Qué prefieres, en las tetas o en la boca?

Creo que no le di ni tiempo a acabar la frase, cuando ya me vaciaba entre sus labios. Me agarró la polla con firmeza, y cumplidora, se tomó hasta la última gota...

¿Fantasía o realidad?

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