Mi primera aventura como Crossdresser

Hola gente hermosa que se dio el tiempo de leer mi post, lo que pasó ayer es algo que no esperaba, y sin embargo, ya deseaba...

Paseábame por los pasillos con mi ropa casual, sin llamar la atención, un joven quizá comprando un rubor que le encargó su madre; o un nuevo rimmel para pestañas que su novia le pidió. El teléfono celular en la mano y su cara de preocupación (por supuesto actuada) le dan un aire de que le incomoda estar buscando esos artículos femeninos.

Lo que la gente no ve, o mucho menos se imagina, es que bajo su pantalón, entre su la piel suave de su bien formado muslo y la tela de la ajustada ropa interior, crece una bestia alimentada por el torrente sanguíneo de la excitación...

Pagó, y caminó a su auto.
Vertió los recién comprado cosméticos a la bolsa donde se encontraban sus nuevos aretes y pulseras que, si todo salía bien, esa misma noche estrenaría.

Llegó a la casa que rentaba, y sus compañeros lo recibieron con un diferente "Cómo estás?"

Se sentó en la sala, y colocándose en un ángulo propicio para evitar miradas indiscretas, exploró las fotos de los pretendientes que esa noche le ofrecían sus servicios carnales.

"Te espero esta noche mamacita, 22 cm para ti, para hacerte sentir mujer como esperas"

"Qué rica estás chiquitita! Yo te hago que se te doblen los dedos de los pies!!"

"Déjame ser yo el que te deje el culito abriéndose y cerrándose, y te curo la calentura con un baño de leche"

Las mismas sandeces y faltas de respeto de siempre. Aunque algunas de las fotos de los miembros ciertamente la excitaban, no era sólo el pene, debía ser también el cerebro. No soy ciertamente una Venus, pero mi figura aún es aceptable y sentirme sensual me excita lo suficiente para poner esfuerzo en ser bella.

De entre todos los mensajes, hubo dos que resaltaron entre todos, uno de Daniel y otro de Arturo.

Daniel dice:
Mi reina, permíteme a mí ser el que llene ese vacío que sientes, yo te dejo que seas mi reina aquí conmigo y aunque soy un poco mayor, te voy a permitir vivir conmigo si es lo que deseas, pues vivo solo y necesito a alguien para abrazar bajo las cobijas.

Aunque la foto era de hacía unos años, pudo juzgar por la calidad, no era del todo feo, y se veía que era una persona amena. Por otro lado...

Arturo dice:
Danny, yo sé que a estas alturas ya debes haber recibido montones de respuestas a tu anuncio, y presumo que ya estás en camino a con alguien, pero si tienes oportunidad, estaré estos tres días en el Hotel Jardín, si te llamo la atención, ven a pasar un buen rato. No tienes que hacer nada que no quieras, simplemente ser tú y platicar.

Y en la foto, un hombre alto, rubio con ojos marrones que si bien no era feo, tenía un aire de ser hombre macho... o al menos eso parecía.

Las conversaciones con ambos desembocaron en que Daniel no estaría finalmente disponible aquel día, por lo que su atención entera se volcó a Arturo.

Tenía tiempo imaginando como sería la primera vez que estaría él debajo, sintiendo el sexo de otro hombre resbalar por sus labios, sentir el cálido chorro de semen, que si bien no le gustaba el sabor del suyo propio, esperaba que durante la calentura el deseo lo hiciera querer más... y sacarlo poniéndose de rodillas y antebrazos en el suelo...

La tarde se hizo eterna hasta las once de la noche, hora que Arturo le anunció estaría disponible en su hotel.
Cuándo por fin el tiempo llegó, tomó un rápido baño, utilizó discretamente los jabones y perfumes femeninos de su compañera de vivienda, y se enfundó en un atuendo de hombre "delicado".

Salió con la mochila en la espalda... cargada de ilusiones, y abrazando la idea de esa noche tocar el terciopelo de la feminidad.

Al arrivar al hotel, los nervios lo tenían paralizado: ¡Por Dios! Qué hago... voy a entregarle mi virginidad a un completo extraño... y en cuestión de segundos, la sorpresa dio paso un deseo y excitación inconmensurables.

Llegó a la puerta de la habitación... y después de tocar, abrió un hombre alto, rubio, de marcados pectorales y un tatuaje en el brazo que decía, simbólicamente, "Aquí mando yo".

-Pasa, pasa, ¿cómo estás?

Los nervios no le permitían hablar... sólo pudo murmurar un "bien.. gracias"

A esto, Arturo emitió una sonora carcajada, y tras sentarse en la cama, su pregunta fue

¿De verdad quieres hacer esto?

Yo sólo respondí que sí, era mi deseo intentarlo, aunque el hecho de su duda la hizo cuestionar qué había de malo en ella.

¿Seré fea?
¿Demasiado masculina?

Y al ver mi cara de preocupación, agregó:

-Sólo quiero saber una cosa, ¿qué edad tienes?

-21

-Oh no... eres desmasiado joven para mí... yo estoy ya bastante grande para ti...

"¡qué importa la edad! gritaba por dentro, ¡yo sólo quiero ser mujer, si eres hombre házmelo sentir y saber!"

-No te preocupes, no eres tan grande, ¿40?

-38

-Entonces no veo problema... te molestaría... ¿si paso a cambiarme a tu baño?

-No, no, por favor, adelante.

Al parecer la edad estaba afectando más de lo que creí... si hubiera sabido que en realidad tengo 18... Pero a lo que vine vine, me dije. Así que desplegué mis herramientas, y me puse a trabajar.

Primero, una capa de corrector de ojos en polvo compacto. Eliminé las ojeras que el trabajo iba dejando en mí.
Luego, una base de maquillaje líquido, para matizar de una sola tonalidad toda el área de mi rostro.
Procedí a aplicar delineador de lápiz en el párpado superior, luego el inferior, un poco de sombra y para rematar la mirada rimmel de pestañas en abundancia.

Los aretes y pulseras, me dieron una sensación indescriptible cuando sentí el lóbulo de mi oreja jalado hacia abajo por el peso de ser una mujer bella. El tintineo en mis muñecas sólo hizo que la sangre corriera más a prisa... dándome un rubor natural encantador.

Los toques finales antes de ponerme el atuendo, un poco de rubor artificial en mis pómulos y un color coral en los labios para invitar a besar.

Una vez que mi rostro fue el de una mujer, procedí a enfundar mis piernas en medias negras con liguero a la altura del ombligo, y un vestido corto de fiesta, strapless y con una pieza de joyería en el área del escote, ajustado a mis redondos glúteos y llegando a la línea donde mis senos debieron haber estado ya en este momento de haber nacido con el sexo correcto.

Ahora sí, sólo falta lo que hace a una mujer sentirse bella; los zapatos.

Unos tacones con la punta abierta, de charol negro y un tacón de casi diez centímetros, hacían que mi figura fuera la envidia de mis amigas.

Al salir, y mostrarme en plenitud ante Arturo, él sólo pudo mirarme, sonreír, y ponerse de pie junto a mí para empezar a explorar mi cuerpo... puso su fuerte pecho en mi espalda, mientras sus manos recorrían mis caderas, besándome el cuello, apenas atreviéndose a llegar a esa zona prohibida para los machos... cuándo la duda lo asaltó;

-Estás bastante hermosa y sensual... ¿no te gustaría que te tomara fotos para que conserves un recuerdo de hoy?

-No gracias...- fue todo lo que pude responder, y puse mi mano sobre sus genitales... sentía un pequeño bulto formado, levantando ligeramente su ropa interior.

Por dentro estaba indecisa si quería que fuera aquel hombre dubitativo el que me hiciera sentir mujer por primera vez... pero ya estaba ahí, y no desperdiciaría una noche con todas las cartas ya puestas sobre la mesa.

Él seguía explorando mi cuerpo con sus manos, cuándo llegó a la zona que no se atrevía a tocar... y bajando lentamente la delgada tanga de seda que cubría mi hombría, tocó con intensidad el poste de veintidós centímetros que se alzaba frente a él. Pues sí, la naturaleza compensó la falta de redondez en las caderas y pechos con un miembro que derritiría a cualquiera de esas mujeres que yo tanto anhelaba emular con ropa y maquillaje.

A partir de ese momento, el ritmo de respiración de Arturo cambió; lo obsevó mientras deslizaba su mano por toda su longitud, cuándo sin previo aviso, decidió sentarse en la cama de su hotel y comenzar a chupar MI pene.

"No debería ser yo quien tuviera un pene en la boca?!" Pensé para mis adentros, pues aunque estaba disfrutando, no era mi primer plan esto que estaba pasando.

Arturo estaba encantado, lamió de tantas maneras... pasó sus labios por cada centímetro cuadrado de piel que mi gran sexo posee, mientras sus manos tocaban a la vez los testículos de ambos. Sentía su placer en la forma de mover su cuerpo, y yo simplemente deslizaba mis manos de uñas pintadas por su cabello, su cuella, la parte superior de su espalda y esos pectorales que no tuve el placer de probar. Sentía los achaques del placer, de pie ahí, frente a él, en tacones altísimos, mis rodillas daban un salto mortal cada vez que su lengua pasaba rápidamente por el frenillo de mi sexo.... cuándo sentía que no podría más, él se levantó, se acostó boca arriba en la cama, y me hizo una seña de que lo siguiera.

Sería este el momento que esperaba...? Me acerqué seductoramente a él, moviendo mis caderas al ritmo de mis rodillas sobre la cama, dejando que mis aretes tambalearan a los costados de mi rostro, y los tacones en el fondo , dejando la impresión de que estaba dispuesta a todo...

Incliné mi boca hacia su glande... se veía flácido, pero aún así, cuándo lo envolví con mi boca, pude notar una extraña dureza, muy interna, y la piel que se resbalaba al ritmo de mis labios. Con sus manos me forzó a meterlo y sacarlo de forma abrupta y violenta, esto era a la vez excitante e intimidante, pero no sentía que creciera o se hiciera de un tamaño mayor conforme el tiempo pasaba. Al parecer, era un fracaso dando mamadas.

Inesperadamente, tomándome por la cintura me montó en él a la altura de su pecho, y empezó a masturbarme, mientras con su otra mano tocaba mis pezones. El cambio me pareció extraño, pero no contaba con que su siguiente movimiento lo sería aún más.

Tomando con fuerza mis caderas, me montó aún más cerca de su rostro, y con señas, me indicó que introdujera y sacara mi pene de su boca, penetrándolo sin piedad. Puso su lengua extendida en la base de su boca, y yo, en espera de una futura recompensa, obedecí como puta obediente.

Sus gemidos de placer eran inimaginables, creí que estaba ahogándose cuando en realidad estaba gimiendo y chupando a la vez... al parecer tener mi pene en su boca era un mayor placer que el sentir mis manos o boca en el suyo.... y al levantar yo la vista, en el espejo que estaba sobre la cabecera de la cama, me vi ahí, el travesti que deseaba sentirse mujer... era capaz de sacar los instintos más animales de un macho a la vista de el trozo de carne que antes no deseaba.

Un rostro maquillado, enjoyado; un cuerpo de vestido ajustado y tacones de rascacielos... y estaba penetrando por la boca a un toro viril.

Al terminar de vaciar mi eyaculación en su lengua, y verlo exhausto y satisfecho, tomé mis cosas, en el baño me duché, y simplemente abandoné la habitación.

Aún hoy, sigo sin saber lo que es ser mujer.

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